✧✧✧ Más tarde, esa noche, en la casa de playa del señor Andreotti. ✧✧✧ El sonido de las olas rompiendo contra la orilla llenaba el aire. Kathia Cárter estaba en el balcón de su habitación, envuelta en una manta, mirando el horizonte con la mente perdida. Su mente era un caos, su corazón latía dolosamente. Después de intentar tomar una siesta por algunas horas, la buscaron para que baje a cenar… Por supuesto, no lo hizo. ¿Qué apetito tendría después de lo que vivió esa mañana? Clack~ En ese momento, la puerta corrediza del balcón se abrió de repente. Kathia no necesitó girarse para saber quién estaba ahí tras de ella, ya que… Giovanni Andreotti tenía una presencia que era imposible ignorar. —¿Siempre huyes cuando las cosas no están a tu favor? —preguntó él con su tono bajo y arrogante, ese que lograba hacerla hervir de rabia y, al mismo tiempo, estremecerse. Kathia se giró lentamente, sus ojos avellanas hinchados por el llanto. Giovanni estaba ahí, impecable como siempre
Giovanni la observó en silencio, su mirada era gélida, casi una amenaza silenciosa y aún así… Kathia finalmente se levantó de la cama, evitando el contacto visual. —No te arrepientas, Kathia. Lo que pasó aquí fue real. La primera, de muchas más veces. Ella no respondió. Simplemente se fue a encerrar al baño, dejando a Giovanni solo. ¡CLANK! Tras el portazo de Kathia, él se quedó ahí, su rostro endurecido por la molestia… No estaba acostumbrado a que las mujeres se alejaran de él… y esa profesora de primaria, era la segunda en toda su vida, que le hacía algo así. ……………… ✧✧✧ Mientras tanto, en una propiedad del CEO Johnson. ✧✧✧ William caminaba por un pasillo oscuro, su mente llena de planes retorcidos. "¡MALDITO SEAS GIOVANNI! ¡M@LDITA CUALQUIERA RESULTASTE SER, KATHIA!" Pensaba ese hombre rubio, sumergido en la ira, y la humillación que vivió ese día. En una habitación al final del pasillo, Marina, la mejor amiga de Kathia, estaba sentada en la cama. Su rostro lucía
"¿No lo sabe?, todo esto es una farsa. Un contrato. Supongo que… No es amigo cercano de Giovanni…" Pensó Kathia que exhaló. Incómoda de estar ahí… Se sentía fuera de lugar. Simplemente no encajaba. ¿Pero qué podía hacer?, él tenía negocios qué tratar y no la iba a dejar fuera de su vista. El hombre que se había sentado junto a ella, hizo un gesto con su mano, de inmediato le trajeron dos cócteles. Él los tomó en sus manos y ofreció uno a Kathia. —Mi nombre es Christian. Soy el jefe de seguridad —le informó ese hombre—. Si necesitas huir de él algún día, podría llamarme~ —sacó una tarjeta del bolsillo de su traje y en ese momento… —¿Estás buscando quedarte sin mano, Christian? —se escuchó la voz de ese italiano. Kathia levantó la vista y se encontró con Giovanni, que la miraba con una expresión que mezclaba irritación, y algo más que ella no pudo identificar en ese momento. —¿Está molestándote? —preguntó Giovanni, ignorando por completo al hombre y centrando su atención en
El señor Andreotti apretó la mandíbula y se pasó una mano por el cabello, como si intentara contenerse. Finalmente habló, pero su tono era más frío que antes: —Te dije que no te preocupes —se giró hacia el baño, como si quisiera terminar la conversación, dándole la espalda a esa profesora—. Yo me encargo de todo. —Espero que tengas razón —Kathia lo miró con desconfianza mientras se sentaba en la cama—. Porque si no la tienes, me encargaré yo misma de que pague por ello, señor Andreotti. Giovanni dejó escapar una leve sonrisita desde el umbral del baño, una que ella no pudo notar. ……………… ✧✧✧ Tres días más tarde. ✧✧✧ El sol de la mañana bañaba la ciudad de Los Ángeles. Giovanni ajustó su saco mientras caminaba hacia su vehículo oscuro. Tenía asuntos importantes que atender antes de regresar a Nápoles, pero algo en el tono de Kathia cuando pidió acompañarlo durante el desayuno, lo hizo dudar. « Quiero ver a mi padre. » Había dicho ella, con una mezcla de nerviosismo y firm
