Norman, visiblemente frustrado y humillado, se levantó y anunció:
—Hubo un inconveniente. La novia no ha podido presentarse. Les… agradezco a todos por haber venido, pero la boda… no se llevará a cabo hoy.
Samira observó a Norman con satisfacción. La humillación en sus ojos, su frustración y la sensación de ser dejado plantado en su propia boda, todo le causó cierto placer y no se arrepintió de haber ido a ese lugar.
De todas maneras, no habría podido casarse, ya que aún no se había divorciado. Aun así, el hecho de ser abandonado por la mujer con la que la traicionó era una cruel ironía, como si la vida misma se encargara de hacer justicia por su parte.
Antes de retirarse, Alister no pudo contenerse y se acercó a Norman para burlarse de él en tono elegante.
—Fue una lástima, quería conocer a tu futura esposa —expresó—. Pero invítame en la próxima ocasión —dijo, dándole un par de palmadas fuertes en el hombro.
Norman, tratando de mantener la compostura, sonrió falsamente.
—Gracias por haber venido —dijo, intentando ocultar su enojo—. Será para la próxima.
*****
Samira y Alister regresaron a la casa y se dirigieron a la oficina dentro de la residencia.
—Tendré mis ojos puestos en cada movimiento que Norman realice. También veré cómo lleva su trabajo en la empresa —dijo Alister.
—Estoy segura de que lo de hoy lo dejó bastante perturbado. Verme viva y que estoy contigo, un hombre con tanta influencia y poder, debe haber sido una de las cosas más humillantes para él, además de que lo dejaron plantado en su propia boda. Estoy bastante satisfecha con este día.
Alister tomó su mano y besó el dorso, para luego ofrecerle una mirada de complicidad.
—Siempre estaré de tu lado. Cuenta conmigo.
La sensación de sus labios suaves sobre su piel hizo que el corazón de Samira latiera un poco más rápido, y sus ojos se encontraron en una conexión profunda mientras él le ofrecía una sonrisa pícara. En ese momento, una oleada de emociones contradictorias se apoderó de Samira. Durante todo ese tiempo, había mantenido una distancia emocional con Alister, especialmente después de la traición de Norman. Sin embargo, la cercanía del Alfa y su gesto de apoyo la hacían sentir protegida y valorada de una manera que no había sentido en mucho tiempo.
Sus sentimientos hacia Alister estaban comenzando a cambiar. Ya no le incomodaba su cercanía; de hecho, encontraba consuelo en ella. Se permitió disfrutar de la sensación de ser sostenida por alguien en quien podía confiar, alguien que no solo la defendía físicamente, sino que también mostraba un interés genuino en su bienestar emocional.
Generalmente, ambos se reunían más por la noche, después de que el Alfa llegara de BTC. Cierta noche, Samira se encontraba en la oficina de Alister, hablando sobre las posibles maneras de arruinar a Norman. El Alfa estaba sentado frente a ella, con su mirada fija en unos documentos, explicando las próximas acciones que tomarían.
Mientras Alister hablaba, Samira no pudo evitar sentir una presencia incómoda en la oficina. Volteó la vista y se encontró con los ojos de Evangeline, quien estaba de pie en el umbral de la puerta, mirándola de pies a cabeza con una expresión de desdén apenas disimulada. Samira no supo en qué momento la puerta se abrió, pero allí estaba ella.
—Alfa —articuló Evangeline, con una voz cálida y una sonrisa angelical—. Solo vine a avisarle que la cena ya está lista.
—Gracias, voy enseguida —respondió él.
—Lo esperaré aquí para ir juntos —expresó con insistencia.
—No es necesario, probablemente me tarde unos minutos más. Iré apenas termine, junto con Samira.
Esto último hizo que el semblante de Evangeline se tornara sombrío, lanzando una mirada fulminante a Samira.
Cada vez que los ojos de Samira se encontraban con los de Evangeline, un escalofrío recorría su espalda. La loba siempre era cortés en presencia de Alister, pero Samira había notado la falsedad en su sonrisa y el veneno en sus palabras cuando estaban a solas.
Alister confiaba ciegamente en Evangeline debido a que era la hija de Yimar, el Beta de la manada y su mano derecha. Para Alister, la loba era prácticamente familia, una sobrina a la que había visto crecer y a quien mostraba un cariño genuino. Esto complicaba aún más las cosas para Samira, ya que no quería causar conflictos dentro de la manada, especialmente con personas tan cercanas a Alister.
