C7: No intentes manipular a nuestro líder.

Norman, visiblemente frustrado y humillado, se levantó y anunció:

—Hubo un inconveniente. La novia no ha podido presentarse. Les… agradezco a todos por haber venido, pero la boda… no se llevará a cabo hoy.

Samira observó a Norman con satisfacción. La humillación en sus ojos, su frustración y la sensación de ser dejado plantado en su propia boda, todo le causó cierto placer y no se arrepintió de haber ido a ese lugar.

De todas maneras, no habría podido casarse, ya que aún no se había divorciado. Aun así, el hecho de ser abandonado por la mujer con la que la traicionó era una cruel ironía, como si la vida misma se encargara de hacer justicia por su parte.

Antes de retirarse, Alister no pudo contenerse y se acercó a Norman para burlarse de él en tono elegante.

—Fue una lástima, quería conocer a tu futura esposa —expresó—. Pero invítame en la próxima ocasión —dijo, dándole un par de palmadas fuertes en el hombro.

Norman, tratando de mantener la compostura, sonrió falsamente.

—Gracias por haber venido —dijo, intentando ocultar su enojo—. Será para la próxima.

*****

Samira y Alister regresaron a la casa y se dirigieron a la oficina dentro de la residencia.

—Tendré mis ojos puestos en cada movimiento que Norman realice. También veré cómo lleva su trabajo en la empresa —dijo Alister.

—Estoy segura de que lo de hoy lo dejó bastante perturbado. Verme viva y que estoy contigo, un hombre con tanta influencia y poder, debe haber sido una de las cosas más humillantes para él, además de que lo dejaron plantado en su propia boda. Estoy bastante satisfecha con este día.

Alister tomó su mano y besó el dorso, para luego ofrecerle una mirada de complicidad.

—Siempre estaré de tu lado. Cuenta conmigo.

La sensación de sus labios suaves sobre su piel hizo que el corazón de Samira latiera un poco más rápido, y sus ojos se encontraron en una conexión profunda mientras él le ofrecía una sonrisa pícara. En ese momento, una oleada de emociones contradictorias se apoderó de Samira. Durante todo ese tiempo, había mantenido una distancia emocional con Alister, especialmente después de la traición de Norman. Sin embargo, la cercanía del Alfa y su gesto de apoyo la hacían sentir protegida y valorada de una manera que no había sentido en mucho tiempo.

Sus sentimientos hacia Alister estaban comenzando a cambiar. Ya no le incomodaba su cercanía; de hecho, encontraba consuelo en ella. Se permitió disfrutar de la sensación de ser sostenida por alguien en quien podía confiar, alguien que no solo la defendía físicamente, sino que también mostraba un interés genuino en su bienestar emocional.

Generalmente, ambos se reunían más por la noche, después de que el Alfa llegara de BTC. Cierta noche, Samira se encontraba en la oficina de Alister, hablando sobre las posibles maneras de arruinar a Norman. El Alfa estaba sentado frente a ella, con su mirada fija en unos documentos, explicando las próximas acciones que tomarían.

Mientras Alister hablaba, Samira no pudo evitar sentir una presencia incómoda en la oficina. Volteó la vista y se encontró con los ojos de Evangeline, quien estaba de pie en el umbral de la puerta, mirándola de pies a cabeza con una expresión de desdén apenas disimulada. Samira no supo en qué momento la puerta se abrió, pero allí estaba ella.

—Alfa —articuló Evangeline, con una voz cálida y una sonrisa angelical—. Solo vine a avisarle que la cena ya está lista.

—Gracias, voy enseguida —respondió él.

—Lo esperaré aquí para ir juntos —expresó con insistencia.

—No es necesario, probablemente me tarde unos minutos más. Iré apenas termine, junto con Samira.

Esto último hizo que el semblante de Evangeline se tornara sombrío, lanzando una mirada fulminante a Samira.

Cada vez que los ojos de Samira se encontraban con los de Evangeline, un escalofrío recorría su espalda. La loba siempre era cortés en presencia de Alister, pero Samira había notado la falsedad en su sonrisa y el veneno en sus palabras cuando estaban a solas.

Alister confiaba ciegamente en Evangeline debido a que era la hija de Yimar, el Beta de la manada y su mano derecha. Para Alister, la loba era prácticamente familia, una sobrina a la que había visto crecer y a quien mostraba un cariño genuino. Esto complicaba aún más las cosas para Samira, ya que no quería causar conflictos dentro de la manada, especialmente con personas tan cercanas a Alister.

