Capítulo 05: Ahora son mis hijos.

—¡NO VOY A ACEPTAR ESTA BURLA! —exclamó Valentina Bianchi, con lágrimas asomando en sus ojos celestes mientras agarraba su bolso del sofá—. ¡Me voy! —gritó, plantándose frente a Giovanni y Kathia—. Te arrepentirás de esto, Gio. Yo no soy un puto juego —amenazó, dirigiendo una mirada fulminante hacia la mujer castaña.

El sonido de sus tacones se desvaneció con un fuerte golpe en la puerta del elegante salón.

—¡INACEPTABLE! ¡Saca a esa mujer de nuestra casa y corre a disculparte con Valentina! —gritó doña María, furiosa.

—¿Disculpa?, madre. Desde hace mucho dejaste de tener poder en mi vida. ¿Cuándo fue? Ah, sí, cuando dijeron: "no nos sirves para nada. Por eso tu hermano lo tendrá todo".

Los ojos avellana de Kathia se abrieron desmesuradamente, sintiéndose como un pez fuera del agua, completamente fuera de lugar.

La mujer de sensual vestido rojo se puso de puntillas, apoyándose en el alto italiano, susurrando como si fuera un secreto íntimo:

—Señor Andreotti… ¿Puedo irme ya? Lo esperaré en la limusina. No creo que deba estar escuchando esto.

Giovanni la miró con una intensidad que duró un instante antes de volverse hacia su padre.

—No.

Kathia suspiró ante su negativa, sintiendo un nudo de nerviosismo en el estómago.

¡¿En qué demonios se estaba metiendo?!

—Como decía, "querido" padre. Desde que Lorenzo murió junto a su mujer, dejando a Alessandro huérfano, me dijiste que todo su patrimonio quedaría en mis manos, siempre y cuando ordenara mi vida, encontrara una buena prometida, te diera al menos un nieto y fuera responsable con Alessandro. Aquí estoy, he venido por lo que me pertenece.

—¡¿PERO DE ESTA MANERA, GIOVANNI?! —gritó furioso Francesco, el padre de Giovanni—. Habías prometido a Valentina que la harías tu mujer. Todos esperábamos eso. Vino emocionada desde la clínica, su tratamiento ha funcionado y los médicos dijeron que podría quedarse embarazada.

—No me importa. No iba a casarme con la exnovia de mi difunto hermano solo porque les agrada —respondió Giovanni, refiriéndose a Valentina. Sacó su teléfono móvil y marcó rápidamente—. Stéfano, ingresa.

En cuestión de minutos, un hombre elegante en traje azul marino y con un maletín apareció.

Era uno de los mejores abogados de Nápoles, famoso por sacar a sus clientes, sin importar cuán culpables fueran, de cualquier problema legal. Era el abogado del poderoso Giovanni Andreotti.

El abogado sacó documentos de su maletín y se los entregó al señor Francesco.

—El traspaso de las propiedades se realizará bajo el preacuerdo que hicieron con testigos. El señor Giovanni Andreotti tiene un plazo de siete meses para concretar su matrimonio después de la firma de ambas partes; de lo contrario, el trato será cancelado.

El señor Francesco sostuvo los papeles en sus manos, con la mirada fija en Giovanni.

—¡Podría rechazarlo ahora mismo, Giovanni! Lo que estás haciendo no es de mi agrado.

—¿Y quién más se ocupará del imperio de los Andreotti, padre? ¿Irás al cementerio a llorarle a Lorenzo? ¿Esperarás más de una década para que Alessandro crezca como quieres? En ese tiempo, sólo quedarán cenizas de lo que tanto trabajo te costó crear. Soy tu única opción —sonrió Giovanni con malicia, que soltando a Kathia, se acercó a su padre a pasos lentos—. El hijo que tanto desprecias y que nunca será digno, es lo único que te queda. Firma.

El señor Francesco volvió a mirar hacia Kathia. Ella sintió un escalofrío recorrerle.

—¿Embarazada, tendrás tiempo de ser buena madre para Alessandro?

