Norman tragó saliva y sus ojos se tornaron inquietos, buscando algún rastro de esperanza en el rostro de Alister. —Usted no puede estar diciéndome esto —articuló, mientras empezaba a exasperarse—. Usted dijo que iba a ayudarme, ¡yo contaba con eso! Pero ahora me está retirando su apoyo. ¿Por qué? No puedo entenderlo. Explíqueme qué fue lo que pasó —exigió. —Ya te lo dije —respondió Alister—. Una de las razones es que no quiero a personas como tú trabajando por tanto tiempo en mi empresa. Tuve algo de compasión por ti, pero no somos un centro de caridad. Aquí trabajamos como debe ser y nos esforzamos para que el nombre de Between the Clouds siga firmemente en lo alto. Así que, tendrás que buscar otra manera de solucionar tus problemas. —¡No! —exclamó Norman en un momento de impulsividad—. ¡Usted dijo que iba a ayudarme! ¿O es que no es un hombre de palabra? ¿Es tan voluble como para cambiar de opinión de un día para el otro?Alister se puso de pie de golpe y su figura imponente hizo
Norman se alteró visiblemente, no podía creer lo que estaba sucediendo. Su ex-esposa, la mujer más tonta e ingenua, ¿se estaba vengando de él dejándolo en la ruina? ¡Todo tenía que ser producto de una mal-dita pesadilla! Samira, por su parte, disfrutaba de su sufrimiento. Sintió una profunda satisfacción al verlo en ese estado, y más tras descubrir que la había traicionado con Evangeline. —¿No te das cuenta, Norman? Tu codicia y tu soberbia te trajeron hasta este punto —articuló ella, buscando herir aun más el ego de su ex-esposo. Norman se sintió sobajado y despreciado. Definitivamente, no podía encontrarse en una situación peor. La mujer que moría de amor por él y el hombre que tanto respetaba y admiraba se habían unido para destruirlo. Aquel escenario era realmente perturbador. Quería hablar con Samira, ansiaba decirle unas cuantas cosas, pero sin la presencia de Alister. Minutos después, el presidente decidió romper el silencio tenso que se había formado. —Por cierto, señor
Samira lo miró con calma. —No era falso... —dijo apenas, sin poder terminar lo que tenía en mente, pues Norman le gritó a la cara. —¡Voy a denunciarlos! ¡¿Me escuchaste?! —vociferó—. ¡Los denunciaré a ti y al señor Frost por la esta-fa que me han hecho! —Hazlo, inténtalo —lo desafió—. ¿Con qué dinero pagarás al abogado? ¿Con el de tu liquidación? —se burló—. Además, creo que eres consciente de que denunciar a Alister sería una completa tontería, ya que él ni siquiera tuvo participación en ese proyecto. ¿De qué manera lo relacionarás con esa inversión? ¿Qué pruebas tienes de que Alister estaba detrás de todo eso? Ninguna. Norman apretó los dientes, su semblante reflejaba furia absoluta. —El proyecto de inversión era genuino, técnicamente no fue un engaño —agregó Samira—. Simplemente estaba destinado al fracaso. Hicieras lo que hicieras, no iba a tener ninguna ganancia. Eres tú el que no lo supo ver, porque te confiaste demasiado. ¿Cómo es posible que hayas sido tan ciego? ¿Cómo
Después de su enfrentamiento con Norman, Samira se sintió más ligera, como si una carga invisible se hubiera desvanecido. Antes, jamás habría tenido el valor de enfrentarlo, pues en el pasado lo amaba y lo tenía en un pedestal. Norman era su mundo, pero tras descubrir quién era realmente, cualquier sentimiento de amor hacia él se desvaneció. Sentía una profunda satisfacción por la venganza llevada a cabo. Había enfrentado a Norman sin miedo, reconociendo que él no era superior a ella ni a nadie. Sin embargo, a pesar de ese triunfo, Samira no podía dejar de pensar en otra persona: Evangeline. No podía quitarse de la cabeza que ella ocultaba su verdadero carácter frente a Alister. Él merecía conocer la verdad, pero Samira estaba atormentada por la idea de que, tras revelar que Evangeline fue la amante de Norman y responsable en parte por la muerte de su hijo, Alister no creyera en sus palabras. Samira estaba convencida de que Evangeline también merecía un castigo, no solo por haberse
