17. No hay salvación

De la voz de Altagracia nacen gritos de ayuda. El color amarillento que se fusiona con el color de la madera incrementa cada vez más, y para su desgracia ya no puede acercarse ni para tomar el pomo de la puerta.

—¡Dios! ¡Ayúdame! —Altagracia pega la espalda en la pared, como si fuese una opción para desaparecer y traspasar las murallas.

Observa hacia todos lados, buscando alternativas. La mente se desespera bajo la presión del calor que empeora.

Cuando la respiración agitada desmejora por el horror, pasa saliva y desesperada, mira todos los lados. Corre hacia el otro lado del cuarto, buscando entre sus ropas alguna manta. Una fuerte ventisca abrasadora explota para aumentar su presión.

Altagracia grita, cayendo al suelo para cubrirse el cuerpo.

—¡¿Altagracia…?!

Cuando escucha su nombre grita de vuelta.

—¡Azucena! —espera la voz de su hermana una vez, pero Azucena no responde.

El humo dentro de la habitación incrementa, y el olor carbonizado de la madera inunda sus fosas na
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