Capítulo 04: Te casarás conmigo.

Kathia se encontraba sentada en ese salón, cuyo ambiente tenso la llenaba de escalofríos.

Su mirada llena de ansiedad, viendo a ese hombre que caminaba hacia ella con un par de copas en sus manos.

—Toma —le entregó él, la copa con agua. A la vez que llevaba la de whisky a sus labios y le daba un sorbo—. Tómala toda, he escuchado que las emociones fuertes no son buenas para las mujeres embarazadas.

Kathia abrió sus ojos de par en par, levantando la mirada hizo contacto visual con ese hombre.

Él la veía con atención y ella intimidada, llevó el agua a sus labios, dando un sorbo.

"¿Sabe de mi embarazo?, imagino… William le contó todo. Según lo que dijo, es su trabajo llevarme de regreso…"

Seguidamente, el señor Andreotti, se sentó en el sofá individual frente a ella, relajando su postura.

Kathia volvió a llevar la copa a la boca, mientras su mano temblaba.

—Kathia Carter. Te casarás conmigo.

—¡Puuff! —la mujer escupió el agua de su boca impactada, su copa cayó al suelo alfombrado.

Nunca antes había tenido una relación cercana con ese hombre, ni una charla mayor que un saludo, pero en una ocasión William le advirtió:

«No quiero que te acerques a él. Es peligroso.»

—¿Se trata de una mala broma, señor Andreotti? ¿Está usted burlándose de mí? —arqueó una ceja Kathia, llena de indignación—. Vine por el empleo de tutora. No por…

—El matrimonio será bajo un contrato con duración de un año —continuó ese hombre, interrumpiendo las preguntas de la castaña. A la vez que dejaba la copa de whisky sobre la mesita de cristal frente a él.

—No llevo conmigo mi sortija matrimonial. Pero, ESTOY CASADA con ese… —Kathia hizo una pausa, intentando mantener la calma— ¡¿Cómo se supone sea su esposa si tengo marido?! ¡Jamás William me dejará ir! ¡No diga tonterías y por favor, deje que me vaya!

—Creo que no escuchaste bien —exhaló él, llevando su mano a su barbilla, acariciando su mentón cuya barba estilo candado le hacía resaltar su elegancia y aspecto maduro—. Desde el momento que te sentaste sin querer volver por las buenas con William. Me perteneces.

¡Ella frunció el ceño, furiosa!

—¡YO FUI OBLIGADA POR USTED, SEÑOR ANDREOTTI! ¡Me está…!

Él hizo un gesto con su mano, indicándole que se calle.

—¿Segura que tercamente vas a rechazar la única oportunidad que tienes de escapar de sus garras?, aún no escuchas los beneficios que obtendrás.

—¿Qué beneficios…? —preguntó la profesora, una pizca de curiosidad asomándose en sus ojos avellana.

Una sonrisita maliciosa se mostró en el rostro del señor Andreotti.

—Te conseguiré el divorcio, te ayudaré a llevar a cabo tu venganza, ¿no te gustaría ver cómo el hombre que se burló de ti, te mintió desde el inicio y te manipuló como una posesión, queda en la ruina que merece?

Kathia llevó su mano a su pecho, su corazón latiendo desenfrenado como si quisiera escapar de su cuerpo.

William la encontraría, la obligaría a ser una prisionera en su hogar.

Probablemente le quitaría a sus hijos, quizá la haría abortar, ya le había dejado claro por ocho años, no gustarle la idea de ser padre, mucho menos con ella.

Tenía un par de bebitos creciendo en su interior, y asegurar su protección y futuro mejor, era su responsabilidad…

"¡PERO, POR DIOS! ¡¿CON EL SEÑOR, GIOVANNI ANDREOTTI?!"

"¡Se rumoreaba en Los Angeles, que es un mafioso sin escrúpulos!"

—NO. NO QUIERO —alzó la voz ella, levantándose, sus piernas temblaban como gelatina ante la idea de estar retando a un hombre peligroso. Pero…

¡AL CARAJO! ¡QUERÍA HUIR!

