C8: El anzuelo.

El salón de la empresa Between the Clouds estaba resplandeciente esa noche, decorado con elegancia para celebrar el éxito financiero del año. Socios y empleados estaban reunidos, disfrutando de la opulencia y la compañía. Alister, el presidente de la empresa, estaba al lado de Samira. La había invitado como su acompañante y ella aceptó. Además, fue presentándola como su pareja.

Sin embargo, dentro de toda aquella luz, había una oscuridad que no soportaba tanto brillo. Norman Carter observaba a la pareja desde un rincón, aunque su mirada estaba fija en Samira, incrédulo y lleno de resentimiento. No podía creer que ella estuviera allí, al lado de Alister, el presidente de la empresa en la que trabajaba.

La velada transcurría con conversaciones amables y brindis por el éxito. Alister y Samira se encontraban conversando con un grupo de invitados cuando Evangeline se acercó.

—Presidente, hay alguien que quiere hablar contigo —dijo, tomando a Alister del brazo sin siquiera fijarse en Samira.

—Vuelvo en un momento —señaló el hombre a la joven, dándole un suave apretón en la mano antes de seguir a Evangeline.

Samira sonrió y asintió, pero pronto se encontró sola en el salón. Decidió caminar un poco y su mente estaba absorta en sus pensamientos cuando, de repente, sintió una mano firme que la agarraba del brazo y la arrastraba hacia una habitación más privada.

Al darse la vuelta, vio que era Norman, con el rostro contorsionado por la rabia y la confusión.

—¿Qué demonios estás haciendo? —espetó Norman, apretando su brazo con fuerza.

Samira se zafó de su agarre y lo miró con frialdad.

—¿Otra vez tú? Estoy acompañando a mi esposo —dijo sin tapujos.

—¡Ya déjate de juegos! —impuso Norman—. Vas a seguir diciendo que no eres Samira? ¿Que solo estoy confundiéndote? ¿Quieres hacerte pasar por un fantasma para volverme loco?

—La única razón por la que te volverías loco es porque hiciste algo muy malo en contra de esa mujer —replicó Samira, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Por qué tienes tanto miedo de que esté viva?

Norman golpeó la pared con el puño, haciendo que Samira se sobresaltara.

—¡Basta! Basta de seguir jugando con mi mente. No te lo voy a permitir. Además, no puedes estar aquí diciéndole a todo el mundo que el presidente es tu pareja. ¡Yo soy tu esposo! —se señaló a sí mismo.

—Sin embargo, ibas a casarte con otra —le recordó Samira con dureza—. Estabas a punto de casarte con otra mujer sin siquiera haberte divorciado de mí.

—Sí, porque tú deberías estar muerta —admitió Norman sin filtros.

—Claro, pensaste que estaba muerta y por eso decidiste hacer tu vida en unas pocas semanas. Quisiste deshacerte de mí lo antes posible para poder casarte con tu amante —acusó Samira—. Pero, ¿sabes qué, Norman? Haz lo que quieras. Ya no me interesas.

Intentó alejarse, pero Norman la agarró nuevamente, presionándola contra la pared.

—¡Escúchame bien! Por supuesto que voy a hacer lo que se me da la gana, pero no voy a dejar que seas feliz con él.

—¿Y qué vas a hacer? —desafió Samira—. ¿Saldrás a decirle a todo el mundo que estamos casados? ¿Qué pensará tu amante cuando se entere de que en realidad estás casado y que le mentiste sobre mi muerte? Además de que intentaste atentar contra la vida de tu esposa y, por tu culpa, nuestro hijo murió.

Norman la miró con los ojos bien abiertos y los labios ligeramente separados.

—¿Ese hijo ya no existe? —se mofó—. Deberías agradecerme. Ese niño solo iba a ser una carga. Además, yo ni siquiera sé si ese hijo era mío.

Samira sintió como si le hubieran dado una bofetada.

—¿Cómo te atreves a manchar la memoria de mi hijo de esa manera? Yo jamás he estado con otro hombre. Nunca te he sido infiel como tú lo has sido. Jamás he intentado lastimarte como tú lo has hecho conmigo. Yo solo quería lo mejor para ti, pero tú no has valorado nada. Ahora ya me di cuenta de la clase de hombre que eres en verdad. Eres una completa basura.

Norman reaccionó con furia ante sus palabras.

—¡No te atrevas a arruinarme la vida!

