Alister parpadeó, aún en silencio, con la expresión completamente seria, pero en su mirada había algo diferente. Algo que Samira no podía identificar del todo, pero que le revolvía el estómago.—Desde la primera vez que nos vimos, desde que nos conocimos, tú siempre estuviste ahí para mí. No hiciste más que apoyarme, cuidarme y defenderme… incluso cuando yo no quería tu protección.Un amargo recuerdo cruzó su mente. Hubo momentos en los que lo rechazó, en los que lo alejó con palabras crueles, con actos impulsivos, porque en su corazón todavía había resentimiento. Pero Alister nunca se rindió.—Hemos tenido muchos problemas, lo sé, y las cosas no salieron como esperábamos. Pero ahora… ahora todo es diferente.Sus dedos se apretaron entre sí. Se sentía vulnerable, como si cada palabra que salía de su boca la dejara completamente expuesta. Pero ya no quería esconderse.—No te lo he dicho antes, pero… cuando me llegaban tus cartas, cuando recibía las flores y esos pequeños detalles que s
Alister hizo una pausa, observándola con intensidad.—Cambiaste mi vida, mi manera de ver las cosas. Me hiciste conocer el amor.Samira sintió que su pecho se llenaba de una calidez indescriptible.—Un amor real. Un amor leal. Un amor que me hizo creer en mí mismo, que me hizo querer ser mejor…Ella tragó saliva, conmovida.—Nunca antes había sentido algo así por nadie.Alister tomó su mano con firmeza y la apretó contra su pecho, justo donde su corazón latía con vehemencia.—Y debido a este lazo que nos une… nunca me ha importado nadie más.Se inclinó ligeramente hacia ella, sin apartar sus ojos de los suyos.—Ni antes, ni ahora… ni en el futuro —declaró—. Tú siempre serás la única para mí.Samira sintió que se le erizó la piel y sus labios temblaron antes de que pudiera hablar.—Eso quiere decir que…Alister sonrió suavemente.—Eso quiere decir que te amo, Samira. Lo he hecho siempre… y lo seguiré haciendo hasta el último aliento de mi vida.Las palabras de Alister la envolvieron co
Después de entregarse el uno al otro bajo la mirada silenciosa de la luna y el fulgor de las estrellas, Alister y Samira permanecieron juntos, envueltos en el calor compartido de sus cuerpos. Sus ropas los cubrían a medias, protegiéndolos del fresco de la noche, pero ninguno sentía frío. Estaban demasiado absortos en el roce de sus pieles, en la forma en que sus cuerpos aún temblaban por el placer y la emoción de haberse reencontrado de la manera más íntima.Alister acariciaba la espalda de Samira con la yema de los dedos, dibujando círculos suaves sobre su piel desnuda. Ella, con la cabeza apoyada en su pecho, escuchaba el latido fuerte y rítmico de su corazón. Enredó sus piernas con las de él y levantó el rostro para mirarlo. Sus labios aún estaban hinchados de tanto besarse y su cabello revuelto caía en suaves ondas sobre sus hombros.Él la observó con adoración, inclinándose para rozar su nariz con la de ella antes de volver a besarla, dándole un beso lento, perezoso, que solo ref
Samira despertó con lentitud, sintiendo su cuerpo pesado, como si una corriente de energía aún vibrara en su interior. Parpadeó varias veces, tratando de despejar la sensación de letargo que la envolvía. La luz tenue de una lámpara iluminaba la habitación, revelándole un entorno familiar: el dormitorio de su madre.Las mantas estaban suaves sobre su piel, y un aroma cálido y reconfortante llenaba la atmósfera. Por un momento, su mente estaba confusa y los recuerdos andaban dispersos como hojas arrastradas por el viento. Pero entonces, un dolor punzante en su hombro la hizo fruncir el ceño. Llevó los dedos a la zona y sintió la piel sensible, caliente… la marca.De pronto, todo volvió a ella: la luna, el calor abrasador de la conexión, la intensidad de lo que había sentido antes de que su conciencia se desvaneciera.—Despertaste.La voz de Alister la sacó de sus pensamientos. Su mirada se desvió hacia él, sentado al borde de la cama, quien la observaba con alivio. Llevaba la ropa arrug
