Catherine, esa mujer que en el pasado trajo muchos problemas. Después de enterarse de que Samuel se suicidó, consiguió un nuevo amante que la ayudaría con su plan. —Ya está todo preparado —Llegó Albert, con dos trajes negros. —¿Conseguiste armas? —le preguntó la pelirroja, de brazos cruzados. Ella tenía la copia de los planos sobre la mansión Rowling, Samuel la convenció de robar el lugar, y ella gustosa aceptó, aunque lamentablemente él ya no estaba. —Por supuesto, bombón —sonrió de lado, sacando dos pistolas—. ¿Cómo lo haremos? Hay guardias en la entrada. —Pues los mataremos, ¿no es obvio? —Uh, saliste agresiva —bromeó el castaño, echándose el cabello hacia atrás. —Créeme, el dinero que debe de tener esa gente, vale la pena —Apretó los labios—. Además, tuve que apañármelas para sobrevivir en la cárcel por culpa de ellos…Albert se acercó, estaba con Catherine por puro pasatiempo. Cuando consiguiera el dinero, se iría del país para disfrutar de los placeres que tenía la vida.
Catherine y su pareja habían logrado entrar, mataron a los dos guardias sin problemas. Ella tenía el corazón a mil, había visto un auto estacionado afuera, así que supuso que Rafael estaba en casa. —Agarra todo lo que sea de valor —ordenó, metiendo varios jarrones en el bolso. —Entendido, capitana. Michael se detuvo detrás de un mueble junto a Sara, se agacharon rápidamente cuando vieron a dos ladrones. Él le hizo señas a su chica de que no hiciera ruido. —Ojalá que Mónica esté en casa, me alegrará meterle un tiro en la cabeza —bromeó la pelirroja. Quería volver a verla. Cuando Michael escuchó eso, las piezas del rompecabezas empezaron a conectar. Dedujo que esa mujer había sido la cómplice de Samuel, y ya sabía su historia. La madre de Mateo… —¿Es quién creo que es? —preguntó Sara, en voz baja. Su compañero asintió, una gota de sudor recorrió su frente. —Hay que darnos prisa, tengo un mal presentimiento de esto… —expresó Albert, tragando saliva. —Sígueme, según las notas d
*Dos años después… *El tiempo estaba pasando bastante rápido, Victoria ya tenía puesto su vestido blanco y el velo. La acompañaba su mejor amiga, sonriente por verla así. —¿Y para cuándo el bebé? Ya llevas dos años con Mateo y nada —bufó Sara, con una mano en la cintura. Victoria la miró de reojo, divertida. —¿Lo dices porque pronto nacerá tu pequeño retoño? —cuestionó. Sara estaba embarazada, todavía seguía con Michael, por supuesto que era suyo. Tenía tres meses de embarazo, fue en una de sus travesuras al no usar protección. —Ya te dije que se rompió el condón —mintió, apenada. —Sí, sí, te creo —Rodó los ojos, saliendo de la habitación—. Mateo es muy cuidadoso, siempre se preocupa por protegerse a la hora de hacerlo… —Ay, Mateo debería de ser más salvaje. Victoria se guardó lo que iba a decir, porque ya había visto a Mateo en todas sus facetas. Ambas salieron y fueron directo a la limusina que las estaba esperando afuera, Rafael le dedicó una sonrisa a su hija. —¿Ansiosa
Mateo y Victoria estaban celebrando su luna de miel en las montañas, después de tener un día ajetreado lleno de grandes aventuras y mucha excursión, volvieron al hotel dónde se hospedaban. Ella se metió en la bañera con el agua caliente, estaba disfrutando de la relajación que le brindaba la música clásica. Mateo entró sin previo aviso, dejándola en shock. Ella se cubrió ambos pechos. —¿Q-qué haces? Todavía no soportaba ver a Mateo desnudo, le daba un poco de vergüenza, y eso que lo hacían seguido. Él estaba en pelotas, se metió con ella en la bañera. —Pues, también necesito un baño… —La movió para ponerse detrás y besarle el cuello—. Además, no es la primera vez que nos bañamos juntos. Masajeó con delicadeza sus pechos cuando Victoria se quitó las manos. Ella gimió por lo bajo. Le sorprendía que Mateo pudiera ser todo un galán. —E-esto… —Shh, ¿no podemos hacerlo en nuestra luna de miel? —habló en un tono pícaro. —¡Deja de avergonzarme así! —Cubrió sus mejillas. Victoria no
