El salón de la empresa Between the Clouds estaba resplandeciente esa noche, decorado con elegancia para celebrar el éxito financiero del año. Socios y empleados estaban reunidos, disfrutando de la opulencia y la compañía. Alister, el presidente de la empresa, estaba al lado de Samira. La había invitado como su acompañante y ella aceptó. Además, fue presentándola como su pareja.
Sin embargo, dentro de toda aquella luz, había una oscuridad que no soportaba tanto brillo. Norman Carter observaba a la pareja desde un rincón, aunque su mirada estaba fija en Samira, incrédulo y lleno de resentimiento. No podía creer que ella estuviera allí, al lado de Alister, el presidente de la empresa en la que trabajaba.
La velada transcurría con conversaciones amables y brindis por el éxito. Alister y Samira se encontraban conversando con un grupo de invitados cuando Evangeline se acercó.
—Presidente, hay alguien que quiere hablar contigo —dijo, tomando a Alister del brazo sin siquiera fijarse en Samira.
—Vuelvo en un momento —señaló el hombre a la joven, dándole un suave apretón en la mano antes de seguir a Evangeline.
Samira sonrió y asintió, pero pronto se encontró sola en el salón. Decidió caminar un poco y su mente estaba absorta en sus pensamientos cuando, de repente, sintió una mano firme que la agarraba del brazo y la arrastraba hacia una habitación más privada.
Al darse la vuelta, vio que era Norman, con el rostro contorsionado por la rabia y la confusión.
—¿Qué demonios estás haciendo? —espetó Norman, apretando su brazo con fuerza.
Samira se zafó de su agarre y lo miró con frialdad.
—¿Otra vez tú? Estoy acompañando a mi esposo —dijo sin tapujos.
—¡Ya déjate de juegos! —impuso Norman—. Vas a seguir diciendo que no eres Samira? ¿Que solo estoy confundiéndote? ¿Quieres hacerte pasar por un fantasma para volverme loco?
—La única razón por la que te volverías loco es porque hiciste algo muy malo en contra de esa mujer —replicó Samira, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Por qué tienes tanto miedo de que esté viva?
Norman golpeó la pared con el puño, haciendo que Samira se sobresaltara.
—¡Basta! Basta de seguir jugando con mi mente. No te lo voy a permitir. Además, no puedes estar aquí diciéndole a todo el mundo que el presidente es tu pareja. ¡Yo soy tu esposo! —se señaló a sí mismo.
—Sin embargo, ibas a casarte con otra —le recordó Samira con dureza—. Estabas a punto de casarte con otra mujer sin siquiera haberte divorciado de mí.
—Sí, porque tú deberías estar muerta —admitió Norman sin filtros.
—Claro, pensaste que estaba muerta y por eso decidiste hacer tu vida en unas pocas semanas. Quisiste deshacerte de mí lo antes posible para poder casarte con tu amante —acusó Samira—. Pero, ¿sabes qué, Norman? Haz lo que quieras. Ya no me interesas.
Intentó alejarse, pero Norman la agarró nuevamente, presionándola contra la pared.
—¡Escúchame bien! Por supuesto que voy a hacer lo que se me da la gana, pero no voy a dejar que seas feliz con él.
—¿Y qué vas a hacer? —desafió Samira—. ¿Saldrás a decirle a todo el mundo que estamos casados? ¿Qué pensará tu amante cuando se entere de que en realidad estás casado y que le mentiste sobre mi muerte? Además de que intentaste atentar contra la vida de tu esposa y, por tu culpa, nuestro hijo murió.
Norman la miró con los ojos bien abiertos y los labios ligeramente separados.
—¿Ese hijo ya no existe? —se mofó—. Deberías agradecerme. Ese niño solo iba a ser una carga. Además, yo ni siquiera sé si ese hijo era mío.
Samira sintió como si le hubieran dado una bofetada.
—¿Cómo te atreves a manchar la memoria de mi hijo de esa manera? Yo jamás he estado con otro hombre. Nunca te he sido infiel como tú lo has sido. Jamás he intentado lastimarte como tú lo has hecho conmigo. Yo solo quería lo mejor para ti, pero tú no has valorado nada. Ahora ya me di cuenta de la clase de hombre que eres en verdad. Eres una completa basura.
