Kathia se encontraba sentada en ese salón, cuyo ambiente tenso la llenaba de escalofríos.
Su mirada llena de ansiedad, viendo a ese hombre que caminaba hacia ella con un par de copas en sus manos. —Toma —le entregó él, la copa con agua. A la vez que llevaba la de whisky a sus labios y le daba un sorbo—. Tómala toda, he escuchado que las emociones fuertes no son buenas para las mujeres embarazadas. Kathia abrió sus ojos de par en par, levantando la mirada hizo contacto visual con ese hombre. Él la veía con atención y ella intimidada, llevó el agua a sus labios, dando un sorbo. "¿Sabe de mi embarazo?, imagino… William le contó todo. Según lo que dijo, es su trabajo llevarme de regreso…" Seguidamente, el señor Andreotti, se sentó en el sofá individual frente a ella, relajando su postura. Kathia volvió a llevar la copa a la boca, mientras su mano temblaba. —Kathia Carter. Te casarás conmigo. —¡Puuff! —la mujer escupió el agua de su boca impactada, su copa cayó al suelo alfombrado. Nunca antes había tenido una relación cercana con ese hombre, ni una charla mayor que un saludo, pero en una ocasión William le advirtió: «No quiero que te acerques a él. Es peligroso.» —¿Se trata de una mala broma, señor Andreotti? ¿Está usted burlándose de mí? —arqueó una ceja Kathia, llena de indignación—. Vine por el empleo de tutora. No por… —El matrimonio será bajo un contrato con duración de un año —continuó ese hombre, interrumpiendo las preguntas de la castaña. A la vez que dejaba la copa de whisky sobre la mesita de cristal frente a él. —No llevo conmigo mi sortija matrimonial. Pero, ESTOY CASADA con ese… —Kathia hizo una pausa, intentando mantener la calma— ¡¿Cómo se supone sea su esposa si tengo marido?! ¡Jamás William me dejará ir! ¡No diga tonterías y por favor, deje que me vaya! —Creo que no escuchaste bien —exhaló él, llevando su mano a su barbilla, acariciando su mentón cuya barba estilo candado le hacía resaltar su elegancia y aspecto maduro—. Desde el momento que te sentaste sin querer volver por las buenas con William. Me perteneces. ¡Ella frunció el ceño, furiosa! —¡YO FUI OBLIGADA POR USTED, SEÑOR ANDREOTTI! ¡Me está…! Él hizo un gesto con su mano, indicándole que se calle. —¿Segura que tercamente vas a rechazar la única oportunidad que tienes de escapar de sus garras?, aún no escuchas los beneficios que obtendrás. —¿Qué beneficios…? —preguntó la profesora, una pizca de curiosidad asomándose en sus ojos avellana. Una sonrisita maliciosa se mostró en el rostro del señor Andreotti. —Te conseguiré el divorcio, te ayudaré a llevar a cabo tu venganza, ¿no te gustaría ver cómo el hombre que se burló de ti, te mintió desde el inicio y te manipuló como una posesión, queda en la ruina que merece? Kathia llevó su mano a su pecho, su corazón latiendo desenfrenado como si quisiera escapar de su cuerpo. William la encontraría, la obligaría a ser una prisionera en su hogar. Probablemente le quitaría a sus hijos, quizá la haría abortar, ya le había dejado claro por ocho años, no gustarle la idea de ser padre, mucho menos con ella. Tenía un par de bebitos creciendo en su interior, y asegurar su protección y futuro mejor, era su responsabilidad… "¡PERO, POR DIOS! ¡¿CON EL SEÑOR, GIOVANNI ANDREOTTI?!" "¡Se rumoreaba en Los Angeles, que es un mafioso sin escrúpulos!" —NO. NO QUIERO —alzó la voz ella, levantándose, sus piernas temblaban como gelatina ante la idea de estar retando a un hombre peligroso. Pero… ¡AL CARAJO! ¡QUERÍA HUIR! ¡NI WILLIAM, NI GIOVANNI, LOS DOS ERAN BASURA! La mirada indescifrable que él le dedicó, la dejó congelada. —Entren —habló él a sus hombres, que de inmediato ingresaron al salón y caminaron hacia la mujer, poniéndole