Victoria estaba exhausta, llevaba en brazos a sus dos pequeños y Mónica llegó justo a tiempo para ayudarla con uno. —Déjame ayudarte, necesitas descansar más, mi amor —le dijo, preocupada. Su hija tenía unas ojeras notorias, trataba de trabajar y cuidar a sus hijos al mismo tiempo, cosa que la llevó a descuidar su aspecto. —Mamá, Mateo me ayuda mucho, quiero que no se sienta presionado al cuidar a los niños… —murmuró Victoria, moviendo un poco a Kevin. Había tenido gemelos, fue un parto bastante complicado ya que nacieron antes de lo previsto, pero gracias a Dios, pudieron recuperarse los tres. —Y pronto cumplirán sus dos añitos, no te preocupes que aprenderán a caminar sin ayuda —rio Mónica. —Ah, hoy vendrá mi hermano con su familia —comentó—. Quiero que cenemos todos, hace mucho que no nos reunimos. Michael y Sara se habían casado poco tiempo después de Victoria y Mateo, aunque su boda fue mucho más pequeña y privada. —¿Y no piensas arreglarte un poco? —bromeó su madre
—Cariño, hay que intentarlo. ¿No eres el que más quiere tener un hijo? —Agarró el brazo de su esposo, David Lambert. Este se soltó del agarre de forma brusca, dejó a Mónica con los ojos abiertos y el ceño fruncido. Se preguntaba: ¿por qué su esposo no la amaba? ¿Por qué la evadía tanto? ¿Qué fue lo que cambió? —Me aturdes, Mónica. Vete a limpiar o a lavar, no lo sé —masculló, estresado—. No puedes tener hijos, esa es la verdad. Deja de esforzarte por algo que jamás se hará realidad. El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Llevó ambas manos al mismo, buscando el consuelo. Ella siempre había anhelado tener un bebé. Fue comprometida por obligación, la decisión la tomaron sus padres. Era la única manera de salvar a su familia de la ruina, si los Bustamante unían a su hija en matrimonio con el hijo de los Lambert. David era conocido como un poderoso empresario, dueño de una cadena de hoteles que le heredó su padre después de haberse jubilado. Famoso y millonario. —S-sé
Mónica ignoró las advertencias de su esposo y fue al día siguiente a ver al doctor que seguía su caso. Estaba sentada frente a él, mientras el especialista revisaba los resultados de varios exámenes que le había hecho a Mónica con anterioridad. —Doctor, ¿habrá salvación para mí? —preguntó, afligida. Ella deseaba con toda su alma ser madre, ver a ese pequeño retoño nacido de su amor… —Mmh —El pelinegro acomodó sus lentes y dejó los papeles de lado—. Mónica Lambert, usted ya no tiene necesidad de continuar con los tratamientos que hemos implementado hasta ahora. La expresión de Mónica se horrorizó. Arrugó la frente y llevó ambas manos a su boca, sus ojos se cristalizaron porque las palabras del doctor le dieron a entender que ya no había cura para su infertilidad. —¿Así de grave estoy? —Su voz salió rasposa, debilitada por el dolor interno. El hombre le dedicó una sonrisa a Mónica, lo que la dejó confundida. —Usted está embarazada —informó—. Felicidades, señora. Nuestro esfuerzo
El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Ella sabía que ese tipo de sonidos no eran normales. ¿Estaban teniendo sexo? —Yo la acompaño... —Se ofreció Delia—. No vaya a colapsar, por favor. Piense en el bebé. La castaña asintió, más calmada. Sabía que si se dejaba llevar por sus emociones, podía perder a su bebé, y tanto que le costó conseguirlo. Ella no iba a permitir que David arruinara su felicidad. Se levantó de la silla para caminar a pasos lentos por la sala de la mansión. Los gemidos se escuchaban cada vez más cerca, a medida que se acercaba al despacho. Delia no le soltó la mano en ningún momento como símbolo de apoyo. —Estaré bien... —Se dijo a sí misma—. Todo es parte de mi imaginación. El ceño de Delia se frunció porque le dolía ver a su amiga así. Quedaría destrozada, muy destrozada. —No deje de pensar en el bebé, ¿de acuerdo? Póngalo por encima de todo lo malo —Le aconsejó. La puerta del despacho estaba abierta, con un pequeño espacio disponible para ver