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C3: El inesperado aliado.

Alister se mantuvo callado mientras Samira continuaba sumida en su dolor. Después de un rato, decidió romper el silencio, sintiendo empatía por su sufrimiento.

Las palabras del hombre la hicieron detener su llanto.

—¿Quieres vengarte, dices? —articuló—. Puedo ayudarte con eso —dijo sin titubear.

Samira parpadeó varias veces y sus ojos se abrieron con incredulidad mientras miraba fijamente a Alister. Sus labios temblaban ligeramente mientras procesaba las palabras que acababa de escuchar. No podía creer lo que estaba oyendo.

—¿Ayudarme con mi venganza? —repitió en voz baja, como si necesitara confirmar que había entendido correctamente—. Pero, ¿por qué? Ni siquiera nos conocemos. ¿Por qué querrías involucrarte en algo así?

—Porque nadie debería tener que pasar por lo que tú has pasado. Porque creo que nadie merece vivir con el peso del dolor sin justicia —respondió con sinceridad, dejando claro que su motivación venía del deseo de ayudarla, sin mencionar que en realidad estaban unidos por el destino.

Al principio, Samira no dijo nada. Pensó que tal vez solo lo decía por lástima. ¿Cómo podía pensar que un hombre como él decidiría involucrarse en los problemas de una completa desconocida?

—Por cierto, soy Alister, Alister Frost —se presentó él—. ¿Cuál es tu nombre?

La mujer secó las lágrimas de sus mejillas, mientras pensaba si era buena idea decirle su nombre. De pronto, tuvo un flashback repentino.

“El presidente de Between the Clouds se llama Alister Frost. Es una persona influyente y respetada en la empresa. Tengo que lograr impresionarlo y convertirme en su mano derecha”. Las palabras de Norman, su esposo, resonaron en su mente.

—Tú… ¿eres el presidente de BTC? —preguntó ella.

—Sí, lo soy —respondió Alister con amabilidad, reconociendo la importancia de esa revelación para ella.

El corazón de Samira dio un vuelco. Podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas mientras su mente trabajaba a toda velocidad.

Esto podría cambiarlo todo. Si Alister estaba dispuesto a ayudarla, tenía en sus manos una oportunidad de oro para vengarse de Norman de una manera que nunca hubiera imaginado.

—Entonces… eso significa que tienes poder —dijo Samira lentamente, tratando de no mostrar la vorágine de emociones que la invadía.

Alister la observó con atención, comprendiendo la dirección de sus pensamientos.

—Así es. Tengo los recursos y la influencia necesarios para ayudarte a lograr lo que necesitas.

La mirada de Samira se endureció, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y determinación.

—Quiero… hacerle pagar —recalcó—. Quiero que sufra por todo lo que me hizo. No puedo permitir que siga adelante con su vida como si nada hubiera pasado, especialmente después de lo que le hizo a nuestro hijo.

—La venganza puede ser un camino oscuro. ¿Estás segura de que esto es lo que realmente deseas?

Samira apretó los puños, su resolución se solidificaba con cada palabra.

—No tengo ninguna duda. No descansaré hasta que pague por lo que me hizo. Quiero que pierda todo lo que valora, igual que yo perdí todo lo que tenía —manifestó, decidida.

Alister escuchaba las palabras decididas de Samira mientras su mente analizaba la complejidad de la situación. Aunque había prometido ayudarla en su búsqueda de venganza, no podía ignorar las preguntas internas que surgían en su mente racional.

«¿Por qué ella? ¿Por qué tenía que ser una humana mi compañera destinada?». Estas preguntas resonaban en su ser, desafiando su entendimiento de las normas y expectativas de su mundo.

Mientras mantenía su compostura exterior, por dentro Alister experimentaba una lucha interna. Sentía una atracción magnética hacia Samira, una conexión que iba más allá de la comprensión racional. Su aroma y su presencia despertaban un instinto primitivo en él, un deseo profundo de protegerla y reclamarla como suya. Esta debilidad hacia ella, hacia su mera existencia, perturbaba sus pensamientos lógicos.

Alister era consciente de que el vínculo entre ellos, marcado por el destino, era poderoso y significativo. Aunque no lo admitiera abiertamente, el deseo de marcar a Samira como su compañera era una fuerza imparable dentro de él.

