Marcelo, destrozado por la traición de su esposa con un hombre más joven, decide vengarse a su manera: contrata a Valeria, una mujer catorce años menor que él, para que finja ser su novia y despertar los celos de su ex. Su único objetivo es verla arrepentida, suplicando volver a sus brazos. Al principio, la relación entre Marcelo y Valeria es estrictamente contractual; después de todo, su diferencia de edad hace que cualquier otro tipo de vínculo parezca imposible. Sin embargo, a medida que comparten momentos y se adentran en el juego de las apariencias, los límites comienzan a desdibujarse. Marcelo se enamora de Valeria sin remedio… y ella también cae en sus redes. Lo que comenzó como una simple estrategia se convierte en un romance apasionado, pero lleno de obstáculos: la diferencia de edad, los celos, las mentiras y, sobre todo, la ira de una ex esposa herida que no está dispuesta a perder lo que alguna vez fue suyo.
Leer másMarcelo A pesar de la ausencia de Valeria en mi vida, me he prometido no caer en depresión otra vez. Es lo último que necesito ahora que mi exesposa está a punto de casarse. He intentado concentrarme en el trabajo, venir a la oficina todos los días con disciplina, pero mantener la mente enfocada es un reto.—Señor… señor… ¡SEÑOR! —El grito de Neila me sacó abruptamente de mis pensamientos.—¡Carajo, mujer! ¿Por qué tanta necesidad de gritar? Últimamente, todo el mundo grita.—Pues llevo diez minutos llamándolo y ni caso. Toqué a la puerta y nada. Como vi que estaba entreabierta, decidí entrar. Ya es tarde y me preocupé.—Neila, si ya es tarde, ¿por qué sigues aquí?—Nadie me espera en casa, además, las horas extras ayudan con la nómina. Pero… ¿usted está bien?No supe qué responder. ¿Bien? ¿Mal? ¿Regular? Ni siquiera estaba seguro de si realmente seguía vivo.—Sí, sí, estoy perfecto. Váyase ya… a menos que quiera cenar conmigo.No sé por qué lo dije. Tal vez desde que estuve con Vale
Valeria Esperé a que Marcelo se marchara del apartamento. Tardó casi dos horas en irse, supongo que con la esperanza de que regresara, pero mi orgullo era más fuerte que su frágil determinación. De todas formas, la culpa era mía por haber puesto expectativas tan altas en alguien que nunca me prometió nada. Él jamás me obligó a estar con él ni mencionó una relación seria. ¿Qué demonios esperaba yo?El sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos. No el nuevo, sino el antiguo. Miré la pantalla: era mi madre. O al menos eso creí. Hacía días que no hablábamos.—¿Mamá? Mamita, ¿cómo estás?—Ay, linda, no soy tu mamita. Habla tu tía otra vez.Suspiré, sintiendo una punzada de preocupación.—Oh… Hola, tía. ¿Por qué últimamente solo llamas tú? Mamá no me contesta, no he podido hablar con ella. ¿Qué pasa?—Ya te lo he dicho, está mal. Lo más probable es que pronto te quedes sin madre. Aunque claro, podríamos evitarlo… pagando el tratamiento.Las palabras de mi tía eran cada vez más hiri
Marcelo Ventura Valeria pasó la noche entera en mis brazos. A lo largo de la madrugada, me desperté un par de veces solo para depositar besos en su frente. En esos momentos, no pude evitar agradecerle a su amiga envidiosa por haberla echado de su casa.Después del desayuno, discutimos durante casi dos horas sobre el apartamento nuevo. Al final, no le quedó más remedio que aceptar mudarse allí. Era eso o vivir conmigo, y prefirió la primera opción. Aún no era el momento de compartir una vida juntos.Salí hacia la empresa sintiéndome relajado. Mi rostro lucía más fresco, me afeité por completo y eso me restó un par de años. Incluso cambié mi corte de cabello y elegí un traje más claro. Me sentía renovado, como si la noche anterior Valeria hubiera vertido sobre mí algún elixir rejuvenecedor.—Buenos días, señor Ventura —me saludó una secretaria, con una mirada hambrienta.—Se ve increíble hoy, señor Ventura —comentó otra empleada, recorriéndome de arriba abajo.—¡Le queda genial el nuev
Valeria Era imposible contener la sonrisa que se dibujaba en mi rostro. Me recosté sobre mi vieja cama y solté un suspiro. Aún sostenía en mis manos las llaves del apartamento que Marcelo me había dado. No podía aceptar su regalo, pero nunca antes alguien se había preocupado tanto por mí. Sin embargo, más allá del dinero o los detalles materiales, era él quien me resultaba fascinante, él quien despertaba en mí esta sensación de estar flotando en una nube de emoción.Estaba a punto de quedarme dormida cuando llegó un mensaje suyo.>Mis manos temblaban. Era una decisión difícil, pero respondí de inmediato.>¡Enviar!Di un pequeño salto sobre la cama, sintiéndome como una adolescente enam
