Punto de vista MarceloNo había podido concentrarme en nada que no estuviera relacionado con Valeria. En ese momento, lo único que realmente me importaba era que ella se sintiera bien, incluso mejor que nunca. La pérdida de su familia había sido un golpe devastador, difícil de poner en palabras, especialmente para alguien como yo que, afortunadamente, aún no había vivido una experiencia tan dolorosa.El día de la boda de Samantha finalmente llegó. Aunque al principio había manifestado mi deseo de asistir —especialmente acompañado de Valeria—, esa idea ya estaba completamente descartada.—Cariño, tengo que ir a la mansión a resolver unos asuntos personales —le comenté mientras ella limpiaba la cocina.—Claro, Marcelo. Has pasado muchos días aquí, imagino que tienes pendientes que atender —respondió sin levantar la mirada.—En cuanto termine regreso, necesito preguntarte algo —llevaba horas dándole vueltas, buscando las palabras adecuadas para planteárselo, pero ya no podía posponerlo m
Punto de vista Marcelo Cuarto día sin saber nada de mis amores. Ahora no solo se trataba de Valeria, sino también de esos dos pequeños indomables de cuatro patas, especialmente mi tigrecito, quien me había salvado de una noche aterradora.—¡Edward, amigo! Qué bueno que me contestas —suspiré aliviado cuando finalmente respondió la llamada.—No puedo seguir molesto contigo, aunque sigues metiéndola, como si fuera un deporte. Dime, ¿qué pasó ahora?—Necesito hablar con tu amiga, la agente de publicidad. Quiero saber quién estuvo detrás de la noticia sobre el matrimonio de Samantha.—¿En serio sigues con la obsesión por Samantha? ¿No habíamos dejado ese tema de lado? El sábado tienes tu supuesto compromiso, deja de lado esa historia, por favor.—Edward, espera, no es lo que piensas. Hay un titular que dice que estuve en la boda con mi nueva novia, y ni yo ni Valeria estuvimos allí. Pero justo esos días no estaba con ella y se está imaginando que fui con otra mujer.—¡Qué inmadurez! ¿No l
Punto de vista ValeriaEn ese instante tragué saliva con dificultad. Porque lo que veía frente a mí no era solo a un hombre guapo o exitoso… era mucho más que eso. Marcelo era la tormenta y el refugio, una contradicción viviente que me hacía temblar. No tenía que ver con su cuerpo perfecto ni con el dinero que poseía; era esa energía magnética, esa conexión invisible que vibraba cada vez que estábamos cerca. Su instinto de protegerme, la forma en que me tocaba, la experiencia con la que me hacía el amor… todo él era una explosión de emociones que no sabía cómo manejar.—Marcelo… yo… no es tan sencillo —balbuceé, perdida entre mis miedos y su cercanía.—¿No es tan sencillo qué, Valeria? —murmuró mientras deslizaba su nariz por mi cuello, aspirando mi aroma como si lo necesitara para respirar.El temblor en mi pecho bajó hasta mis caderas cuando su mano empezó a recorrerme lentamente, rozándome con ternura, dejando pequeños besos encendidos sobre mi piel.—Yo… te quiero, Marcelo. Me gus
Punto de vista MarceloEl gran día por fin había llegado. Y aunque el compromiso con Valeria no era más que una farsa, me sentía inquieto, casi emocionado, como si de verdad me fuera a unir a la mujer de mi vida. Me había mandado un mensaje confirmando que estaba en la peluquería. Como si lo necesitara... Valeria era belleza pura, sin adornos.Los nervios me traicionaban, especialmente por una razón: mis padres. Bueno… siendo sincero, mi madre.El timbre de la mansión sonó. Ya no había vuelta atrás.—¡Mi amor! Mi hijo mayor, precioso, ¿cómo estás? —mi madre me sujetó la cara entre sus manos, besándome las mejillas antes de abrazarme con ese dramatismo que solo ella sabe manejar.—Ay, hola, mamá. Tiempo sin vernos.—Hijo, qué placer verte. No me esperaba un compromiso tan pronto de tu parte, pero bueno… —dijo mi padre, más reservado, dándome un apretón de manos.—Hola, padre. Tampoco lo esperaba, pero bueno… Valeria es espectacular —respondí, sin poder evitar que un poco de ironía se c
