Norman sintió que el mundo se cerraba sobre él. Quince años trabajando sin ver un centavo para sí mismo. La idea lo abrumaba y la desesperación se mezclaba con la humillación. Antes de la inversión, había tenido una vida relativamente estable, sin grandes lujos, pero sin grandes deudas. Ahora, había perdido todo eso y más. Su estabilidad económica se había esfumado y el orgullo que alguna vez tuvo estaba completamente destrozado.—¿Pero cómo voy a sobrevivir yo? —preguntó Norman, intentando mantener la calma. —Seré generoso y apartaré cierta cantidad para darte a ti. Esa cantidad será suficiente para que sobrevivas, pero tendrás que hacer todo lo posible para administrarla bien. No te daré más. Tendrás que ser sumamente cuidadoso y saber manejar tu dinero con madurez. Si pierdes eso, no hay manera de que yo te dé más, porque tendrás una deuda conmigo. Espero que entiendas la responsabilidad que implica esto.Norman sintió cómo su corazón se hundía aún más. La idea de tener que viv
El auto de Alister aumentó su velocidad y Samira se agarró al asiento y a la puerta, tratando de mantenerse firme. —¡Esto es peligroso, Alister! ¡La carretera está resbaladiza! —exclamó. —Lo sé —respondió él, con la voz tensa—. Pero detenernos sería aún más peligroso.Si Alister se encontraba solo, no tendría problema en detenerse y bajar para ver quiénes los estaba siguiendo, además de preguntarle directamente qué querían. Sin embargo, estaba con Samira, quien no solo era una humana frágil, sino que se trataba de su mate. No estaba dispuesto a ponerla en riesgo. —Samira, escúchame —agregó el Alfa—. Sé que estás asustada, pero necesito que seas valiente en este momento. Agárrate fuerte porque avanzaré más rápido. Haré lo que sea necesario para protegerte.Samira, aunque aterrorizada, asintió. —Tú también tienes que estar bien. No quiero ser la única que se salve —manifestó. Alister aceleró aún más, mientras los tres coches seguían persiguiéndolos implacablemente. La carret
Alister se encontraba en su habitación, sentado en el borde de la cama. Sus heridas fueron recién atendidas por Jonás, así que unos vendajes cubrían sus brazos y torso y el dolor persistente era un recordatorio de la reciente batalla. A pesar de todo, sus pensamientos estaban con Samira. Después de un rato de soledad, un suave golpeteo en la puerta lo sacó de su estado absorto. —¿Quién es? —preguntó, con su voz resonando en la silenciosa habitación. —Soy yo, Samira —respondió ella desde el otro lado. Alister sintió un alivio inexplicable y le dio permiso para entrar. Samira abrió la puerta y, tras cruzar el umbral, la cerró lentamente. Sus pasos eran cautelosos, como si cada movimiento pudiera romper el delicado equilibrio de la noche. El Alfa la observó con preocupación mientras se acercaba. —¿Estás bien? —le preguntó en un tono suave—. ¿Te torciste el tobillo? —No realmente, solo me lo doblé, pero no fue una torcedura. Mañana ya no sentiré ninguna molestia —explicó
Desde hacía unos días, Samira comenzó a notar ciertos malestares que, aunque al principio eran leves, pronto se intensificaron. Al principio pensó que se trataba de un simple resfriado o de alguna reacción al cambio de clima, pero pronto los mareos, náuseas y el dolor estomacal se volvieron constantes. A menudo sentía una debilidad inexplicable que la obligaba a apoyarse en las paredes para no caer. A pesar de que los sirvientes de la mansión se ofrecieron a llamar al médico del Clan, Samira les insistió en que no era necesario, asegurándoles que un té la haría sentir mejor.Pero su estado empeoró rápidamente. Comenzó a perder peso de manera alarmante y su apetito desapareció por completo. Su tez pálida y el aspecto cansado de sus ojos no pasaron desapercibidos para Alister, quien la observaba con creciente preocupación. Sin embargo, Samira le restaba importancia a su condición.Una tarde, mientras Samira estaba en la cocina, sintió que el mundo a su alrededor se desvaneció. Todo se v
