Samira Ridao estaba casada y esperando un hijo cuando su esposo, Norman Carter, la lleva al bosque con la intención de acabar con su vida. Al borde de la muerte, Samira es rescatada por Alister, un poderoso lobo blanco, que es nada menos que el Alfa del Clan Valkyria y presidente de una importante empresa de nombre Between the Clouds. Alister reconoce en ella un aroma inconfundible y atrayente: Resulta que Samira es su mate. El Alfa decide protegerla ofreciéndole no solo refugio, sino también su ayuda para llevar a cabo la venganza en contra de su esposo que ella tanto ansía. Mientras pasan tiempo juntos, la relación entre ellos se profundiza, forjando un vínculo que desafía las normas de ambos mundos. Sin embargo, una traición inesperada amenaza con destruir todo lo que han construido. Las dudas comienzan a nublar el juicio del Alfa y las semillas de la desconfianza siembran el caos en su corazón. La distancia entre ellos crece cuando todas las evidencias parecen señalar a Samira como la culpable de un complot para manipular y destruir al Clan. Convencido de su traición, Alister descarga toda su ira y frustración sobre ella, transformando el amor que sentía en un odio profundo. Samira, destrozada por la injusticia, comienza a odiar al hombre que una vez fue su salvador y el verdugo de su venganza. Cuando Alister finalmente descubre la inocencia de Samira, intenta desesperadamente buscar su perdón, pero ella lo rechaza por completo. En un giro de angustia y arrepentimiento, el Alfa se enfrenta a una tortura emocional, buscando incansablemente redimir su error y recuperar el amor perdido. ¿Podrá Alister ganarse el perdón de Samira y reconstruir el vínculo roto?
Leer másSamira no pudo contenerse más. Las palabras de Alister la habían tocado de una manera que nadie más podía. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, primero en silencio, pero pronto se convirtió en un llanto que parecía provenir de lo más profundo de su ser.—No quiero que hagas eso… —manifestó—. No quiero que pienses en morir, Alister. No quiero que… por favor, no.El Alfa levantó una mano para acariciarle la mejilla con ternura, atrapando con sus dedos algunas de las lágrimas que seguían cayendo.—Samira… —pronunció—. Sé que te he fallado, sé que cuando más me necesitaste, yo no estuve ahí. Te di la espalda, dudé de ti… incluso dudé de nuestro hijo. Dudé de tu amor, del amor más puro que he conocido en toda mi vida.Ella apretó los labios, intentando reprimir el llanto, pero las palabras de Alister rompían cada barrera que había construido en su corazón.—Y lo siento… —continuó él—. Lo siento de verdad, más de lo que puedo expresar con palabras. Sé que este no es el mome
Tres días después, Alister abrió los ojos lentamente, parpadeando ante la luz tenue que ingresaba por la ventana. Su cuerpo estaba pesado y adolorido, como si cada hueso y músculo hubieran sido atravesados por la guerra misma. Cuando trató de moverse, una punzada de dolor lo detuvo, recordándole las heridas que apenas comenzaban a sanar.A su lado, Samira dormía profundamente, sentada en una silla junto a la cama, con toda la parte superior recostada en el borde. La observó en silencio, para luego colocar suavemente su mano sobre la de ella, la cual estaba extendida, y sintió el calor que irradiaba de su piel, una calidez que lo conectaba con la realidad, como un ancla en un mar turbulento.Con un esfuerzo tembloroso, Alister hizo entrelazar sus dedos con los de Samira y la sintió apretarlo levemente, reaccionando aún en su sueño. Sus ojos comenzaron a abrirse, y cuando vio al Alfa despierto, una expresión de sorpresa y alivio inundó su rostro.—¡Alister! —exclamó, inclinándose hacia
Los lobos llegaron a la casa del bosque cargando a su Alfa y lo acomodaron en la cama de su habitación. Samira se quedó al lado de Alister en todo momento, contemplándolo, sintiéndose angustiada y lidiando con una tristeza en el pecho que le era casi imposible contener. Sabía que él había estado al borde de la muerte, todo por ella, y eso le partía el alma. No podía soportar la idea de perderlo, no de esa manera, no para siempre.Samira observaba cada detalle en la expresión de Alister, quien seguía en su forma de lobo. Estaba atenta a cada respiración superficial, lo que le indicaba que seguía con vida. Su corazón se encogía en su tórax al verlo tan lastimado, tan vulnerable, por lo que sentía el calor de sus propias lágrimas deslizarse por sus mejillas, sin hacer el intento de detenerlas.Sabía que Alister no estaba consciente, pero necesitaba estar ahí, necesitaba acompañarlo, aferrándose a la esperanza de que su sola presencia lo ayudaría a encontrar fuerzas para regresar. El pens
Con su último rastro de lucidez, Evangeline miró a su padre.—Padre… A decir verdad, hay algo que quiero saber —dijo, con voz débil y entrecortada—. A pesar de todo lo que hice, ¿aún me amas? —preguntó—. ¿O me guardas rencor? ¿Me odias? Yo... necesito saberlo.Yimar apretó los dientes, en lo que las lágrimas comenzaron nuevamente a deslizarse por sus mejillas.—Te amo, Evangeline —expresó con sinceridad—. Siempre te amaré, hasta el final de mis días. Jamás podría odiarte. Eres mi hija, mi sangre, y el fruto del amor que alguna vez compartí con tu madre. Estaba de acuerdo con que merecías un castigo por todo el daño que causaste, pero el odio… jamás. Nunca podría sentirlo hacia ti, hija mía.Evangeline cerró los ojos, dejando caer una lágrima, y cuando los abrió de nuevo, lo miró con aceptación.—Yo también te amo, padre —manifestó—. Tal vez te cueste creerlo, pero nunca quise herirte. No quería... que salieras lastimado en medio de todo esto… pero fue inevitable. No voy a pedir perdón
