Mónica se casó por obligación y con el tiempo logró enamorarse de su frío y despiadado esposo, David Lambert. Un exitoso empresario que salvó a su familia de la ruina, y solo quería un heredero. Él pisó los sentimientos de su esposa. Ella creyó que algún día cambiaría, pero no fue así. Mónica por fin quedó embarazada después de someterse a varios tratamientos, pero ya era demasiado tarde. David había conseguido una amante y al dejarla embarazada, era la excusa perfecta para divorciarse de Mónica. Humilló a su esposa frente a toda la familia Lambert, tachándola de infértil. Mónica juró vengarse de la peor manera. Un plan calculador que le llevó años de esfuerzo. Consiguió un empleo, teniendo de jefe al enemigo de su ex, y no dudó en hacerle una propuesta. Rafael Rowling era el CEO más temido de la ciudad por tener el poder de hundir a cualquiera. Se uniría a Mónica para juntos destruir la felicidad de David desde sus raíces, pero esto no lo hacía por gusto, sino porque ocultaba un secreto que involucraba a la misma Mónica. ¿Qué pasará cuando el amor se interponga en sus caminos?
Leer másMónica estaba lista para su primer día como secretaria. No sabía qué carajos hacer, pero Rafael le dijo que la ayudaría en todo. Se subió al ascensor, había un gran espejo dentro y pudo verse cuerpo completo. No estaba tan mal como había dicho David… Sus pechos estaban un poco más grandes y firmes por amamantar, y no le quedó ninguna cicatriz en su vientre porque fue un parto natural. El dolor más horrible que experimentó en su vida, valió la pena luego de ver por primera vez a su niña. Llevaba puesta una falda de tubo que le llegaba por las rodillas, y una camisa manga larga de botones color blanco. Al bajarse, se topó con la antigua secretaria de Rafael. Cintya estaba limpiando la cerámica de esa zona. —D-disculpa —titubeó, Mónica—. Eres Cintya, ¿no? Justo quería encontrarme contigo cuando fuera posible. La mujer rubia la miró con desprecio y analizó cada detalle de su cuerpo. Le tenía rencor a Mónica por haberla alejado más de Rafael. —¿Qué es lo que quieres? —Quería pedirt
Mónica llegó a esa pequeña mansión en la que una vez vivió durante más de veinte años. No veía a sus padres desde que se casó con David, se preguntaba cómo iban a reaccionar. —Espérame aquí, por favor. No quiero que mis padres sospechen de que usted y yo tenemos algo —pidió Mónica—. Hay que sorprender al mundo entero, ¿entiendes? —Lo entiendo. Esperaré lo más cerca que pueda y estaré escondido —dijo Rafael—. Tampoco pienso dejar que ellos te traten mal. Ella sonrió. Caminó con su hija en brazos hasta el portón de la entrada donde un hombre con traje vigilaba. La detuvo al verla. —Identificación —exigió. —Mónica Bustamante. Él se sorprendió, y sacó su radio para avisarle al señor de la casa. Esteban Bustamante, aunque habló tan bajo que Mónica no logró escuchar. —Ya vienen. Esperó y esperó, después de unos cinco minutos, el portón se abrió y Mónica se quedó pasmada al ver a sus dos padres viniendo. Tenían un semblante serio. Esteban y Marta, la pareja que crío a Mónica sin un
—¡¿Fuentes?! —exclamó Mónica, no se lo podía creer—. No puedes llegar a tal extremo. —¿No confías en mí? —inquirió, dolido. —O sea… Lo digo porque no creo que Catherine, después de haber obtenido lo que quería, desee arruinarlo. —Lo está ocultando. Tiene miedo de ser descubierta, según mi investigador —explicó—. Hace poco fue que logró escuchar la conversación que ella tuvo con él, en donde le recalcaba que se mantuviera alejado una temporada para no levantar sospechas. Los labios de Mónica estaban temblorosos. David había sido engañado de la peor manera, y eso la tenía en shock. No le preocupaba, al contrario, era una buena razón para hacerlo sufrir. El hijo que tanto adoraba, ni siquiera era suyo. ¿Cómo reaccionaría al enterarse? ¿Lo seguiría queriendo? Conociéndolo, lo iba a echar a la calle, tanto a él como a Catherine. —¿Y bien? ¿Qué opinas? —interrogó Rafael, la sacó de sus pensamientos. —Podemos hablar luego de ese detalle. Necesito pensarlo —Se sobó la sien. Tocaron la
A Rafael le sorprendió la propuesta de Mónica, pero no tenía intenciones de rechazarla. —Acepto. —¡¿Q-qué?! —Se exaltó, pensó que él se negaría o pediría más explicaciones—. ¿Así sin más? ¿No tienes preguntas? ¿Significa que eres soltero? —Unirnos en matrimonio enojará muchísimo a David. Aunque no lo creas, suele hablarme de ti y me ha preguntado si sé algo —comentó, encogido de hombros. —Después de cómo me alejó de su vida, lo dudo. Ese hombre jamás regresará para pedirme perdón —Se cruzó de brazos, molesta—. ¿Y qué es lo que te dice? —Me pregunta cosas como: ¿y sabes si el embarazo de Mónica al final fue real? Me pregunto si tendré alguno niño que desconozco. No encuentro forma de contactarla —Fingió una voz gruesa. —¡¿Ese imbécil todavía se atreve a decir eso?! —Tranquila, le he dejado en claro que no sé nada de ti. —Se sorprenderá al enterarse de nuestro compromiso —masculló, disfrutando el sabor de la venganza—. Le daré donde más le duele, porque sé que él te odia. —Y es
