Gala De Lima fue criada bajo el seno de unos padres amorosos que cometieron el error de no mostrarle lo que había fuera de aquellas paredes que la protegían, y no es hasta que un trágico accidente se los arrebata cuando descubre lo cruel que puede ser el mundo del que ha sido oculta toda su vida. En una cláusula del testamento en el que sus padres la nombran su única heredera, estipula que ella deberá casarse con un hombre del que desconoce hasta su nombre para poder tomar posesión de todo lo que le corresponde, y de no hacerlo, todo pasará a manos de su tía, una mujer ambiciosa que estaba segura de llevar a la ruina todo por lo que habían trabajado sus padres toda su vida. Ramsés Casablanca era un poderoso y bondadoso hacendado por sus vastas cosechas a las afueras de Río. Pero todo cambió para él cuando un incendio en tierras vecinas le destrozó la vida, dejándolo marcado y convertido en un tosco, retrograda y desalmado que ordena y castiga a todo aquel que vaya en contra de su dictadura.
Leer más— Mi bebé… mi bebé… — resolló Gala, aferrada a la mano de una mano.— ¡Está consciente! ¡Vamos, no perdamos tiempo! — abordó el doctor, acercándose a ella.— Por favor, dígame que mi bebé está bien. Dígame que lo está.— Están bien, ahora los dos lo están — le explicó, tranquilizándola, pero eso no cambiaba mucho la situación, así que tuvo que ser sincero con ella en ese momento tan crucial. Si la anestesiaban, era muy probable que uno de los dos no sobreviviera, pero si tenía un parto natural, las posibilidades de lograrlo eran más alta, solo que… sería completamente doloroso para ella, después de la reciente operación al sacar la bala de su sistema.— Mi bebé… ¿puede morir? — eso era lo único que le preocupaba. Lágrimas mancharon sus mejillas.— No si es valiente y nos ayuda a traerlo a este mundo. ¿Cree que pueda con esto?Gala tocó su vientre. Su bebé estaba allí. Moría por conocerlo y tenerlo en sus brazos.— Sí, por favor, doctor, dígame… lo que debo de hacer.El doctor asintió,
— No, no, no. ¡Gala! ¡Mi amor! — lloró Ramsés, cargando el cuerpo débil de su esposa en brazos. La bala había alcanzado alguna parte de su cuerpo. No supo cuál. Lo único era que… tenía que sacarla de allí y asegurarse de que sobreviviera.La pegó con gesto protector a su pecho, manchándose de sangre y dejando rastros por el piso que pasaba.— ¡Por favor, mi amor! ¡Por favor, resistes! ¡No me hagas esto! ¡No nos hagas esto! — rogó, desesperado, bajando las escaleras.Los agentes y Julián se encontraron con la escena. Era de película. El cuerpo de la muchacha, casi inerte en los brazos del hombre que la amaba.— ¡Está herida! ¡Por favor, ayúdenme! ¡Hay que llevarla al hospital!— ¡Vamos en mi auto! — le dijo Julián, apresurado y preocupado.Pero Ramsés se acercó a él. Su mirada traspasada por el veneno, la rabia y la sed de venganza.— Llévatela y asegúrate de que esté bien — le pidió, pero Julián escuchó aquel tono y no le gustó. Sabía que cometería una locura. Una que… les costaría la
— Ramsés, por favor, tranquilízate. Los agentes ya están aquí. Están subiendo— le dijo Julián a Ramsés de forma alentadora, pero, en ese momento, no había nada que pudiera desacelerar los latidos acelerados de su corazón.— ¿Cómo? ¿Cómo diablos pudo pasar esto? — se preguntó a sí mismo — ¡Esa mald¡ta mujer debía estar en la cárcel! ¡No es posible!El brasileño negaba con la cabeza, una y otra vez, perdiendo el juicio y el temple con cada segundo que pasaba.En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron. Dos agentes aparecieron.Rápido, Julián los puso al tanto de lo que estaba pasando, pero fue Ramsés quien, desesperado, compartió los verdaderos y crudos detalles.— ¡Mi mujer está en manos peligrosas ahora misma! ¡La ha secuestrado una prófuga de la justicia!Los agentes pidieron ver las imágenes de las cámaras y prestaron atención a cada mínimo detalle, lo que los llevó a dar con otras del parqueadero y las afueras del edificio, dando con varias pistas que los ayudarían a dar p
Gala levantó la vista y vio el reflejo de Giulia en el espejo. Su expresión era fría, despiadada, y sus ojos destilaban odio irracional.— Hola hermanita. ¿Creíste que no volveríamos a vernos?— Giulia… — musitó Gala, incapaz de creer que su hermana estuviese allí. ¿Cómo? ¡Eso era imposible! No, no, no… comenzó a retroceder cuidadosamente.— Te dije que me las pagarías, ¿lo recuerdas? — preguntó con burla. Gala estaba congelada — ¡Te pregunté si lo recuerdas!— ¡Estás loca! ¡Deberías estar en prisión! ¿Cómo… cómo es posible que hayas podido escapar? — no se lo creía, de verdad, parecía una locura.Giulia sonrió, acercándose con pasos lentos, como un depredador acechando a su presa.— Tú y Ramsés me lo han quitado todo. Mi libertad, mi vida, mi futuro. Y ahora… yo les quitaré algo a ustedes.Gala quiso gritar en respuesta por ayuda, pero Giulia se abalanzó sobre ella, cubriéndole la boca con fuerza. Forcejearon violentamente, mientras Gala trataba desesperadamente de protegerse y de pro
