Punto de vista MarceloSolté un suspiro pesado, lo único que podía hacer en ese momento. Todo lo que estaba ocurriendo me abrumaba, y aunque tenía el poder legal para acabar con Valeria, no lo haría. Ya la había destrozado emocionalmente, y eso era más que suficiente.Tomé mi teléfono y le envié un correo disculpándome una y mil veces, ofreciéndole renegociar el contrato. Esperé más de dos horas por una respuesta que nunca llegó. Estaba claro que no quería saber nada de mí. Resignado, decidí darme una ducha rápida antes de dirigirme a mi empresa. Quién lo diría… hasta los ricos tienen días de m****a.—Señor, buenos días. El desayuno está listo —la voz de Teresa interrumpió mis pensamientos, sacándome de mi ensimismamiento. Ni siquiera me había percatado de su llegada.—Buenos días, no te sentí entrar. ¿Cómo estás?—Muy bien, señor. Fue un buen fin de semana. Pero creo que para usted no tanto, ¿verdad? —me sonrió con calidez mientras me alcanzaba el periódico, como todas las mañanas.—N
Valeria Habían transcurrido varios días, y mi vida continuaba sumida en la miseria. La universidad no era suficiente para asegurarme un empleo, y la posibilidad de tener que abandonarla se hacía cada vez más real; el dinero escaseaba y la situación de mi madre era aún más crítica.Era domingo por la mañana, el momento más agitado en el restaurante donde trabajaba. A pesar de estar exhausta por el día anterior, no tenía opción; las obligaciones no se detienen.—Valeria, cariño, necesitamos hablar —Nicolle me interrumpió justo antes de salir.—Nicolle, ¿no puede ser más tarde? Estoy justa de tiempo para el restaurante.—Valeria, debe ser ahora. Llevamos años de amistad y sé que estás pasando por un mal momento, pero mi situación laboral se ha complicado y no puedo seguir pagando la renta de este lugar sola. Necesito dinero, y lo necesito hoy.Las palabras de mi amiga me impactaron como un balde de agua fría; nada me preparó para que ella me diera la espalda de esa forma.—Nicolle, envi
MarceloEl timbre de la puerta resonaba, pero estaba tan ebrio que no lograba distinguir la realidad de la fantasía. Con esfuerzo, levanté la cabeza de la almohada y di unos pasos lentos. De repente, el timbre dejó de sonar... tal vez solo era fruto de mi imaginación. ¿Quién podría venir a buscarme?Me asomé por el ojo de la cerradura y no pude creer lo que veía. Me restregué los ojos, convencido de que estaba alucinando al ver a Valeria, con su pequeña figura sentada de espaldas a la puerta, rendida ante la lluvia que no cesaba.Abrí la puerta rápidamente. —¡Valeria! ¿Eres tú? —la llamé mientras salía y la tocaba suavemente por la espalda. Mi corazón se rompió al ver su rostro demacrado y triste, con los ojos hinchados de tanto llorar y grandes ojeras bajo ellos.—Marcelo, perdón, no sé qué hago aquí —murmuró.—Ven, por favor —dije, levantándola del suelo y abrazándola con fuerza. Ella apenas gimoteaba, y aunque yo olía terrible y no recordaba la última vez que me duché, necesitaba t
Valeria Después de haber llegado tan abatida a la casa de mi sugar daddy, ahora me encontraba en su bañera, con las piernas abiertas, entregándome por completo mientras él exploraba con su lengua cada rincón de mi intimidad.A pesar de la vergüenza que me invadía, era imposible resistirme a sus encantos. Marcelo sabía exactamente lo que hacía, y yo me hundía cada vez más en un frenesí abrumador. Cada vez que su lengua rozaba mi centro, mi cuerpo se tensaba, el deseo me consumía y me volvía más vulnerable ante él.—¡Oh, Marcelo! Quiero que me hagas tuya, por favor —grité, aferrando mis dedos a su cabello. La excitación me envolvía por completo, y describir lo que estaba sintiendo resultaba imposible.Él levantó el rostro apenas un instante, sus ojos oscuros reflejaban una lujuria desenfrenada. Sin decir nada, se acercó a mí y me besó, permitiéndome saborear el dulce néctar de mi propio deseo. Me embriagué con el momento, con la intensidad de todo lo que estaba experimentando. Para mí,