Los días siguientes en el pueblo fueron como un respiro después de toda la tormenta. Samira y Alister pasaron tiempo juntos, disfrutando de la tranquilidad del campo, lejos de los problemas y las responsabilidades que los esperaban en la ciudad.Por las mañanas, Samira se despertaba con la luz del sol filtrándose por la ventana, el canto de los pájaros y el suave aroma de la tierra húmeda. A veces, cuando abría los ojos, encontraba a Alister ya despierto, observándola con una expresión de pura adoración.—Nunca me cansaré de verte dormir —manifestó él, con una sonrisa traviesa.Samira, aún somnolienta, le lanzó una mirada perezosa antes de darse la vuelta en la cama, fingiendo ignorarlo. Pero él no se lo permitió. Se inclinó y le dejó un beso en la mejilla, otro en el cuello, y pronto Samira estaba riendo y rindiéndose ante sus caricias.Las mañanas en el pueblo se sentían ligeras y apacibles. Desayunaban juntos en la casa de su madre, quien los observaba con cierta ternura mientras s
El sol se alzaba sobre las tierras del Clan, bañando todo con su luz dorada. La brisa fresca de la mañana traía consigo el aroma del bosque, mientras el sonido de risas resonaba en los jardines de la casa. Samira, Alister y su hijo Kael caminaban juntos, disfrutando de la tranquilidad que tanto les había costado alcanzar.Kael, un niño de cabello pelirrojo y ojos brillantes, corría entre las flores, riendo mientras su madre intentaba atraparlo.—¡Mamá, no puedes alcanzarme! —gritó con diversión.Samira entrecerró los ojos con una sonrisa traviesa y, en un rápido movimiento, se lanzó hacia él, atrapándolo en sus brazos. Kael estalló en carcajadas mientras su madre lo llenaba de besos en la mejilla.—Siempre te atraparé, pequeño lobo —dijo Samira, apretándolo contra su pecho.Alister los observaba con una sonrisa y con los brazos cruzados sobre su pecho. Su corazón se llenaba de orgullo y amor al ver a su familia así, feliz y sin preocupaciones. De pronto, caminó hacia ellos y envolvió
Samira se despertó con un dolor punzante en la mejilla. La luz de la mañana se filtraba a través de las rendijas de la ventana, iluminando su pequeño cuarto de manera casi cruel. Se llevó una mano al rostro y sintió el calor y la hinchazón donde su suegra la había golpeado la noche anterior.Recordó el incidente con claridad: “¡Nunca serás lo suficientemente buena para mi hijo!” había gritado su suegra antes de abofetearla con una fuerza que aún sentía. Las palabras se habían clavado en su corazón más profundamente que el golpe mismo. Luchó por contener las lágrimas mientras recordaba la crueldad en los ojos de aquella mujer que nunca la había aceptado.Con esfuerzo, Samira se levantó y se miró al espejo. La imagen que reflejaba no era la de una mujer feliz. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, y la marca en su mejilla era un recordatorio doloroso de su sufrimiento. Sabía que tenía que salir de esa situación, pero ¿cómo? Estaba atrapada en un matrimonio donde no solo su suegra, s
El bosque era como su segundo hogar en el cual podía tener sus momentos de calma, lejos de la bulliciosa ciudad. Cada rincón de esos árboles y sombras profundas, el lobo blanco los conocía muy bien. Mientras caminaba por el bosque esa noche, sus sentidos agudos captaron un olor familiar, uno que aceleró su corazón y encendió una chispa en su pecho. El olor de su mate, su alma gemela, estaba en el aire.Sin embargo, su interés se transformó rápidamente en preocupación cuando detectó otro aroma que lo acompañaba: el penetrante olor a sangre.El lobo Alfa, Alister, percibió que la situación era grave. Solo podía pensar en que probablemente su mate estaba herida. Por lo tanto, cierta determinación lo impulsó a correr.Sabía que debía llegar a ella lo antes posible. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras corría, zigzagueando entre los árboles con una gracia sobrenatural. Finalmente, llegó al sitio de donde provenía el aroma.La escena ante él lo dejó ciertamente desconcertado. Una mujer