—¡NO VOY A ACEPTAR ESTA BURLA! —exclamó Valentina Bianchi, con lágrimas asomando en sus ojos celestes mientras agarraba su bolso del sofá—. ¡Me voy! —gritó, plantándose frente a Giovanni y Kathia—. Te arrepentirás de esto, Gio. Yo no soy un puto juego —amenazó, dirigiendo una mirada fulminante hacia la mujer castaña.
El sonido de sus tacones se desvaneció con un fuerte golpe en la puerta del elegante salón. —¡INACEPTABLE! ¡Saca a esa mujer de nuestra casa y corre a disculparte con Valentina! —gritó doña María, furiosa. —¿Disculpa?, madre. Desde hace mucho dejaste de tener poder en mi vida. ¿Cuándo fue? Ah, sí, cuando dijeron: "no nos sirves para nada. Por eso tu hermano lo tendrá todo". Los ojos avellana de Kathia se abrieron desmesuradamente, sintiéndose como un pez fuera del agua, completamente fuera de lugar. La mujer de sensual vestido rojo se puso de puntillas, apoyándose en el alto italiano, susurrando como si fuera un secreto íntimo: —Señor Andreotti… ¿Puedo irme ya? Lo esperaré en la limusina. No creo que deba estar escuchando esto. Giovanni la miró con una intensidad que duró un instante antes de volverse hacia su padre. —No. Kathia suspiró ante su negativa, sintiendo un nudo de nerviosismo en el estómago. ¡¿En qué demonios se estaba metiendo?! —Como decía, "querido" padre. Desde que Lorenzo murió junto a su mujer, dejando a Alessandro huérfano, me dijiste que todo su patrimonio quedaría en mis manos, siempre y cuando ordenara mi vida, encontrara una buena prometida, te diera al menos un nieto y fuera responsable con Alessandro. Aquí estoy, he venido por lo que me pertenece. —¡¿PERO DE ESTA MANERA, GIOVANNI?! —gritó furioso Francesco, el padre de Giovanni—. Habías prometido a Valentina que la harías tu mujer. Todos esperábamos eso. Vino emocionada desde la clínica, su tratamiento ha funcionado y los médicos dijeron que podría quedarse embarazada. —No me importa. No iba a casarme con la exnovia de mi difunto hermano solo porque les agrada —respondió Giovanni, refiriéndose a Valentina. Sacó su teléfono móvil y marcó rápidamente—. Stéfano, ingresa. En cuestión de minutos, un hombre elegante en traje azul marino y con un maletín apareció. Era uno de los mejores abogados de Nápoles, famoso por sacar a sus clientes, sin importar cuán culpables fueran, de cualquier problema legal. Era el abogado del poderoso Giovanni Andreotti. El abogado sacó documentos de su maletín y se los entregó al señor Francesco. —El traspaso de las propiedades se realizará bajo el preacuerdo que hicieron con testigos. El señor Giovanni Andreotti tiene un plazo de siete meses para concretar su matrimonio después de la firma de ambas partes; de lo contrario, el trato será cancelado. El señor Francesco sostuvo los papeles en sus manos, con la mirada fija en Giovanni. —¡Podría rechazarlo ahora mismo, Giovanni! Lo que estás haciendo no es de mi agrado. —¿Y quién más se ocupará del imperio de los Andreotti, padre? ¿Irás al cementerio a llorarle a Lorenzo? ¿Esperarás más de una década para que Alessandro crezca como quieres? En ese tiempo, sólo quedarán cenizas de lo que tanto trabajo te costó crear. Soy tu única opción —sonrió Giovanni con malicia, que soltando a Kathia, se acercó a su padre a pasos lentos—. El hijo que tanto desprecias y que nunca será digno, es lo único que te queda. Firma. El señor Francesco volvió a mirar hacia Kathia. Ella sintió un escalofrío recorrerle. —¿Embarazada, tendrás tiempo de ser buena madre para Alessandro? Ante la pregunta de su padre, Giovanni miró de inmediato a Kathia, con una expresión sombría, como si le dijera: "cuida tus palabras o vivirás una pesadilla". Ella tragó saliva en seco y asintió, tratando de mostrar una sonrisa lo menos forzada