C5: El día de la boda.

Samira observaba desde la ventana de la casa mientras Alister y los demás miembros de la manada partían hacia la empresa.

Decidida a no ser una carga, comenzó a ofrecer su ayuda en las tareas diarias. Aunque al principio los sirvientes se mostraron reticentes, poco a poco fueron aceptando su presencia y disposición. Samira ayudaba en la cocina, limpiaba y aprendía sobre las costumbres del hogar. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención eran los hijos de algunas sirvientas. Eran cachorros, pequeños lobeznos que correteaban por la casa y llenaban el ambiente de risas y juegos.

Samira se agachaba para jugar con ellos, sintiendo una ternura que le calentaba el corazón. Los cachorros se encariñaron rápidamente con ella y Samira se encontraba riendo y correteando con ellos por toda la casa. En esos momentos, los problemas y preocupaciones parecían desvanecerse.

Además de los cachorros, Samira también observaba cómo algunos de los sirvientes se transformaban. Lo hacían con una naturalidad que le resultaba asombrosa, como si cambiar de forma fuera tan sencillo como cambiarse de ropa. Dentro de la casa, los sirvientes podían convertirse en lobos, liberando su naturaleza lobuna en un entorno seguro. No había cámaras de seguridad por la misma razón, evitando que quedaran registradas sus transformaciones y logrando que nadie pudiese acceder a su secreto ni siquiera por error.

Alister también tenía momentos en los que necesitaba escapar. En varias ocasiones, Samira lo había visto salir en la noche y regresar en horas de la madrugada con un aire de tranquilidad restaurado. Sabía que se transformaba en lobo e iba al bosque para caminar y pensar, liberándose del estrés de su posición y responsabilidades. Fue precisamente durante una de esas caminatas nocturnas que Alister la había encontrado herida. El recuerdo de ese encuentro todavía le parecía irreal a Samira, un momento que marcó el inicio de su convivencia con este mundo de lobos.

Cierto noche, Samira y Alister se encontraban sentados en la oficina dentro de la residencia. Alister rompió el silencio primero, con una voz suave pero firme.

—Samira, ¿qué es lo que tienes en mente? ¿Cuál es tu plan para vengarte de tu esposo?

Ella tomó un profundo respiro antes de responder.

—Norman es un hombre muy ambicioso. Venimos del pueblo y nos mudamos a la ciudad porque él creía que allí no podría alcanzar el éxito que tanto deseaba. Yo lo seguí, dejando mi propia vida para apoyarlo y alentarlo a cumplir sus sueños. La mejor manera de vengarme es destruir todo aquello que él valora. Quiero hundirlo, que quede incluso peor de lo que estaba en el pueblo. En realidad, él vivía bien allí, pero su codicia por más poder lo cegó. Quiero verlo caer, que se convierta en nada, incluso en alguien con menos valor que yo.

Alister se inclinó hacia ella, tomando su mano con una ternura inesperada. Al principio, Samira siempre retrocedía por impulso cuando el Alfa intentaba establecer contacto físico con ella. Sin embargo, poco a poco, fue familiarizándose con él y su toque ya no la incomodaba.

—Samira, no te compares con ese sujeto. Los humanos pueden ser frágiles y volátiles, pero alguien como él que intenta asesinar a su esposa por otra mujer, no merece ser llamado humano. Es un cobarde, se burló de ti. No merece piedad. Por lo tanto, estoy decidido a ayudarte a hundirlo. Pero necesito saber, ¿quién es él?

Samira apretó suavemente la mano de Alister, buscando fortaleza en su contacto.

—Se llama Norman Carter. Trabaja en tu empresa, Between the Clouds, como asesor de ventas.

Alister frunció el ceño, intentando recordar. En la empresa, recursos humanos tenía la responsabilidad de contratar nuevos empleados, de esta forma el Alfa ponía atención en otros asuntos. Between the Clouds era tan inmenso que muchos de los empleados no se llegaban a cruzar con el presidente. Era muy difícil encontrárselo por simple casualidad.

—Voy a investigarlo. Necesito saber más sobre él. No solo sus pasos actuales, sino también su vida pasada. Necesito conocerlo a fondo.

Samira asintió.

—Yo puedo decirte mucho sobre su vida en el pueblo.

—Claro, te escucharé con gusto. Pero también enviaré a alguien a investigar. Es probable que haya cosas que ni siquiera tú sepas.

