Samira se encontraba sumida en un profundo sueño, uno que parecía más real que cualquier otro. En su mente, veía un bosque oscuro, iluminado únicamente por la luz plateada de la luna llena. Allí, en medio de aquella luz, un majestuoso lobo blanco con destellos oscuros la observaba con sus penetrantes ojos dorados. De repente, el lobo comenzó a transformarse, su forma animal se desvaneció para dar lugar a un hombre alto y fuerte, con el cabello oscuro y ojos dorados. Samira sintió que conocía a ese hombre, que lo había visto antes.
Luego, lo reconoció. Era Alister, Alister Frost.
De pronto, se despertó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Miró a su alrededor, confundida. El sueño había sido tan vívido que parecía más un recuerdo. ¿Pero cómo podía ser eso posible? ¿Un hombre lobo? La idea era ridícula, pero no podía sacarse de la cabeza la imagen de Alister transformándose frente a ella.
Respiró profundamente y observó la habitación en la que se encontraba. Era una habitación lujosa, decorada con un gusto impecable. Las paredes estaban pintadas en tonos suaves de azul y gris, transmitiendo una sensación de calma.
En ese momento, se encontraba en una de las tantas habitaciones de la residencia de Alister, que ocupaba una gran manzana. Todos los miembros de su manada, el Clan Valkyria, vivían en aquella casa, así que no estaban solos. Los mismos que vivían allí, trabajaban en la gran empresa BTC. Convivían con los humanos, cuidando que ninguno descubriera su secreto. Samira se encontraba en la mansión debido a que Alister la había llevado cuando le dieron de alta y la guió hasta su cuarto para que descansara.
La joven se levantó de la cama, sintiendo una ligera debilidad en sus piernas. Caminó hacia la puerta, salió al pasillo y se encontró con una sirvienta que estaba encargada de darle toda la atención que necesitara.
—Buenos días, señorita —la sirvienta no sabía que Samira estaba casada y, además, lucía bastante joven ya que solo tenía 21 años. Por esa razón, la llamó "señorita"—. ¿Le gustaría desayunar? —preguntó con una sonrisa amable.
—Estoy bien, gracias. ¿Podría decirme dónde está Alister? —respondió.
La sirvienta se mostró sorprendida al escuchar que Samira llamaba a su líder por su nombre. Nadie dentro de la casa lo llamaba así.
—El Alf... el señor Frost está en su oficina. Puedo llevarla allí si lo desea.
—No es necesario, solo dígame cómo llegar.
—S-Señorita, no puede deambular sola por la casa. Como es tan grande, podría perderse... —la sirvienta tenía indicaciones específicas de no dejarla sola, pues estaba al tanto de que Samira no sabía sobre el secreto de los que habitaban allí.
—Está bien. Te seguiré.
Bajaron una larga escalera de mármol que conducía al primer piso. Atravesaron un corredor amplio y bien iluminado, con puertas de madera oscura y alfombras lujosas que amortiguaban sus pasos. Cuando llegó a la puerta de la oficina, Samira agradeció a la sirvienta y le dijo que entraría sola. La sirvienta asintió y se retiró pues no vio riesgo alguno en dejarla en la entrada de la oficina.
Segundos después, cuando estaba por dar unos toques a la puerta, sintió una mirada fija en su persona. Volteó la vista y vio que se trataba de una mujer de cabello oscuro, vestida con elegancia a quien la rodeaba un aire de superioridad. Sus ojos ámbar se fijaron en Samira con una intensidad que la hizo estremecerse.
—¿Cómo es posible? —preguntó la mujer, con su tono lleno de desdén y escepticismo—. ¡Una intrusa!
Antes de que Samira pudiera responder, la mujer cambió de forma ante sus ojos, transformándose en una loba de pelaje oscuro. Sin previo aviso, la loba se lanzó sobre Samira, intentando atacarla. Samira cayó al suelo, con su cuerpo temblando de miedo y sorpresa.
