Samira Ridao estaba casada y esperando un hijo cuando su esposo, Norman Carter, la lleva al bosque con la intención de acabar con su vida. Al borde de la muerte, Samira es rescatada por Alister, un poderoso lobo blanco, que es nada menos que el Alfa del Clan Valkyria y presidente de una importante empresa de nombre Between the Clouds. Alister reconoce en ella un aroma inconfundible y atrayente: Resulta que Samira es su mate. El Alfa decide protegerla ofreciéndole no solo refugio, sino también su ayuda para llevar a cabo la venganza en contra de su esposo que ella tanto ansía. Mientras pasan tiempo juntos, la relación entre ellos se profundiza, forjando un vínculo que desafía las normas de ambos mundos. Sin embargo, una traición inesperada amenaza con destruir todo lo que han construido. Las dudas comienzan a nublar el juicio del Alfa y las semillas de la desconfianza siembran el caos en su corazón. La distancia entre ellos crece cuando todas las evidencias parecen señalar a Samira como la culpable de un complot para manipular y destruir al Clan. Convencido de su traición, Alister descarga toda su ira y frustración sobre ella, transformando el amor que sentía en un odio profundo. Samira, destrozada por la injusticia, comienza a odiar al hombre que una vez fue su salvador y el verdugo de su venganza. Cuando Alister finalmente descubre la inocencia de Samira, intenta desesperadamente buscar su perdón, pero ella lo rechaza por completo. En un giro de angustia y arrepentimiento, el Alfa se enfrenta a una tortura emocional, buscando incansablemente redimir su error y recuperar el amor perdido. ¿Podrá Alister ganarse el perdón de Samira y reconstruir el vínculo roto?
Leer másSamira observaba a Alister desde la distancia, quien estaba sentado junto con Kael en el jardín, mostrándole una flor y describiendo algo que el pequeño apenas entendía. La escena era tan tierna como muchas otras que había presenciado últimamente, pero algo se sentía diferente. Las flores ya no llegaban, las cartas tampoco, y aunque Alister seguía mostrándose como un padre dedicado, parecía haber retrocedido en sus intentos de reconquistarla.Samira había pasado días negándose a darle importancia al cambio, pero la inquietud crecía. Esa mañana, mientras caminaba por los pasillos, se detuvo frente a la ventana de la sala principal. Desde allí los vio otra vez, Alister sosteniendo a Kael en brazos, sonriendo con una calidez que derretía cualquier muro.«¿Por qué me afecta tanto esto?», pensó. «Él dijo que me reconquistaría. ¿Por qué entonces dejó de intentarlo? ¿Se rindió? ¿Se cansó de mí?»La duda se hizo insoportable, así que en ese momento, armándose de valor, decidió confrontarlo. F
Pasaron los días, las semanas y los meses, y con ellos, Kael iba creciendo, desarrollándose poco a poco. Aunque todavía no podía hablar, parecía comprender más de lo que cualquiera imaginaba. Alister, por su parte, se tomaba horas de su tiempo cada día para dedicárselas exclusivamente a su hijo.Lo llevaba al jardín, mostrándole las flores y los árboles. Alister le hablaba con una ternura que habría desconcertado a cualquiera que conociera su carácter imponente.—¿Sabes, Kael? Esta casa ha sido el hogar de nuestra familia por generaciones. También tenemos una casa en el bosque, el cual ha sido un lugar sagrado para nosotros —le decía, sosteniéndolo con cuidado en sus brazos mientras señalaba las copas de los árboles—. Aquí y allá correrás algún día, libre y fuerte.A veces le contaba historias del Clan, sobre los lobos que habían liderado antes que él, o anécdotas de su propia vida. Aunque Kael solo respondía con balbuceos y risas, era como si entendiera cada palabra.Cuando no estaba
Samira miró al bebé primero, buscando algo en él, tal vez un consuelo, tal vez una respuesta. Luego, lentamente, dirigió su mirada hacia Alister, como si necesitara asimilar la presencia de ambos antes de tomar una decisión. Por un momento, sus ojos se entrecerraron, tornándose pensativos. Su mente recorría rápidamente las opciones, las posibles consecuencias, todo lo que ya había sucedido y todo lo que aún podría venir. —Todos los problemas que hemos tenido no fueron realmente nuestros. Nosotros siempre nos hemos llevado bien, pero hubo malos entendidos. Alguien quiso destruir lo que teníamos.Alister apretó la mandíbula, reconociendo la verdad en sus palabras, pero no interrumpió.—Me dolió pensar que no confiabas lo suficiente en mí, que nuestro amor, algo que creía tan sólido, tan inquebrantable, era tan frágil como para romperse con la más mínima situación —añadió—. Y la verdad es que ambos hemos sufrido mucho, cada uno a su manera, con un dolor que nos ha marcado. Tú me hiciste
El nacimiento del bebé marcó un nuevo comienzo para todos en el Clan Valkyria. Finalmente, el primogénito del Alfa Alister, había llegado al mundo, llenando de emoción y orgullo a los miembros del Clan. Este niño era el futuro líder, el símbolo de un linaje que prometía fortaleza y unión.El pequeño, aunque humano en apariencia, mostraba ya rasgos que dejaban entrever su herencia de lobo, pero no podía transformarse en uno. No era habitual que un lobo tuviese a una humana como compañera destinada, así que no sabían mucho sobre bebés mestizos. Jonás, el médico del clan, explicó que quizás, con el tiempo, probablemente desarrollaría su capacidad para transformarse, un proceso que solo requería paciencia. Lo importante era que estaba sano, fuerte y lleno de vida.A todos les llamó la atención su peculiar cabello pelirrojo, un rasgo que había heredado de Samira. Muchos no podían evitar imaginar cómo sería su forma de lobo con ese color poco común. Un lobo pelirrojo no era algo que se vier