Norman reaccionó con furia ante sus palabras.
—¡No te atrevas a arruinarme la vida!
—¡Tú me la arruinaste a mí! —recalcó—. Pero te advierto que no se quedará así. Yo creo en la justicia. Y sé que en algún momento te llegará.
Con esas palabras, Samira se liberó del agarre de Norman y se marchó dejándolo solo, enfurecido y derrotado.
Lleno de rabia, el hombre regresó al salón y tomó una copa de champagne de la charola de un camarero que pasaba. Apretó la copa con fuerza y bebió el líquido de un trago.
Mientras el sabor burbujeante recorría su garganta, escuchó una conversación cercana que captó su atención.
—Este nuevo proyecto tiene el potencial de multiplicar nuestras ganancias en unos pocos meses — decía un hombre con entusiasmo—. No es una inversión cualquiera. Estamos hablando de una inversión multimillonaria en bienes raíces, algo con un retorno casi garantizado. Los terrenos que estamos adquiriendo están en una zona de rápido crecimiento.
Norman, siempre atento a las oportunidades, no dudó en acercarse al grupo, cambiando por completo su actitud de hacía unos minutos.
—¿De qué proyecto están hablando? —preguntó, intentando sonar interesado y no desesperado.
El hombre, de mediana edad y con un porte seguro, sonrió y le extendió la mano.
—Mi nombre es Richard Morgan. Estamos comprando terrenos en una zona que pronto será desarrollada. La revalorización de estos terrenos es prácticamente segura.
Norman estrechó la mano de Richard, sintiendo cómo su interés se despertaba por completo.
—Eso suena prometedor. ¿Qué tipo de desarrollo están planificando?
Richard continuó, complacido por la atención de Norman.
—Estamos hablando de un complejo residencial y comercial de lujo. La ubicación es clave y ya tenemos acuerdos preliminares con varias empresas de construcción y minoristas de alto perfil. Queremos socios que estén dispuestos a invertir grandes sumas ahora para asegurar su parte del pastel cuando el valor de los terrenos se dispare.
Otro hombre en el grupo intervino.
—Los primeros en invertir obtendrán precios preferenciales y una participación mayor en las ganancias futuras.
Norman asintió, mientras que su mente empezaba a trabajar rápidamente. Esta nueva oportunidad podría ser la clave para ganar el control y el poder que tanto anhelaba.
—Me interesa mucho —dijo, mirando a Richard—. ¿Cómo puedo participar?
Richard sacó una tarjeta de presentación y se la entregó.
—Llámame mañana y te daremos todos los detalles. Será una reunión exclusiva, solo con los inversores más serios.
Norman guardó la tarjeta. Esta oportunidad era demasiado buena para dejarla pasar.
—Gracias, señor Morgan. Estaré en contacto.
Este sonrió y levantó su copa.
—Esperamos verte allí. Será el comienzo de algo grande.
Norman levantó su copa en respuesta, con una chispa de ambición brillando en sus ojos.
Mientras tanto, a lo lejos, Alister observaba detenidamente, bebiendo un trago de su copa mientras seguía los movimientos de Norman.
«Perfecto. Mordió el anzuelo», pensó con satisfacción al verlo hablar con Richard y recibir su tarjeta.
Desvió su atención y vio a Samira, que parecía inquieta. Se asomó a su oído y le habló en tono bajo.
—¿Estás bien? —le preguntó suavemente.
Samira forzó una sonrisa.
—Sí, aunque… tuve un encuentro desagradable con Norman.
Alister frunció el ceño.
—¿Te hizo algún daño?
Samira dudó un momento antes de responder. Norman le había dicho algunas palabras hirientes, como insinuar que el hijo que esperaba podría ser de otro. Por lo tanto, prefirió no entrar en detalles.
—No te preocupes, no ocurrió nada que no haya podido manejar.
El Alfa trató de calmarla, colocando una mano protectora en su hombro.
—No te preocupes. Nos iremos pronto. Ya hemos llevado a cabo el primer paso del plan. Norman habló con Richard y recibió su tarjeta de presentación, lo que significa que le interesó el proyecto.
—No es necesario que nos vayamos tan pronto solo por él. No vale la pena.
Alister se inclinó y le dio un beso en la frente.
—Lo que importa es que tú estés cómoda —manifestó.