unas esposas—. Lleven a esta mujer de regreso a Los Angeles —ordenó Giovanni, a la vez que reproducía un audio: «¡La perra me pertenece! ¡La haré abortar y aprenderá a nunca más huir! Por su culpa soy la m*****a burla de toda la ciudad, esto no se quedará así, nadie me engaña y escapa sin consecuencias.» ¡Kathia reconoció la voz de su marido! Su corazón se encogió ante el dolor, sabía lo cruel que era William, pero escucharlo hablar así de sus bebés la hizo pensar. ¿Acaso tiene corazón? Los hombres la llevaban casi arrastrada fuera del salón. Sus lágrimas deslizándose por sus mejillas… ¿Estaba dispuesta a regresar a los brazos del maldito infiel? Pero… Hacer un trato con Giovanni Andreotti era entregarse al mismísimo diablo… ¿Valdría la pena? En ese instante, gritó: —¡¡¡LO HARÉ!!! ¡M@LDITA SEA, LO HARÉ! Los hombres se detuvieron, Giovanni apareció en segundos, como si ya hubiese venido tras ellos, sabiendo que ella aceptaría. Él tomó su mano izquierda, deslizándole un glamuroso anillo de compromiso de oro con un diamante sobresaliente ovalado. —Suéltenla. A partir de ahora, ella es mi prometida. ……… ✧✧✧ Esa noche, en la mansión de los padres del señor Andreotti. ✧✧✧ —Él vendra en un rato, mi niña. Entonces le daremos la noticia —sonreía emocionada, la señora María Andreotti, madre de Giovanni. Una mujer italiana, sentada en un sofá del salón de estar, lucía un hermoso vestido negro de diseño único y exclusivo de una prestigiosa marca napolitana para la que trabajaba como diseñadora de modas. De figura alta y esbelta, su cabellera rizada y rubia, enmarcaban un fino rostro de aspecto atractivo con grandes ojos celestes y un sensual lunar cerca de sus labios carnosos rosa. Valentina Bianchi. La futura esposa de Giovanni Andreotti, aguardaba por ese hombre, para la cena familiar donde harían oficial su unión y hablarían detalles de la boda que se celebraría en un mes y para la que ya se habían entregado las invitaciones. El mayordomo abrió la puerta de la sala, los tres presentes expectantes volvieron sus miradas. Giovanni, con un elegante traje oscuro, se acercó escoltando a una hermosa mujer castaña, que lucía un sensual vestido rojo pasión. —¿Quién es ella? —preguntó de inmediato el patriarca, Francesco Andreotti, padre de Giovanni. Con una expresión de evidente disgusto. —¿Por qué traes a esa mujer desconocida, Giovanni? —continuó ahora, doña María. —Es mi prometida. He venido a presentarles a la mujer con la que me casaré, la señorita Carter. —¿Carter? ¿Extranjera? —hizo un gesto de indignación doña María. ¡Valentina estaba en shock! ¡No podía creer lo que veía y escuchaba! —Gio… Pero… Yo seré tu esposa… Me dijiste que sí, que nos casaríamos… —reclamó Valentina con voz temblorosa. —Cambié de opinión —sonrió Giovanni con malicia. Kathia con su corazón acelerado, levantó su mirada hacia el hombre que la sostenía con firmeza de la cintura baja con intimidad y posesividad—. La señorita Carter. Será mi esposa, y para alegrarles más la velada, quiero que sepan, que está embarazada. —¡¿EMBARAZADA?! —gritó Valentina, volviéndose pálida—. ¡¿ES… ES TUYO?! —¿Y de quién más, Valentina?, seré padre de mellizos.—¡NO VOY A ACEPTAR ESTA BURLA! —exclamó Valentina Bianchi, con lágrimas asomando en sus ojos celestes mientras agarraba su bolso del sofá—. ¡Me voy! —gritó, plantándose frente a Giovanni y Kathia—. Te arrepentirás de esto, Gio. Yo no soy un puto juego —amenazó, dirigiendo una mirada fulminante hacia la mujer castaña. El sonido de sus tacones se desvaneció con un fuerte golpe en la puerta del elegante salón. —¡INACEPTABLE! ¡Saca a esa mujer de nuestra casa y corre a disculparte con Valentina! —gritó doña María, furiosa. —¿Disculpa?, madre. Desde hace mucho dejaste de tener poder en mi vida. ¿Cuándo fue? Ah, sí, cuando dijeron: "no nos sirves para nada. Por eso tu hermano lo tendrá todo". Los ojos avellana de Kathia se abrieron desmesuradamente, sintiéndose como un pez fuera del agua, completamente fuera de lugar. La mujer de sensual vestido rojo se puso de puntillas, apoyándose en el alto italiano, susurrando como si fuera un secreto íntimo: —Señor Andreotti… ¿Puedo irme ya? Lo