¡NI WILLIAM, NI GIOVANNI, LOS DOS ERAN BASURA!

La mirada indescifrable que él le dedicó, la dejó congelada.

—Entren —habló él a sus hombres, que de inmediato ingresaron al salón y caminaron hacia la mujer, poniéndole unas esposas—. Lleven a esta mujer de regreso a Los Angeles —ordenó Giovanni, a la vez que reproducía un audio:

«¡La perra me pertenece! ¡La haré abortar y aprenderá a nunca más huir! Por su culpa soy la m*****a burla de toda la ciudad, esto no se quedará así, nadie me engaña y escapa sin consecuencias.»

¡Kathia reconoció la voz de su marido!

Su corazón se encogió ante el dolor, sabía lo cruel que era William, pero escucharlo hablar así de sus bebés la hizo pensar.

¿Acaso tiene corazón?

Los hombres la llevaban casi arrastrada fuera del salón. Sus lágrimas deslizándose por sus mejillas… ¿Estaba dispuesta a regresar a los brazos del maldito infiel? Pero… Hacer un trato con Giovanni Andreotti era entregarse al mismísimo diablo… ¿Valdría la pena?

En ese instante, gritó:

—¡¡¡LO HARÉ!!! ¡M@LDITA SEA, LO HARÉ!

Los hombres se detuvieron, Giovanni apareció en segundos, como si ya hubiese venido tras ellos, sabiendo que ella aceptaría.

Él tomó su mano izquierda, deslizándole un glamuroso anillo de compromiso de oro con un diamante sobresaliente ovalado.

—Suéltenla. A partir de ahora, ella es mi prometida.

………

✧✧✧ Esa noche, en la mansión de los padres del señor Andreotti. ✧✧✧

—Él vendra en un rato, mi niña. Entonces le daremos la noticia —sonreía emocionada, la señora María Andreotti, madre de Giovanni.

Una mujer italiana, sentada en un sofá del salón de estar, lucía un hermoso vestido negro de diseño único y exclusivo de una prestigiosa marca napolitana para la que trabajaba como diseñadora de modas.

De figura alta y esbelta, su cabellera rizada y rubia, enmarcaban un fino rostro de aspecto atractivo con grandes ojos celestes y un sensual lunar cerca de sus labios carnosos rosa.

Valentina Bianchi.

La futura esposa de Giovanni Andreotti, aguardaba por ese hombre, para la cena familiar donde harían oficial su unión y hablarían detalles de la boda que se celebraría en un mes y para la que ya se habían entregado las invitaciones.

El mayordomo abrió la puerta de la sala, los tres presentes expectantes volvieron sus miradas.

Giovanni, con un elegante traje oscuro, se acercó escoltando a una hermosa mujer castaña, que lucía un sensual vestido rojo pasión.

—¿Quién es ella? —preguntó de inmediato el patriarca, Francesco Andreotti, padre de Giovanni. Con una expresión de evidente disgusto.

—¿Por qué traes a esa mujer desconocida, Giovanni? —continuó ahora, doña María.

—Es mi prometida. He venido a presentarles a la mujer con la que me casaré, la señorita Carter.

—¿Carter? ¿Extranjera? —hizo un gesto de indignación doña María.

¡Valentina estaba en shock! ¡No podía creer lo que veía y escuchaba!

—Gio… Pero… Yo seré tu esposa… Me dijiste que sí, que nos casaríamos… —reclamó Valentina con voz temblorosa.

—Cambié de opinión —sonrió Giovanni con malicia. Kathia con su corazón acelerado, levantó su mirada hacia el hombre que la sostenía con firmeza de la cintura baja con intimidad y posesividad—. La señorita Carter. Será mi esposa, y para alegrarles más la velada, quiero que sepan, que está embarazada.

—¡¿EMBARAZADA?! —gritó Valentina, volviéndose pálida—. ¡¿ES… ES TUYO?!

—¿Y de quién más, Valentina?, seré padre de mellizos.

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