«¿Y si la rechazo?», pensó por un momento. Sin embargo, aunque tenía el poder de hacerlo, su lobo interior gritaba desesperadamente que quería realizar el vínculo con su mate.

El lobo interior de Alister aullaba con fuerza, llamándolo a aceptar su destino con Samira, a pesar de todas las preguntas y dudas que invadían su mente. No podía evitar sentirse profundamente atraído por ella, como si su alma reconociera a su pareja destinada más allá de cualquier lógica o razón.

A pesar de considerar las complicaciones que podrían surgir, todo su cuerpo y su alma clamaban por esa mujer.

—Me llamo Samira —la voz de la humana puso de vuelta sus pies sobre la tierra—. Samira Car… —estaba por decir su apellido de casada, pero decidió decirlo el de soltera—. Samira Ridao. Debo confesarte que no me convencen tus motivos para ayudarme, pero asumo que, si lo haces, querrás algo a cambio. Dime, ¿qué quieres de mí?

Alister levantó una ceja con curiosidad, pero su mirada hacia Samira era suave y comprensiva.

—¿Qué tienes para ofrecerme? —cuestionó de repente.

—Nada en realidad. Como te darás cuenta, fui abandonada por mi esposo. Quizás, él cree que estoy muerta. Ya no tengo nada, no tengo un sitio al cual ir y no tengo dinero para regresar a mi pueblo. Provengo de una familia humilde, así que tampoco tendré cómo pagarte. De todos modos, siendo el presidente de BTC, dudo que lo que quieras sea dinero. Por esa razón, te lo pregunto de nuevo. ¿Qué quieres de mí?

Alister se quedó callado por un instante, buscando las palabras correctas para formular su respuesta.

—No necesitas regresar a tu pueblo si lo que quieres es vengarte. Debes quedarte en la ciudad. Por el lugar, no te preocupes. Puedes quedarte en mi casa el tiempo que sea necesario. Y… con respecto a la manera en la que me pagarás, no pienses en ello todavía. Cuando se me ocurra una forma, te lo diré.

Samira escuchó las palabras de Alister con una mezcla de incredulidad y resignación. La propuesta de quedarse en la ciudad bajo la protección de alguien tan influyente como él era desconcertante, pero también era la única opción que parecía ofrecerle una oportunidad de llevar a cabo su venganza. Mientras digería sus palabras, su mente luchaba por entender por qué alguien como Alister estaría dispuesto a involucrarse en su situación.

—Entonces, básicamente, me estás ofreciendo un refugio seguro y contribuir con mi plan de venganza —reflexionó en voz alta—. Es una oferta arriesgada y extraña. No entiendo por qué querrías ayudarme de esta manera.

Mientras hablaba, Samira pensaba en la irónico de su caso. Había perdido todo lo que valoraba en la vida: su hijo, su matrimonio, su hogar. Incluso su identidad parecía estar en juego ahora que estaba dispuesta a embarcarse en un camino de venganza. Pero, a pesar de sentirse vacía y devastada, el deseo de justicia ardía dentro de ella como una llama inextinguible.

—Supongo que… no tengo mucho que perder —continuó con una calma forzada, tratando de mantener su compostura frente a la desconcertante generosidad de Alister—. Mi vida ya no tiene sentido sin mi hijo. La venganza es lo único que me mantiene en pie en este momento.

Aunque sus palabras eran serenas, por dentro estaba aturdida por la rapidez con la que su vida había dado un giro completo. La idea de confiar en un extraño para protegerla y ayudarla en un plan tan audaz la llenaba de temor y al mismo tiempo de una extraña esperanza. ¿Podría Alister realmente cumplir su promesa? ¿O había más en juego de lo que ella podía comprender en ese momento?

—Bien —finalmente asintió, decidida a aceptar la oferta por falta de alternativas más viables—. Cuando decidas cómo quieres que te pague por todo esto, estaré lista para escucharlo.

En el fondo de su corazón, Samira sabía que estaba entrando en un territorio desconocido y peligroso. Pero entre el dolor de la pérdida y el fuego de la venganza, encontró una determinación renovada para enfrentar lo que sea que el futuro le deparara, con Alister como su improbable aliado.

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