Kathia se quedó inmóvil. Ella sentía el calor de los labios del señor Andreotti sobre los suyos, su mente por un momento, quedó en blanco. De repente, con ambas manos, lo empujó con fuerza, rompiendo el beso. —¡¿Qué demonios cree que está haciendo?! —gritó la profesora Kathia, apartándose hasta que su espalda chocó contra la puerta del auto. PUM~ Ella hizo un pequeño gesto de dolor, pero rápidamente se enderezó. Su respiración estaba entrecortada, su pecho subía y bajaba con rapidez. Giovanni se reclinó hacia atrás con una sonrisa fría en su rostro. Se pasó la lengua por los labios en un gesto provocativo, mientras la miraba con sus ojos grises y penetrantes. —Estábamos sellando nuestro trato, linda. ¿No te gustó? Kathia lo fulminó con la mirada, sus manos temblaban aferrándose a la falda de su seductor vestido rojo, luchando por mantener la compostura. —¡Usted es un… es un…! —incapaz de encontrar el término adecuado para él, ella guardó silencio un instante—. ¡Es
Valentina se aferró a los brazos de su padre, llorando con desesperación. Él la abrazó con fuerza, acariciando su cabello con cariño. —Al menos… —dijo ella entre lágrimas—. Al menos la señora María Andreotti está de mi lado. Ella no quiere que Giovanni esté con esa… esa desconocida. ¡No voy a permitir que una cualquiera venga a quitarme lo que es mío! No sé quién es, pero sé que es una interesada. Lo sé, papá. Sólo quiere aprovecharse de la fortuna de mi Gio… Salvatore la apartó suavemente, sosteniéndola por los hombros. Su mirada era firme, segura, como si en ese momento tomara una decisión irrevocable: —No te preocupes, hija mía. Yo me encargaré de esto. Nadie humilla a una Bianchi. Nadie. Estoy orgulloso de ti, Valentina. Eres fuerte, no permitas que nadie te derrote. ……………… ✧✧✧ Un Día Después. Los Ángeles, Estados Unidos. ✧✧✧ En la casa de playa de los Andreotti. Los muros altos, cubiertos de enredaderas floreadas, rodeaban la propiedad dando un ambiente natural y glamuro
—¿Te acostaste con él? —soltó William la pregunta con rudeza. —¿Qué? —Kathia arqueó las cejas, incrédula ante la pregunta. —¡¡¡CONTESTA!!! —estalló William, levantando la voz—. ¡¿Fuiste tan… tan zorra como para revolcarte con Giovanni para que te ayudara?! Antes de que Kathia pudiera reaccionar, Giovanni la sorprendió al levantarse de golpe, haciendo chirriar su silla. En un instante, ese italiano caminó con pasos firmes hacia William. —¡¿Qué demonios…?! ¡Ugh! —las palabras de William se detuvieron en seco cuando Giovanni lo agarró del cuello. Se inclinó hacia él, lanzándole una mirada que irradiaba peligro. —Discúlpate con ella. William arqueó una ceja, consciente de cómo era realmente ese hombre, pero su orgullo no le permitía ceder fácilmente. Frunció el ceño, negándose a disculparse. La mano de Giovanni apretó aún más. —¿No me oyes? Dije: DIS-CÚL-PA-TE con ella, William. No permitiré que la trates así, menos en mi presencia —la voz grave de Giovanni resonó llena de aut