—¡Tú me la arruinaste a mí! —recalcó—. Pero te advierto que no se quedará así. Yo creo en la justicia. Y sé que en algún momento te llegará.

Con esas palabras, Samira se liberó del agarre de Norman y se marchó dejándolo solo, enfurecido y derrotado.

Lleno de rabia, el hombre regresó al salón y tomó una copa de champagne de la charola de un camarero que pasaba. Apretó la copa con fuerza y bebió el líquido de un trago.

Mientras el sabor burbujeante recorría su garganta, escuchó una conversación cercana que captó su atención.

—Este nuevo proyecto tiene el potencial de multiplicar nuestras ganancias en unos pocos meses — decía un hombre con entusiasmo—. No es una inversión cualquiera. Estamos hablando de una inversión multimillonaria en bienes raíces, algo con un retorno casi garantizado. Los terrenos que estamos adquiriendo están en una zona de rápido crecimiento.

Norman, siempre atento a las oportunidades, no dudó en acercarse al grupo, cambiando por completo su actitud de hacía unos minutos.

—¿De qué proyecto están hablando? —preguntó, intentando sonar interesado y no desesperado.

El hombre, de mediana edad y con un porte seguro, sonrió y le extendió la mano.

—Mi nombre es Richard Morgan. Estamos comprando terrenos en una zona que pronto será desarrollada. La revalorización de estos terrenos es prácticamente segura.

Norman estrechó la mano de Richard, sintiendo cómo su interés se despertaba por completo.

—Eso suena prometedor. ¿Qué tipo de desarrollo están planificando?

Richard continuó, complacido por la atención de Norman.

—Estamos hablando de un complejo residencial y comercial de lujo. La ubicación es clave y ya tenemos acuerdos preliminares con varias empresas de construcción y minoristas de alto perfil. Queremos socios que estén dispuestos a invertir grandes sumas ahora para asegurar su parte del pastel cuando el valor de los terrenos se dispare.

Otro hombre en el grupo intervino.

—Los primeros en invertir obtendrán precios preferenciales y una participación mayor en las ganancias futuras.

Norman asintió, mientras que su mente empezaba a trabajar rápidamente. Esta nueva oportunidad podría ser la clave para ganar el control y el poder que tanto anhelaba.

—Me interesa mucho —dijo, mirando a Richard—. ¿Cómo puedo participar?

Richard sacó una tarjeta de presentación y se la entregó.

—Llámame mañana y te daremos todos los detalles. Será una reunión exclusiva, solo con los inversores más serios.

Norman guardó la tarjeta. Esta oportunidad era demasiado buena para dejarla pasar.

—Gracias, señor Morgan. Estaré en contacto.

Este sonrió y levantó su copa.

—Esperamos verte allí. Será el comienzo de algo grande.

Norman levantó su copa en respuesta, con una chispa de ambición brillando en sus ojos.

Mientras tanto, a lo lejos, Alister observaba detenidamente, bebiendo un trago de su copa mientras seguía los movimientos de Norman.

«Perfecto. Mordió el anzuelo», pensó con satisfacción al verlo hablar con Richard y recibir su tarjeta.

Desvió su atención y vio a Samira, que parecía inquieta. Se asomó a su oído y le habló en tono bajo.

—¿Estás bien? —le preguntó suavemente.

Samira forzó una sonrisa.

—Sí, aunque… tuve un encuentro desagradable con Norman.

Alister frunció el ceño.

—¿Te hizo algún daño?

Samira dudó un momento antes de responder. Norman le había dicho algunas palabras hirientes, como insinuar que el hijo que esperaba podría ser de otro. Por lo tanto, prefirió no entrar en detalles.

—No te preocupes, no ocurrió nada que no haya podido manejar.

El Alfa trató de calmarla, colocando una mano protectora en su hombro.

—No te preocupes. Nos iremos pronto. Ya hemos llevado a cabo el primer paso del plan. Norman habló con Richard y recibió su tarjeta de presentación, lo que significa que le interesó el proyecto.

—No es necesario que nos vayamos tan pronto solo por él. No vale la pena.

Alister se inclinó y le dio un beso en la frente.

—Lo que importa es que tú estés cómoda —manifestó.

Desde la distancia, Norman observó la escena, ardiendo de una ira insoportable. Ver a Alister y Samira tan cerca, tan conectados, lo llenaba de rabia. Sin embargo, sabía que no podía hacer nada mientras Alister estuviese allí. Este era su lugar de trabajo y Norman no podía permitirse hacer un escándalo, tenía demasiado que perder.

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