Tras terminar de cenar, ambas mujeres se volvieron a encontrar en el pasillo. Evangeline le lanzó una mirada amenazante y luego pasó a su lado sin siquiera dirigirle la palabra, mientras que Samira sintió una punzada de incomodidad en su pecho. Se preguntaba por qué Evangeline la trataba con tanta hostilidad. ¿Sería simple celos? ¿O había algo más detrás de su actitud?

Esa misma noche, mientras cenaban, Samira había observado a Evangeline interactuar con Alister. Ella le sonreía brillantemente y se inclinaba hacia él, buscando contacto físico en cada oportunidad. Alister parecía no notar nada inusual, reía y conversaba con ella como lo haría un tío afectuoso. Pero Samira no podía evitar sentir una creciente inquietud. Evangeline parecía tener un interés especial en Alister, algo que iba más allá de una simple relación familiar. La forma en que lo miraba, la intensidad de su atención… todo le resultaba extraño.

Samira entró a su habitación, sintiéndose emocionalmente agotada. Se dejó caer en la cama y cerró los ojos, tratando de calmar sus pensamientos. No quería crear problemas con Evangeline, pero la constante tensión estaba empezando a afectarla. Tenía que concentrarse en su venganza contra Norman, y en cuanto lo llevara a cabo, se iría de esa casa.

Una tarde, Samira decidió dar un paseo por el jardín para despejar su mente. Estaba admirando las flores cuando Evangeline apareció, fingiendo una sorpresa exagerada.

—Oh, Samira —articuló de repente, llamando la atención de la mujer. Era la primera vez que la llamaba por su nombre. Es más, era la primera vez que conversaban a solas. Pero, para su desgracia, la charla no sería nada agradable—. No sabía que tenías interés en la jardinería. Aunque, claro, dudo que alguien de tu... origen tenga mucha experiencia con plantas como estas.

Samira sintió la tensión en el aire. Estaba claro que intentaba sobajarla, pero solo respondió con calma.

—Las flores son hermosas en cualquier lugar.

Evangeline se acercó más, con una sonrisa maliciosa.

—Deberías tener cuidado. Algunas plantas son bastante delicadas y no responden bien al manejo torpe.

Con un gesto rápido, golpeó un jarrón cercano, haciendo que cayera y se rompiera.

Algunos jardineros que estaban cerca se giraron al sonido, viendo a Samira junto al jarrón roto. Evangeline se llevó una mano a la boca, fingiendo consternación.

—¡Oh, no! ¡Samira, ten más cuidado! ¡Esos jarrones son caros!

Samira sintió sus mejillas arder de la rabia, sabiendo que había sido una trampa de Evangeline.

—¿Qué es lo que pretendes? —cuestionó Samira en voz baja, para no alarmar a los jardineros.

—No, ¿qué es lo que pretendes tú? —la enfrentó—. ¿Cuánto tiempo más planeas quedarte aquí, viviendo a costa nuestra? ¿No te da vergüenza?

—No estoy haciendo nada malo —replicó.

—Si no ves nada malo en esto, significa que tú definitivamente no estás bien de la cabeza, pero te dejaré en claro una cosa —se aproximó a ella y le clavó en el pecho con la uña del dedo índice—. Ni se te ocurra poner los ojos en el Alfa. Solo eres un ser muy inferior a nosotros, así que debes saber cuál es tu lugar. No intentes manipular a nuestro líder.

Con un movimiento, Samira empujó la mano de Evangeline hacia un costado.

—Si realmente conocieras bien a tu líder, sabrías que no es alguien fácil de manipular. Él sabe leer a las personas.

—¡No hables del Alfa como si lo conocieras! —exclamó, dándose cuenta de que había levantado la voz. Miró hacia sus costados y continuó—. No creas que por llegar aquí hace poco más de un mes, ya sabes todo sobre el Alfa. No tienes ningún poder en esta casa, así que mantente con el perfil bajo. Es lo único que alguien tan poca cosa como tú puede hacer.

Evangeline se giró, dándole la espalda a Samira y acercándose a uno de los jardineros.

—Limpia el desastre que hizo la humana —ordenó.

Samira se puso en cuclillas para recoger el jarrón roto, a lo que el jardinero, un hombre con unos cuantos siglos encima pero que lucía bastante joven, se aproximó a ella.

—No se preocupe, yo me encargo. Si toca el jarrón con las manos desnudas, podría lastimarse —manifestó y la ayudó a ponerse de pie suavemente.

Fue un momento de total tensión para Samira. Sin embargo, los malos ratos ocasionados por Evangeline apenas habían comenzado.

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