Samira no pudo contenerse más. Las palabras de Alister la habían tocado de una manera que nadie más podía. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, primero en silencio, pero pronto se convirtió en un llanto que parecía provenir de lo más profundo de su ser.—No quiero que hagas eso… —manifestó—. No quiero que pienses en morir, Alister. No quiero que… por favor, no.El Alfa levantó una mano para acariciarle la mejilla con ternura, atrapando con sus dedos algunas de las lágrimas que seguían cayendo.—Samira… —pronunció—. Sé que te he fallado, sé que cuando más me necesitaste, yo no estuve ahí. Te di la espalda, dudé de ti… incluso dudé de nuestro hijo. Dudé de tu amor, del amor más puro que he conocido en toda mi vida.Ella apretó los labios, intentando reprimir el llanto, pero las palabras de Alister rompían cada barrera que había construido en su corazón.—Y lo siento… —continuó él—. Lo siento de verdad, más de lo que puedo expresar con palabras. Sé que este no es el mome
Tres días después, Alister abrió los ojos lentamente, parpadeando ante la luz tenue que ingresaba por la ventana. Su cuerpo estaba pesado y adolorido, como si cada hueso y músculo hubieran sido atravesados por la guerra misma. Cuando trató de moverse, una punzada de dolor lo detuvo, recordándole las heridas que apenas comenzaban a sanar.A su lado, Samira dormía profundamente, sentada en una silla junto a la cama, con toda la parte superior recostada en el borde. La observó en silencio, para luego colocar suavemente su mano sobre la de ella, la cual estaba extendida, y sintió el calor que irradiaba de su piel, una calidez que lo conectaba con la realidad, como un ancla en un mar turbulento.Con un esfuerzo tembloroso, Alister hizo entrelazar sus dedos con los de Samira y la sintió apretarlo levemente, reaccionando aún en su sueño. Sus ojos comenzaron a abrirse, y cuando vio al Alfa despierto, una expresión de sorpresa y alivio inundó su rostro.—¡Alister! —exclamó, inclinándose hacia
Los lobos llegaron a la casa del bosque cargando a su Alfa y lo acomodaron en la cama de su habitación. Samira se quedó al lado de Alister en todo momento, contemplándolo, sintiéndose angustiada y lidiando con una tristeza en el pecho que le era casi imposible contener. Sabía que él había estado al borde de la muerte, todo por ella, y eso le partía el alma. No podía soportar la idea de perderlo, no de esa manera, no para siempre.Samira observaba cada detalle en la expresión de Alister, quien seguía en su forma de lobo. Estaba atenta a cada respiración superficial, lo que le indicaba que seguía con vida. Su corazón se encogía en su tórax al verlo tan lastimado, tan vulnerable, por lo que sentía el calor de sus propias lágrimas deslizarse por sus mejillas, sin hacer el intento de detenerlas.Sabía que Alister no estaba consciente, pero necesitaba estar ahí, necesitaba acompañarlo, aferrándose a la esperanza de que su sola presencia lo ayudaría a encontrar fuerzas para regresar. El pens
Con su último rastro de lucidez, Evangeline miró a su padre.—Padre… A decir verdad, hay algo que quiero saber —dijo, con voz débil y entrecortada—. A pesar de todo lo que hice, ¿aún me amas? —preguntó—. ¿O me guardas rencor? ¿Me odias? Yo... necesito saberlo.Yimar apretó los dientes, en lo que las lágrimas comenzaron nuevamente a deslizarse por sus mejillas.—Te amo, Evangeline —expresó con sinceridad—. Siempre te amaré, hasta el final de mis días. Jamás podría odiarte. Eres mi hija, mi sangre, y el fruto del amor que alguna vez compartí con tu madre. Estaba de acuerdo con que merecías un castigo por todo el daño que causaste, pero el odio… jamás. Nunca podría sentirlo hacia ti, hija mía.Evangeline cerró los ojos, dejando caer una lágrima, y cuando los abrió de nuevo, lo miró con aceptación.—Yo también te amo, padre —manifestó—. Tal vez te cueste creerlo, pero nunca quise herirte. No quería... que salieras lastimado en medio de todo esto… pero fue inevitable. No voy a pedir perdón
El sacerdote se preparó para el ritual de purificación con un rosario de plata colgando en su mano. El ambiente se había vuelto pesado y el aire mismo parecía difícil de respirar. El sacerdote se acercó a Evangeline que aún seguía en su forma de loba, mientras los lobos continuaban sujetándola con fuerza, aunque su cuerpo se retorcía con una violencia casi incontenible. El sacerdote comenzó a murmurar oraciones antiguas en un lenguaje sagrado y profundo, invocando el poder de los dioses para desterrar a la oscuridad. Con cada palabra que pronunciaba, la figura de Evangeline temblaba y su lamento resonaba como un eco de sufrimiento.Los lobos sostenían a Evangeline, pero la fuerza oscura que la poseía luchaba con furia para liberarse. El sacerdote hizo el primer intento, sosteniendo sobre su cabeza una daga de plata bendecida que simbolizaba la purificación. Con esta, trazó un símbolo en el aire y la figura de Evangeline se arqueó de dolor. Un gemido desgarrador escapó de sus fauces, l