—¡Es positivo, maldito infiel! ¡Estoy embarazada, y tú no serás el padre de mis mellizos! ¡¡QUIERO EL DIVORCIO!! Tras descubrir un antiguo engaño, la profesora Kathia Cárter había intentado salvar su matrimonio, perdonando a su esposo al enterarse de que había congelado su esperma antes de hacerse una vasectomía, lo cual les permitió concebir mediante fecundación in vitro. Pero un nuevo comienzo se convierte en un desastre. Cuando planeaba sorprenderlo con la noticia de su embarazo... ¡Descubre que él en realidad NUNCA dejó de traicionarla! Devastada, Kathia exige el divorcio. Sin embargo, un accidente inesperado la obliga a fingir amnesia y huir a Italia, ahí, recibe una oferta de trabajo como tutora de un niño huérfano, pero su nuevo jefe, Giovanni Andreotti, un hombre atractivo y peligroso, le propone un trato que cambiará su destino: —Te ayudaré a conseguir el divorcio y a llevar a cabo tu venganza. A cambio, serás mi esposa por un año. ¿Podrá Kathia encontrar el amor y la felicidad para ella y sus bebés?
Leer másGiovanni dio un paso hacia ella, tratando de mantener la calma. —Kathia, por favor. No puedes dejarte llevar por el pánico. Necesitamos pensar con claridad. Ella lo miró, sintiendo cómo la furia comenzaba a desvanecerse, pero la preocupación seguía presente. —Dime la verdad. ¿Dónde está realmente, Marina? ¿Por qué no me dijiste antes nada de ella? —preguntó la profesora, su voz temblando. —Marina fue asaltada, pero está a salvo. Solo perdió algunas cosas, incluido su teléfono. No estaba en peligro físico —dijo Giovanni, sintiendo que la información podía calmarla un poco. Kathia sintió un pequeño alivio, pero el miedo seguía presente. Él continuó acercándose hacia ella, dedicándole una serena mirada, haciéndola ver, que podía confiar en él. —¿Por eso William me llamó desde su teléfono? —preguntó Kathia, su voz llena de ansiedad. —Sí. Es un imbécil, Kathia. Ahora sabemos que el asaltante fue alguien enviado por William. Pero no lo llevó a mayores porque los hombres de Stéfano
El aire del yate se sentía pesado, casi sofocante, mientras Kathia se debatía entre la rabia y el pánico. Las palabras de William seguían resonando en su mente. ¿Volvió a tener a Marina en su poder? ¿Abusó de ella? Con el corazón latiendo frenéticamente, la mente de la Profesora se llenaba de imágenes de lo que podría estar pasando con Marina. La idea de que su amiga estuviera en peligro la llenaba de una angustia insoportable. —¿Qué… qué le has hecho? —exigió Kathia, su voz temblando entre el miedo y la ira—. ¡Habla ya, m@ldita sea! —Oh, Kathia, no te pongas así. Solo estoy jugando un poco —contestó William, su tono burlón resonando a través del teléfono—. Pero hay cosas que deberías saber. Tu padre, por ejemplo… —¡CÁLLATE! —le gritó Kathia, sintiendo cómo la desesperación la consumía—. No sé qué estás planeando, pero no me amenaces con mi papá. ¡Dime dónde está Marina! William soltó una risa fría, casi despectiva. —¿Acaso crees que tengo que darte cuentas? —dijo, disfr
✧✧✧ En Brasil, Río de Janeiro. Durante ese día. ✧✧✧ El sol brillaba intensamente, reflejándose en las olas del océano, creando destellos en la superficie. El yate del señor Andreotti, elegante y moderno, se mecía suavemente en el agua. Desde la piscina, Kathia disfrutaba de un ponche de frutas sin alcohol, la mezcla dulce y refrescante era perfecta para combatir el calor. Se recostaba en una tumbona, sintiendo la calidez del sol acariciar su piel. Su cabello castaño brillaba bajo la luz dorada, mientras sus ojos avellana, ocultos tras unas grandes gafas de sol, se perdían en el cielo azul. "Este clima es perfecto" Pensó, sintiendo una leve brisa marina que traía consigo el aroma del océano "Quizás debería quedarme más tiempo aquí…" Sin embargo, mientras disfrutaba de la vista, una sombra de preocupación cruzó su mente. Miró hacia el cielo sin nubes, pero su corazón estaba nublado por la incertidumbre. Su padre aún no había dado señales de vida, y la inquietud crecía en su int
Más tarde, mientras caminaba fuera de la cafetería por las calles de Roma, Marina sintió que algo no estaba bien. Miró dentro de su bolso y su corazón se aceleró. —¡No puede ser! ¿Dónde está mi teléfono? ¿Y mi cartera? En su lugar, había un bolso igual, pero vacío, que no le pertenecía. ¡El pánico la invadió! "¡No, no, no! Esto no puede estar sucediendo" Se repetía mientras se dirigió a un pequeño local cercano que ofrecía acceso a teléfonos. Al entrar, el caos la envolvió mientras intentaba calmar su respiración. "Necesito llamar a Stéfano" Pensó ella. Marcó el número que ya conocía de memoria. Su corazón latía con fuerza mientras el tono de marcado sonaba interminablemente. —¿Señor Rinaldi? —dijo, cuando finalmente escuchó su voz al otro lado de la línea—. ¡NECESITO AYUDA! ¡ME HAN ROBADO! —Cálmate mujer. ¿Dónde estás? —respondió él, tratando de mantener la compostura. —Acabo de salir de una cafetería. Alguien me ha cambiado el bolso, y tengo miedo de que
