Samira Ridao estaba casada y esperando un hijo cuando su esposo, Norman Carter, la lleva al bosque con la intención de acabar con su vida. Al borde de la muerte, Samira es rescatada por Alister, un poderoso lobo blanco, que es nada menos que el Alfa del Clan Valkyria y presidente de una importante empresa de nombre Between the Clouds. Alister reconoce en ella un aroma inconfundible y atrayente: Resulta que Samira es su mate. El Alfa decide protegerla ofreciéndole no solo refugio, sino también su ayuda para llevar a cabo la venganza en contra de su esposo que ella tanto ansía. Mientras pasan tiempo juntos, la relación entre ellos se profundiza, forjando un vínculo que desafía las normas de ambos mundos. Sin embargo, una traición inesperada amenaza con destruir todo lo que han construido. Las dudas comienzan a nublar el juicio del Alfa y las semillas de la desconfianza siembran el caos en su corazón. La distancia entre ellos crece cuando todas las evidencias parecen señalar a Samira como la culpable de un complot para manipular y destruir al Clan. Convencido de su traición, Alister descarga toda su ira y frustración sobre ella, transformando el amor que sentía en un odio profundo. Samira, destrozada por la injusticia, comienza a odiar al hombre que una vez fue su salvador y el verdugo de su venganza. Cuando Alister finalmente descubre la inocencia de Samira, intenta desesperadamente buscar su perdón, pero ella lo rechaza por completo. En un giro de angustia y arrepentimiento, el Alfa se enfrenta a una tortura emocional, buscando incansablemente redimir su error y recuperar el amor perdido. ¿Podrá Alister ganarse el perdón de Samira y reconstruir el vínculo roto?
Leer másEl sol se alzaba sobre las tierras del Clan, bañando todo con su luz dorada. La brisa fresca de la mañana traía consigo el aroma del bosque, mientras el sonido de risas resonaba en los jardines de la casa. Samira, Alister y su hijo Kael caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad que tanto les había costado alcanzar.Kael, un niño de cabello pelirrojo y ojos brillantes, corría entre las flores, riendo mientras su madre intentaba atraparlo.—¡Mamá, no puedes alcanzarme! —gritó con diversión.Samira entrecerró los ojos con una sonrisa traviesa y, en un rápido movimiento, se lanzó hacia él, atrapándolo en sus brazos. Kael estalló en carcajadas mientras su madre lo llenaba de besos en la mejilla.—Siempre te atraparé, pequeño lobo —dijo Samira, apretándolo contra su pecho.Alister los observaba con una sonrisa y con los brazos cruzados sobre su pecho. Su corazón se llenaba de orgullo y amor al ver a su familia así, feliz y sin preocupaciones. De pronto, caminó hacia ellos y envolvió
Los días siguientes en el pueblo fueron como un respiro después de toda la tormenta. Samira y Alister pasaron tiempo juntos, disfrutando de la tranquilidad del campo, lejos de los problemas y las responsabilidades que los esperaban en la ciudad.Por las mañanas, Samira se despertaba con la luz del sol filtrándose por la ventana, el canto de los pájaros y el suave aroma de la tierra húmeda. A veces, cuando abría los ojos, encontraba a Alister ya despierto, observándola con una expresión de pura adoración.—Nunca me cansaré de verte dormir —manifestó él, con una sonrisa traviesa.Samira, aún somnolienta, le lanzó una mirada perezosa antes de darse la vuelta en la cama, fingiendo ignorarlo. Pero él no se lo permitió. Se inclinó y le dejó un beso en la mejilla, otro en el cuello, y pronto Samira estaba riendo y rindiéndose ante sus caricias.Las mañanas en el pueblo se sentían ligeras y apacibles. Desayunaban juntos en la casa de su madre, quien los observaba con cierta ternura mientras s
Samira despertó con lentitud, sintiendo su cuerpo pesado, como si una corriente de energía aún vibrara en su interior. Parpadeó varias veces, tratando de despejar la sensación de letargo que la envolvía. La luz tenue de una lámpara iluminaba la habitación, revelándole un entorno familiar: el dormitorio de su madre.Las mantas estaban suaves sobre su piel, y un aroma cálido y reconfortante llenaba la atmósfera. Por un momento, su mente estaba confusa y los recuerdos andaban dispersos como hojas arrastradas por el viento. Pero entonces, un dolor punzante en su hombro la hizo fruncir el ceño. Llevó los dedos a la zona y sintió la piel sensible, caliente… la marca.De pronto, todo volvió a ella: la luna, el calor abrasador de la conexión, la intensidad de lo que había sentido antes de que su conciencia se desvaneciera.—Despertaste.La voz de Alister la sacó de sus pensamientos. Su mirada se desvió hacia él, sentado al borde de la cama, quien la observaba con alivio. Llevaba la ropa arrug
Después de entregarse el uno al otro bajo la mirada silenciosa de la luna y el fulgor de las estrellas, Alister y Samira permanecieron juntos, envueltos en el calor compartido de sus cuerpos. Sus ropas los cubrían a medias, protegiéndolos del fresco de la noche, pero ninguno sentía frío. Estaban demasiado absortos en el roce de sus pieles, en la forma en que sus cuerpos aún temblaban por el placer y la emoción de haberse reencontrado de la manera más íntima.Alister acariciaba la espalda de Samira con la yema de los dedos, dibujando círculos suaves sobre su piel desnuda. Ella, con la cabeza apoyada en su pecho, escuchaba el latido fuerte y rítmico de su corazón. Enredó sus piernas con las de él y levantó el rostro para mirarlo. Sus labios aún estaban hinchados de tanto besarse y su cabello revuelto caía en suaves ondas sobre sus hombros.Él la observó con adoración, inclinándose para rozar su nariz con la de ella antes de volver a besarla, dándole un beso lento, perezoso, que solo ref