El sacerdote se preparó para el ritual de purificación con un rosario de plata colgando en su mano. El ambiente se había vuelto pesado y el aire mismo parecía difícil de respirar. El sacerdote se acercó a Evangeline que aún seguía en su forma de loba, mientras los lobos continuaban sujetándola con fuerza, aunque su cuerpo se retorcía con una violencia casi incontenible. El sacerdote comenzó a murmurar oraciones antiguas en un lenguaje sagrado y profundo, invocando el poder de los dioses para desterrar a la oscuridad. Con cada palabra que pronunciaba, la figura de Evangeline temblaba y su lamento resonaba como un eco de sufrimiento.Los lobos sostenían a Evangeline, pero la fuerza oscura que la poseía luchaba con furia para liberarse. El sacerdote hizo el primer intento, sosteniendo sobre su cabeza una daga de plata bendecida que simbolizaba la purificación. Con esta, trazó un símbolo en el aire y la figura de Evangeline se arqueó de dolor. Un gemido desgarrador escapó de sus fauces, l
Sin vacilar, los lobos actuaron con rapidez, levantando a Alister con cuidado y llevándolo en dirección a la casa del bosque. Samira no quería separarse de él, así que subió al lomo de uno de los lobos y fue con ellos. Un rato después, Yimar giró hacia otros lobos que aún estaban en la escena.—Por favor, traigan al sacerdote —impuso con voz firme—. Necesitaremos de su ayuda.Los lobos asintieron y corrieron en busca del sacerdote. Mientras tanto, la tensión continuaba en el aire. Evangeline seguía luchando contra sus captores, moviéndose frenéticamente, impulsada por la oscuridad que la dominaba.Yimar, cansado y herido, observó el caos a su alrededor. Sabía que la batalla aún no había terminado, pero al menos Alister y Samira tenían una oportunidad de sobrevivir. El Beta observaba a su hija, incapaz de comprender del todo lo que le estaba ocurriendo. A través de su aura inquietante, percibió que no se trataba de una enfermedad o un arrebato de furia. Evangeline, aunque había hecho
Los lobos estaban en tensión, con los músculos rígidos y los sentidos agudizados mientras observaban cómo Evangeline emergía de entre los escombros, con su cuerpo cubierto de heridas, pero animado por una energía oscura que no era propia. No era la misma loba que alguna vez formó parte del Clan Valkyria. Sus ojos, antes llenos de astucia, ahora solo reflejaban un vacío peligroso. Se movía con una agresividad que nunca antes habían visto en ella, impulsada por una fuerza maligna que no podían comprender.Varios lobos comenzaron a avanzar, listos para proteger a Samira y a su Alfa inconsciente. Sabían que Evangeline había perdido el control, y lo peor de todo, no sabían cómo detenerla.De repente, una voz cortó el aire.—¡Evangeline! —gritó Yimar, quien apareció en la escena y se acercó un poco tambaleante, con una herida abierta en su cuello. Su voz no era un grito de rabia, sino de profunda tristeza, casi implorando que ella volviera en sí.La loba, al escuchar el sonido, giró su mira
Los demás Valkyria que habían quedado fuera de la casa intentaron entrar mientras ésta se derrumbaba, pero no pudieron hacerlo. Por lo tanto, cuando finalmente toda la casa se desplomó, rodearon los escombros. El aire estaba impregnado de polvo, las piedras caídas formaban una montaña irregular que parecía haber engullido a Alister y Samira. El silencio era opresivo, roto solo por los gemidos graves de los lobos.—¡Alfa! ¡Alfa! —aullaban algunos, con sus garras arañando la tierra y los restos, removiendo con urgencia lo que podían, buscando entre la ruina. El instinto los empujaba a seguir, pero el temor los frenaba.—¡No está aquí! ¡No está! —gritó uno de ellos, al sacar de entre los escombros el cuerpo de Froilán, inerte y sin vida. Sin embargo, aquello no era consuelo, pues la verdadera preocupación era su líder, además de otros compañeros que habían logrado entrar a la casa para ayudar al Alfa.El caos de voces continuaba, cada lobo removía las piedras, empujaba y cavaba entre lo
La casa ya no podía soportar más. Los golpes incesantes de los hombres de Alister afuera, intentando derribarla para rescatar a Samira, habían hecho temblar los cimientos de la estructura.Pero lo peor no era solo el daño físico, sino la oscuridad creciente que emanaba de Evangeline. Dentro de esa antigua casa, el aire estaba cargado de energía maligna, mientras todos los involucrados estaban al borde de una catástrofe mayor.Un rato después, Alister logró derrumbar la entrada principal e ingresó inmediatamente a través de ella. Acto seguido, los demás lobos dejaron de golpear las paredes de la casa.El sonido de la madera crujiendo bajo los pies del Alfa llenaba el sitio cuando su figura se materializó en medio del caos. Samira, al verlo, sintió una combinación de alivio y miedo. Sabía que él había venido por ella, pero también sabía que la situación era mucho peor de lo que parecía.«¡Samira!» pensó él cuando apenas la vio y se lanzó hacia ella, esquivando un trozo de techo que caía