Poder, riqueza y prestigio. Fueron las razones que llevaron al padre de Arielle Valmont a comprometerla con el heredero de uno de los imperios tecnológicos más influyentes del país. El acuerdo, aunque reciente, tenía un propósito claro: consolidar dos grandes fortunas tecnológicas y asegurar el futuro de ambas familias. La noche antes del compromiso, Arielle, abrumada por la presión de un futuro que no siente como suyo, se deja llevar por la desesperación y pasa una noche apasionada con un hombre desconocido. Pero el día de la boda, se lleva una impactante sorpresa cuando descubre que ese hombre es Cassian Harrington, el CEO de aquella empresa con la cual formarán una alianza y el padre de su futuro esposo. Ambos se reconocen al instante, atrapados en un secreto oscuro y un deseo prohibido que amenaza con destruir no solo el matrimonio arreglado, sino también las vidas que han construido. Pero lo más peligroso no es el secreto que comparten, sino el deseo que crece entre ellos cada vez que se encuentran. ¿Podrán Arielle y Cassian resistir esta pasión que nunca debió existir? ¿O sucumbirán a un amor que podría derrumbar dos grandes imperios de sus familias?
Ler maisCuando Arielle sale del vestidor, algo dentro de mí se detiene. Ella se dirige a la empleada que la ha estado atendiendo con su barbilla en alto y le señala el vestido que ha elegido llevarse. —Este —le dice a la mujer, y ella lo toma de inmediato impidiéndome ver el vestido que ha elegido. Aunque en realidad no me interesa, porque sé que con cualquiera lucirá hermosa y también porque tengo la certeza de que ese vestido terminará en el suelo luego de que se lo haya quitado. Señala también un par de tacones que parecen tallados para su figura. Altos, elegantes, peligrosos. Como ella. No dice una palabra más. Ni siquiera me mira. Se mantiene con la espalda erguida, simulando que no se derritió en mis brazos apenas unos minutos atrás. No obstante la tensión entre nosotros es tan densa, casi sofocante. Saco mi billetera, como si ese gesto fuera tan natural como respirar. Porque lo es. Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero. Y ahora mismo, lo que quiero, lo estoy comprando para
La sensación de su cuerpo pegado al mío me enloquece. La beso con hambre, con una m*ldita necesidad primitiva por haberme privado de ella demasiado tiempo, por estar alejado de lo único que realmente deseo. Su boca sabe a furia, a deseo contenido, a todo lo que me ha estado negando desde que apareció en mi vida como un castigo divino. La espalda de Arielle choca con la pared del probador cuando la acorralo, mis manos recorren la curva de su cintura, bajando por sus caderas como si fueran mías, como si tuviera todo el maldito derecho de explorarla así. Porque lo tengo. Porque su cuerpo me responde con cada respiración entrecortada, con cada estremecimiento. —Mírame —le ordeno, alzándole el rostro con dos dedos bajo su mentón. Sus ojos están vidriosos, brillantes, su boca entreabierta, y su pecho sube y baja tan rápido que podría jurar que va a explotar en este momento. Deslizo mi mano por su muslo desnudo, acariciando la piel que tanto me obsesiona, sintiendo cómo tiembla cuando mi
Una hora después, estoy de pie junto al auto, con el sol golpeándome directo en la nuca mientras ajusto las mangas cortas de la camisa azul que elegí colocarme. El calor no me incomoda. No cuando estoy esperando por ella. ajusto sobre mis ojos unas gafas oscuras, no solo por el sol, sino porque hay algo en esconder la mirada que me da ventaja. Es una costumbre vieja.—Diviértanse —dice Seraphina con voz melosa, saliendo de la casa como si no hubiera azuzado el incendio más temprano. Vuelve a disculparse por no acompañarme al evento de Vortex, aunque sé que no siente culpa alguna. Le gusta salirse con la suya, y para ser franco a mi me encanta que así sea. Seraphina es la luz de mis ojos. La beso en la frente y observo cómo desaparece tras la puerta principal, sin mirar atrás.Entonces aparece Arielle.Y por un instante, el mundo se desacelera.Su vestido corto floreado se mueve con la brisa ligera mientras se acerca a mi y aunque es modesto en apariencia, hay algo terriblemente sensua
Bebo de mi café con calma, observando la expresión consternada de Arielle, ese gesto que muestra queriendo ahorcar a mi hija por su sugerencia y a su vez sintiéndose obligada a darle una respuesta afirmativa. Su cuerpo está tenso, su atención deliberadamente centrada en su plato, como si ignorarme fuera la solución a algo. Pero yo la conozco mejor. Sé que me siente. Sé que cada vez que mi mirada recorre su piel, su respiración se agita apenas, su espalda se endurece y su mano se cierra con más fuerza alrededor de los cubiertos.Está demorando un poco en responder y yo disfruto de ese pequeño acto de resistencia que intenta mostrarme, porque también sé que es falso.—No tienes que acompañarme solo porque mi hija lo pide —digo al fin, mirándola. Ejerciendo mayor presión para que de una respuesta a lo que acaba de preguntar Seraphina.Arielle no levanta la vista, pero veo el sutil estremecimiento en sus pestañas, el ligero frunce de sus labios. Mi tono dice una cosa, pero mi mirada deja c