Más meses pasaron y nada parecía nublar la felicidad del matrimonio Casablanca, y es que desde que las cosas tomaron su curso, nada empañaba aquel amor que cada crecía y crecía más.El embarazo de Gala, aunque no fue del todo saludable y al principio tuvo sus complicaciones, ambos lo supieron sobrellevar, y con la increíble dedicación que daba Ramsés a su amada esposa, ella parecía no necesitar más.— No puedo pasar todo el día en cama, Ramsés. Estoy embarazada, no enferma.Él se ajustaba la hebilla del cinturón cuando escuchó las dulces quejas de su esposa, y se giró con una media sonrisa hacia ella.— Estás a nada de traer a nuestro hijo al mundo, mujer, ¿no puedes mantenerte quieta lo que resta de estos meses?— Quieta es lo último que voy a estar si no me dejas salir de aquí — se quejó, haciendo un pequeño puchero, mientras intentaba salir fuera de la cama con la ayuda de su esposa. Su barriga ya era de siete meses. Ni muy grande, ni muy pequeña. Era el tamaño perfecto —. Los inver
1 mes después.— ¿Estás bien? Sabes que no tienes que hacer nada de esto — le preguntó Ramsés a su esposa. Era la última audiencia. El juez y su equipo al fin tomarían una decisión en cuanto a las pruebas presentas contra Giulia y Beatriz de Lima, porque sí, a esta última la habían capturado huyendo de país en país.Ahora las dos se enfrentaban a la justicia.Gala asintió ligeramente.— Lo sé, pero… necesito hacer esto. Es la única forma en la que pueda dejar todo atrás.— De acuerdo — le dijo él, entrelazando su mano con la suya —. Terminemos con esto.Entraron a la sala en la que se llevaría la audiencia decisiva. Junto a ellos, había dos guardaespaldas que, desde que la prensa estuvo al tanto de todo, los seguían a sol y a sombra.Para ese punto del juicio, Giulia ya había mostrado su verdadera y más absoluta careta. Ya no buscaba victimizarse, mucho menos llorar y predicarle un amor a Ramsés que no sentía. Ahora ella los miraba con odio y desprecio, como si quisiera saltar sobre el
Días después…Gala no podía contener las lágrimas. El descubrimiento de que sus padres no eran las personas que ella siempre había creído la había destrozado por completo. Había pasado días en silencio, encerrada en sus pensamientos y recuerdos, tratando de encontrar algo, algún momento en el que pudiera haber sospechado. Pero no había nada. Ramsés, al verla tan vulnerable, se había convertido en su apoyo incondicional.Desde el instante en que ella se derrumbó en sus brazos, Ramsés tomó las riendas de todo. Gala lo había cuidado durante semanas después de su pre infarto, pero ahora los papeles se habían invertido. Él no la dejaba hacer nada, asegurándose de que descansara, comiera y se sintiera amada en todo momento. La mimaba de todas las maneras posibles, desde prepararle su desayuno favorito hasta masajearle los pies cuando veía que se sentía cansada.— Ramsés, no tienes que hacer todo esto — le dijo un día, mientras él le cepillaba el cabello con delicadeza.— Claro que sí, mi amo
Ramsés fue dado de alta del hospital en la tarde de un lunes soleado. Aunque su cuerpo aún estaba débil y necesitaba tiempo para recuperarse por completo, la sensación de salir del hospital junto a Gala lo llenaba de una extraña mezcla de alivio y ansiedad. Gala, siempre atenta, lo ayudó a caminar con cuidado hasta el automóvil que los esperaba. Ella lo trataba con una dulzura y paciencia infinitas, como si cada pequeño gesto fuera un recordatorio de cuánto lo amaba.El apartamento de Ramsés, ubicado en el corazón de la ciudad, era elegante y moderno, pero poco habitado. Al entrar, Gala se puso inmediatamente en acción, arreglando todo para que él estuviera cómodo. Acomodó almohadas en el sofá, preparó agua fresca y organizó su pequeño botiquín con los medicamentos que los médicos le habían recetado. Ramsés la observaba desde su lugar en el sillón, admirado por su dedicación y amor.— No tienes que hacer todo tú sola, Gala — dijo él con voz suave.—No es un esfuerzo, Ramsés — respondió
Los días pasaban como un tormento eterno. La habitación de hospital, impregnada con el tenue olor a desinfectante, se había convertido en el hogar de Gala. Los médicos y enfermeras se maravillaban ante su persistencia; la joven nunca abandonaba el lado de Ramsés. Ni siquiera las súplicas de sus amigos y personas más queridas, habían conseguido alejarla.Desde el primer día, la rutina fue casi la misma. Gala se dedicaba a cuidarlo. Con toallas húmedas, limpiaba con delicadeza su rostro, sus manos, sus brazos. Le leía libros en voz baja, compartiendo fragmentos de historias de amor que les recordaban los momentos felices que habían vivido. A veces, se inclinaba hacia él y cantaba suavemente canciones que solían escuchar juntos, su voz impregnada de amor y nostalgia.Julián, siempre presente, se aseguraba de que Gala no tuviera que preocuparse por las empresas o por ningún asunto externo. Tomaba decisiones, manejaba reuniones, y cuando encontraba tiempo, se acercaba a la habitación para a