—¡Señora! ¿E-está bien? —titubeó Delia, al ver que Mónica corría con torpeza escaleras arriba. Se detuvo cuando notó que su amiga la estaba esperando al final de la escalera, contuvo las ganas de llorar después de haber pasado tremendo susto gracias a Rafael. No tenía ni idea de que David lo dejaba entrar a la mansión cuando quisiera, ¿así era el poder que tenía sobre él? —D-Delia, rápido —Agarró su brazo y la arrastró de camino a su habitación. Ambas caminaban a pasos rápidos, Mónica ya tenía todo el dinero guardado en su bolsito y estaba dispuesta a escapar ese mismo día. Entraron al cuarto y cerró la puerta con seguro. Tomó las manos de Delia, la miró con agonía porque le dolería dejarla atrás y tener que despedirse. —Sus cosas están listas… Le empaqué lo necesario, incluyendo el almuerzo —Acomodó un mechón de cabello desordenado en Mónica—. Puede irse, mi señora. Yo siempre rezaré por usted y su pequeño. —¿Por qué no vienes conmigo? Hay dinero suficiente, Delia… La mujer n
Unos días después, Mónica estaba más tranquila en la comodidad de su nuevo hogar. Ya había llorado lo suficiente al ver su rostro en las noticias, la tacharon de criminal. A ella no le importó. Logró hacerse un cambio de look y pintó su cabello a un tono más amarillo, ya no era castaño, solo tenía que esperar a que las aguas se calmaran.Estaba haciendo las compras en el supermercado, cuando chocó su hombro con el de otra persona. Ella alzó el mentón, para darse cuenta de que era un hombre conocido. —Veo que has logrado tu objetivo. Me alegro —Rafael sonrió, con una mano en el bolsillo. ¿Qué hacía él en un supermercado? Si tenía el dinero suficiente para mandar a alguna sirvienta u otra persona. —¿M-me estás siguiendo? —Fue lo primero que pensó Mónica. —Te vi de casualidad entrando aquí —respondió, sin mucho interés—. Y al saber que eres la persona más buscada actualmente, quería proponerte algo. Ella tragó saliva. —¿No me veo diferente? —Si yo pude reconocerte, ¿crees que Dav
—Es aquí —indicó Mónica. El hombre estacionó el vehículo frente al edificio. Lo detalló a fondo, viendo que se trataba de un lugar bastante… Horrible. La pintura de las paredes casi se caía por completo, no era atractivo a simple vista. —¿Vives aquí? —Fue lo más económico que pude conseguir… y está lejos tanto de mi antiguo hogar, como de la empresa dónde trabaja David —resopló la mujer, bajándose—. Puedes dejarme aquí. Estaré bien al subir. Rafael no estaba de acuerdo en que Mónica viviera en ese departamento tan cutre. Quiso acompañarla hasta el final para comprobar cómo era la vivienda por dentro. —Supongo que el dueño no sabe administrar el dinero —confesó, al llegar al lado de Mónica. —Es un señor un tanto… Hostil.—¿Te ha tratado mal? —Frunció el ceño, dispuesto a ayudarla—. Porque puedo hablar con él. Se subió la manga, demostrando su valentía. Mónica negó con ambas manos al notar que Rafael iba en serio con darle un merecido al dueño del departamento. —N-no. Te equivoc
—¿Crees que aceptaré que me pagues el alquiler? —Los labios de Mónica temblaron, en una risa nerviosa—. E-estás exagerando. Por muy centrados que estemos en un mismo objetivo, eso no quiere... —Shh. Rafael posó la yema de su dedo sobre la boca de la mujer, dejándola en shock, más de lo que estaba. Le mostró una sonrisa pícara. —Por Dios, mujer. Déjate ayudar —se quejó—. Te estoy dando una oportunidad única, solo acéptame sin cuestionar. La suavidad de su dedo dejó a Mónica con una sensación cosquillosa, ya la había experimentado antes. Él alejó su dedo y le ofreció su mano para levantarla, ya que seguía en el suelo. Ella aceptó, el hormigueo aumentó cuando sus manos se tocaron. ¿Qué clase de chispa activaba ese hombre? —Está bien. Tú ganas —Se dejó llevar por él. —Perfecto, así me gusta. ¿Tienes teléfono? —¿Me estás ligando al pedirme el número? —Mónica rio con diversión y pena. —No era lo que planeaba, pero puedes tomarlo como quieras —Le guiñó el ojo—. Me comunicaré contig
Mónica estaba dudando en si llamar a Rafael o no… Había comprado un teléfono nuevo. Marcó su número, sin rodeos. —¿Hola? —respondió el hombre, con la voz gruesa. —Soy Mónica. —Estaba esperando tu llamada. Pensé que te habías arrepentido —comentó. —Eh, bueno. Estaba dándole prioridad a la cita que tenía con el ginecólogo —rio con nervios. El corazón de Mónica palpitaba con rapidez, la lengua se le enredaba y sabía que estaba mal sentirse así por una persona que acababa de conocer. Respiró hondo para calmarse. —¿Y cómo te fue? ¿Él bebé está bien? Le seguía sorprendiendo la preocupación de Rafael hacia ella. —Sí. Está todo en orden, gracias al cielo —sonrió, aunque no pudiera verlo. —Ya conseguí el departamento que te prometí. Quedarás encantada —informó, orgulloso—. ¿Puedo pasar ahora mismo por ti? Mónica se alarmó. Estaba en pijama y con el cabello enredado, no se había ni cepillado. ¿Cuánto tardaría Rafael en ir por ella? —¡D-dame media hora! —Llegaré en veinte minutos.