✧✧✧ Cinco días más tarde. Esa noche en Río de Janeiro, Brasil. ✧✧✧ La luna brillaba intensamente en el cielo de Río de Janeiro, reflejándose en el agua del océano. Kathia Cárter, con su cabello castaño al viento, se encontraba en la terraza de la moderna casa de su esposo, Giovanni Andreotti. La casa de un diseño contemporáneo, se alzaba sobre un acantilado, ofreciendo una vista impresionante de las olas que rompían contra las rocas. Había grandes ventanales que permitían que el aire fresco del mar llenara cada rincón, y una piscina en el área de la terraza. Esa noche, Kathia lucía un bikini amarillo que resaltaba su figura y el leve abultamiento de su vientre por su embarazo. A pesar de estar embarazada de tres meses, se sentía hermosa y llena de vida… ¿Y cómo no?, si el hombre con el que se casó, no dejaba de hacerle saber lo hermosa que era en cada oportunidad. "He disfrutado tanto de estos cinco días" Pensó la profesora, sintiendo una mezcla de felicidad y melan
Los labios de la profesora se acercaron a la masculinidad de su esposo, besándolo y tocándolo con suavidad. Sus manos le ofrecían caricias que a veces se volvían más intensas, llenas de deseo. —Pareces muy emocionado~ —sonrió Kathia, observando la reacción de Giovanni. Él se resistió a hablar, sintiéndose al borde de la locura. Kathia sonrió y lo lamió, como si fuera su dulce favorito. Notó cómo él la miraba intensamente, pero cuando sus ojos se encontraron, él desvió la mirada, inclinando un poco la cabeza. Era evidente que el deseo lo consumía, y la sensación de llevarlo al límite provocaba que ella se sintiera cada vez más excitada. Su tanga de hilo roja se humedecía con cada momento que pasaba. Pero ella no se detuvo. Continuó lamiendo, besando y acariciando, disfrutando de cada reacción de su esposo. Poco a poco, lo llevó al borde, hasta que él, sin poder contenerse más, la alejó tomándola del cabello. —Ah~ —ella soltó un gemido cuando él la soltó y la tomó de los br
Kathia se paró justo delante de Giovanni, sus piernas casi tocándose. Él estaba a punto de colocar sus manos en las caderas de esa hermosa mujer, incapaz de resistir la tentación de tocarla, pero… Ella lo detuvo antes de que pudiera hacerlo, moviendo el dedo índice de manera coqueta, con una sonrisa altiva que iluminaba su rostro. —Sea paciente, esposito. Aquí la que manda soy yo~ Giovanni arqueó una ceja, una leve sonrisa dibujándose en sus labios. Las palabras de Kathia le provocaron una emoción intensa, le encantaba ese juego entre ellos. Era como si ella fuera la mujer perfecta, capaz de hacer que todo lo demás desapareciera. Kathia suspiró, esforzándose por sonar imponente y seductora, mientras luchaba por controlar sus propias ansias. Su corazón latía con fuerza, pero no se detuvo. Sus manos se posaron en los hombros de Giovanni, acariciando suavemente el elegante saco oscuro que él llevaba puesto. Con delicadeza, sus dedos recorrieron la tela, hasta llegar al cuello del s
—Mi… Mi hombre… —susurró Kathia, tratando de asimilar la abrumadora realidad que se presentaba ante ella. Inhalando y exhalando profundamente, dejó la caja sobre el lavabo y apoyó sus manos temblorosas en el borde. Sus ojos avellana se posaron en el anillo que brillaba en su dedo, un símbolo de un compromiso que nunca imaginó que tendría con ese apuesto y peligroso italiano. "Casada… Me casé otra vez. Esto… Esto es real… Me casé en serio con ese hombre" Pensó ella, sintiendo un torbellino de emociones mientras levantaba la mirada y se contemplaba en el espejo. —Soy su… Esposa. Al pronunciar esas palabras, un escalofrío recorrió su cuerpo. Llevó su mano derecha a su pecho, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, descontrolado y lleno de incertidumbre. —Él es mi esposo. En el contrato decía que dentro de un año nos divorciaremos. Pero… No hay detalles mayores —la confusión se apoderaba de su mente mientras las dudas comenzaban a asaltarla. "Es como si… ¿existiera la posi
✧✧✧ Más tarde esa noche. En la mansión de los Bianchi. ✧✧✧ La noche avanzaba en la mansión de don Salvatore Bianchi, donde la tensión era evidente. En un salón elegante, decorado con candelabros y tapices, don Salvatore se enfrentaba a su hija Valentina, quien tenía los ojos hinchados de tanto llorar. En su mano, sostenía un conjunto de documentos, pruebas irrefutables de sus acciones. —Valentina, ¿por qué? —dijo don Salvatore, su voz grave resonando en el aire tenso—. Sé que fuiste tú quien inició esos rumores sobre Kathia. ¿Tienes idea de lo que pasará si ese hombre lo descubre?, de hecho, no es un idiota, puede que ya sospeche de ti, y por lástima lo está dejando pasar. Las lágrimas caían por las mejillas de Valentina mientras intentaba articular una respuesta. —Papá, yo… —comenzó a decir, pero las palabras no salían. Se pasó las manos por el rostro, tratando de controlar su llanto—. No puedo evitar lo que siento. Amo a Giovanni… Amo a ese hombre… —Y él ya no