Desde la distancia, Norman observó la escena, ardiendo de una ira insoportable. Ver a Alister y Samira tan cerca, tan conectados, lo llenaba de rabia. Sin embargo, sabía que no podía hacer nada mientras Alister estuviese allí. Este era su lugar de trabajo y Norman no podía permitirse hacer un escándalo, tenía demasiado que perder.
La reunión sobre el proyecto de inversión se llevó a cabo en una sala de conferencias elegante y moderna, ubicada en el corazón del distrito financiero. La sala estaba decorada con muebles de diseño contemporáneo, con una larga mesa de madera oscura en el centro y sillas de cuero negro.Sobre la mesa, estaban dispuestos ordenadamente varios documentos y carpetas, junto a botellas de agua mineral y copas de cristal.Norman llegó un poco antes de la hora acordada, ansioso y con una determinación evidente en su semblante. Los otros hombres presentes, todos vestidos con trajes impecables, conversaban en pequeños grupos mientras esperaban el inicio de la reunión.Richard Morgan, el anfitrión de la reunión, se destacaba por su presencia imponente y su actitud segura. Estaba de pie junto a una pantalla grande, donde se proyectaban gráficos y datos relevantes sobre el proyecto de inversión. Su asistente, una mujer eficiente y pulcra, repartía folletos informativos a cada uno. Todo esto daba a
Norman estaba sentado en su oficina, mirando con satisfacción el informe que Richard Morgan le había enviado. La compra de los terrenos había sido un éxito y todo parecía ir según lo planeado. Había invertido cinco millones de dólares en el proyecto de bienes raíces liderado por Richard. La promesa de una revalorización significativa lo había convencido de que, si no aprovechaba esta oportunidad, se arrepentiría.Durante las primeras semanas, los informes de progreso eran alentadores. Richard Morgan mostraba gráficos y proyecciones que indicaban un aumento en el valor de los terrenos. Norman se sentía confiado y optimista, visualizando ya los retornos que convertirían su inversión en una fortuna.Sin embargo, lo que Norman no podía prever eran los factores externos que amenazaban el éxito del proyecto.—Norman, necesitamos hablar —dijo Richard, con una expresión grave en su rostro. Ambos se hallaban en la oficina del señor—. Han surgido algunos problemas imprevistos.Norman frunció el
Yimar llevó a Evangeline a que le revisaran el brazo y luego la llevó a su dormitorio. Mientras tanto, el Alfa se acercó a la sala, donde Samira estaba sentada, con la mirada perdida en la taza de té que había preparado.—Samira —comenzó Alister—. Necesitamos hablar sobre lo que pasó en la cocina. Samira levantó la vista, con el semblante serio, pero la mirada invadida por la pesadumbre.—Alister, yo nunca haría algo así. Como ya te he dicho, yo no empujé a Evangeline. Ella tropezó sola.El Alfa se sentó a su lado, tomando sus manos entre las suyas. —¿Sabes? En verdad te creo incapaz de lastimar a alguien de esta manera —reveló—. Por otro lado, el hecho de pensar que Evangeline está mintiendo, es igual de grave. Dime, ¿porqué hay tanta tensión entre ustedes? ¿Porqué tendría ella la necesidad de decir una mentira como esa? ¿Qué está pasando? Samira suspiró profundamente. —No lo sé. Desde el primer día en que llegué aquí, Evangeline ha estado a la defensiva conmigo. Nunca le
En la elegante oficina de la casa, Alister estaba sentado detrás de su amplio escritorio. Samira se encontraba frente a él y su semblante reflejaba curiosidad ante lo que el Alfa diría a continuación.—Finalmente está hecho —comenzó Alister, rompiendo el silencio—. Norman está arruinado. Es muy probable que pierda todo lo que tiene debido a sus grandes deudas. Si tiene ahorros, lo perderá. Y cuando no le quede nada más, probablemente tenga que dar la casa como garantía de pago. El banco podría incluso exigirlo. Samira lo escuchó con atención, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. —A este paso, Norman terminará en la calle —agregó el Alfa. Los ojos de Samira se nublaron mientras asimilaba la información. Recordó todos los momentos de sufrimiento que había pasado por culpa de Norman, el hombre que había destruido su vida y le había arrebatado a su hijo. Sentía satisfacción al saber que finalmente pagaría por sus acciones, que recibiría lo que se merecía. Sin embarg