El aroma del café inunda la casa cuando bajo al comedor. Es temprano, pero ya hay movimiento. Camino con calma, como si el peso de la noche anterior no me estuviera quemando por dentro. Como si no la sintiera aún en mi piel, en mis manos, en mi m*ldita cabeza. Arielle está sentada a la mesa, con la espalda recta y la mirada fija en su taza. Su cabello dorado cae sobre su hombro, desordenado de una manera que me dice que no durmió bien. «Perfecto. Porque yo tampoco» Se tensa apenas cuando me acerco. Lo noto y por supuesto que lo disfruto. —Buenos días —murmuro con voz grave, tomando asiento frente a ella. Sin embargo, ella no responde nada. No levanta la vista. No muestra ni un solo gesto que delate que me ha escuchado, pero la rigidez en sus dedos alrededor de la taza me dice que no es tan buena fingiendo indiferencia como cree. Sonrío con diversión y tomo un sorbo de café. Dirigiendo ahora mi mirada a Seraphina, que está sentada a su lado, totalmente ajena, con la cabeza metida
Perspectiva de Cassian . Camino por el pasillo que lleva a mi habitación con las manos cerradas en puños y el corazón golpeando como una m*ldita advertencia. El eco de mis pasos es lo único que escucho, además del zumbido constante en mi cabeza. Viéndola a ella incluso cuando no está. Sintiéndola en mis dedos, en mis labios, en mi aliento. No hay redención posible para lo que acabo de hacer. Y sin embargo, si me ofrecieran retroceder el tiempo… no lo haría. No después de haber sentido su cuerpo temblar contra el mío. De verla morderse los labios mientras luchaba por no gemir. De mirarla cuando su placer estalló, como si se deshiciera en mis manos. —Joder —gruño para mi mismo, en voz baja. Es la esposa de mi hijo, y yo soy un m*ldito desgraciado porque en mi cabeza no hay un ápice de remordimiento. Entro a mi habitación y cierro la puerta con un golpe seco. Apoyo la espalda contra la madera y cierro los ojos, respiro hondo y trato de pensar. De controlar este caos interno. P
El corazón me golpea con fuerza. Puedo escucharlo dentro de mi cabeza, acompasado con el sonido de los pasos de Seraphina más allá de la cocina. Sus sandalias chocan levemente con el mármol y cada uno de esos sonidos me perfora la piel.No sé en qué momento llegué a esto, pero esa adrenalina ocasionada por la idea de que nos vea hace que mi corazón lata con mucha fuerza. Aunque una parte de mi siente cierta excitación y eso solo lo vuelve todo más enfermo.La voz de Seraphina es clara, pero Cassian no se aparta. Al contrario, se aferra a mí como si no importara que del otro lado esté su hija. Como si lo único que contara en este momento fuera mi respiración agitada, su cuerpo quemando contra el mío y la tensión insoportable que nos mantiene unidos.—Shh… —murmura junto a mi oído, su voz grave vibra sobre mi cuello, haciendo que mi piel se erice y se he hiele la sangre—. Es mejor que no hagas ruido… a menos que quieras que nos escuche —dictamina con la voz baja y ronca.Mi estómago se c
Observo una vez más el tramo de piel expuesta que dejan ver los dos botones abiertos de su camisa, mis manos tiemblan cuando empieza a desabrochar los demás. Porque lo que dijo es cierto, desde que lo vi en la alberca tengo el m*ldito deseo de sentir su piel marcada, de acariciar cada uno de sus músculos firmes.«¿A quién engaño? esos pensamientos los tengo desde antes»Uno a uno, los botones ceden bajo mi tacto, revelando su pecho firme, sus músculos tensos, la piel cálida que he imaginado más veces de las que me atrevo a confesar. Paso mi índice por mi índice sobre su piel y la forma en que sus músculos se contraen ante mi toque me enciende mucho más, saber el deseo que provoco en un hombre como él hace que mis pupilas se delaten y que ansíe mucho más sentirlo.Mi mano baja hasta su abdomen, y una vez más, mi mente viaja a ese momento, cuando ví su cuerpo en la alberca, esa espalda poderosa, el agua resbalando por cada curva de sus hombros.Mi garganta se seca mientras mis manos acar
Me pierdo en su boca, en la presión que ejerce su dureza contra mi centro, mientras ahogo los jadeos que ansían por salir de mi boca. Porque sus manos, calientes y firmes, se cuelan bajo la tela de mi camiseta, subiendo con una lentitud abrumadora hasta colocarse sobre mis pechos.Los aprieta y mis pezones se endurecen en sus palmas, al tiempo que un gruñido grave sale de su boca.—J*der… —ronronea contra mi cuello con esa voz que me quiebra, esa voz oscura que me desnuda el alma.Su aliento se estrella en mi piel y me estremezco. Lo siento. Siento su erección dura, furiosa, frotándose entre mis piernas con una intención tan clara que me deja sin aire. Jadeo, y él lo nota. Lo siente. Lo aprovecha.Me presiona más contra la columna, y yo le rodeo con más fuerza. Mi cuerpo no quiere distancia. Mis piernas se ajustan perfectamente a su torso y aferro mis manos a sus fuertes brazos.—Te detesto —murmuro, con la voz jadeante, con el pecho subiendo y bajando contra el suyo, mientras sus mano