Tiempo después… Mónica ya tenía cinco meses de embarazo, cuando estaba viendo la televisión en el canal de noticias. La boda de David era de lo que más se hablaba. —¡Con ustedes, el anfitrión de hoy! —Una presentadora estaba al lado de su ex esposo—. Cuéntanos, ¿cómo se siente haberse casado por segunda vez? Estaban transmitiendo la boda en vivo, aunque ya habían dado sus votos. Mónica se mordió el labio, frustrada por ver que su ex la estaba pasando genial, y ella casi no salía. —Pues, he de admitir que mi primer matrimonio estuvo lleno de muchas bajas, en cambio, con Catherine soy verdaderamente feliz —sonrió el hombre. —Imbécil —soltó Mónica, apretando los puños—. ¡¿Lleno de bajas?! Para mí estuvo lleno de bajas. Ella lo había superado. Aunque todavía le molestaba escuchar a David quejándose de su matrimonio. Por otro lado, Rafael cumplió con su parte y casi no la visitaba. Le dejaba mensajes para saber cómo estaba, y pedir fotos del bebé en proceso. Era un buen amigo a dist
—¡¿Para qué quieres verme?! —inquirió Catherine. Ella tenía puesto un suéter con una capucha que cubría su cabello, lentes de sol oscuros y un tapabocas porque no quería ser descubierta. Sus cuatro meses de embarazo se notaban, y estaba reunida en una cafetería con un hombre que decidió sacar de su vida por la locura que cometió. —Catherine… lo único que te pedí fue novedades del bebé, ¿por qué no me has mandado ni una foto? —cuestionó el pelinegro, arrugando la nariz. —¡Maldito Víctor! Te dije que lo nuestro solo fue de una sola vez. No voy a permitir que arruines mi matrimonio —Golpeó la mesa, cabreada—. Toma. Le dio una paca de billetes. Ya lo había hecho antes para alejarlo de ella, pues se había acostado con ese hombre al ver que con David no funcionaba. La mentira que estaba llevando Catherine, la podía arruinar. Pero, ella era inteligente y sabía mantenerla. David estaba enamorado, y ella también. No iba a echar a perder su relación por un desliz que ocurrió debido a la
Un año después… —¡M-Mónica! ¿No estás olvidando algo? —cuestionó Elsa, una mujer de cabello liso y castaño claro. Mónica la había contratado de niñera ya que el dinero se le estaba acabando, era hora de buscar un trabajo. Elsa ya llevaba yendo varios días, conociendo a la bebé y a su jefa. El departamento dónde vivía era el mismo que Rafael pagaba cada mes. —Creo que no olvido nada… —¡Su cartera! Ahí tiene su identificación —resopló Elsa, al nota que Mónica solía ser un poco despistada. —¡Ah! Lo siento. Estoy muy nerviosa porque volveré a ver a un viejo amigo… —confesó, emocionada. Rafael solo la visitó el día que nació Victoria para ayudarla con los gastos y conocer a la bebé, la llevó al hospital ya que era el único contacto que tenía Mónica. También la bautizó unos meses después. La pequeña Victoria a penas tenía un año y un mes, lo que hablaba era entre balbuceos y estaba aprendiendo a caminar con ayuda de una andadera. —Recuerda, a ella le encanta tomar el biberón durant