Mili y Talía, dos amigas inseparables con sueños y metas por conquistar. Dos mujeres casi iguales con caracteres distintos. El bien y el mal será el detonante de esta novela, donde ambas, sumergidas por una misma pasión, lucharán para poder pertenecer al corazón del único hombre perfecto que ambas soñaron tener. Una representará la luz y la otra la oscuridad, sumergidas a sus grandes deseos y tentaciones, le darán origen a una pasión hechizada.
Leer másLos nueve pisos se hicieron eternos. El ascensor se abrió en el lobby del hotel, de donde salió despavorida. Vio la silueta del hombre barbado doblando en dirección al estacionamiento. Mili corrió tras él, ante las miradas atónitas del personal y algunos turistas rezagados en sofás, frente a sus vasos de whisky. Una novia descalza corriendo tras un sujeto inalcanzable. Atravesó el jardín, corrió cerca de la piscina, esquivó los paraguas. El hombre abría las puertas de un BMW y entraba al auto, cuando sintió que alguien tocaba la ventana con desesperación. Vio a una mujer vestida de novia parada frente a él.—Disculpe, se le olvidó esto —dijo Mili, totalmente sin aliento.El hombre bajó la ventanilla eléctrica y reconoció la carpeta.«¿Dónde he visto este rostro?», pensó Mili.—Gracias —Estiró la mano cubierta con un guante negro. Pero Mili no se la entregó de inmediato. Hizo un amague y retrocedió.—Por favor, espere. Mi nombre es Mili Merchor. Estoy aquí por la entrevista de trabajo.
—Entrevista en la empresa——Mierda —refunfuñó Mili.Era embarazoso pulsar los pedales del auto con los tacones y el vestido de novia al mismo tiempo, conducir, respetar las luces de los semáforos, frenar, dar paso de los peatones. Veinte minutos más tarde la vocecita decente del GPS anunciaba “Felicidades, usted ha llegado a su destino”.Parqueó su vehículo en el estacionamiento del hotel, realmente era hermoso. Miró el reloj, estaba bastante retrasada. Como pudo bajó del auto, se cambiaría en el tocador de damas, claro que sí. El vigilante, los transeúntes, los botones, los recepcionistas, también vieron pasar delante suyo una novia sin velo, a la velocidad que le permitía el faldón. Llamó al ascensor. Las puertas se abrieron y de él salieron usuarios sin disimular la sorpresa. Ya, adentro, marcó el piso número 10. El ascensor subió y la dejó justo en la amplia sala del penhouse, un bonito lobby cubierto de alfombras caras. Allí estaba una linda joven de cabellos rizados recibiendo a
«Querida, Mili:»Quieres soltar todo, hasta nuestra amistad. Entiendo las razones que hoy nos separan, ni yo lo dudaría ni por un segundo.»Dejo en tus manos aquel hermoso vestido de novia que tanto te gustó y que yo, ofuscada, compré para mí. Solo pensé en mí, es verdad, pero llegué a la conclusión de que jamás podría usarlo. Creo que nos equivocamos, no tomamos en cuenta que desde pequeñas competíamos por todo. Pero en realidad ninguna de las dos ganaba, porque en el fondo de nuestro corazón estaba el cariño y el amor de dos amigas que han crecido como hermanas. Como lo dijo mi amigo mágico Olife, «el amor vence todo». Y te hablo de él porque yo también lo conocí, solo que primero que tú. Imagino en este momento tu cara de sorpresa. Te explico: Un día Matilde me prestó un libro, allí encontré una extraña nota de amor: “Aunque nuestro amor sea difícil, yo iré a visitarte cada viernes en el único lugar donde puedas escuchar mi voz. Nos vemos en la torre izquierda de Notre Dame”. Desp
Estambul, 21 de abril del 2019— Aquel sonido del reloj no la despertó, pero sí el teléfono de su madre anunciando su regreso a casa. Regresaban de Francia, siguiendo los planes de asistir a la graduación de ambas chicas. —¿Cómo es que solo allá vinimos a enterarnos deque te graduaste por Secretaría? La voz de la madre mezclaba decepción, reclamo y curiosidad. Hizo un reclamo comprensible, también preguntas que no tenían respuestas tan simples. Mili se levantó atontada, sus últimas semanas dejaban mucho qué desear. Caminó descalza por el pequeño apartamento tipo estudio que le regaló su padre. —Mamá, luego te explico, hoy en la tarde iré a saludarlos. Estoy atrasada, tengo una entrevista de trabajo. Tenía prevista la cita para las 11:00 am en el hotel Conrad Bosphorus, había sido confirmada ayer en la noche por su asistente. El reloj apenas marcaba las 9:30, la joven enfatizó la promesa de un té de manzana con todo y shisha al terminar su compromiso. En realidad, no quería escuc