—Tienes razón —respondió Samira—. A estas alturas, ya ni siquiera puedo decir que lo conozco.

Días después, los resultados de la investigación llegaron. Alister revisó los documentos con una expresión seria.

—Norman Carter, 28 años. Criado en un pueblo con una educación promedio. Su madre lo crió sola, el padre se fue de la casa cuando Norman aún era un niño. Sin hermanos, es hijo único. Pudo ir a la universidad gracias al esfuerzo de su madre. Todo esto ya me lo dijiste tú.

Samira asintió, confirmando la información.

—Norman era un consentido. Él sí pudo estudiar una carrera, pero para las mujeres, la vida en el pueblo es más difícil. Estamos destinadas a convertirnos en amas de casa y nada más. Era por ello que la madre de Norman no me aceptaba, no quería que su hijo se quedara conmigo porque pensaba que podía conseguir a alguien mejor.

—Bueno, precisamente descubrimos que está organizando una boda, pero no se pudo descubrir la identidad de la novia. Incluso intentamos obtener información en el registro civil, pero se negaron a dar detalles, lo cual es sospechoso. Parece que Norman quiere casarse rápidamente y en secreto.

Samira se enderezó, tomando una decisión instantánea.

—Quiero asistir a esa boda. Norman cree que estoy muerta y por eso está tan confiado en que puede casarse sin problemas. Quiero presentarme allí y arruinar sus planes. Quiero que vea que fracasó y que yo sigo viva. Mi mera existencia será una prueba de su cobardía y maldad. Quiero que tema mi presencia, que no pueda dormir sabiendo que estoy aquí.

Alister la miró con admiración y un toque de preocupación.

—Te apoyaré en tu decisión. Sin embargo, no aceptaré que vayas sola. Es muy arriesgado, no sabemos cómo vaya a reaccionar tras saber que estás sana y salva. Si me lo permites, me presentaré contigo en esa boda como tu esposo.

—¿Como… mi esposo? —lo miró sorprendida.

—Necesitas a alguien que te respalde y él no se atreverá a hacerte ningún daño si actúo como si fueras… mi mujer. 

Samira sonrió levemente, sintiendo por primera vez en mucho tiempo una chispa de esperanza.

—Te lo agradezco —manifestó con dulzura—. En verdad, gracias por cuidar de mí.

*****

El día de la boda llegó y Samira y Alister se presentaron en el pequeño pero elegante salón de bodas. No había muchos invitados, lo cual hacía que fuera evidente el objetivo de Norman: Quería que la boda pasara desapercibida. Samira llevaba un vestido blanco, ajustado al cuerpo y sumamente elegante. Alister, impecable en su traje, llevaba a Samira sosteniendo su brazo. Ella no pudo reconocer a nadie en aquel salón, supuso que eran amigos que hizo Norman en la ciudad.

—Voy a ir un rato al tocador —dijo Samira.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó él.

—No, estaré bien —respondió, tratando de transmitir una seguridad que apenas sentía.

Alister asintió, respetando su deseo, y se dispuso a esperarla entre los invitados. Mientras tanto, Samira caminó lentamente hacia el tocador. Estaba un poco nerviosa, pues no tenía idea de qué sucedería una vez que Norman la viera.

En ese momento, uno de los camareros la vio y, confundiéndola con la novia, corrió hacia Norman, quien estaba tratando de calmar a su madre en un rincón y escondiéndose de sus invitados.

—¡Señor Carter! Su prometida ya llegó. Entró al tocador —informó el camarero.

Norman sintió un alivio abrumador, mezclado con ansiedad. Había estado esperando a su novia durante más de media hora, tratando de mantener la calma y tranquilizando también a su madre. Sin perder tiempo, se dirigió hacia el tocador.

Samira salió y comenzó a caminar hacia el salón principal. Justo antes de llegar, Norman la tomó del brazo.

—¿Por qué te tardaste tanto? —cuestionó, asumiendo que se trataba de la novia.

Samira se giró lentamente para mirarlo. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, la realidad golpeó a Norman como un rayo. Su rostro palideció, convirtiéndose en una sombra de su habitual semblante seguro. Su boca se abrió en una mueca de incredulidad y sus ojos se agrandaron, reflejando el horror absoluto que sentía al ver a su esposa, quien creía muerta, viva y ante él.

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