Tras terminar de cenar, ambas mujeres se volvieron a encontrar en el pasillo. Evangeline le lanzó una mirada amenazante y luego pasó a su lado sin siquiera dirigirle la palabra, mientras que Samira sintió una punzada de incomodidad en su pecho. Se preguntaba por qué Evangeline la trataba con tanta hostilidad. ¿Sería simple celos? ¿O había algo más detrás de su actitud?
Esa misma noche, mientras cenaban, Samira había observado a Evangeline interactuar con Alister. Ella le sonreía brillantemente y se inclinaba hacia él, buscando contacto físico en cada oportunidad. Alister parecía no notar nada inusual, reía y conversaba con ella como lo haría un tío afectuoso. Pero Samira no podía evitar sentir una creciente inquietud. Evangeline parecía tener un interés especial en Alister, algo que iba más allá de una simple relación familiar. La forma en que lo miraba, la intensidad de su atención… todo le resultaba extraño.
Samira entró a su habitación, sintiéndose emocionalmente agotada. Se dejó caer en la cama y cerró los ojos, tratando de calmar sus pensamientos. No quería crear problemas con Evangeline, pero la constante tensión estaba empezando a afectarla. Tenía que concentrarse en su venganza contra Norman, y en cuanto lo llevara a cabo, se iría de esa casa.
Una tarde, Samira decidió dar un paseo por el jardín para despejar su mente. Estaba admirando las flores cuando Evangeline apareció, fingiendo una sorpresa exagerada.
—Oh, Samira —articuló de repente, llamando la atención de la mujer. Era la primera vez que la llamaba por su nombre. Es más, era la primera vez que conversaban a solas. Pero, para su desgracia, la charla no sería nada agradable—. No sabía que tenías interés en la jardinería. Aunque, claro, dudo que alguien de tu... origen tenga mucha experiencia con plantas como estas.
Samira sintió la tensión en el aire. Estaba claro que intentaba sobajarla, pero solo respondió con calma.
—Las flores son hermosas en cualquier lugar.
Evangeline se acercó más, con una sonrisa maliciosa.
—Deberías tener cuidado. Algunas plantas son bastante delicadas y no responden bien al manejo torpe.
Con un gesto rápido, golpeó un jarrón cercano, haciendo que cayera y se rompiera.
Algunos jardineros que estaban cerca se giraron al sonido, viendo a Samira junto al jarrón roto. Evangeline se llevó una mano a la boca, fingiendo consternación.
—¡Oh, no! ¡Samira, ten más cuidado! ¡Esos jarrones son caros!
Samira sintió sus mejillas arder de la rabia, sabiendo que había sido una trampa de Evangeline.
—¿Qué es lo que pretendes? —cuestionó Samira en voz baja, para no alarmar a los jardineros.
—No, ¿qué es lo que pretendes tú? —la enfrentó—. ¿Cuánto tiempo más planeas quedarte aquí, viviendo a costa nuestra? ¿No te da vergüenza?
—No estoy haciendo nada malo —replicó.
—Si no ves nada malo en esto, significa que tú definitivamente no estás bien de la cabeza, pero te dejaré en claro una cosa —se aproximó a ella y le clavó en el pecho con la uña del dedo índice—. Ni se te ocurra poner los ojos en el Alfa. Solo eres un ser muy inferior a nosotros, así que debes saber cuál es tu lugar. No intentes manipular a nuestro líder.
Con un movimiento, Samira empujó la mano de Evangeline hacia un costado.
—Si realmente conocieras bien a tu líder, sabrías que no es alguien fácil de manipular. Él sabe leer a las personas.
—¡No hables del Alfa como si lo conocieras! —exclamó, dándose cuenta de que había levantado la voz. Miró hacia sus costados y continuó—. No creas que por llegar aquí hace poco más de un mes, ya sabes todo sobre el Alfa. No tienes ningún poder en esta casa, así que mantente con el perfil bajo. Es lo único que alguien tan poca cosa como tú puede hacer.
Evangeline se giró, dándole la espalda a Samira y acercándose a uno de los jardineros.
—Limpia el desastre que hizo la humana —ordenó.