Alister hizo una pausa, observándola con intensidad.—Cambiaste mi vida, mi manera de ver las cosas. Me hiciste conocer el amor.Samira sintió que su pecho se llenaba de una calidez indescriptible.—Un amor real. Un amor leal. Un amor que me hizo creer en mí mismo, que me hizo querer ser mejor…Ella tragó saliva, conmovida.—Nunca antes había sentido algo así por nadie.Alister tomó su mano con firmeza y la apretó contra su pecho, justo donde su corazón latía con vehemencia.—Y debido a este lazo que nos une… nunca me ha importado nadie más.Se inclinó ligeramente hacia ella, sin apartar sus ojos de los suyos.—Ni antes, ni ahora… ni en el futuro —declaró—. Tú siempre serás la única para mí.Samira sintió que se le erizó la piel y sus labios temblaron antes de que pudiera hablar.—Eso quiere decir que…Alister sonrió suavemente.—Eso quiere decir que te amo, Samira. Lo he hecho siempre… y lo seguiré haciendo hasta el último aliento de mi vida.Las palabras de Alister la envolvieron co
Alister parpadeó, aún en silencio, con la expresión completamente seria, pero en su mirada había algo diferente. Algo que Samira no podía identificar del todo, pero que le revolvía el estómago.—Desde la primera vez que nos vimos, desde que nos conocimos, tú siempre estuviste ahí para mí. No hiciste más que apoyarme, cuidarme y defenderme… incluso cuando yo no quería tu protección.Un amargo recuerdo cruzó su mente. Hubo momentos en los que lo rechazó, en los que lo alejó con palabras crueles, con actos impulsivos, porque en su corazón todavía había resentimiento. Pero Alister nunca se rindió.—Hemos tenido muchos problemas, lo sé, y las cosas no salieron como esperábamos. Pero ahora… ahora todo es diferente.Sus dedos se apretaron entre sí. Se sentía vulnerable, como si cada palabra que salía de su boca la dejara completamente expuesta. Pero ya no quería esconderse.—No te lo he dicho antes, pero… cuando me llegaban tus cartas, cuando recibía las flores y esos pequeños detalles que s
—No puedo pretender que estés solo para siempre —añadió Samira con una sonrisa amarga—. Te mereces a alguien que te ame… que pueda hacerte feliz.—¿Estás tratando de decirme que no te importa si decido estar con alguien más?El corazón de Samira se detuvo por un momento.Esa no era la forma correcta de expresarlo. Esa no era la idea que ella quería transmitir.Porque, por supuesto, sí le importaba.Le importaba tanto que la simple idea de verlo con otra mujer la atormentaba.Le importaba tanto que, aunque prefería no saberlo, estaba dispuesta a escucharlo y a enfrentarse a una verdad que la destrozaría.Se quedó callada, sin saber qué responder. Había abierto una puerta de la que ahora no podía salir.Alister no apartó la mirada de ella, esperando una respuesta que nunca llegó.En su interior, Samira sabía que no tenía derecho a reclamar nada. Si él encontraba a alguien más, no podía reprochárselo. Él había hecho todo lo posible por enmendar sus errores, había luchado por ella, se hab
Samira soltó una risa suave antes de despedirse y salir nuevamente al encuentro de Alister.Cuando llegó hasta él, lo encontró poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo de los pantalones. La luz del atardecer delineaba su figura con tonos cálidos, resaltando la intensidad de su mirada cuando levantó los ojos hacia ella.—Es un lugar muy tranquilo —comentó Alister, observando a su alrededor con una expresión de sincero aprecio—. Y muy hermoso. Los paisajes son realmente impresionantes.Samira sonrió, sintiendo cierto orgullo por el lugar donde había crecido.—Si quieres, puedo mostrártelo mejor. Aunque, para ser sincera, no podríamos recorrerlo por completo. Este pueblito puede parecer pequeño, pero en realidad es bastante extenso.Alister no dudó en aceptar.—Está bien, iremos a donde tú quieras.Samira comenzó a caminar y él la siguió sin cuestionar el rumbo que tomaba. A medida que avanzaban por las calles del pueblo, algunos vecinos que reconocían a Samira se acercaban a saludarla
Hubo un silencio espeso entre ambas. Su madre la miraba con esa expresión compasiva, como si quisiera leer sus pensamientos, entender lo que Samira aún no se atrevía a decir.—¿Ya no lo quieres? —preguntó la mujer con suavidad.Samira sintió un estremecimiento deslizarse por su cuerpo. Desvió la mirada y presionó las manos contra su regazo. No supo responder enseguida, por lo que se quedó callada por un segundo.—No lo sé… —susurró, pero en su propia voz pudo percibir la duda, la inseguridad, la mentira que se decía a sí misma.Por su parte, su madre no apartó la vista de ella.—Pasaron muchas cosas —agregó Samira con un tono quebradizo—. Demasiadas.Sin embargo, repentinamente y por primera vez en mucho tiempo, se permitió bajar las defensas. Durante tanto tiempo había enterrado lo que sentía, se había obligado a silenciarlo, a ignorarlo. Pero frente a su madre, frente a la única persona en el mundo a quien jamás podría mentirle del todo, sintió que ya no podía seguir ocultándolo.—M