—¡¿Para qué quieres verme?! —inquirió Catherine. Ella tenía puesto un suéter con una capucha que cubría su cabello, lentes de sol oscuros y un tapabocas porque no quería ser descubierta. Sus cuatro meses de embarazo se notaban, y estaba reunida en una cafetería con un hombre que decidió sacar de su vida por la locura que cometió. —Catherine… lo único que te pedí fue novedades del bebé, ¿por qué no me has mandado ni una foto? —cuestionó el pelinegro, arrugando la nariz. —¡Maldito Víctor! Te dije que lo nuestro solo fue de una sola vez. No voy a permitir que arruines mi matrimonio —Golpeó la mesa, cabreada—. Toma. Le dio una paca de billetes. Ya lo había hecho antes para alejarlo de ella, pues se había acostado con ese hombre al ver que con David no funcionaba. La mentira que estaba llevando Catherine, la podía arruinar. Pero, ella era inteligente y sabía mantenerla. David estaba enamorado, y ella también. No iba a echar a perder su relación por un desliz que ocurrió debido a la
Un año después… —¡M-Mónica! ¿No estás olvidando algo? —cuestionó Elsa, una mujer de cabello liso y castaño claro. Mónica la había contratado de niñera ya que el dinero se le estaba acabando, era hora de buscar un trabajo. Elsa ya llevaba yendo varios días, conociendo a la bebé y a su jefa. El departamento dónde vivía era el mismo que Rafael pagaba cada mes. —Creo que no olvido nada… —¡Su cartera! Ahí tiene su identificación —resopló Elsa, al nota que Mónica solía ser un poco despistada. —¡Ah! Lo siento. Estoy muy nerviosa porque volveré a ver a un viejo amigo… —confesó, emocionada. Rafael solo la visitó el día que nació Victoria para ayudarla con los gastos y conocer a la bebé, la llevó al hospital ya que era el único contacto que tenía Mónica. También la bautizó unos meses después. La pequeña Victoria a penas tenía un año y un mes, lo que hablaba era entre balbuceos y estaba aprendiendo a caminar con ayuda de una andadera. —Recuerda, a ella le encanta tomar el biberón durant
A Rafael le sorprendió la propuesta de Mónica, pero no tenía intenciones de rechazarla. —Acepto. —¡¿Q-qué?! —Se exaltó, pensó que él se negaría o pediría más explicaciones—. ¿Así sin más? ¿No tienes preguntas? ¿Significa que eres soltero? —Unirnos en matrimonio enojará muchísimo a David. Aunque no lo creas, suele hablarme de ti y me ha preguntado si sé algo —comentó, encogido de hombros. —Después de cómo me alejó de su vida, lo dudo. Ese hombre jamás regresará para pedirme perdón —Se cruzó de brazos, molesta—. ¿Y qué es lo que te dice? —Me pregunta cosas como: ¿y sabes si el embarazo de Mónica al final fue real? Me pregunto si tendré alguno niño que desconozco. No encuentro forma de contactarla —Fingió una voz gruesa. —¡¿Ese imbécil todavía se atreve a decir eso?! —Tranquila, le he dejado en claro que no sé nada de ti. —Se sorprenderá al enterarse de nuestro compromiso —masculló, disfrutando el sabor de la venganza—. Le daré donde más le duele, porque sé que él te odia. —Y es
—¡¿Fuentes?! —exclamó Mónica, no se lo podía creer—. No puedes llegar a tal extremo. —¿No confías en mí? —inquirió, dolido. —O sea… Lo digo porque no creo que Catherine, después de haber obtenido lo que quería, desee arruinarlo. —Lo está ocultando. Tiene miedo de ser descubierta, según mi investigador —explicó—. Hace poco fue que logró escuchar la conversación que ella tuvo con él, en donde le recalcaba que se mantuviera alejado una temporada para no levantar sospechas. Los labios de Mónica estaban temblorosos. David había sido engañado de la peor manera, y eso la tenía en shock. No le preocupaba, al contrario, era una buena razón para hacerlo sufrir. El hijo que tanto adoraba, ni siquiera era suyo. ¿Cómo reaccionaría al enterarse? ¿Lo seguiría queriendo? Conociéndolo, lo iba a echar a la calle, tanto a él como a Catherine. —¿Y bien? ¿Qué opinas? —interrogó Rafael, la sacó de sus pensamientos. —Podemos hablar luego de ese detalle. Necesito pensarlo —Se sobó la sien. Tocaron la
