MarceloLlegué un poco antes de lo planeado. La zona donde vivía Valeria no era de mi agrado, pero tenía en mente sugerirle un nuevo lugar esa misma tarde. No podía permitir que mi sugardaddy habitara en un sitio así. Toqué el timbre de su teléfono para avisarle que había llegado, y en solo cinco minutos ya estaba en la entrada de su edificio.Valeria se veía radiante, joven y fresca. Llevaba unos jeans claros, un top corto que dejaba al descubierto su ombligo, su cabello recogido en una coleta y un pequeño bolso que complementaba su atuendo.—¡Buenos días, señor! Ventura, qué puntual eres —me saludó desde detrás del vidrio de la ventana. Sonrió y se inclinó para darme un beso, y como un adolescente embobado, lo recibí con gusto. Noté que mi conductor fruncía el ceño a través del retrovisor; la escena debía parecer un tanto decadente.—Señorita Valeria, estás espectacular —dije al abrir la puerta para que entrara. Su aroma era delicioso. Se acomodó a mi lado y tomé su mano, disfrutand
Valeria Era imposible contener la sonrisa que se dibujaba en mi rostro. Me recosté sobre mi vieja cama y solté un suspiro. Aún sostenía en mis manos las llaves del apartamento que Marcelo me había dado. No podía aceptar su regalo, pero nunca antes alguien se había preocupado tanto por mí. Sin embargo, más allá del dinero o los detalles materiales, era él quien me resultaba fascinante, él quien despertaba en mí esta sensación de estar flotando en una nube de emoción.Estaba a punto de quedarme dormida cuando llegó un mensaje suyo.>Mis manos temblaban. Era una decisión difícil, pero respondí de inmediato.>¡Enviar!Di un pequeño salto sobre la cama, sintiéndome como una adolescente enam
Marcelo Ventura Valeria pasó la noche entera en mis brazos. A lo largo de la madrugada, me desperté un par de veces solo para depositar besos en su frente. En esos momentos, no pude evitar agradecerle a su amiga envidiosa por haberla echado de su casa.Después del desayuno, discutimos durante casi dos horas sobre el apartamento nuevo. Al final, no le quedó más remedio que aceptar mudarse allí. Era eso o vivir conmigo, y prefirió la primera opción. Aún no era el momento de compartir una vida juntos.Salí hacia la empresa sintiéndome relajado. Mi rostro lucía más fresco, me afeité por completo y eso me restó un par de años. Incluso cambié mi corte de cabello y elegí un traje más claro. Me sentía renovado, como si la noche anterior Valeria hubiera vertido sobre mí algún elixir rejuvenecedor.—Buenos días, señor Ventura —me saludó una secretaria, con una mirada hambrienta.—Se ve increíble hoy, señor Ventura —comentó otra empleada, recorriéndome de arriba abajo.—¡Le queda genial el nuev
Valeria Esperé a que Marcelo se marchara del apartamento. Tardó casi dos horas en irse, supongo que con la esperanza de que regresara, pero mi orgullo era más fuerte que su frágil determinación. De todas formas, la culpa era mía por haber puesto expectativas tan altas en alguien que nunca me prometió nada. Él jamás me obligó a estar con él ni mencionó una relación seria. ¿Qué demonios esperaba yo?El sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos. No el nuevo, sino el antiguo. Miré la pantalla: era mi madre. O al menos eso creí. Hacía días que no hablábamos.—¿Mamá? Mamita, ¿cómo estás?—Ay, linda, no soy tu mamita. Habla tu tía otra vez.Suspiré, sintiendo una punzada de preocupación.—Oh… Hola, tía. ¿Por qué últimamente solo llamas tú? Mamá no me contesta, no he podido hablar con ella. ¿Qué pasa?—Ya te lo he dicho, está mal. Lo más probable es que pronto te quedes sin madre. Aunque claro, podríamos evitarlo… pagando el tratamiento.Las palabras de mi tía eran cada vez más hiri
