En un mundo donde la crueldad humana no conoce límites, Selene, una joven de espíritu indomable, e Ilan, un lobo de mirada penetrante, son esclavizados por el mismo hombre despiadado. Unidos por el sufrimiento y la desesperanza, logran escapar de las garras de su captor, emprendiendo una huida hacia la libertad. Ilan, con su instinto protector, guía a Selene a su manada en lo profundo del bosque. Sin embargo, la llegada de una humana despierta el odio y el recelo entre los lobos. Para protegerla, Ilan se ve obligado a presentarla como su esclava, ocultando la verdad de su vínculo. Enfrentando el desprecio y la hostilidad de la manada, Selene e Ilan deben superar innumerables adversidades. La diferencia de sus naturalezas se convierte en un obstáculo constante, pero también en una fuente de fortaleza y aprendizaje. A medida que luchan por ser aceptados, un amor prohibido florece entre ellos, un amor que desafía las leyes de la naturaleza y las normas de la manada. Pero el destino parece estar en su contra. La sombra de su pasado los persigue, y la aceptación de la manada parece un sueño inalcanzable. En un mundo donde el amor entre una humana y un lobo está destinado al fracaso, ellos deberán decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar el destino y forjar un nuevo camino juntos.
Leer másIlanEl cuerpo tembloroso de Selene ardía como lava entre mis brazos. Sus ojos estaban cerrados y sus labios apretados en una fina línea entre sus dientes. Estaba sufriendo, y eso me hacía sufrir.Sabía que algo no iba bien cuando partí con mis hermanos hacia el bosque. Todo mi ser gritaba «no te vayas. No la dejes», pero me obligué a pensar que se debía a que nunca la había dejado sola. Ni una sola vez desde que nos unimos.Verla en esas condiciones despertó todos mis miedos y por un momento me pregunté: «¿Y si el ritual no funcionó? ¿Y si la pierdo ahora?».Negué frenéticamente rechazando esa idea y me levanté de la cama, incapaz de quedarme cruzado de brazos y esperar.—Vigílala… por favor —rogué a su mejor amiga, antes de salir de la habitación en busca de la curandera.La encontré en la cocina preparando un té con algunas hierbas que había salido a buscar y pegó un respingo al verme llegar.—Alfa, ¿cómo sigue la pequeña diosa?—Ella está dormida, pero la fiebre no baja —espeté co
Selene—¿Estarás bien?La preocupación en la voz de Ilan me enterneció y, aunque me moría por decirle que no, que no me dejara; sabía que no podía ser egoísta con él. Quería que se fuera tranquilo y disfrutara de los días de caza con sus hermanos. Llevaban semanas hablando sobre el viaje y no quería ser yo quien arruinara sus planes. Aunque no me sintiera del todo bien.—Sí, estaré bien —repetí a regañadientes por enésima vez—. Ve tranquilo. Te extrañaré, sí, pero estaré bien.—Yo también te extrañaré, mi luna… solo dilo y cancelaré. Sabes que lo haré.Lo sabía.—No harás eso —lo reprendí—. Todo está listo, tus hermanos te están esperando; ve con ellos —apremié.—Está bien… volveremos pronto ¿de acuerdo? —aceptó algo inseguro—. Si pasa algo, si me necesitas, no dudes en enviar a un mensajero y volveré de inmediato.—Lo sé. Y no hará falta —lo tranquilicé—. Ahora, ve que te están esperando.Ilan aceptó no muy convencido y lo seguí hasta donde el equipo de caza ya estaba esperando por é
Selene—¿Ya vas a decirme para qué hiciste todo eso con la navaja? —pregunté a Ilan, observando mi mano y la herida que había dejado de sangrar.Estábamos recostados en la hierba a la orilla de la laguna después de haber unido nuestras almas y nuestros cuerpos de todas las formas posibles en las que dos personas se pueden fusionar. Ilan suspiró pesadamente, haciendo que su pecho se elevara y con él mi cabeza. Mis manos no podían estar quietas mientras se deslizaban por el abdomen esculpido de mi compañero.—Yo… ligué tu vida a la mía —explicó, dejándome igual de confundida que antes.—No entiendo. ¿Qué… qué quieres decir con ligar, Ilan?—Quiere decir que… —Se lo pensó durante unos segundos antes de decir—: básicamente, si tú mueres, yo muero…—¡¿Qué?! —Me atraganté, levantándome tan rápido como un resorte—. Ilan… ¿estás bromeando? Soy una humana, literalmente podría morir ahora mismo de un infarto por lo que acabas de decir y, ¿te atreviste a hacer una tontería como esa?—No es una t
Ilan—¿Estás listo para unir tu vida a la pequeña humana? —preguntó Adrik a mis espaldas, sorprendiéndome mientras terminaba de prepararme para la ceremonia de unión.Por fin había llegado la noche en la que compartiría mi alma con Selene, y no podía estar más nervioso y ansioso que ahora. No la había visto en todo el día y ya la extrañaba como un demente.—Pensé que te habías ido con tu manada —respondí, dándome vuelta para quedar frente a él.—No podía irme en el día más importante de tu vida…, amigo —pronunció cautelosamente, esperando mi reacción.Las palabras se agolparon en mi garganta debido al profundo agradecimiento que sentí al saberlo cerca en una ocasión tan especial. Adrik no era mi amigo, nunca lo fue. Él era mi hermano, y lo quería de la misma forma en que quería a Garo.Siempre estuvo ahí para mí, en las buenas y en las malas; su hombro fue mi refugio cuando perdí a Nami y a mi madre, y pensé que jamás podría reponerme de ese golpe tan duro. Y definitivamente lo quería