Norman sintió que el mundo se cerraba sobre él. Quince años trabajando sin ver un centavo para sí mismo. La idea lo abrumaba y la desesperación se mezclaba con la humillación. Antes de la inversión, había tenido una vida relativamente estable, sin grandes lujos, pero sin grandes deudas. Ahora, había perdido todo eso y más. Su estabilidad económica se había esfumado y el orgullo que alguna vez tuvo estaba completamente destrozado.—¿Pero cómo voy a sobrevivir yo? —preguntó Norman, intentando mantener la calma. —Seré generoso y apartaré cierta cantidad para darte a ti. Esa cantidad será suficiente para que sobrevivas, pero tendrás que hacer todo lo posible para administrarla bien. No te daré más. Tendrás que ser sumamente cuidadoso y saber manejar tu dinero con madurez. Si pierdes eso, no hay manera de que yo te dé más, porque tendrás una deuda conmigo. Espero que entiendas la responsabilidad que implica esto.Norman sintió cómo su corazón se hundía aún más. La idea de tener que viv
El auto de Alister aumentó su velocidad y Samira se agarró al asiento y a la puerta, tratando de mantenerse firme. —¡Esto es peligroso, Alister! ¡La carretera está resbaladiza! —exclamó. —Lo sé —respondió él, con la voz tensa—. Pero detenernos sería aún más peligroso.Si Alister se encontraba solo, no tendría problema en detenerse y bajar para ver quiénes los estaba siguiendo, además de preguntarle directamente qué querían. Sin embargo, estaba con Samira, quien no solo era una humana frágil, sino que se trataba de su mate. No estaba dispuesto a ponerla en riesgo. —Samira, escúchame —agregó el Alfa—. Sé que estás asustada, pero necesito que seas valiente en este momento. Agárrate fuerte porque avanzaré más rápido. Haré lo que sea necesario para protegerte.Samira, aunque aterrorizada, asintió. —Tú también tienes que estar bien. No quiero ser la única que se salve —manifestó. Alister aceleró aún más, mientras los tres coches seguían persiguiéndolos implacablemente. La carret
Alister se encontraba en su habitación, sentado en el borde de la cama. Sus heridas fueron recién atendidas por Jonás, así que unos vendajes cubrían sus brazos y torso y el dolor persistente era un recordatorio de la reciente batalla. A pesar de todo, sus pensamientos estaban con Samira. Después de un rato de soledad, un suave golpeteo en la puerta lo sacó de su estado absorto. —¿Quién es? —preguntó, con su voz resonando en la silenciosa habitación. —Soy yo, Samira —respondió ella desde el otro lado. Alister sintió un alivio inexplicable y le dio permiso para entrar. Samira abrió la puerta y, tras cruzar el umbral, la cerró lentamente. Sus pasos eran cautelosos, como si cada movimiento pudiera romper el delicado equilibrio de la noche. El Alfa la observó con preocupación mientras se acercaba. —¿Estás bien? —le preguntó en un tono suave—. ¿Te torciste el tobillo? —No realmente, solo me lo doblé, pero no fue una torcedura. Mañana ya no sentiré ninguna molestia —explicó
Desde hacía unos días, Samira comenzó a notar ciertos malestares que, aunque al principio eran leves, pronto se intensificaron. Al principio pensó que se trataba de un simple resfriado o de alguna reacción al cambio de clima, pero pronto los mareos, náuseas y el dolor estomacal se volvieron constantes. A menudo sentía una debilidad inexplicable que la obligaba a apoyarse en las paredes para no caer. A pesar de que los sirvientes de la mansión se ofrecieron a llamar al médico del Clan, Samira les insistió en que no era necesario, asegurándoles que un té la haría sentir mejor.Pero su estado empeoró rápidamente. Comenzó a perder peso de manera alarmante y su apetito desapareció por completo. Su tez pálida y el aspecto cansado de sus ojos no pasaron desapercibidos para Alister, quien la observaba con creciente preocupación. Sin embargo, Samira le restaba importancia a su condición.Una tarde, mientras Samira estaba en la cocina, sintió que el mundo a su alrededor se desvaneció. Todo se v