Marcelo A pesar de la ausencia de Valeria en mi vida, me he prometido no caer en depresión otra vez. Es lo último que necesito ahora que mi exesposa está a punto de casarse. He intentado concentrarme en el trabajo, venir a la oficina todos los días con disciplina, pero mantener la mente enfocada es un reto.—Señor… señor… ¡SEÑOR! —El grito de Neila me sacó abruptamente de mis pensamientos.—¡Carajo, mujer! ¿Por qué tanta necesidad de gritar? Últimamente, todo el mundo grita.—Pues llevo diez minutos llamándolo y ni caso. Toqué a la puerta y nada. Como vi que estaba entreabierta, decidí entrar. Ya es tarde y me preocupé.—Neila, si ya es tarde, ¿por qué sigues aquí?—Nadie me espera en casa, además, las horas extras ayudan con la nómina. Pero… ¿usted está bien?No supe qué responder. ¿Bien? ¿Mal? ¿Regular? Ni siquiera estaba seguro de si realmente seguía vivo.—Sí, sí, estoy perfecto. Váyase ya… a menos que quiera cenar conmigo.No sé por qué lo dije. Tal vez desde que estuve con Vale
Punto de vista ValeriaNo sé qué se le cruzó por la cabeza a Marcelo cuando decidió aparecerse en mi casa. Aunque mi primera reacción fue querer echarlo, a él y a ese pequeño tigre de utilería que traía —pobrecito, más parecía una criatura de pesadilla que una mascota—, la verdad es que mi corazón lo pedía a gritos. Los abracé a ambos, aprovechando la excusa del reencuentro… necesitaba sentirlo, necesitaba que sus brazos me rodearan.—¡Listo! El gatito ya está comido, limpio y listo para dormir. Se quedará en la habitación con Luna… y nosotros —le dije a Marcelo con una sonrisa, después de casi una hora cuidando al minino.—¿Y yo? ¿Dónde se supone que voy a dormir? —me respondió con un puchero que me sacó una carcajada.—Obviamente en el cuarto de invitados.—¡Ay, no Valeria! Para dormir solo me hubiera quedado en mi mansión… déjame quedarme contigo.—Marcelo, son las dos de la madrugada, estoy agotada. Anda, ven y acuéstate a mi lado.Sin decir una palabra más, empezó a quitarse la r
Marcelo bufó con molestia y su expresión cambió.—Mira, Valeria. Sé lo que pasó con tu dinero, pero no soy adivino. No manejo efectivo, ni cuentas de otras personas porque prácticamente lo tengo todo a mi alcance con una sola tarjeta. Pero si te quedas sin dinero, debes decírmelo. Es más… —se levantó y fue hasta su ropa, sacando algo de una billetera de piel—. Te voy a dar una tarjeta azul. Es para ti. Úsala cuando la necesites, sin miedo, sin pedir permiso. Yo quiero que estés bien, ¿entiendes?Me quedé en silencio, apretando los labios para no llorar. A veces, cuando menos lo esperas, alguien llega a sostenerte justo cuando sientes que ya no puedes más.—No, Marcelo, no es necesario —le dije, sacudiendo la cabeza.—Eso sí es parte del contrato —dijo con una sonrisa ladina—. Y así sean 24 horas, nos vamos. Tengo un avión privado.—¿Qué? —parpadeé, sin poder creer lo que acababa de escuchar.—Sí. Dime dónde es —Marcelo ya estaba tomando su teléfono, marcando con rapidez. Le di la dire
Punto de vista MarceloNo había podido concentrarme en nada que no estuviera relacionado con Valeria. En ese momento, lo único que realmente me importaba era que ella se sintiera bien, incluso mejor que nunca. La pérdida de su familia había sido un golpe devastador, difícil de poner en palabras, especialmente para alguien como yo que, afortunadamente, aún no había vivido una experiencia tan dolorosa.El día de la boda de Samantha finalmente llegó. Aunque al principio había manifestado mi deseo de asistir —especialmente acompañado de Valeria—, esa idea ya estaba completamente descartada.—Cariño, tengo que ir a la mansión a resolver unos asuntos personales —le comenté mientras ella limpiaba la cocina.—Claro, Marcelo. Has pasado muchos días aquí, imagino que tienes pendientes que atender —respondió sin levantar la mirada.—En cuanto termine regreso, necesito preguntarte algo —llevaba horas dándole vueltas, buscando las palabras adecuadas para planteárselo, pero ya no podía posponerlo m