IlanDejar a Selene justo después de lo que acababa de suceder fue lo más difícil que había tenido que hacer en mucho tiempo, pero necesitaba aclararle a mi padre por qué la elegía a ella por encima de mi manada, incluso por encima de él y de toda nuestra especie si fuera necesario.La tensión que emanaba de mis hermanos podría salirse de control en cualquier momento y lo último que necesitaba era iniciar una guerra interna que terminaría por separar a la manada, y no sería yo quien los dividiera otra vez. Preferiría alejarme con Selene y dejar el liderazgo en manos de mi hermano, a tener que ver cómo se desmoronaba en pedazos lo que tanto me había costado construir durante estos años.—No estoy de acuerdo —ladró mi padre apenas entramos en mi cabaña, sin darme tiempo siquiera de hablar—. Viste lo que acaba de suceder, todos fuimos testigos de los problemas que esa humana, o semidiosa, o lo que sea, puede atraer a la manada. Es arriesgado, por no decir que estúpido, involucrarse con e
Selene—Cuéntamelo todo otra vez, por favor —pedí a Kaiya una vez que estuvimos en su cabaña. Ilan había ido a hablar con su padre después de dejarme con mi amiga. No quería soltarme, pero lo convencí de que todo estaba bien. Me sentía lo bastante segura con Kaiya, casi tanto como me sentía con él.—Por tercera vez, Selene —bufó, rodando los ojos; luego, sonrió y tomó asiento junto a mí en la cama—. Tus padres son el mismo Helios, el dios del sol, y Selene, la diosa de la luna, y no, no eres una diosa; al romperse la maldición, mi madre se llevó consigo la poca magia que podía habitar en ti.—¿Entonces por qué...?—¿Brillaste? —interrumpió—. Bueno… no lo sé, supongo que tu padre hizo una pequeña intervención. —Se encogió de hombros—. De cualquier forma, me alegra mucho que estés de regreso, amiga.—A mí también, Kaiya. —Acepté su abrazo y me dejé envolver por el sentimiento de seguridad y confianza que siempre sentía con ella.Hablamos durante un largo rato sobre lo que sucedió cuando
SeleneEl rostro de Ilan se volvió de piedra al ver a su padre venir hacia nosotros. Su mano tomó la mía de forma sobreprotectora, ayudando a controlar un poco el temblor de mis dedos. Aun así, el temor invadió mi cuerpo y la ansiedad brotó por cada uno de mis poros.—Entonces es cierto —dijo el hombre, su mirada fija en nuestras manos unidas—. Me avergüenzas, Ilan. Eres una desgracia para la manada.—Piensa lo que quieras, padre —respondió a mi lado sin titubear ni un poco—, es mi vida, Selene es mi compañera y no pienso ponerlo en discusión.—¿Compañera? —se burló—. ¿Una asquerosa humana es tu compañera? ¿Te estás escuchando, Ilan? Eres patético, y lo que estás haciendo se considera traición. No hay piedad para el enemigo —cantó.—¡Sin piedad para el enemigo! —secundó el resto de la manada.—Es tu lema, tú lo creaste ¿ya se te olvidó? —continuó desafiándolo—. Cuando tu pobre madre moría desangrada por esa herida provocada por sus armas —increpó, señalándome con su dedo—. O cuando tu
SeleneIlan separó sus labios de los míos dejándome ansiosa por más, pero esa necesidad fue reemplazada inmediatamente por la sensación caliente de su boca sobre la piel de mi cuello; bajó a mi clavícula y duró algunos segundos que me parecieron eternos, pues mi cuerpo anhelaba ser besado en otras partes que rogaban por su atención.Ilan tomó la parte posterior de mis muslos y me elevó a la altura de su rostro; caminó conmigo unos cuantos pasos hasta colocarme de espaldas contra el primer árbol que encontró y, aunque la corteza lastimó mi piel, no dije nada por temor a romper el momento. Necesitaba esto, lo anhelaba con la misma fuerza que mi corazón palpitaba contra mi caja torácica, amenazando con romper mis costillas.La poca luz diurna que iluminaba el cielo se apagó cuando las nubes cubrieron al sol, y un relámpago destelló entre los árboles, obligándome a entrecerrar los ojos.—Está a punto de llover —mascullé entre jadeos temblorosos al sentir los dedos de Ilan bajando mi blusa
SeleneRegresamos a la aldea dejando atrás a los lobos de Adrik y, aunque Ilan no dejaba de repetir que Ainara estaría bien con él, mi tonto corazón no dejaba de preocuparse por ella. A pesar de lo mal que se había comportado conmigo, ella era una mujer al igual que yo y dejarla sola, rodeada de tantos hombres, me hizo recordar malas experiencias del pasado que preferiría borrar de mi memoria.—Tranquila —repitió Ilan apretando mi mano de manera reconfortante—. Ella estará bien, esos dos tienen un pasado y en verdad me alegra que por fin estén juntos. Ainara estará bien.—No lo sé…—Eres la mejor persona que he conocido, Selene. —Detuvo nuestro paso, solo para quedar frente a frente y sujetar mi barbilla antes de decir—: No sabes cuánto le agradezco a la luna el haberte puesto en mi camino.—Yo también se lo agradezco, Ilan —confesé—. Aunque no sé realmente cómo funciona esto…Su risa llenó el silencio del bosque y me atrajo a su pecho en un abrazo sobrecogedor. De verdad daba gracias