El doctor Carter no respondió. Permaneció en silencio, mientras veía cómo su hija se daba la vuelta y caminaba hacia la salida. Kathia se detuvo con la mano en la manija de la puerta. Por un momento, pareció dudar. Entonces, giró la cabeza apenas lo suficiente para mirar a su padre por encima del hombro. —Por cierto… —habló ella, su voz temblando ligeramente—. Me voy a casar. Mi futuro esposo se llama Giovanni Andreotti. Me iré a Nápoles con él. Así que… Adiós. ¡CLANK! Tras el portazo. El doctor Carter se quedó de pie, frunciendo el ceño. —¿Giovanni Andreotti? ¿Ese no es…? —susurró para sí mismo. ……………….. Afuera, Giovanni esperaba apoyado contra el auto. La brisa de la mañana movía algunos mechones de su cabellera negra, mientras él exhalaba el humo de su cigarrillo con calma. Parecía completamente ajeno al caos emocional que Kathia acababa de dejar atrás. Cuando la vio salir, supo que algo en esa conversación no había salido bien. Él notó las lágrimas en su ro
A través de las amplias ventanas del restaurante, Kathia vio cómo una limusina negra se detenía frente al lugar. La asistente, preocupada por la posibilidad de que Kathia pudiera desmayarse en su estado, tomó su brazo y la ayudó a salir del local. Al salir. El aire frío de la tarde las envolvió. Dos guardaespaldas bajaron primero de la limusina, abriendo la puerta trasera. Kathia sintió que las piernas le flaqueaban cuando Giovanni descendió del vehículo. El porte altivo e imponente de ese hombre, que ya a ella se le hacía habitual observarlo como un "Rey" de mirada gélida. Giovanni caminó hacia ella y se detuvo a escasos centímetros, con su mirada gris clavándose en ella, indescifrable y fría. —Kathia —dijo su profunda voz. Analizó su rostro con atención, como si pudiera leer cada uno de sus pensamientos—. ¿Qué está pasando? —Giovanni… —susurró ella, intentando mantener la compostura. Sus ojos se pasearon en los alrededores con nerviosismo, antes de acercarse un poco má
Kathia lo miraba con una mezcla de frustración y deseo, atrapada bajo ese imponente hombre que la dominaba con una facilidad perturbadora en el interior de la limusina. Sus ojos grises y penetrantes, la observaban con deseo, como si todo en ella le perteneciera sin derecho a réplica. La respiración de la mujer se agitaba, y el movimiento de su pecho sólo parecía incitarlo más. —No deberías mirarme así, linda profesora, sé que también quieres esto —susurró ese italiano con una voz grave y engreída, mientras sus manos recorrían el contorno de su vestido, empujándolo lentamente hacia abajo hasta que quedó atorado en su cintura—. Tienes un hermoso cuerpo, ¿no te lo dije antes? —comentó él con total descaro, viéndola como si quisiera empezar a devorarla a besos en ese mismo instante. Ella cerró los ojos por un momento, el rubor mostrándose en sus mejillas. Trató de controlar sus emociones, pero su corazón latía desenfrenado. ¿Cuándo fue la última vez que recibió un comentario de
—¡JAJA LA ENCONTRÉ! —alzó la voz uno de los hombres—. ¡Cuánta suerte tengo! —¡Maldita sea, suéltame! —gritó Marina, intentando zafarse con todas sus fuerzas… Pero era inútil, ya estaba muy débil. ¡PUM! El hombre la empujó contra el vehículo, de modo que Marina quedó de espaldas, vulnerable. —¡Esto es por ser tan perra e intentar huir, m@ldita! —dijo el hombre que la sujetaba, levantándole la falda de la bata—. Quizá debería divertirme un rato contigo~ ¿te gusta rudo? Marina luchaba, pateando y moviéndose constantemente entre el miedo y la desesperación —¡Muévete imbécil! ¡No puedes hacer esto! —le gritó otro hombre, quitando a ese, y agarrando a Marina en un rápido movimiento, la golpeó con fuerza en el abdomen, causando que ella se quede sin aire y caiga de rodillas… Y justo en ese momento… William apareció en la entrada, caminando con calma. Su rostro lleno de ira y sus ojos azules normalmente fríos, brillaban con un odio capaz de consumirlo. —Todo esto es tu culpa —ha