posible. Recordó al dulce niño de la fotografía, que nuevamente le hizo sentir una calidez en el pecho. —Me encantan los niños. De hecho, soy profesora y seré la tutora personal de Alessandro. Ante la dulce y decidida respuesta, el señor Francesco se sorprendió. —Entiendo —volvió a mirar los documentos y los firmó—. ¿Cuándo te casarás con la señorita Carter? Sugiero que sea lo más pronto posible. —Iré a Los Ángeles. Nos gustaría obtener la bendición de su padre. Será antes de que el plazo se venza; de eso no hay dudas —dijo Giovanni, con altivez. —¿La bendición? Me gusta. Al menos harás esto bien. ………… ✧✧✧ Más tarde esa noche. ✧✧✧ En las afueras de la propiedad de Francesco Andreotti, su hijo había subido al interior del vehículo oscuro, polarizado y blindado. Dos automóviles más los siguieron al salir de la propiedad, escoltando. —¡ESTÁ USTED LOCO! ¡¿EN QUÉ ENDEMONIADO PLAN ME HA METIDO, SEÑOR ANDREOTTI?! —gritó Kathia, alterada ante todo lo que había vivido y escuchado en esa mansión—. ¿Y dice que iremos a Los Ángeles? ¡NO VOLVERÉ JAMÁS A ESTADOS UNIDOS! ¡Se lo dije! ¡Ahí está William! ¡Me va a matar si se entera de nuestro trato! —¿Linda, has olvidado que serás mi mujer? Necesito que estés libre para mí lo más rápido posible —se inclinó Giovanni hacia Kathia, con su mano posándose descaradamente sobre su muslo izquierdo. ¡Kathia apartó la mano de ese hombre, viéndolo fijamente! —No era parte del trato que su verdadera prometida me viera como si quisiera descuartizarme… ¡Si algo le pasa a mis mellizos, lo voy a castrar a usted, señor Andreotti! —amenazó la mujer, cruzándose de brazos con evidente disgusto. Giovanni se sorprendió por un segundo; rápidamente, su expresión se tornó seria, y volvió a colocar su mano en la pierna de la mujer. Inclinándose hacia ella, susurró a su oído: —Tienes una boquita muy sucia, profesora. Pero no te preocupes, ahora son mis hijos y me tomaré ese hecho en serio —decía él, con un tono seductor, mientras su mano iba bajando en busca de la abertura de la falda del vestido. ¡Kathia sintió un escalofrío recorrerle! El aliento tan cerca del italiano, su mano grande y de dedos largos metiéndose en su entrepierna. Ella temió hacer contacto visual con él; se sentía como un ciervo acorralado ante el depredador. —Volveremos apenas William firme el divorcio y nos casaremos de inmediato el día que sea validado —continuó Giovanni—. No será mucho tiempo; utilizaré algunas conexiones que me deben favores. "¡Boda! ¡¿Me casaré con este desconocido?! ¡¿Hasta dónde he caído?!" Pensó Kathia, comenzando a arrepentirse. —¿Cree que William aceptará fácilmente dejarme? —susurró Kathia, deteniendo la mano de ese italiano que ya estaba apunto de acariciar su zona íntima—. William me ve como un objeto que le pertenece. Su ego no lo dejará soltarme. —Lo hará —sonrió arrogante ese hombre de cabellera negra—. Si existe alguien en el mundo que puede destruir a tu marido, soy yo. Kathia lo miró nuevamente con el ceño fruncido y la mirada llena de incredulidad. En ese instante, él, pasó su mano libre tras la cabeza de la mujer, acercándola, sus labios a centímetros de distancia. —Y tú, como mi mujer, deberás cumplirme en todo término. La distancia entre sus labios se esfumó en segundos, cuando Giovanni Andreotti… La besó.Kathia se quedó inmóvil. Ella sentía el calor de los labios del señor Andreotti sobre los suyos, su mente por un momento, quedó en blanco. De repente, con ambas manos, lo empujó con fuerza, rompiendo el beso. —¡¿Qué demonios cree que está haciendo?! —gritó la profesora Kathia, apartándose hasta que su espalda chocó contra la puerta del auto. PUM~ Ella hizo un pequeño gesto de dolor, pero rápidamente se enderezó. Su respiración estaba entrecortada, su pecho subía y bajaba con rapidez. Giovanni se reclinó hacia atrás con una sonrisa fría en su rostro. Se pasó la lengua por los labios en un gesto provocativo, mientras la miraba con sus ojos grises y penetrantes. —Estábamos sellando nuestro trato, linda. ¿No te gustó? Kathia lo fulminó con la mirada, sus manos temblaban aferrándose a la falda de su seductor vestido rojo, luchando por mantener la compostura. —¡Usted es un… es un…! —incapaz de encontrar el término adecuado para él, ella guardó silencio un instante—. ¡Es
