Su corazón que momentos antes latía con fuerza debido a la ansiedad, ahora parecía detenerse y al mismo tiempo acelerarse en un tumulto caótico de miedo y desconcierto. Su piel se volvió fría, como si todo el calor hubiera sido succionado de su cuerpo, dejándolo tembloroso. Norman trató de tragar saliva, pero su garganta estaba seca, como si hubiera tragado arena.
No podía ser ella. Samira estaba muerta.
—¿Samira? —murmuró con incredulidad.
Ella levantó la vista y lo miró fijamente. Al ver el impacto que tuvo en Norman el hecho de tenerla en frente, decidió burlarse de él.
—Lo siento, pero creo que me confundes con otra persona.
Norman soltó su brazo lentamente y retrocedió unos pasos, sintiéndose mareado.
—No puede ser. Esto no puede estar pasando. Yo te vi... te vi muy lastimada en el bosque. Era imposible que te salvaras… con esas heridas… —susurró, tratando de mantener el equilibrio.
Samira mantuvo su mirada sólida, sin parpadear.
—No sé de qué me estás hablando —continuó—. Insisto, me estás confundiendo con alguien más. Además, lo que estás diciendo es muy delicado. ¿Alguien se lastimó en el bosque? —resaltó, infundiendo miedo en el alma de Norman.
El hombre retrocedió otro paso, tambaleándose, como si el suelo bajo sus pies se hubiera convertido en un terreno movedizo. Cada fibra de su ser quería negar lo que estaba viendo, pero no podía. La evidencia era innegable.
—Yo… debo estar volviéndome loco —dijo más para sí mismo que para Samira—. Estoy seguro de que vi… que te lastimaste. Vi… lo herida que estabas. Es imposible que salieras de esa trampa. ¡¿Cómo demonios saliste?!
Samira dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos.
—¿En verdad estás bien? —sabía que su presencia lo abrumaba, así que se acercó más para agobiarlo—. Creo que deberías calmarte.
Al tenerla tan cerca, el pánico se apoderó de Norman. No podía aceptar lo que estaba viendo y escuchando hasta que, finalmente, perdió la paciencia.
—¡Deja de jugar! —gruñó, volviendo a tomar a Samira del brazo, pero esta vez con más fuerza—. ¡Sé quién eres y no puedes engañarme! ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Deberías estar en la tumba que cavé para ti!
Samira mantuvo su compostura, incluso cuando el agarre de Norman se tornó doloroso. La situación se estaba volviendo peligrosa, pero sintió una gran satisfacción al verlo tan desmoronado y confundido.
—Ya te he dicho que me estás confundiendo. Además, me estás lastimando. Yo ni siquiera sé quién eres —se liberó del agarre de Norman—. He venido a esta boda con mi esposo, es él quien sabe de ti.
—¿Qué? —la miró escéptico—. ¿Tu… esposo? ¿Es una broma?
—Mi esposo es Alister Frost y está entre los invitados, esperándome —expuso con seguridad—. Ya es hora de que me vaya o se preocupará.
Norman la miró y su rostro pasó por una tormenta de emociones: incredulidad, rabia y burla, todo a la vez. Rió amargamente, incapaz de aceptar lo que estaba escuchando.
—¿Esposa de Alister Frost? ¿Tú? —la burla en su voz era evidente—. No me hagas reír. Alister jamás se fijaría en una pueblerina como tú.
Samira sostuvo su mirada, sin dejarse intimidar.
—Es la verdad —agregó—. Si no puedes aceptarlo, no es asunto mío.
La rabia de Norman aumentaba con cada palabra que ella decía.
—¿En serio esperas que me trague esa mentira? Alister Frost, el hombre más poderoso de la región, casado con alguien como tú. ¡Es ridículo!
La rabia ardía en sus ojos mientras miraba a Samira, intentando encontrar algún rastro de mentira en su expresión. La idea de que alguien como Alister pudiera estar con ella lo corroía por dentro.
—¿Qué tipo de juego estás jugando? —gruñó él, acercándose peligrosamente—. ¿Crees que puedes burlarte así de mí?
—No estoy jugando. Esta es mi vida ahora.
Norman, lleno de cólera, la agarró de los hombros con fuerza.
—¡Deja de mentir! ¡Tú estás muerta! ¡Esto no puede ser real! —exclamó—. ¡Cuántas veces tengo que matarte para que desaparezcas de mi vida!
Justo en ese momento, Alister apareció y apartó a Norman de un empujón.
—¿Qué demonios acabas de decir? —cuestionó con una ira invadiendo sus entrañas. Una vena le saltaba en la frente y las llamas del enojo rodeaban su cuerpo—. Atrévete a repetirlo delante de mí.