Justo cuando parecía que el ataque sería inevitable, una figura imponente apareció de entre las sombras. Alister, quien tomó su forma lobuna sin dudarlo, se interpuso entre la loba y Samira y emitió un gruñido profundo y amenazante. Su presencia era imponente y llenó el pasillo con un aura de autoridad y protección.
La loba obtuvo un susto de muerte tras ver que el Alfa intervino entre las dos. Con un destello, volvió a su forma humana.
Samira yacía en el suelo, atónita por la repentina transformación y la feroz defensa de Alister. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Acaso había muerto y todo esto era una especie de sueño loco?
La loba, por su parte, observó a Alister con incredulidad. No podía creer que el Alfa actuara de esa manera, defendiendo a una humana con tal ferocidad. Sus ojos ámbar parpadearon mientras procesaba lo que acababa de presenciar.
—Evangeline —una voz masculina se hizo presente en el corredor.
—Padre —Evangeline se acercó al hombre, quien era el Beta del Clan y mano derecha de Alister. Su nombre era Yimar.
Evangeline dirigió la mirada hacia Alister y lo vio transformarse de nuevo en humano para acercarse a Samira, ayudándola a levantarse.
—Me resultaba extraño el hecho de haber percibido un aroma inusual en la casa, ahora comprendo de dónde proviene —comentó—, observando a la joven—. Pero, lo que no logro entender es ¿qué hace una humana aquí? ¿Y por qué el Alfa la defiende de esta manera? —preguntó la loba, sin tener idea de nada.
—Esa mujer es la protegida del Alfa —replicó Yimar, haciendo una mueca de desacuerdo. Nadie sabía que Samira era la mate de Alister, pues éste no se lo había dicho a nadie—. Más vale que no te acerques a ella.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir con que es su protegida? —refunfuñó Evangeline, en lo que sus ojos centelleaban de rabia.
—Vivirá con nosotros a partir de ahora —manifestó Yimar.
Esto hirvió la sangre de Evangeline, pero no estaba en posición de reclamar. Era la hija del Beta, el segundo al mando dentro de la jerarquía del Clan, pero no era más que eso. Aun así, tenía aires de superioridad.
Alister entró con Samira a la oficina y le dijo a Yimar que necesitaban estar solos, a lo que Yimar asintió, muy a su pesar. Samira estaba aturdida, perturbada y agobiada, todo al mismo tiempo. No podía creer lo que acababa de ver. ¡Alister y esa mujer se habían convertido en feroces lobos delante de sus propios ojos!
—Samira, escucha... —pronunció Alister, pero antes de que él pudiera continuar, la joven empezó a hablar.
—Así que no lo soñé, tú de verdad eres un hombre lobo —expuso—. Vi a un lobo la noche que casi muero en el bosque. Un lobo blanco mató a los otros para salvarme, me sacó de la trampa y se transformó en humano —clavó la mirada en él—. Eras tú.
Alister se quedó callado por un momento.
—Sí, era yo.
—¿Por qué me trajiste en realidad? —preguntó ella, aún más desconcertada que antes—. ¿No es un secreto la existencia de tu especie?
—Lo es. Convivimos con humanos sin que estos sepan nuestra verdadera naturaleza.
—Entonces, ¿por qué estoy aquí? Viviendo en esta casa, eventualmente terminaría sabiéndolo. ¿Acaso lo que me pedirás es que me convierta en tu comida? ¿Me matarás tú después? ¿Por eso no te importa que yo lo sepa?
Alister frunció el ceño, desconcertado pero comprensivo. Entendía que Samira pensara así después de todo lo que había pasado.
—Aún no puedo decirte mis verdaderos motivos —dijo con un suspiro—. Tan solo quédate aquí.
—¿Tengo otra opción? ¿Me dejarás ir si te lo pido después de saber esto?
—No —respondió sin vacilar—. Ya no puedes irte, de ninguna manera.
—Entonces, ¿ahora soy tu prisionera?