Un año después… —¡M-Mónica! ¿No estás olvidando algo? —cuestionó Elsa, una mujer de cabello liso y castaño claro. Mónica la había contratado de niñera ya que el dinero se le estaba acabando, era hora de buscar un trabajo. Elsa ya llevaba yendo varios días, conociendo a la bebé y a su jefa. El departamento dónde vivía era el mismo que Rafael pagaba cada mes. —Creo que no olvido nada… —¡Su cartera! Ahí tiene su identificación —resopló Elsa, al nota que Mónica solía ser un poco despistada. —¡Ah! Lo siento. Estoy muy nerviosa porque volveré a ver a un viejo amigo… —confesó, emocionada. Rafael solo la visitó el día que nació Victoria para ayudarla con los gastos y conocer a la bebé, la llevó al hospital ya que era el único contacto que tenía Mónica. También la bautizó unos meses después. La pequeña Victoria a penas tenía un año y un mes, lo que hablaba era entre balbuceos y estaba aprendiendo a caminar con ayuda de una andadera. —Recuerda, a ella le encanta tomar el biberón durant
—¡¿Para qué quieres verme?! —inquirió Catherine. Ella tenía puesto un suéter con una capucha que cubría su cabello, lentes de sol oscuros y un tapabocas porque no quería ser descubierta. Sus cuatro meses de embarazo se notaban, y estaba reunida en una cafetería con un hombre que decidió sacar de su vida por la locura que cometió. —Catherine… lo único que te pedí fue novedades del bebé, ¿por qué no me has mandado ni una foto? —cuestionó el pelinegro, arrugando la nariz. —¡Maldito Víctor! Te dije que lo nuestro solo fue de una sola vez. No voy a permitir que arruines mi matrimonio —Golpeó la mesa, cabreada—. Toma. Le dio una paca de billetes. Ya lo había hecho antes para alejarlo de ella, pues se había acostado con ese hombre al ver que con David no funcionaba. La mentira que estaba llevando Catherine, la podía arruinar. Pero, ella era inteligente y sabía mantenerla. David estaba enamorado, y ella también. No iba a echar a perder su relación por un desliz que ocurrió debido a la
Tiempo después… Mónica ya tenía cinco meses de embarazo, cuando estaba viendo la televisión en el canal de noticias. La boda de David era de lo que más se hablaba. —¡Con ustedes, el anfitrión de hoy! —Una presentadora estaba al lado de su ex esposo—. Cuéntanos, ¿cómo se siente haberse casado por segunda vez? Estaban transmitiendo la boda en vivo, aunque ya habían dado sus votos. Mónica se mordió el labio, frustrada por ver que su ex la estaba pasando genial, y ella casi no salía. —Pues, he de admitir que mi primer matrimonio estuvo lleno de muchas bajas, en cambio, con Catherine soy verdaderamente feliz —sonrió el hombre. —Imbécil —soltó Mónica, apretando los puños—. ¡¿Lleno de bajas?! Para mí estuvo lleno de bajas. Ella lo había superado. Aunque todavía le molestaba escuchar a David quejándose de su matrimonio. Por otro lado, Rafael cumplió con su parte y casi no la visitaba. Le dejaba mensajes para saber cómo estaba, y pedir fotos del bebé en proceso. Era un buen amigo a dist
Mónica estaba dudando en si llamar a Rafael o no… Había comprado un teléfono nuevo. Marcó su número, sin rodeos. —¿Hola? —respondió el hombre, con la voz gruesa. —Soy Mónica. —Estaba esperando tu llamada. Pensé que te habías arrepentido —comentó. —Eh, bueno. Estaba dándole prioridad a la cita que tenía con el ginecólogo —rio con nervios. El corazón de Mónica palpitaba con rapidez, la lengua se le enredaba y sabía que estaba mal sentirse así por una persona que acababa de conocer. Respiró hondo para calmarse. —¿Y cómo te fue? ¿Él bebé está bien? Le seguía sorprendiendo la preocupación de Rafael hacia ella. —Sí. Está todo en orden, gracias al cielo —sonrió, aunque no pudiera verlo. —Ya conseguí el departamento que te prometí. Quedarás encantada —informó, orgulloso—. ¿Puedo pasar ahora mismo por ti? Mónica se alarmó. Estaba en pijama y con el cabello enredado, no se había ni cepillado. ¿Cuánto tardaría Rafael en ir por ella? —¡D-dame media hora! —Llegaré en veinte minutos.
—¿Crees que aceptaré que me pagues el alquiler? —Los labios de Mónica temblaron, en una risa nerviosa—. E-estás exagerando. Por muy centrados que estemos en un mismo objetivo, eso no quiere... —Shh. Rafael posó la yema de su dedo sobre la boca de la mujer, dejándola en shock, más de lo que estaba. Le mostró una sonrisa pícara. —Por Dios, mujer. Déjate ayudar —se quejó—. Te estoy dando una oportunidad única, solo acéptame sin cuestionar. La suavidad de su dedo dejó a Mónica con una sensación cosquillosa, ya la había experimentado antes. Él alejó su dedo y le ofreció su mano para levantarla, ya que seguía en el suelo. Ella aceptó, el hormigueo aumentó cuando sus manos se tocaron. ¿Qué clase de chispa activaba ese hombre? —Está bien. Tú ganas —Se dejó llevar por él. —Perfecto, así me gusta. ¿Tienes teléfono? —¿Me estás ligando al pedirme el número? —Mónica rio con diversión y pena. —No era lo que planeaba, pero puedes tomarlo como quieras —Le guiñó el ojo—. Me comunicaré contig