Norman lo miró sorprendido. Sabía perfectamente quién era él. Alister Frost, presidente de Between the Clouds, empresa en la que trabajaba como asesor de ventas.
—No me hagas esperar por una respuesta —Alister extendió la mano y, en cuestión de segundos, tenía los dedos presionando el cuello de Norman—. ¿Por qué le estás hablando de esa manera? ¿Y por qué tienes tus manos sobre ella? ¿Con qué derecho la tocas?
—Cariño, cálmate, por favor —intercedió Samira, agarrándole el brazo y aparentando ser su esposa.
Alister le dedicó una mirada, no hizo falta más detalles para entender la situación.
La presencia del Alfa hacía que Norman se sintiera diminuto. Miró a Samira y luego a Alister, tratando de encontrar alguna fisura en la historia, algo que pudiera usar para recuperar el control.
—Esto no tiene sentido —murmuró, sacudiendo la cabeza—. Esto no puede ser real.
—¿Qué es lo que no puede ser real? ¿Acaso pediste la cabeza? —refunfuñó Alister.
—¿Qué… está pasando? —articuló Norman, aún más aturdido—. ¿Cómo es que la conoces?
—Samira es mi mujer —respondió el Alfa con firmeza.
Norman se quedó anonadado.
—Eso… ¡es imposible! Ustedes no pueden estar juntos porque nosotros…
—¿Ustedes qué? —interrumpió Alister—. Ten cuidado con lo que dices. Samira es mi mujer y no permitiré que le faltes el respeto. Te puede ir bastante mal.
Norman se quedó callado, incapaz de enfrentar a Alister. Sabía que contrariarlo no le convenía en absoluto, considerando que quería ganarse su confianza para escalar dentro de la empresa.
—Ha sido… solo un malentendido —dijo Norman, procurando apaciguar la situación.
—Supe que uno de mis empleados iba a casarse y no resistí la curiosidad de conocer a la novia. Sin embargo, ¿dónde está? —preguntó Alister, con un tono colmado de un sarcasmo oscuro que hirvió la sangre de Norman.
—No tardará en llegar —dijo él, apretando los dientes—. Siéntanse cómodos —les dio la espalda y se alejó de ambos, refunfuñando por lo bajo.
Samira soltó un suspiro, como si finalmente pudiese respirar de manera apropiada.
—Te agradezco que hayas intervenido, pero… podía manejar la situación por mi cuenta.
Alister entornó los ojos.
—¿Acaso querías que me quedara cruzado de brazos mientras veo cómo te lastima? No podía quedarme quieto.
—Tengo que poder enfrentar a Norman yo sola —insistió Samira.
Alister empezó a ponerse ansioso.
—No voy a dejarte a solas con él, eso es muy difícil para mí. ¿O es que tú todavía lo quieres? —preguntó acercándose a ella, con la mirada llena de celos y preocupación—. ¿Acaso tú todavía tienes sentimientos por él después de todo lo que te hizo?
Después de haberle hecho esa pregunta, se cuestionó a sí mismo el por qué lo hizo.
Sí, en efecto, Samira era su mate. Sin embargo, ¿era el lazo realmente tan fuerte como para incluso sentir celos?
Alister nunca se había considerado un hombre fácilmente impresionable. Como alfa del Clan Valkyria, su vida había estado llena de responsabilidades, deberes y la constante lucha por mantener a salvo a su manada. Pero desde la llegada de Samira, algo en su mundo comenzó a cambiar.
Al principio, Samira solo era una humana desconocida que los dioses decidieron poner en su camino como su compañera destinada. Decidió ayudarla para tenerla cerca, mientras pensaba en qué hacer con ella y cómo resolver su situación. Sin embargo, a medida que los días se convirtieron en semanas, Alister empezó a notar cosas que antes había pasado por alto.
Cada vez que Samira hablaba, Alister se encontraba prestando atención no solo a sus palabras, sino a su tono y a sus gestos. Había una honestidad cruda en ella, una transparencia que era refrescante y desconcertante a la vez. Poco a poco, Alister comenzó a ansiar su compañía.
A medida que sus sentimientos crecían, el Alfa empezó a cuestionarse ¿cómo una humana había logrado atravesar las barreras que él había construido con tanto esmero? Cada vez que Samira estaba cerca, sentía una mezcla de emociones: protección, ternura, deseo. Con cada sonrisa, cada toque accidental, sentía cómo su corazón latía más rápido.
Las noches solitarias comenzaron a llenarse de pensamientos sobre ella. Se preguntaba cómo sería despertar con su rostro cerca y sentir su calor junto a él. Cada día, la idea de un futuro sin Samira se volvía más difícil de ver. Se estaba acostumbrando a ella, lo cual era una consecuencia por tenerla metida bajo su mismo techo.
