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Capítulo 4 — Lo amo—

«Tengo que decirle que lo amo», era el pensamiento de Mili mientras olía sus brazos y su ropa perfumada. Sentía que las paredes, los objetos, las sábanas, la almohada, sus cuadernos, los libros, todo, pero todo, olía a él. Después que este la dejaba acostada, cómoda en su cama y apoyando su cabeza en su almohada, decía en voz baja:

—Es tan lindo, gentil y cariñoso…Lo quiero para mí, aunque su corazón ocupe el lugar de mi amiga. 

Algo en ella comenzaba a cambiar. Una codicia mantenía ocupado su pensamiento. Pronunciaba esas palabras con rebeldía, le era imposible encubrir esa extraña expresión de maldad que iba apropiándose interiormente de su rostro.

Un día, después de que Talía saliera a clase, Adréis entró a su habitación, como de costumbre acompañado de la bandeja del desayuno y las píldoras. Ella lo miró con mucho deseo, y él no pudo pasar desapercibida su mirada penetrante, que lo detallaban con ardor. Eso lo entendía perfectamente, no era la única mujer que lo miraba de aquella forma, era usual despertar interés en muchas chicas, pero no se lo esperaba de Mili. Trató de evadir aquella idea, pero sobre todo la mirada de la chica. Si aquello era cierto, él solo podría mirarla con otros ojos de amistad, puesto que solo sentía un cariño amistoso por ser la mejor amiga de su amada Talía. No le quedó más remedio, ante aquella situación incómoda, hacerse el desentendido. Pasó hacia ella el medicamento y dijo de manera más contundente:

—Pronto correrás por los jardines de Luxemburgo, te acomodarás en una de las sillas verdes que rodean la fuente que tanto te gusta, con sus figuras mitológicas, pronto te irás a mirar tus personajes preferidos.

Mili no perdió oportunidad de preguntar:

—¿Te gustaría ser Acis, y que yo fuera Galatea?

Él sonrió, pero no mordió el anzuelo.

—Para nada Mili, le tengo miedo a Polifemo, no vaya ser que me mate.

—¿Quién piensas que pueda ser Polifemo? ¿Talía o yo? —Viró la conversación.

Adréis no respondió, sino que puso la pastilla en sus manos. Ella aprovechó la ocasión para tomarlo del antebrazo.

—¿Puedes ayudarme a bañar?

La situación ya se tornaba incómoda. Era Talía quien se ocupaba de aquella tarea. Ante aquella petición, quedó pensativo, observando la mano de Mili sujetada a su brazo. Ver desnuda a Mili, conociendo su cuerpo, sería bastante peligroso, no quería pasar por una prueba así, Mili era muy atractiva y muchas veces había visto su cuerpo atrayente detrás de su pijama casi trasparente, sin embargo, trataba de ser muy profesional y dejaba a un lado pensar como hombre, era la mejor amiga de la mujer que lo volvía loco y que en las noches encendía la cama en llamas de amor.

—Amo profundamente a Talía. —Fue su respuesta, y se soltó de la mano de Mili.

Lo hacía para cortar las insinuaciones que ella provocaba. Mili se mostró algo ofendida, tomó el agua y tragó su medicina, luego de entregarle el vaso con el agua restante, le comunicó:

—Okey, te entiendo, pero yo no te estoy pidiendo que me hagas el amor. Yo solo quiero que me ayudes a bañarme, lo quiero hacer en las mañanas, no en las tardes, simplemente no quiero sentirme sucia. Anda Adréis, te prometo que no me verás desnuda, yo tendré mi panty y mi sostén puesto.

—Mili, es delicado, no se debe hacer, no lo veo correcto. Además, ¿qué pensaría Talía sobre esto?

Pero ella insistió:

—Nada, mi amiga no pensaría jamás nada malo de mí y de ti tampoco, supongo.

Su insistencia quebró el hermetismo de Adréis y la llevó en brazos al baño. Ella retiró su pijama, quedando en ropa íntima. Al verla, los ojos de Adréis repararon en una silueta perfecta, una cintura fina y un vientre plano. Aunque no se quitó su sostén, se le notaban sus senos duros y firmes, era hermosa con sus cabellos sueltos. Cuando empezó a caer el agua en su cuerpo se vio aún más atractiva, con sus cabellos mojados y su rostro lucía más angelical. Él la observaba como un lobo dispuesto a devorar aquella presa, su deseo de hombre se despertaba, viéndola bañarse. Extraviado en aquella tentación, se le acercó más y colocó en su palma de la mano el champú y ella frotó sus cabellos que comenzó a hacer espuma. Adréis de pie y ella sentada en una pequeña banca que había dispuesto en la ducha, colaboraban juntos en sacar toda la espuma de su cuerpo. Adréis terminó mojándose, sin que le importara demasiado. Por mucho que amara a Talía, su cuerpo respondió ante el peligro de tenerla a poca distancia, un solo paso y ya estaban los dos juntos cuerpo a cuerpo. Esa mujer, casi desnuda bajo la ducha, lo estimuló, sintió mucho deseo por ella. Pero de inmediato el pensamiento de su amada Talía lo hizo retroceder y la dejó de sujetar. Mili cayó en la silla lastimándose la pierna.

—¿Qué haces, estúpido? Casi caigo en el suelo —reclamó.

Lo observó ofendida, y viendo que aquel hombre no se había decidido con ella, cerró el agua y le pidió de mala manera que le alcanzara la toalla y la ayudara salir del baño. Adréis notó su mal humor, pero prefería eso que traicionar a su amada con su mejor amiga.

En eso observó el reloj y se dio cuenta de la hora. Ya su novia estaba a punto de llegar.

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