—No eres mi prisionera. Estás aquí porque necesitas protección y ayuda, pero no puedo dejarte ir porque sabes demasiado. Y hay razones más profundas que no puedo revelarte aún.
Samira sintió una oleada de impotencia y frustración. Todo en su vida se había desmoronado en cuestión de días. Ahora se encontraba en medio de un mundo extraño y peligroso, con personas que apenas conocía y que tenían secretos oscuros.
—No sé si pueda confiar en ti. ¿Cómo podría? —dijo finalmente.
—Ya te he dado mi palabra y no acostumbro romper mis promesas. Haré todo lo que esté en mis manos para que obtengas la venganza que deseas.
Samira lo miró fijamente, tratando de encontrar algún indicio de falsedad en sus palabras, pero todo lo que vio fue sinceridad y determinación. Aunque aún desconfiaba, una pequeña parte de ella quería creer que podría encontrar justicia a través de él.
—No es… como si tuviese otra alternativa —dijo finalmente, resignada—. Por cierto, escuché… que te dijeron Alfa. Eso significa que eres el líder, ¿verdad?
—Así es. Yo soy el Alfa del Clan Valkyria.
—¿Y… qué es lo que hacen normalmente? Me refiero a que, ¿cuál es el objetivo de la manada? ¿Buscan algo en particular? —continuó Samira, intentando entender más sobre la vida secreta de Alister y su Clan.
—Tratamos de vivir como personas normales —explicó él—. Es más fácil que escondernos en el bosque. Vivimos allí mucho tiempo, pero muchas veces estuvimos a punto de ser descubiertos por cazadores. Así que lo que hicimos fue levantar nuestro propio imperio dentro de la ciudad. Eso fue hace ya muchos años.
—¿Como hace cuánto tiempo? —preguntó Samira.
—Nos mudamos a la ciudad hace siglos. Nosotros vivimos mucho más tiempo que los humanos.
—Entiendo —murmuró Samira, tratando de procesar esta nueva información.
—Todos los miembros de mi manada trabajan en mi empresa, Between the Clouds —continuó Alister—. Y todos vivimos en esta misma casa, pero cada quien tiene su propia vida. Mientras cada uno de ellos cumpla con sus compromisos o responsabilidades y ninguno de ellos traicione al Clan ni haga algo que pudiera poner en peligro a nuestra manada, yo siempre velaré por ellos, los protegeré y no interferiré en sus vidas personales.
—Ya veo —Samira apartó la mirada, analizando las palabras de Alister.
El Alfa se quedó contemplándola en silencio, observando a quien sería su compañera destinada.
Samira era una mujer sencilla, pero hermosa. Contaba con un cabello largo y ondulado de un tono pelirrojo que resaltaba su fino y pequeño rostro. Sus ojos eran grandes y expresivos, de un color verde profundo, adornados por unas pestañas largas y espesas. Su piel era tersa y blanca, con un tono uniforme y saludable. Sus labios eran bien formados y de un color rosado natural. Su cuerpo era delgado, pero bien proporcionado, con unas curvas suaves y gráciles que denotaban feminidad.
Unos segundos después de un estudio visual, Alister dio unos pasos hacia Samira con cautela. Extendió la mano y alcanzó la mejilla de la mujer procurando acariciarla, pero ella se apartó por una cuestión de impulso. Lo miró con recelo, aun desconfiando de las intenciones de este lobo.
—Lo siento. Te he dicho que tendría cuidado, pero me he dejado llevar. Por favor, no necesitas estar con la guardia tan alta hacia mí. Tranquila —susurró Alister, retrocediendo un poco—. Sé que apenas me conoces, pero créeme que no pretendo hacerte daño alguno, así que déjame cuidar de ti. Estás a salvo conmigo.