Alister era consciente de que Samira no era solo alguien que había irrumpido en su vida. Era su mate, su compañera destinada. Aunque intentara resistirse, sentía una conexión profunda, una necesidad de protegerla y amarla de una manera que nunca antes había experimentado.
Mientras se sumía en sus más profundos pensamientos, cuestionándose a sí mismo por sus alocados sentimientos, Samira lo miró confundida debido a la extraña pregunta que había hecho hacía unos segundos.
—Lo único que siento hacia él es odio y repugnancia —expresó sin titubear—. Yo jamás volvería a amar a alguien como él. Mi hijo… está muerto por su culpa —dijo con rabia—. Por lo pronto, no acepté que era Samira, así que quedó muy asustado. Le hice creer que estaba viendo a un fantasma.
Alister salió de su estado ensimismado y prestó atención a sus palabras.
—Pero, me temo que no se lo creyó totalmente —contestó.
—Eso no importa. Al menos, lo puse lo bastante nervioso como para que no se pueda recuperar con facilidad.
—Lo hiciste bien —la felicitó—. Hay que regresar.
Ambos retornaron al salón y se sentaron entre los invitados, esperando a que empezara la boda. Sin embargo, la novia nunca se presentó.
Norman, visiblemente frustrado y humillado, se levantó y anunció:—Hubo un inconveniente. La novia no ha podido presentarse. Les… agradezco a todos por haber venido, pero la boda… no se llevará a cabo hoy.Samira observó a Norman con satisfacción. La humillación en sus ojos, su frustración y la sensación de ser dejado plantado en su propia boda, todo le causó cierto placer y no se arrepintió de haber ido a ese lugar.De todas maneras, no habría podido casarse, ya que aún no se había divorciado. Aun así, el hecho de ser abandonado por la mujer con la que la traicionó era una cruel ironía, como si la vida misma se encargara de hacer justicia por su parte.Antes de retirarse, Alister no pudo contenerse y se acercó a Norman para burlarse de él en tono elegante.—Fue una lástima, quería conocer a tu futura esposa —expresó—. Pero invítame en la próxima ocasión —dijo, dándole un par de palmadas fuertes en el hombro.Norman, tratando de mantener la compostura, sonrió falsamente.—Gracias por
El salón de la empresa Between the Clouds estaba resplandeciente esa noche, decorado con elegancia para celebrar el éxito financiero del año. Socios y empleados estaban reunidos, disfrutando de la opulencia y la compañía. Alister, el presidente de la empresa, estaba al lado de Samira. La había invitado como su acompañante y ella aceptó. Además, fue presentándola como su pareja.Sin embargo, dentro de toda aquella luz, había una oscuridad que no soportaba tanto brillo. Norman Carter observaba a la pareja desde un rincón, aunque su mirada estaba fija en Samira, incrédulo y lleno de resentimiento. No podía creer que ella estuviera allí, al lado de Alister, el presidente de la empresa en la que trabajaba.La velada transcurría con conversaciones amables y brindis por el éxito. Alister y Samira se encontraban conversando con un grupo de invitados cuando Evangeline se acercó.—Presidente, hay alguien que quiere hablar contigo —dijo, tomando a Alister del brazo sin siquiera fijarse en Samira
La reunión sobre el proyecto de inversión se llevó a cabo en una sala de conferencias elegante y moderna, ubicada en el corazón del distrito financiero. La sala estaba decorada con muebles de diseño contemporáneo, con una larga mesa de madera oscura en el centro y sillas de cuero negro.Sobre la mesa, estaban dispuestos ordenadamente varios documentos y carpetas, junto a botellas de agua mineral y copas de cristal.Norman llegó un poco antes de la hora acordada, ansioso y con una determinación evidente en su semblante. Los otros hombres presentes, todos vestidos con trajes impecables, conversaban en pequeños grupos mientras esperaban el inicio de la reunión.Richard Morgan, el anfitrión de la reunión, se destacaba por su presencia imponente y su actitud segura. Estaba de pie junto a una pantalla grande, donde se proyectaban gráficos y datos relevantes sobre el proyecto de inversión. Su asistente, una mujer eficiente y pulcra, repartía folletos informativos a cada uno. Todo esto daba a