Después de casi una hora de búsqueda meticulosa, sus manos temblorosas encontraron un pequeño frasco oculto debajo del colchón. Lo abrió y reconoció el olor inconfundible de la belladona. Sus peores sospechas se confirmaron: Evangeline era la culpable.—¿Encontró lo que buscaba? —preguntó Angelo luego de que Samira saliera del cuarto. —Sí... Te lo agradezco —articuló con el ánimo arrastrándose en cada paso.Con el frasco en mano, Samira bajó a la oficina de Alister y esperó su regreso. Se sentó en una silla, mirando fijamente el frasco, sintiendo una mezcla de ira y frustración. Después de que se lo contara al Alfa, ¿éste estará o no de su lado? Alguna vez prometió que siempre creería en ella, pero reconocía que esta situación podría ser bastante desconcertante para él. Samira, por su parte, quedó bastante aturdida. Empezó a pensar... ¿realmente era necesario llegar a estos extremos? Sabía que a Evangeline no le agradaba su presencia, pero ¿a tal punto de querer acabar con ella? Eva
La atmósfera en la habitación de Evangeline se había vuelto tan pesada que a la loba le resultaba difícil respirar. —¿Q-Qué sucede, Alfa? Lo escucho —dijo Evangeline con su voz más dulce y tierna, una táctica habitual que utilizaba para manipular a quienes la rodeaban. Alister sacó de su bolsillo el pequeño frasco con belladona y lo sostuvo ante ella. —Esto fue encontrado en tu habitación —declaró con frialdad.Evangeline abrió los ojos bien grandes, sus labios se separaron ligeramente en una expresión de alarma genuina. —¿Alguien... entró a mi habitación? —preguntó, reflejando perplejidad.—Se suponía que tu cuarto debía ser registrado al igual que los demás, así que ¿por qué te sorprende tanto? —cuestionó. —C-Claro, pero... —la loba estaba tan sorprendida de que Alister tuviera ese frasco, que empezó a mover los labios como si fuese a dar una respuesta, pero no lograba articular palabra alguna. Ella sabía la verdad. Sabía que su habitación no había sido registrada. Por lo tant
Alister salió del cuarto de Evangeline con el corazón pesado y la mente nublada por la confusión. Las palabras de su leal subordinada resonaban en su cabeza. Durante años, nunca había tenido razones para dudar de ella, pero ahora se encontraba en una encrucijada. Tenía que proteger a Samira, su mate, pero también debía mantener la integridad de su Clan.Decidido a obtener más respuestas, Alister se dirigió al pequeño estudio donde Yimar, el Beta de la manada, solía trabajar a menudo. Alister empujó la puerta sin tocar y su entrada repentina hizo que Yimar se levantara de su escritorio, sorprendido.—Alfa —dijo él, poniéndose de pie de un salto—. ¿Qué ocurre?Alister cerró la puerta detrás de él y se aproximó al escritorio.—Necesitamos hablar —dijo con firmeza.Yimar asintió, preocupado por el tono de Alister.—Por supuesto, ¿qué sucede? —preguntó, tratando de mantener la calma.—Cuando te pedí que todas las habitaciones de esta residencia fueran registradas para encontrar alguna evid
Alister se dirigió a su habitación, con la mente agitada debido a la confrontación con Evangeline y Yimar. Al abrir la puerta, encontró a Samira sentada en la cama, quien lo esperaba silenciosamente. Sus ojos se encontraron y ella lo contempló con una mirada cargada de expectación.—Samira... —pronunció el Alfa, un poco sorprendido de verla allí. A decir verdad, se hallaba tan obnubilado que había olvidado que la dejó en la oficina. Debía volver a ella en cuanto terminara de conversar con la loba, pero sus pasos lo llevaron a otra parte. —¿Estás bien? —le preguntó ella tras notar que Alister lucía angustiado.—He hablado con Evangeline y también con Yimar —expuso sin rodeos.—¿Qué te han dicho? —cuestionó, intrigada.—Evangeline insiste en que es inocente —explicó.Samira soltó una ligera risa sarcástica.—No esperaba que lo admitiera —señaló—. A decir verdad, no me sorprende para nada que lo haya negado, pues tiene mucho que perder. Sé que ella te... "aprecia" demasiado.Alister fru