MarceloEra un martes por la mañana, y al despertar me sentí renovado. Disfruté de una ducha prolongada, me aseguré de afeitarme por completo, elegí mi traje más elegante y arreglé mi cabello con esmero. Después de la dosis de amor que Valeria me había brindado, era imposible no regresar a mi compañía con una nueva actitud.>Cantando alegremente, bajé hacia el comedor.—Vaya, señor, parece que esta mañana está de buen humor. ¿No me mandará a la chingada como ha sido habitual? —dijo Teresa mientras me servía mi café y desayuno.Me acerqué a ella y le di un suave beso en la frente.—No, mi querida Teresita, hoy no haré eso. Perdóname; sé que me convierto en la peor versión de mí mismo cuando estoy deprimido, pero hoy estoy feliz, ¡vuelvo al trabajo!—¿Puedo preguntar qué ha provocado esa felicidad? —inquirió ella con cierta curiosidad.—Porque, después de más de un año de soledad, el destino ha traído u
MarceloLlegué un poco antes de lo planeado. La zona donde vivía Valeria no era de mi agrado, pero tenía en mente sugerirle un nuevo lugar esa misma tarde. No podía permitir que mi sugardaddy habitara en un sitio así. Toqué el timbre de su teléfono para avisarle que había llegado, y en solo cinco minutos ya estaba en la entrada de su edificio.Valeria se veía radiante, joven y fresca. Llevaba unos jeans claros, un top corto que dejaba al descubierto su ombligo, su cabello recogido en una coleta y un pequeño bolso que complementaba su atuendo.—¡Buenos días, señor! Ventura, qué puntual eres —me saludó desde detrás del vidrio de la ventana. Sonrió y se inclinó para darme un beso, y como un adolescente embobado, lo recibí con gusto. Noté que mi conductor fruncía el ceño a través del retrovisor; la escena debía parecer un tanto decadente.—Señorita Valeria, estás espectacular —dije al abrir la puerta para que entrara. Su aroma era delicioso. Se acomodó a mi lado y tomé su mano, disfrutand
Valeria Era imposible contener la sonrisa que se dibujaba en mi rostro. Me recosté sobre mi vieja cama y solté un suspiro. Aún sostenía en mis manos las llaves del apartamento que Marcelo me había dado. No podía aceptar su regalo, pero nunca antes alguien se había preocupado tanto por mí. Sin embargo, más allá del dinero o los detalles materiales, era él quien me resultaba fascinante, él quien despertaba en mí esta sensación de estar flotando en una nube de emoción.Estaba a punto de quedarme dormida cuando llegó un mensaje suyo.>Mis manos temblaban. Era una decisión difícil, pero respondí de inmediato.>¡Enviar!Di un pequeño salto sobre la cama, sintiéndome como una adolescente enam
Marcelo Ventura Valeria pasó la noche entera en mis brazos. A lo largo de la madrugada, me desperté un par de veces solo para depositar besos en su frente. En esos momentos, no pude evitar agradecerle a su amiga envidiosa por haberla echado de su casa.Después del desayuno, discutimos durante casi dos horas sobre el apartamento nuevo. Al final, no le quedó más remedio que aceptar mudarse allí. Era eso o vivir conmigo, y prefirió la primera opción. Aún no era el momento de compartir una vida juntos.Salí hacia la empresa sintiéndome relajado. Mi rostro lucía más fresco, me afeité por completo y eso me restó un par de años. Incluso cambié mi corte de cabello y elegí un traje más claro. Me sentía renovado, como si la noche anterior Valeria hubiera vertido sobre mí algún elixir rejuvenecedor.—Buenos días, señor Ventura —me saludó una secretaria, con una mirada hambrienta.—Se ve increíble hoy, señor Ventura —comentó otra empleada, recorriéndome de arriba abajo.—¡Le queda genial el nuev