Norman estaba sentado en su oficina, mirando con satisfacción el informe que Richard Morgan le había enviado. La compra de los terrenos había sido un éxito y todo parecía ir según lo planeado. Había invertido cinco millones de dólares en el proyecto de bienes raíces liderado por Richard. La promesa de una revalorización significativa lo había convencido de que, si no aprovechaba esta oportunidad, se arrepentiría.Durante las primeras semanas, los informes de progreso eran alentadores. Richard Morgan mostraba gráficos y proyecciones que indicaban un aumento en el valor de los terrenos. Norman se sentía confiado y optimista, visualizando ya los retornos que convertirían su inversión en una fortuna.Sin embargo, lo que Norman no podía prever eran los factores externos que amenazaban el éxito del proyecto.—Norman, necesitamos hablar —dijo Richard, con una expresión grave en su rostro. Ambos se hallaban en la oficina del señor—. Han surgido algunos problemas imprevistos.Norman frunció el
Yimar llevó a Evangeline a que le revisaran el brazo y luego la llevó a su dormitorio. Mientras tanto, el Alfa se acercó a la sala, donde Samira estaba sentada, con la mirada perdida en la taza de té que había preparado.—Samira —comenzó Alister—. Necesitamos hablar sobre lo que pasó en la cocina. Samira levantó la vista, con el semblante serio, pero la mirada invadida por la pesadumbre.—Alister, yo nunca haría algo así. Como ya te he dicho, yo no empujé a Evangeline. Ella tropezó sola.El Alfa se sentó a su lado, tomando sus manos entre las suyas. —¿Sabes? En verdad te creo incapaz de lastimar a alguien de esta manera —reveló—. Por otro lado, el hecho de pensar que Evangeline está mintiendo, es igual de grave. Dime, ¿porqué hay tanta tensión entre ustedes? ¿Porqué tendría ella la necesidad de decir una mentira como esa? ¿Qué está pasando? Samira suspiró profundamente. —No lo sé. Desde el primer día en que llegué aquí, Evangeline ha estado a la defensiva conmigo. Nunca le
En la elegante oficina de la casa, Alister estaba sentado detrás de su amplio escritorio. Samira se encontraba frente a él y su semblante reflejaba curiosidad ante lo que el Alfa diría a continuación.—Finalmente está hecho —comenzó Alister, rompiendo el silencio—. Norman está arruinado. Es muy probable que pierda todo lo que tiene debido a sus grandes deudas. Si tiene ahorros, lo perderá. Y cuando no le quede nada más, probablemente tenga que dar la casa como garantía de pago. El banco podría incluso exigirlo. Samira lo escuchó con atención, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. —A este paso, Norman terminará en la calle —agregó el Alfa. Los ojos de Samira se nublaron mientras asimilaba la información. Recordó todos los momentos de sufrimiento que había pasado por culpa de Norman, el hombre que había destruido su vida y le había arrebatado a su hijo. Sentía satisfacción al saber que finalmente pagaría por sus acciones, que recibiría lo que se merecía. Sin embarg
Norman sintió que el mundo se cerraba sobre él. Quince años trabajando sin ver un centavo para sí mismo. La idea lo abrumaba y la desesperación se mezclaba con la humillación. Antes de la inversión, había tenido una vida relativamente estable, sin grandes lujos, pero sin grandes deudas. Ahora, había perdido todo eso y más. Su estabilidad económica se había esfumado y el orgullo que alguna vez tuvo estaba completamente destrozado.—¿Pero cómo voy a sobrevivir yo? —preguntó Norman, intentando mantener la calma. —Seré generoso y apartaré cierta cantidad para darte a ti. Esa cantidad será suficiente para que sobrevivas, pero tendrás que hacer todo lo posible para administrarla bien. No te daré más. Tendrás que ser sumamente cuidadoso y saber manejar tu dinero con madurez. Si pierdes eso, no hay manera de que yo te dé más, porque tendrás una deuda conmigo. Espero que entiendas la responsabilidad que implica esto.Norman sintió cómo su corazón se hundía aún más. La idea de tener que viv
El auto de Alister aumentó su velocidad y Samira se agarró al asiento y a la puerta, tratando de mantenerse firme. —¡Esto es peligroso, Alister! ¡La carretera está resbaladiza! —exclamó. —Lo sé —respondió él, con la voz tensa—. Pero detenernos sería aún más peligroso.Si Alister se encontraba solo, no tendría problema en detenerse y bajar para ver quiénes los estaba siguiendo, además de preguntarle directamente qué querían. Sin embargo, estaba con Samira, quien no solo era una humana frágil, sino que se trataba de su mate. No estaba dispuesto a ponerla en riesgo. —Samira, escúchame —agregó el Alfa—. Sé que estás asustada, pero necesito que seas valiente en este momento. Agárrate fuerte porque avanzaré más rápido. Haré lo que sea necesario para protegerte.Samira, aunque aterrorizada, asintió. —Tú también tienes que estar bien. No quiero ser la única que se salve —manifestó. Alister aceleró aún más, mientras los tres coches seguían persiguiéndolos implacablemente. La carret