Mónica llegó a esa pequeña mansión en la que una vez vivió durante más de veinte años. No veía a sus padres desde que se casó con David, se preguntaba cómo iban a reaccionar. —Espérame aquí, por favor. No quiero que mis padres sospechen de que usted y yo tenemos algo —pidió Mónica—. Hay que sorprender al mundo entero, ¿entiendes? —Lo entiendo. Esperaré lo más cerca que pueda y estaré escondido —dijo Rafael—. Tampoco pienso dejar que ellos te traten mal. Ella sonrió. Caminó con su hija en brazos hasta el portón de la entrada donde un hombre con traje vigilaba. La detuvo al verla. —Identificación —exigió. —Mónica Bustamante. Él se sorprendió, y sacó su radio para avisarle al señor de la casa. Esteban Bustamante, aunque habló tan bajo que Mónica no logró escuchar. —Ya vienen. Esperó y esperó, después de unos cinco minutos, el portón se abrió y Mónica se quedó pasmada al ver a sus dos padres viniendo. Tenían un semblante serio. Esteban y Marta, la pareja que crío a Mónica sin un
Mónica estaba lista para su primer día como secretaria. No sabía qué carajos hacer, pero Rafael le dijo que la ayudaría en todo. Se subió al ascensor, había un gran espejo dentro y pudo verse cuerpo completo. No estaba tan mal como había dicho David… Sus pechos estaban un poco más grandes y firmes por amamantar, y no le quedó ninguna cicatriz en su vientre porque fue un parto natural. El dolor más horrible que experimentó en su vida, valió la pena luego de ver por primera vez a su niña. Llevaba puesta una falda de tubo que le llegaba por las rodillas, y una camisa manga larga de botones color blanco. Al bajarse, se topó con la antigua secretaria de Rafael. Cintya estaba limpiando la cerámica de esa zona. —D-disculpa —titubeó, Mónica—. Eres Cintya, ¿no? Justo quería encontrarme contigo cuando fuera posible. La mujer rubia la miró con desprecio y analizó cada detalle de su cuerpo. Le tenía rencor a Mónica por haberla alejado más de Rafael. —¿Qué es lo que quieres? —Quería pedirt
—Cariño, hay que intentarlo. ¿No eres el que más quiere tener un hijo? —Agarró el brazo de su esposo, David Lambert. Este se soltó del agarre de forma brusca, dejó a Mónica con los ojos abiertos y el ceño fruncido. Se preguntaba: ¿por qué su esposo no la amaba? ¿Por qué la evadía tanto? ¿Qué fue lo que cambió? —Me aturdes, Mónica. Vete a limpiar o a lavar, no lo sé —masculló, estresado—. No puedes tener hijos, esa es la verdad. Deja de esforzarte por algo que jamás se hará realidad. El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Llevó ambas manos al mismo, buscando el consuelo. Ella siempre había anhelado tener un bebé. Fue comprometida por obligación, la decisión la tomaron sus padres. Era la única manera de salvar a su familia de la ruina, si los Bustamante unían a su hija en matrimonio con el hijo de los Lambert. David era conocido como un poderoso empresario, dueño de una cadena de hoteles que le heredó su padre después de haberse jubilado. Famoso y millonario. —S-sé
Mónica ignoró las advertencias de su esposo y fue al día siguiente a ver al doctor que seguía su caso. Estaba sentada frente a él, mientras el especialista revisaba los resultados de varios exámenes que le había hecho a Mónica con anterioridad. —Doctor, ¿habrá salvación para mí? —preguntó, afligida. Ella deseaba con toda su alma ser madre, ver a ese pequeño retoño nacido de su amor… —Mmh —El pelinegro acomodó sus lentes y dejó los papeles de lado—. Mónica Lambert, usted ya no tiene necesidad de continuar con los tratamientos que hemos implementado hasta ahora. La expresión de Mónica se horrorizó. Arrugó la frente y llevó ambas manos a su boca, sus ojos se cristalizaron porque las palabras del doctor le dieron a entender que ya no había cura para su infertilidad. —¿Así de grave estoy? —Su voz salió rasposa, debilitada por el dolor interno. El hombre le dedicó una sonrisa a Mónica, lo que la dejó confundida. —Usted está embarazada —informó—. Felicidades, señora. Nuestro esfuerzo