Samira se puso en cuclillas para recoger el jarrón roto, a lo que el jardinero, un hombre con unos cuantos siglos encima pero que lucía bastante joven, se aproximó a ella.
—No se preocupe, yo me encargo. Si toca el jarrón con las manos desnudas, podría lastimarse —manifestó y la ayudó a ponerse de pie suavemente.
Fue un momento de total tensión para Samira. Sin embargo, los malos ratos ocasionados por Evangeline apenas habían comenzado.
El salón de la empresa Between the Clouds estaba resplandeciente esa noche, decorado con elegancia para celebrar el éxito financiero del año. Socios y empleados estaban reunidos, disfrutando de la opulencia y la compañía. Alister, el presidente de la empresa, estaba al lado de Samira. La había invitado como su acompañante y ella aceptó. Además, fue presentándola como su pareja.Sin embargo, dentro de toda aquella luz, había una oscuridad que no soportaba tanto brillo. Norman Carter observaba a la pareja desde un rincón, aunque su mirada estaba fija en Samira, incrédulo y lleno de resentimiento. No podía creer que ella estuviera allí, al lado de Alister, el presidente de la empresa en la que trabajaba.La velada transcurría con conversaciones amables y brindis por el éxito. Alister y Samira se encontraban conversando con un grupo de invitados cuando Evangeline se acercó.—Presidente, hay alguien que quiere hablar contigo —dijo, tomando a Alister del brazo sin siquiera fijarse en Samira
La reunión sobre el proyecto de inversión se llevó a cabo en una sala de conferencias elegante y moderna, ubicada en el corazón del distrito financiero. La sala estaba decorada con muebles de diseño contemporáneo, con una larga mesa de madera oscura en el centro y sillas de cuero negro.Sobre la mesa, estaban dispuestos ordenadamente varios documentos y carpetas, junto a botellas de agua mineral y copas de cristal.Norman llegó un poco antes de la hora acordada, ansioso y con una determinación evidente en su semblante. Los otros hombres presentes, todos vestidos con trajes impecables, conversaban en pequeños grupos mientras esperaban el inicio de la reunión.Richard Morgan, el anfitrión de la reunión, se destacaba por su presencia imponente y su actitud segura. Estaba de pie junto a una pantalla grande, donde se proyectaban gráficos y datos relevantes sobre el proyecto de inversión. Su asistente, una mujer eficiente y pulcra, repartía folletos informativos a cada uno. Todo esto daba a
Norman estaba sentado en su oficina, mirando con satisfacción el informe que Richard Morgan le había enviado. La compra de los terrenos había sido un éxito y todo parecía ir según lo planeado. Había invertido cinco millones de dólares en el proyecto de bienes raíces liderado por Richard. La promesa de una revalorización significativa lo había convencido de que, si no aprovechaba esta oportunidad, se arrepentiría.Durante las primeras semanas, los informes de progreso eran alentadores. Richard Morgan mostraba gráficos y proyecciones que indicaban un aumento en el valor de los terrenos. Norman se sentía confiado y optimista, visualizando ya los retornos que convertirían su inversión en una fortuna.Sin embargo, lo que Norman no podía prever eran los factores externos que amenazaban el éxito del proyecto.—Norman, necesitamos hablar —dijo Richard, con una expresión grave en su rostro. Ambos se hallaban en la oficina del señor—. Han surgido algunos problemas imprevistos.Norman frunció el
Yimar llevó a Evangeline a que le revisaran el brazo y luego la llevó a su dormitorio. Mientras tanto, el Alfa se acercó a la sala, donde Samira estaba sentada, con la mirada perdida en la taza de té que había preparado.—Samira —comenzó Alister—. Necesitamos hablar sobre lo que pasó en la cocina. Samira levantó la vista, con el semblante serio, pero la mirada invadida por la pesadumbre.—Alister, yo nunca haría algo así. Como ya te he dicho, yo no empujé a Evangeline. Ella tropezó sola.El Alfa se sentó a su lado, tomando sus manos entre las suyas. —¿Sabes? En verdad te creo incapaz de lastimar a alguien de esta manera —reveló—. Por otro lado, el hecho de pensar que Evangeline está mintiendo, es igual de grave. Dime, ¿porqué hay tanta tensión entre ustedes? ¿Porqué tendría ella la necesidad de decir una mentira como esa? ¿Qué está pasando? Samira suspiró profundamente. —No lo sé. Desde el primer día en que llegué aquí, Evangeline ha estado a la defensiva conmigo. Nunca le