Ante la pregunta de su padre, Giovanni miró de inmediato a Kathia, con una expresión sombría, como si le dijera: "cuida tus palabras o vivirás una pesadilla".

Ella tragó saliva en seco y asintió, tratando de mostrar una sonrisa lo menos forzada posible.

Recordó al dulce niño de la fotografía, que nuevamente le hizo sentir una calidez en el pecho.

—Me encantan los niños. De hecho, soy profesora y seré la tutora personal de Alessandro.

Ante la dulce y decidida respuesta, el señor Francesco se sorprendió.

—Entiendo —volvió a mirar los documentos y los firmó—. ¿Cuándo te casarás con la señorita Carter? Sugiero que sea lo más pronto posible.

—Iré a Los Ángeles. Nos gustaría obtener la bendición de su padre. Será antes de que el plazo se venza; de eso no hay dudas —dijo Giovanni, con altivez.

—¿La bendición? Me gusta. Al menos harás esto bien.

…………

✧✧✧ Más tarde esa noche. ✧✧✧

En las afueras de la propiedad de Francesco Andreotti, su hijo había subido al interior del vehículo oscuro, polarizado y blindado.

Dos automóviles más los siguieron al salir de la propiedad, escoltando.

—¡ESTÁ USTED LOCO! ¡¿EN QUÉ ENDEMONIADO PLAN ME HA METIDO, SEÑOR ANDREOTTI?! —gritó Kathia, alterada ante todo lo que había vivido y escuchado en esa mansión—. ¿Y dice que iremos a Los Ángeles? ¡NO VOLVERÉ JAMÁS A ESTADOS UNIDOS! ¡Se lo dije! ¡Ahí está William! ¡Me va a matar si se entera de nuestro trato!

—¿Linda, has olvidado que serás mi mujer? Necesito que estés libre para mí lo más rápido posible —se inclinó Giovanni hacia Kathia, con su mano posándose descaradamente sobre su muslo izquierdo.

¡Kathia apartó la mano de ese hombre, viéndolo fijamente!

—No era parte del trato que su verdadera prometida me viera como si quisiera descuartizarme… ¡Si algo le pasa a mis mellizos, lo voy a castrar a usted, señor Andreotti! —amenazó la mujer, cruzándose de brazos con evidente disgusto.

Giovanni se sorprendió por un segundo; rápidamente, su expresión se tornó seria, y volvió a colocar su mano en la pierna de la mujer. Inclinándose hacia ella, susurró a su oído:

—Tienes una boquita muy sucia, profesora. Pero no te preocupes, ahora son mis hijos y me tomaré ese hecho en serio —decía él, con un tono seductor, mientras su mano iba bajando en busca de la abertura de la falda del vestido.

¡Kathia sintió un escalofrío recorrerle! El aliento tan cerca del italiano, su mano grande y de dedos largos metiéndose en su entrepierna.

Ella temió hacer contacto visual con él; se sentía como un ciervo acorralado ante el depredador.

—Volveremos apenas William firme el divorcio y nos casaremos de inmediato el día que sea validado —continuó Giovanni—. No será mucho tiempo; utilizaré algunas conexiones que me deben favores.

"¡Boda! ¡¿Me casaré con este desconocido?! ¡¿Hasta dónde he caído?!"

Pensó Kathia, comenzando a arrepentirse.

—¿Cree que William aceptará fácilmente dejarme? —susurró Kathia, deteniendo la mano de ese italiano que ya estaba apunto de acariciar su zona íntima—. William me ve como un objeto que le pertenece. Su ego no lo dejará soltarme.

—Lo hará —sonrió arrogante ese hombre de cabellera negra—. Si existe alguien en el mundo que puede destruir a tu marido, soy yo.

Kathia lo miró nuevamente con el ceño fruncido y la mirada llena de incredulidad. En ese instante, él, pasó su mano libre tras la cabeza de la mujer, acercándola, sus labios a centímetros de distancia.

—Y tú, como mi mujer, deberás cumplirme en todo término.

La distancia entre sus labios se esfumó en segundos, cuando Giovanni Andreotti… La besó.

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