59| Ardiendo

Me pongo de pie, con las rodillas todavía algo débiles por lo que acabo de hacer. Mis manos tiemblan ligeramente por la adrenalina de estar en su habitación, de haberle dado sexo oral sabiendo que Daniel está en la misma casa.

«Eres una maldita Arielle»

Tiemblo porque sé que esto… esto… es como abrir la puerta a un infierno del que no voy a poder salir ilesa. Un infierno de un hombre para el que quizá no significó nada. Porque no quiero cegarme. No deseo pensar que hay algo más que deseo en su forma de mirarme.

Por su parte Cassian no dice nada. Solo me mira. Esos ojos oscuros, depredadores, no me conceden tregua. Me recorren de arriba abajo con esa mezcla brutal de deseo y poder. Está ardiendo. Lo veo en la forma en que su pecho sube y baja, en el modo en que aprieta la mandíbula como si estuviera conteniéndose.

Entonces se incorpora y sin pronunciar palabra, se deshace del pantalón de pijama. Mi garganta se cierra al verlo desnudo por completo, tan masculino, tan despiadadamente per
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