Samira observaba desde la ventana de la casa mientras Alister y los demás miembros de la manada partían hacia la empresa.Decidida a no ser una carga, comenzó a ofrecer su ayuda en las tareas diarias. Aunque al principio los sirvientes se mostraron reticentes, poco a poco fueron aceptando su presencia y disposición. Samira ayudaba en la cocina, limpiaba y aprendía sobre las costumbres del hogar. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención eran los hijos de algunas sirvientas. Eran cachorros, pequeños lobeznos que correteaban por la casa y llenaban el ambiente de risas y juegos.Samira se agachaba para jugar con ellos, sintiendo una ternura que le calentaba el corazón. Los cachorros se encariñaron rápidamente con ella y Samira se encontraba riendo y correteando con ellos por toda la casa. En esos momentos, los problemas y preocupaciones parecían desvanecerse.Además de los cachorros, Samira también observaba cómo algunos de los sirvientes se transformaban. Lo hacían con una naturali
Su corazón que momentos antes latía con fuerza debido a la ansiedad, ahora parecía detenerse y al mismo tiempo acelerarse en un tumulto caótico de miedo y desconcierto. Su piel se volvió fría, como si todo el calor hubiera sido succionado de su cuerpo, dejándolo tembloroso. Norman trató de tragar saliva, pero su garganta estaba seca, como si hubiera tragado arena.No podía ser ella. Samira estaba muerta.—¿Samira? —murmuró con incredulidad.Ella levantó la vista y lo miró fijamente. Al ver el impacto que tuvo en Norman el hecho de tenerla en frente, decidió burlarse de él.—Lo siento, pero creo que me confundes con otra persona.Norman soltó su brazo lentamente y retrocedió unos pasos, sintiéndose mareado.—No puede ser. Esto no puede estar pasando. Yo te vi... te vi muy lastimada en el bosque. Era imposible que te salvaras… con esas heridas… —susurró, tratando de mantener el equilibrio.Samira mantuvo su mirada sólida, sin parpadear.—No sé de qué me estás hablando —continuó—. Insist
Norman, visiblemente frustrado y humillado, se levantó y anunció:—Hubo un inconveniente. La novia no ha podido presentarse. Les… agradezco a todos por haber venido, pero la boda… no se llevará a cabo hoy.Samira observó a Norman con satisfacción. La humillación en sus ojos, su frustración y la sensación de ser dejado plantado en su propia boda, todo le causó cierto placer y no se arrepintió de haber ido a ese lugar.De todas maneras, no habría podido casarse, ya que aún no se había divorciado. Aun así, el hecho de ser abandonado por la mujer con la que la traicionó era una cruel ironía, como si la vida misma se encargara de hacer justicia por su parte.Antes de retirarse, Alister no pudo contenerse y se acercó a Norman para burlarse de él en tono elegante.—Fue una lástima, quería conocer a tu futura esposa —expresó—. Pero invítame en la próxima ocasión —dijo, dándole un par de palmadas fuertes en el hombro.Norman, tratando de mantener la compostura, sonrió falsamente.—Gracias por
El salón de la empresa Between the Clouds estaba resplandeciente esa noche, decorado con elegancia para celebrar el éxito financiero del año. Socios y empleados estaban reunidos, disfrutando de la opulencia y la compañía. Alister, el presidente de la empresa, estaba al lado de Samira. La había invitado como su acompañante y ella aceptó. Además, fue presentándola como su pareja.Sin embargo, dentro de toda aquella luz, había una oscuridad que no soportaba tanto brillo. Norman Carter observaba a la pareja desde un rincón, aunque su mirada estaba fija en Samira, incrédulo y lleno de resentimiento. No podía creer que ella estuviera allí, al lado de Alister, el presidente de la empresa en la que trabajaba.La velada transcurría con conversaciones amables y brindis por el éxito. Alister y Samira se encontraban conversando con un grupo de invitados cuando Evangeline se acercó.—Presidente, hay alguien que quiere hablar contigo —dijo, tomando a Alister del brazo sin siquiera fijarse en Samira