París, 20 de abril 2019. Matilde puso unos papeles sobre la mesilla de luz. —Aquí tienes tu boleto de viaje, ya todo está arreglado. El vuelo a Estambul dura 3 horas y 25 minutos. —¿Cómo? —Mili comenzó a desperezarse. El cuerpo realmente se sentía descansado. Miró a su alrededor, reconoció el reducido departamento de su amiga. Gérard el gato de Matilde comenzó a ronronear. —Lo arreglé todo, vendrá un taxi por ti para llevarte al aeropuerto. Cuando Mili abrió los ojos, vio a su amiga de pie, frente a ella, ofreciéndole una taza de café humeante. —Gracias. —A propósito, revisa tu teléfono, te han llegado varios mensajes mientras dormías. No podía estar más agradecida con Matilde, en realidad se tomó la molestia de organizar su partida al lugar de donde había salido hace ya varios años. —Mati, gracias por abrirme la puerta de tu casa,me sentía fatal. —Lo sé. —Eres buena conmigo —dijo Mili. Hizo una pausa, luego agregó—: me salvaste de morir en las llamas. ¿Fuiste tú, cierto? N
El amor es libre. Ella no podía obligar a alguien, bajo ningún concepto, a sentir amor. Nadie puede. El amor no se compra. No se manipula. En el amor, no valen oscuras oraciones, bebidas, magos con fórmulas mágicas. «El que te ama verdaderamente, te elige, se queda contigo y todo fluye sin esfuerzo», fueron las conclusiones de Mili mientras daba vueltas en la cama. Eso, sin esfuerzo, sobre todo eso.Tener que retener a un hombre bajo los efectos deun hechizo, no era lo correcto, nunca lo fue, era lo que intentaba enseñarle la vida, pero ella no quiso admitirlo, obcecada como estaba. Lo entendió en pocas horas. Sus acciones contradecían al amor el verdadero del que le había hablado OlifeCuando despertó, a la mañana siguiente, vio tendido en la silla de su recámara un hermoso vestido blanco. Fue una imagen chocante. Era el vestido que Mili había escogido en una tienda de Paris, el día que recorrieron las calles juntas y entraron a una boutique tomadas de la mano, soñando con casarse. U
Cómo detener aquel momento en el tiempo y, una vez a solas, continuar satisfaciendo todas esas ganas acumuladas? Mili se separó de Adréis, quien,apresurado, se calzó los pantalones, puso la ropa de Mili en sus manos y la llevó rápidamente al bonito vestier forrado de grandes espejos.—¿Qué hacemos? —le preguntó ella, aterrada.—Vístete rápido, amor. Los llevaré a la terraza para distraerlos. Tú aprovechas y sales con cuidado y esperas en las áreas verdes del edificio.—¿Esperar? ¿Para qué?—Llamaré un taxi para ti.Como viera su cara de angustia, añadió:—Todo saldrá bien, no te preocupes.Así fue. Adréis se puso su bata de baño azul marino por encima del pantalón y salió a atender a sus padres, iba secándose el cabello húmedo con una toalla gris.Desde el clóset, Mili escuchó:—Oh, por Dios santo —era la voz de su madre—, qué desastre, hijo, qué desastre.Lo abrazó, estaban impresionados por todo lo que ocurría en París, la convulsión de la gente, el incendio en la catedral. Se fuero
Pero no fue sino a las 11:00 de la noche que Mili abrió los ojos. La despertó una dulce melodía que traspasaba los muros de la pared. ¿Dónde estaba? Se vio recostada en una cama grande, intentó recordar, posiblemente haya escapado a tiempo de una pesadilla en la que una catedral se venía abajo, encima de ella. Fue un sueño horrible. Vio a su alrededor, el recinto le pareció familiar, la cortina de seda beige, cayendo de su barra y trasluciendo una ventana panorámica desde la que se podía apreciar la ciudad. ¿Seguía soñando? Deslizó sus manos y comenzó a tocar el colchón, era suave, esponjoso y cálido. El tacto parecía darle cierta garantía de estar a salvo. Recorrió la cama con sus dedos, los pasó por el espaldar, la cama de madera era elegante y sobria. «¿Dónde estoy?». Todavía era presa del sopor del sueño. —Al fin despiertas —dijo una voz gruesa a sus espaldas—. ¿Té? Mili se volvió. Era Adréis, parado en el vano de la puerta, sostenía una taza de té con aroma a frutas. Entendió
Sus sospechas no tardaron en ser aclaradas cuando, por la puerta, entraba un Adréis que saludó, pasó frente a ella con un ramo de rosas rojas y, con un beso de buenos días, saludó a la mujer que ya tenía fecha de matrimonio con él. —Amor, perdón por no quedarme anoche contigo,me fui dejándote dormida, tuve asuntos que resolver—aclaró el hombre a Talía. Talía sonrió satisfecha, tomó las rosas y las acomodó en un vaso de cristal al centro de la mesa. «¡Oh, Dios! ¡Talía no estuvo con Adréis anoche!», pensó Mili, mientras retrocedía para entrar de nuevo a su cuarto. «Y si no fue con Adréis, ¿entonces con quién hacía el amor de forma tan apasionada? Estaba atónita, no podía creer lo que pasaba en sus narices, en las narices de ella y en las de su prometido. No cabía en su asombro, Talía traicionaba a un hombre tan deseado por ella, tan guapo, tan carismático. «Nunca le bastará nada ni nadie, qué pena». Se puso su suéter tejido con hilo de lana azul claro recién sacado de la secadora, al