MarceloLlegué un poco antes de lo planeado. La zona donde vivía Valeria no era de mi agrado, pero tenía en mente sugerirle un nuevo lugar esa misma tarde. No podía permitir que mi sugardaddy habitara en un sitio así. Toqué el timbre de su teléfono para avisarle que había llegado, y en solo cinco minutos ya estaba en la entrada de su edificio.Valeria se veía radiante, joven y fresca. Llevaba unos jeans claros, un top corto que dejaba al descubierto su ombligo, su cabello recogido en una coleta y un pequeño bolso que complementaba su atuendo.—¡Buenos días, señor! Ventura, qué puntual eres —me saludó desde detrás del vidrio de la ventana. Sonrió y se inclinó para darme un beso, y como un adolescente embobado, lo recibí con gusto. Noté que mi conductor fruncía el ceño a través del retrovisor; la escena debía parecer un tanto decadente.—Señorita Valeria, estás espectacular —dije al abrir la puerta para que entrara. Su aroma era delicioso. Se acomodó a mi lado y tomé su mano, disfrutand
MarceloEra un martes por la mañana, y al despertar me sentí renovado. Disfruté de una ducha prolongada, me aseguré de afeitarme por completo, elegí mi traje más elegante y arreglé mi cabello con esmero. Después de la dosis de amor que Valeria me había brindado, era imposible no regresar a mi compañía con una nueva actitud.>Cantando alegremente, bajé hacia el comedor.—Vaya, señor, parece que esta mañana está de buen humor. ¿No me mandará a la chingada como ha sido habitual? —dijo Teresa mientras me servía mi café y desayuno.Me acerqué a ella y le di un suave beso en la frente.—No, mi querida Teresita, hoy no haré eso. Perdóname; sé que me convierto en la peor versión de mí mismo cuando estoy deprimido, pero hoy estoy feliz, ¡vuelvo al trabajo!—¿Puedo preguntar qué ha provocado esa felicidad? —inquirió ella con cierta curiosidad.—Porque, después de más de un año de soledad, el destino ha traído u
Valeria Después de haber llegado tan abatida a la casa de mi sugar daddy, ahora me encontraba en su bañera, con las piernas abiertas, entregándome por completo mientras él exploraba con su lengua cada rincón de mi intimidad.A pesar de la vergüenza que me invadía, era imposible resistirme a sus encantos. Marcelo sabía exactamente lo que hacía, y yo me hundía cada vez más en un frenesí abrumador. Cada vez que su lengua rozaba mi centro, mi cuerpo se tensaba, el deseo me consumía y me volvía más vulnerable ante él.—¡Oh, Marcelo! Quiero que me hagas tuya, por favor —grité, aferrando mis dedos a su cabello. La excitación me envolvía por completo, y describir lo que estaba sintiendo resultaba imposible.Él levantó el rostro apenas un instante, sus ojos oscuros reflejaban una lujuria desenfrenada. Sin decir nada, se acercó a mí y me besó, permitiéndome saborear el dulce néctar de mi propio deseo. Me embriagué con el momento, con la intensidad de todo lo que estaba experimentando. Para mí,
MarceloEl timbre de la puerta resonaba, pero estaba tan ebrio que no lograba distinguir la realidad de la fantasía. Con esfuerzo, levanté la cabeza de la almohada y di unos pasos lentos. De repente, el timbre dejó de sonar... tal vez solo era fruto de mi imaginación. ¿Quién podría venir a buscarme?Me asomé por el ojo de la cerradura y no pude creer lo que veía. Me restregué los ojos, convencido de que estaba alucinando al ver a Valeria, con su pequeña figura sentada de espaldas a la puerta, rendida ante la lluvia que no cesaba.Abrí la puerta rápidamente. —¡Valeria! ¿Eres tú? —la llamé mientras salía y la tocaba suavemente por la espalda. Mi corazón se rompió al ver su rostro demacrado y triste, con los ojos hinchados de tanto llorar y grandes ojeras bajo ellos.—Marcelo, perdón, no sé qué hago aquí —murmuró.—Ven, por favor —dije, levantándola del suelo y abrazándola con fuerza. Ella apenas gimoteaba, y aunque yo olía terrible y no recordaba la última vez que me duché, necesitaba t
Valeria Habían transcurrido varios días, y mi vida continuaba sumida en la miseria. La universidad no era suficiente para asegurarme un empleo, y la posibilidad de tener que abandonarla se hacía cada vez más real; el dinero escaseaba y la situación de mi madre era aún más crítica.Era domingo por la mañana, el momento más agitado en el restaurante donde trabajaba. A pesar de estar exhausta por el día anterior, no tenía opción; las obligaciones no se detienen.—Valeria, cariño, necesitamos hablar —Nicolle me interrumpió justo antes de salir.—Nicolle, ¿no puede ser más tarde? Estoy justa de tiempo para el restaurante.—Valeria, debe ser ahora. Llevamos años de amistad y sé que estás pasando por un mal momento, pero mi situación laboral se ha complicado y no puedo seguir pagando la renta de este lugar sola. Necesito dinero, y lo necesito hoy.Las palabras de mi amiga me impactaron como un balde de agua fría; nada me preparó para que ella me diera la espalda de esa forma.—Nicolle, envi