Giovanni se levantó de su silla con su porte elegante y seguro que parecía rodearlo de un aura imponente, casi triunfal. Con una sonrisa burlista en los labios, se inclinó ligeramente hacia William. —Hablas de la "linda profesora" como si realmente te hubiera importado. Como si la amaras… Pero dime, William, ¿olvidaste que yo estaba ahí? ¿Olvidaste que vi en primera fila cada vez que la traicionaste? —sus palabras fueron un golpe directo, llenas de una frialdad que cortaba como un cuchillo—. Lo sabes. Nunca la amaste. William bajó la mirada hacia los documentos. Sus ojos, azules y furiosos, ahora estaban nublados por la impotencia. Stéfano, sin perder tiempo, colocó la pluma en su mano. Las opciones habían desaparecido. Era el fin de su control y… Era el principio de su derrota. —Aprovecha que también soy tu abogado. No necesitas llevar esto más allá —rió Stéfano con un aire de malicia. —Malditos sean… —susurró la voz grave del CEO Johnson, lanzando una mirada fulminante hac
✧✧✧ Más tarde, esa noche, en la casa de playa del señor Andreotti. ✧✧✧ El sonido de las olas rompiendo contra la orilla llenaba el aire. Kathia Cárter estaba en el balcón de su habitación, envuelta en una manta, mirando el horizonte con la mente perdida. Su mente era un caos, su corazón latía dolosamente. Después de intentar tomar una siesta por algunas horas, la buscaron para que baje a cenar… Por supuesto, no lo hizo. ¿Qué apetito tendría después de lo que vivió esa mañana? Clack~ En ese momento, la puerta corrediza del balcón se abrió de repente. Kathia no necesitó girarse para saber quién estaba ahí tras de ella, ya que… Giovanni Andreotti tenía una presencia que era imposible ignorar. —¿Siempre huyes cuando las cosas no están a tu favor? —preguntó él con su tono bajo y arrogante, ese que lograba hacerla hervir de rabia y, al mismo tiempo, estremecerse. Kathia se giró lentamente, sus ojos avellanas hinchados por el llanto. Giovanni estaba ahí, impecable como siempre
Giovanni la observó en silencio, su mirada era gélida, casi una amenaza silenciosa y aún así… Kathia finalmente se levantó de la cama, evitando el contacto visual. —No te arrepientas, Kathia. Lo que pasó aquí fue real. La primera, de muchas más veces. Ella no respondió. Simplemente se fue a encerrar al baño, dejando a Giovanni solo. ¡CLANK! Tras el portazo de Kathia, él se quedó ahí, su rostro endurecido por la molestia… No estaba acostumbrado a que las mujeres se alejaran de él… y esa profesora de primaria, era la segunda en toda su vida, que le hacía algo así. ……………… ✧✧✧ Mientras tanto, en una propiedad del CEO Johnson. ✧✧✧ William caminaba por un pasillo oscuro, su mente llena de planes retorcidos. "¡MALDITO SEAS GIOVANNI! ¡M@LDITA CUALQUIERA RESULTASTE SER, KATHIA!" Pensaba ese hombre rubio, sumergido en la ira, y la humillación que vivió ese día. En una habitación al final del pasillo, Marina, la mejor amiga de Kathia, estaba sentada en la cama. Su rostro lucía
"¿No lo sabe?, todo esto es una farsa. Un contrato. Supongo que… No es amigo cercano de Giovanni…" Pensó Kathia que exhaló. Incómoda de estar ahí… Se sentía fuera de lugar. Simplemente no encajaba. ¿Pero qué podía hacer?, él tenía negocios qué tratar y no la iba a dejar fuera de su vista. El hombre que se había sentado junto a ella, hizo un gesto con su mano, de inmediato le trajeron dos cócteles. Él los tomó en sus manos y ofreció uno a Kathia. —Mi nombre es Christian. Soy el jefe de seguridad —le informó ese hombre—. Si necesitas huir de él algún día, podría llamarme~ —sacó una tarjeta del bolsillo de su traje y en ese momento… —¿Estás buscando quedarte sin mano, Christian? —se escuchó la voz de ese italiano. Kathia levantó la vista y se encontró con Giovanni, que la miraba con una expresión que mezclaba irritación, y algo más que ella no pudo identificar en ese momento. —¿Está molestándote? —preguntó Giovanni, ignorando por completo al hombre y centrando su atención en