En la elegante oficina de la casa, Alister estaba sentado detrás de su amplio escritorio. Samira se encontraba frente a él y su semblante reflejaba curiosidad ante lo que el Alfa diría a continuación.—Finalmente está hecho —comenzó Alister, rompiendo el silencio—. Norman está arruinado. Es muy probable que pierda todo lo que tiene debido a sus grandes deudas. Si tiene ahorros, lo perderá. Y cuando no le quede nada más, probablemente tenga que dar la casa como garantía de pago. El banco podría incluso exigirlo. Samira lo escuchó con atención, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. —A este paso, Norman terminará en la calle —agregó el Alfa. Los ojos de Samira se nublaron mientras asimilaba la información. Recordó todos los momentos de sufrimiento que había pasado por culpa de Norman, el hombre que había destruido su vida y le había arrebatado a su hijo. Sentía satisfacción al saber que finalmente pagaría por sus acciones, que recibiría lo que se merecía. Sin embarg
Norman sintió que el mundo se cerraba sobre él. Quince años trabajando sin ver un centavo para sí mismo. La idea lo abrumaba y la desesperación se mezclaba con la humillación. Antes de la inversión, había tenido una vida relativamente estable, sin grandes lujos, pero sin grandes deudas. Ahora, había perdido todo eso y más. Su estabilidad económica se había esfumado y el orgullo que alguna vez tuvo estaba completamente destrozado.—¿Pero cómo voy a sobrevivir yo? —preguntó Norman, intentando mantener la calma. —Seré generoso y apartaré cierta cantidad para darte a ti. Esa cantidad será suficiente para que sobrevivas, pero tendrás que hacer todo lo posible para administrarla bien. No te daré más. Tendrás que ser sumamente cuidadoso y saber manejar tu dinero con madurez. Si pierdes eso, no hay manera de que yo te dé más, porque tendrás una deuda conmigo. Espero que entiendas la responsabilidad que implica esto.Norman sintió cómo su corazón se hundía aún más. La idea de tener que viv
El auto de Alister aumentó su velocidad y Samira se agarró al asiento y a la puerta, tratando de mantenerse firme. —¡Esto es peligroso, Alister! ¡La carretera está resbaladiza! —exclamó. —Lo sé —respondió él, con la voz tensa—. Pero detenernos sería aún más peligroso.Si Alister se encontraba solo, no tendría problema en detenerse y bajar para ver quiénes los estaba siguiendo, además de preguntarle directamente qué querían. Sin embargo, estaba con Samira, quien no solo era una humana frágil, sino que se trataba de su mate. No estaba dispuesto a ponerla en riesgo. —Samira, escúchame —agregó el Alfa—. Sé que estás asustada, pero necesito que seas valiente en este momento. Agárrate fuerte porque avanzaré más rápido. Haré lo que sea necesario para protegerte.Samira, aunque aterrorizada, asintió. —Tú también tienes que estar bien. No quiero ser la única que se salve —manifestó. Alister aceleró aún más, mientras los tres coches seguían persiguiéndolos implacablemente. La carret
Alister se encontraba en su habitación, sentado en el borde de la cama. Sus heridas fueron recién atendidas por Jonás, así que unos vendajes cubrían sus brazos y torso y el dolor persistente era un recordatorio de la reciente batalla. A pesar de todo, sus pensamientos estaban con Samira. Después de un rato de soledad, un suave golpeteo en la puerta lo sacó de su estado absorto. —¿Quién es? —preguntó, con su voz resonando en la silenciosa habitación. —Soy yo, Samira —respondió ella desde el otro lado. Alister sintió un alivio inexplicable y le dio permiso para entrar. Samira abrió la puerta y, tras cruzar el umbral, la cerró lentamente. Sus pasos eran cautelosos, como si cada movimiento pudiera romper el delicado equilibrio de la noche. El Alfa la observó con preocupación mientras se acercaba. —¿Estás bien? —le preguntó en un tono suave—. ¿Te torciste el tobillo? —No realmente, solo me lo doblé, pero no fue una torcedura. Mañana ya no sentiré ninguna molestia —explicó