—¿Cree que el culpable… está entre nosotros? —cuestionó Yimar, sorprendido por la manera en que Alister empezó a tener dudas sobre los miembros de la manada.—No puedo permitir que esto se quede así —declaró—. Yimar, quiero que inspeccionen cada rincón de la cocina y de la casa. Habla con todos los sirvientes, cocineros e incluso jardineros y guardias, que ningún miembro de la manada quede fuera de esto.—Alfa, ¿no le parece que… esto es un poco… excesivo? —articuló. Le resultaba indignante mover a todo el Clan solo por esa mujer—. Digo, es solo una humana…—¿Te parece correcto que alguien de esta manada sea capaz de hacer daño a una persona que no hizo absolutamente nada malo? —su rostro enrojeció debido al enojo.—Quizás solo está tratando de proteger al Clan, ya sabe. Ella podría ser una amenaza para nosotros…—¡¿De qué estás hablando, Yimar?! —vociferó, alarmando tanto al Beta como al médico que aún seguía presente—. ¡No intentes justificar un acto como este! ¡¿De qué manera sería
Los días pasaron lentamente mientras Samira se recuperaba del envenenamiento. La casa estaba en constante agitación, con sirvientes interrogados y habitaciones registradas minuciosamente, pero no se encontró nada que apuntara al culpable.Alister, incansable en su vigilancia, se negaba a dejar a Samira sola. A medida que su salud mejoraba, Samira comenzó a insistir en que Alister debía volver a su trabajo.Una tarde, mientras estaban en la habitación de la mujer, ella se dirigió a él con una mezcla de firmeza y ternura.—Alister, creo que ya es momento de que vuelvas a la empresa. Es importante que el presidente esté allí —dijo Samira, sentada en el borde de la cama, con una mirada decidida.—No me iré hasta que esté completamente seguro de que estás bien y de que nadie te hará daño. El culpable aún no ha sido encontrado —respondió Alister.—Escucha, no pasa nada. Me encargaré de preparar mis propias comidas y tendré mucho cuidado a partir de ahora —insistió Samira, intentando tranqui
Cuando Norman se marchó de la oficina, Alister marcó a Samira para hablarle sobre su encuentro con él. Le contó los detalles de aquella reunión y le comentó que ya había firmado los papeles de divorcio. Como no había hijos de por medio ni propiedades que dividir, todo el proceso sería más rápido y sencillo. Pronto, Samira sería una mujer completamente libre.La mujer se sintió aliviada. Finalmente, no había nada que lo atara más con su pasado. Norman ya no significaba nada en su vida y pasaba a ser solo un mal momento que tuvo que enfrentar, pero ya se resolvió.O, al menos, eso creía.Luego de esa llamada, Samira salió de su habitación y caminó por los pasillos de la casa. Pasó por una habitación con la puerta ligeramente abierta y escuchó la voz de una mujer que parecía estar discutiendo. Lo que la hizo detenerse fue escuchar el nombre "Norman". ¿Quién estaba mencionando a su ex-esposo?Intrigada, retrocedió unos pasos y se acercó sigilosamente a la puerta, viendo a Evangeline habla
Alister la miró sorprendido. Sus cejas se alzaron y una sombra de desconcierto cruzó su rostro. No esperaba un cambio de opinión tan repentino.—¿Por qué? —preguntó, intentando mantener su voz calmada, aunque la confusión se reflejaba en sus ojos.—Si él está atado a la empresa, es muy probable que nos sigamos cruzando. En algún momento, habrá un encuentro indeseado entre los dos y lo que quiero es que Norman salga de mi vida, quiero olvidarlo por completo —explicó Samira—. El mejor castigo es que no reciba ninguna ayuda. Que se enfrente a las consecuencias de sus propias acciones él solo.Alister asintió, comprendiendo su punto de vista.—Está bien. Si eso es lo que realmente quieres, le quitaré mi apoyo y no le haré firmar el contrato —manifestó. Alister, de hecho, odiaba a Norman por todo el daño que le hizo a su mate, por lo que no le importaba lo que sucediera con él. Le propuso los quince años de trabajo a cambio de pagar sus deudas porque, en realidad, serían años de esclavitud