Valentina se aferró a los brazos de su padre, llorando con desesperación. Él la abrazó con fuerza, acariciando su cabello con cariño. —Al menos… —dijo ella entre lágrimas—. Al menos la señora María Andreotti está de mi lado. Ella no quiere que Giovanni esté con esa… esa desconocida. ¡No voy a permitir que una cualquiera venga a quitarme lo que es mío! No sé quién es, pero sé que es una interesada. Lo sé, papá. Sólo quiere aprovecharse de la fortuna de mi Gio… Salvatore la apartó suavemente, sosteniéndola por los hombros. Su mirada era firme, segura, como si en ese momento tomara una decisión irrevocable: —No te preocupes, hija mía. Yo me encargaré de esto. Nadie humilla a una Bianchi. Nadie. Estoy orgulloso de ti, Valentina. Eres fuerte, no permitas que nadie te derrote. ……………… ✧✧✧ Un Día Después. Los Ángeles, Estados Unidos. ✧✧✧ En la casa de playa de los Andreotti. Los muros altos, cubiertos de enredaderas floreadas, rodeaban la propiedad dando un ambiente natural y glamuro
—¿Te acostaste con él? —soltó William la pregunta con rudeza. —¿Qué? —Kathia arqueó las cejas, incrédula ante la pregunta. —¡¡¡CONTESTA!!! —estalló William, levantando la voz—. ¡¿Fuiste tan… tan zorra como para revolcarte con Giovanni para que te ayudara?! Antes de que Kathia pudiera reaccionar, Giovanni la sorprendió al levantarse de golpe, haciendo chirriar su silla. En un instante, ese italiano caminó con pasos firmes hacia William. —¡¿Qué demonios…?! ¡Ugh! —las palabras de William se detuvieron en seco cuando Giovanni lo agarró del cuello. Se inclinó hacia él, lanzándole una mirada que irradiaba peligro. —Discúlpate con ella. William arqueó una ceja, consciente de cómo era realmente ese hombre, pero su orgullo no le permitía ceder fácilmente. Frunció el ceño, negándose a disculparse. La mano de Giovanni apretó aún más. —¿No me oyes? Dije: DIS-CÚL-PA-TE con ella, William. No permitiré que la trates así, menos en mi presencia —la voz grave de Giovanni resonó llena de aut
Giovanni se levantó de su silla con su porte elegante y seguro que parecía rodearlo de un aura imponente, casi triunfal. Con una sonrisa burlista en los labios, se inclinó ligeramente hacia William. —Hablas de la "linda profesora" como si realmente te hubiera importado. Como si la amaras… Pero dime, William, ¿olvidaste que yo estaba ahí? ¿Olvidaste que vi en primera fila cada vez que la traicionaste? —sus palabras fueron un golpe directo, llenas de una frialdad que cortaba como un cuchillo—. Lo sabes. Nunca la amaste. William bajó la mirada hacia los documentos. Sus ojos, azules y furiosos, ahora estaban nublados por la impotencia. Stéfano, sin perder tiempo, colocó la pluma en su mano. Las opciones habían desaparecido. Era el fin de su control y… Era el principio de su derrota. —Aprovecha que también soy tu abogado. No necesitas llevar esto más allá —rió Stéfano con un aire de malicia. —Malditos sean… —susurró la voz grave del CEO Johnson, lanzando una mirada fulminante hac
