5| Un brindis

La voz de Daniel es intensa, varonil, aunque no tan grave, como aquella que me sedujo al instante en aquel club.

—El placer es mío —respondo con amabilidad, mientras nuestras manos están estrechadas, hasta que la voz del hombre que viene a su lado se alza hacía a mí.

—Para mi también es un placer conocer a la prometida de mi sobrino —menciona el hombre junto a él. Afirmando mi sospecha de que es familiar suyo.

—Darius Harrington —se presenta, y una brisa helada recorre mi piel cuando estrecho su mano. Su mirada me recorre de una forma extraña.

—Disculpa, por un momento creí que ya te había visto antes —espeta Darius, haciendo que Daniel dirija su mirada oscura a la suya. Frunzo el ceño porque es imposible haberlo visto y no acordarme de su cara. Los hombres de esta familia, estoy segura no son fáciles de olvidar.

—No lo creo —contesto con calma, ocultando el leve temblor que amenaza con traicionarme—. Estoy segura de que no lo olvidaría.

Darius deja escapar una risa suave, aunque sus ojos no pierden el brillo inquisitivo.

—Supongo que tienes razón —espeta encogiéndose de hombros.

El silencio que se forma después se rompe cuando mi padre habla.

—Buenas noches caballeros, pensé que Cassian estaría presente esta noche —menciona y caigo en cuenta de que vienen solos, lo que significa que el padre de Daniel no estará presente. Lo cual en realidad no es algo que me interese. Aunque me causa curiosidad que el hombre no esté presente en el compromiso de su hijo.

—Les ofrecemos una disculpa. Mi padre tuvo una reunión urgente que no podía posponer —expone Daniel pareciendo sincero—. Por otro lado, mi hermana Seraphina está aun en el internado, esta semana tiene exámenes y por esa razón no está aquí —agrega. Dándome un poco más de información sobre su familia, pues no sabía que Daniel tuviera una hermana menor.

—No se disculpen, se bien que algunos asuntos no se pueden dejar para después —menciona mi padre antes de disculparse y retirarse, para caminar hasta uno de los invitados que lo está buscando.

Mi padre se aleja con paso firme, y luego de él, Darius también se disculpa y camina hasta un grupo de hombres dejándonos solos.

—¿Te incomoda estar aquí? —pregunta Daniel de repente, su tono sigue siendo formal, aunque hay una nota más suave que antes.

—No —miento, manteniendo mi postura erguida—. Estoy acostumbrada a este tipo de eventos.

Sus labios se curvan apenas en una media sonrisa que no alcanza sus ojos.

—Entonces díselo a tu mano —espeta señalando mi mano diestra con la mirada, que de forma inconsciente tenía completamente aferrada a la tela de mi vestido, mis nudillos incluso están blancos.

Un rubor se apodera de mis mejillas, lo sé porque las siento calientes, mientras que una sonrisa ladina se muestra en las comisuras de Daniel.

Una que de alguna forma me recuerda a ese hombre…

Sacudo la cabeza porque debo haber bebido demasiado.

—Supongo que estoy nerviosa —confieso al fin. Después de todo es el hombre con quien voy a casarme.

Su gesto se vuelve un poco más serio. Por un instante baja la mirada y cuando la vuelve a mí, aquella sonrisa desaparece.

—Este compromiso tampoco es de mi agrado. Pero está hecho —dice con la voz seria. Algo que no me sorprende, si yo no estoy conforme con esto, es lógico que tampoco él lo esté—. Pero ya estamos aquí, lo menos que podemos hacer es comenzar a conocernos —espeta. Cuando una voz rompe con la mirada que me está dedicando, una decidida que afirma lo que acaba de decir.

—Damas y caballeros, ha llegado el momento del brindis por el compromiso de Daniel Harrington y Arielle Valmont.

Los murmullos cesan mientras las copas comienzan a elevarse. Un mesero se acerca y me ofrece una copa de champán. La tomo con dedos firmes, aunque siento el peso de todas las miradas sobre nosotros.

—Espero que no te moleste la formalidad —dice Daniel, apenas inclinado hacia mí—. Es parte del trato.

—Nada de esto me sorprende —replico, bebiendo un sorbo para disipar el nudo que se forma en mi garganta.

Él me observa por un segundo más, sus ojos oscuros fijos en los míos. El traje negro, hecho a medida, se amolda a su cuerpo de forma exquisita, resaltando sus hombros anchos y su figura imponente.

Pienso que Daniel es el hombre que cualquier mujer soñaría con tener.

Y, sin embargo, en este preciso instante, todo lo que siento es que estoy a punto de perder lo poco que aún me pertenece.

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