La reunión sobre el proyecto de inversión se llevó a cabo en una sala de conferencias elegante y moderna, ubicada en el corazón del distrito financiero. La sala estaba decorada con muebles de diseño contemporáneo, con una larga mesa de madera oscura en el centro y sillas de cuero negro.Sobre la mesa, estaban dispuestos ordenadamente varios documentos y carpetas, junto a botellas de agua mineral y copas de cristal.Norman llegó un poco antes de la hora acordada, ansioso y con una determinación evidente en su semblante. Los otros hombres presentes, todos vestidos con trajes impecables, conversaban en pequeños grupos mientras esperaban el inicio de la reunión.Richard Morgan, el anfitrión de la reunión, se destacaba por su presencia imponente y su actitud segura. Estaba de pie junto a una pantalla grande, donde se proyectaban gráficos y datos relevantes sobre el proyecto de inversión. Su asistente, una mujer eficiente y pulcra, repartía folletos informativos a cada uno. Todo esto daba a
Norman estaba sentado en su oficina, mirando con satisfacción el informe que Richard Morgan le había enviado. La compra de los terrenos había sido un éxito y todo parecía ir según lo planeado. Había invertido cinco millones de dólares en el proyecto de bienes raíces liderado por Richard. La promesa de una revalorización significativa lo había convencido de que, si no aprovechaba esta oportunidad, se arrepentiría.Durante las primeras semanas, los informes de progreso eran alentadores. Richard Morgan mostraba gráficos y proyecciones que indicaban un aumento en el valor de los terrenos. Norman se sentía confiado y optimista, visualizando ya los retornos que convertirían su inversión en una fortuna.Sin embargo, lo que Norman no podía prever eran los factores externos que amenazaban el éxito del proyecto.—Norman, necesitamos hablar —dijo Richard, con una expresión grave en su rostro. Ambos se hallaban en la oficina del señor—. Han surgido algunos problemas imprevistos.Norman frunció el
Yimar llevó a Evangeline a que le revisaran el brazo y luego la llevó a su dormitorio. Mientras tanto, el Alfa se acercó a la sala, donde Samira estaba sentada, con la mirada perdida en la taza de té que había preparado.—Samira —comenzó Alister—. Necesitamos hablar sobre lo que pasó en la cocina. Samira levantó la vista, con el semblante serio, pero la mirada invadida por la pesadumbre.—Alister, yo nunca haría algo así. Como ya te he dicho, yo no empujé a Evangeline. Ella tropezó sola.El Alfa se sentó a su lado, tomando sus manos entre las suyas. —¿Sabes? En verdad te creo incapaz de lastimar a alguien de esta manera —reveló—. Por otro lado, el hecho de pensar que Evangeline está mintiendo, es igual de grave. Dime, ¿porqué hay tanta tensión entre ustedes? ¿Porqué tendría ella la necesidad de decir una mentira como esa? ¿Qué está pasando? Samira suspiró profundamente. —No lo sé. Desde el primer día en que llegué aquí, Evangeline ha estado a la defensiva conmigo. Nunca le
En la elegante oficina de la casa, Alister estaba sentado detrás de su amplio escritorio. Samira se encontraba frente a él y su semblante reflejaba curiosidad ante lo que el Alfa diría a continuación.—Finalmente está hecho —comenzó Alister, rompiendo el silencio—. Norman está arruinado. Es muy probable que pierda todo lo que tiene debido a sus grandes deudas. Si tiene ahorros, lo perderá. Y cuando no le quede nada más, probablemente tenga que dar la casa como garantía de pago. El banco podría incluso exigirlo. Samira lo escuchó con atención, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. —A este paso, Norman terminará en la calle —agregó el Alfa. Los ojos de Samira se nublaron mientras asimilaba la información. Recordó todos los momentos de sufrimiento que había pasado por culpa de Norman, el hombre que había destruido su vida y le había arrebatado a su hijo. Sentía satisfacción al saber que finalmente pagaría por sus acciones, que recibiría lo que se merecía. Sin embarg