✧✧✧ Más tarde, esa noche, en la casa de playa del señor Andreotti. ✧✧✧ El sonido de las olas rompiendo contra la orilla llenaba el aire. Kathia Cárter estaba en el balcón de su habitación, envuelta en una manta, mirando el horizonte con la mente perdida. Su mente era un caos, su corazón latía dolosamente. Después de intentar tomar una siesta por algunas horas, la buscaron para que baje a cenar… Por supuesto, no lo hizo. ¿Qué apetito tendría después de lo que vivió esa mañana? Clack~ En ese momento, la puerta corrediza del balcón se abrió de repente. Kathia no necesitó girarse para saber quién estaba ahí tras de ella, ya que… Giovanni Andreotti tenía una presencia que era imposible ignorar. —¿Siempre huyes cuando las cosas no están a tu favor? —preguntó él con su tono bajo y arrogante, ese que lograba hacerla hervir de rabia y, al mismo tiempo, estremecerse. Kathia se giró lentamente, sus ojos avellanas hinchados por el llanto. Giovanni estaba ahí, impecable como siempre
Giovanni la observó en silencio, su mirada era gélida, casi una amenaza silenciosa y aún así… Kathia finalmente se levantó de la cama, evitando el contacto visual. —No te arrepientas, Kathia. Lo que pasó aquí fue real. La primera, de muchas más veces. Ella no respondió. Simplemente se fue a encerrar al baño, dejando a Giovanni solo. ¡CLANK! Tras el portazo de Kathia, él se quedó ahí, su rostro endurecido por la molestia… No estaba acostumbrado a que las mujeres se alejaran de él… y esa profesora de primaria, era la segunda en toda su vida, que le hacía algo así. ……………… ✧✧✧ Mientras tanto, en una propiedad del CEO Johnson. ✧✧✧ William caminaba por un pasillo oscuro, su mente llena de planes retorcidos. "¡MALDITO SEAS GIOVANNI! ¡M@LDITA CUALQUIERA RESULTASTE SER, KATHIA!" Pensaba ese hombre rubio, sumergido en la ira, y la humillación que vivió ese día. En una habitación al final del pasillo, Marina, la mejor amiga de Kathia, estaba sentada en la cama. Su rostro lucía
"¿No lo sabe?, todo esto es una farsa. Un contrato. Supongo que… No es amigo cercano de Giovanni…" Pensó Kathia que exhaló. Incómoda de estar ahí… Se sentía fuera de lugar. Simplemente no encajaba. ¿Pero qué podía hacer?, él tenía negocios qué tratar y no la iba a dejar fuera de su vista. El hombre que se había sentado junto a ella, hizo un gesto con su mano, de inmediato le trajeron dos cócteles. Él los tomó en sus manos y ofreció uno a Kathia. —Mi nombre es Christian. Soy el jefe de seguridad —le informó ese hombre—. Si necesitas huir de él algún día, podría llamarme~ —sacó una tarjeta del bolsillo de su traje y en ese momento… —¿Estás buscando quedarte sin mano, Christian? —se escuchó la voz de ese italiano. Kathia levantó la vista y se encontró con Giovanni, que la miraba con una expresión que mezclaba irritación, y algo más que ella no pudo identificar en ese momento. —¿Está molestándote? —preguntó Giovanni, ignorando por completo al hombre y centrando su atención en
El señor Andreotti apretó la mandíbula y se pasó una mano por el cabello, como si intentara contenerse. Finalmente habló, pero su tono era más frío que antes: —Te dije que no te preocupes —se giró hacia el baño, como si quisiera terminar la conversación, dándole la espalda a esa profesora—. Yo me encargo de todo. —Espero que tengas razón —Kathia lo miró con desconfianza mientras se sentaba en la cama—. Porque si no la tienes, me encargaré yo misma de que pague por ello, señor Andreotti. Giovanni dejó escapar una leve sonrisita desde el umbral del baño, una que ella no pudo notar. ……………… ✧✧✧ Tres días más tarde. ✧✧✧ El sol de la mañana bañaba la ciudad de Los Ángeles. Giovanni ajustó su saco mientras caminaba hacia su vehículo oscuro. Tenía asuntos importantes que atender antes de regresar a Nápoles, pero algo en el tono de Kathia cuando pidió acompañarlo durante el desayuno, lo hizo dudar. « Quiero ver a mi padre. » Había dicho ella, con una mezcla de nerviosismo y firm