Marcelo Ventura La música atronadora retumbaba en mis oídos, como si la fiesta estuviera dentro de mi cabeza, desorientándome, quebrantando mi paciencia. El agobio crecía con cada segundo que pasaba. Solo quería largarme de ahí.—Edward, amigo, de verdad no me siento bien. Este sitio no es para mí, me siento viejo. Voy a llamar a mi conductor para que venga por mí.Edward se giró y negó con la cabeza.—Ni pensarlo, Marcelo. La noche apenas empieza.Rodé los ojos. Para mí, lo único que valía la pena a esta hora era regresar a casa y dormir. No tenía ánimo para fiestas, no con el maldito dolor que sentía en el pecho.Hacía tanto que no salía con mi amigo que ni siquiera recordaba la última vez. A mis 35 años, siendo un CEO billonario en Nueva York, me sentía más viejo de lo que realmente era. Me casé joven con Samantha, una mujer de mi misma edad, pero con el tiempo sus intereses cambiaron. Se sintió atraída por hombres más jóvenes, y al final sucumbió ante Alan, mi primo menor, un opo
Valeria Collen Salí de la habitación del hotel con el estómago revuelto y la indignación ardiendo en mi pecho. ¿Quién demonios se creía ese tipo? ¿Pensaba que yo era una prostituta? ¿Qué podía pagarme y largarse como si nada? ¡Desgraciado!Cogí el rollo de billetes sin siquiera molestarme en contarlos y me fui directo a mi pequeño departamento. Tampoco dejaría el dinero sobre la mesa, como si no me estuviera haciendo falta. Nicol ya estaba allí, esperándome con ansias la pobre quería saberlo todo.—Casi no llegas, Valeria. Me tenías preocupada. La próxima vez, al menos mándame un mensaje. —Se lamió la cuchara con la que se comía su helado y me miró con picardía—. ¿Y bien? ¿Cómo te fue con el maduro? Dios, qué tipos más deliciosos…Puse los ojos en blanco y le lancé una mirada de advertencia.—No sé qué decirte. Y ya deja de hablar así, suena horrible, Nicol. Solo quiero descansar, esta noche tengo turno en el restaurante.Tiré mi bolso sobre la encimera y suspiré, pero mi amiga no te
Valeria Quería salir indignada, molesta con Marcelo, pero no pude. Su propuesta me había divertido demasiado. ¿Quién en su sano juicio pagaría por tener una sugargirl a los treinta años solo para darle celos a su exesposa? Y lo más absurdo: ¿con una mujer tan simple y sin clase como yo? Lo único que realmente lamentaba de aquella tarde era haber perdido la oportunidad de la entrevista de trabajo. Mis obligaciones me asfixiaban: mi madre enferma esperaba dinero en su pueblo para mantener a mis dos hermanos pequeños, y sobrevivir en esta ciudad no era precisamente barato.Regresé a mi diminuto apartamento. Necesitaba descansar antes de mi turno en el restaurante, donde hacía doble jornada para arañar algo más de dinero. Siempre me rondaba la loca idea de encontrar un trabajo mejor, pero cada intento terminaba igual: un rechazo tras otro. La empresa de Marcelo no había sido la excepción.Por pura curiosidad, revisé mi correo. Nada. Era ridículo pensar que él enviaría algo. Justo cuando
Marcelo —¿Un contrato de Benefactor? ¿Estás completamente loco? —Edward me miraba como si no pudiera creer lo que estaba escuchando—. Si realmente quieres darle celos a Samantha, busca a una mujer que de verdad te guste, no una que tengas que contratar.Ignorando sus reproches, continué ultimando los detalles para que Valeria tuviera todo lo necesario y cumpliera el papel que necesitaba.—Sé que podría hacer eso —admití sin dejar de revisar el contrato—, pero sigo amando a Samantha. No quiero a otra mujer, solo quiero que ella sienta celos, que se dé cuenta de lo que perdió y vuelva conmigo. Cuando eso pase, terminaré el trato con Valeria y recuperaré a mi esposa.—¡Tienes treinta y cinco años, por el amor de Dios! —Edward resopló, completamente exasperado—. No estás en edad de jugar a ser benefactor, aunque tengas el dinero para hacerlo. Además, podrías estar con la mujer que quisieras. Deja de aferrarte a tu ex. Esa mujer solo quiere dejarte en la ruina, y tú sigues actuando como u