Mónica ignoró las advertencias de su esposo y fue al día siguiente a ver al doctor que seguía su caso.
Estaba sentada frente a él, mientras el especialista revisaba los resultados de varios exámenes que le había hecho a Mónica con anterioridad.
—Doctor, ¿habrá salvación para mí? —preguntó, afligida.
Ella deseaba con toda su alma ser madre, ver a ese pequeño retoño nacido de su amor…
—Mmh —El pelinegro acomodó sus lentes y dejó los papeles de lado—. Mónica Lambert, usted ya no tiene necesidad de continuar con los tratamientos que hemos implementado hasta ahora.
La expresión de Mónica se horrorizó. Arrugó la frente y llevó ambas manos a su boca, sus ojos se cristalizaron porque las palabras del doctor le dieron a entender que ya no había cura para su infertilidad.
—¿Así de grave estoy? —Su voz salió rasposa, debilitada por el dolor interno.
El hombre le dedicó una sonrisa a Mónica, lo que la dejó confundida.
—Usted está embarazada —informó—. Felicidades, señora. Nuestro esfuerzo ha dado frutos después de tantos años. ¿No ha notado cambios? ¿Mareos?
Los ojos de la mujer se abrieron como platos. Ella no se lo podía creer, su corazón dio un vuelco dentro de su pecho por la inmensa felicidad que le hizo saber esa noticia.
—¿E-está hablando en serio?
Ella no recordaba haber tenido ningún síntoma de embarazo, si es que a eso se refería el doctor.
—No tengo por qué mentir cuando estoy trabajando —expresó, juntando sus manos sobre el escritorio—. Tienes un mes de embarazo. Le recomiendo ir a un ginecólogo más especializado para que empiece a hacerse los chequeos.
Las manos de Mónica temblaban de la emoción. Por fin su esposo iba a querer seguir a su lado después de saber que iban a tener un hijo.
Tenía que aprovechar la reunión familiar que se llevaría a cabo pronto. Los suegros de Mónica iban a ir a la mansión en unos días para cenar y celebrar los triunfos que había tenido David en la empresa.
—Se lo agradezco mucho, Doctor —Estrechó su mano—. La emoción que siento es indescriptible. Iré hoy mismo al ginecólogo para hacerme el primer eco. Mi marido estará encantado.
—Le deseo mucha suerte, Mónica Lambert —sonrió, asintiendo.
(...)
Mónica había llegado a la comodidad de su hogar junto a una ecografía de su pequeño retoño. Recién podía distinguirse, ya que no se había formado por completo, pero saber que llevaba una vida en su interior, le alegraba.
—¡Delia! —Llamó a su sirvienta, en un tono lleno de entusiasmo—. ¡Delia! ¡Delia!
La sirvienta se fue de la cocina corriendo al escuchar las exclamaciones de su señora. Le costaba correr debido a su grasa, pero hizo lo que pudo hasta llegar con la respiración entre cortada.
—¿Q-qué sucede, mi señora? —jadeó.
—Prepara el té de la tarde. Tengo mucho que contarte.
—Y-yo… Señora, creo que su esposo está con la mujer de la que le hablé ayer —Frunció el ceño.
Delia sabía que no debía entrometerse en la relación de dos, pero necesitaba abrirle los ojos a su señora de una vez por todas.
—Primero necesito decirte algo importante —Se mordió el labio.
Jaló a la sirvienta del brazo para llevarla al comedor. Un lugar limpio y brillante, con una mesa ovalada en el centro en donde cabían diez personas.
—Muy bien, déjeme traerle el té —Hizo una reverencia.
Mónica no podía esperar ni un segundo más para contarle a su esposo la noticia. Tenía que aguantarse para sorprender hasta a sus suegros.
Delia no tardó mucho en servir el té y unas galletas en la bandeja de plata. Caminó sin prisas hacia el comedor y colocó todo en la mesa.
—Usted es muy impredecible —confesó, en un suspiro—. Cuénteme, ¿cómo le fue en el doctor? Hoy tardó más de lo normal.
—Siéntate, Delia.
Hizo caso a su orden.
—Señora, le estoy diciendo que su esposo está en el despacho con la mujer que siempre viene… Yo misma lo acabé de ver hace un rato —comentó, tratando de convencer a Mónica.
Pero la castaña no hizo caso. Estaba tan alegre por su embarazo que dedujo la situación de su esposo, lo más seguro era que se tratara de una reunión de negocios, como siempre.
No iba a preocuparse.
—Olvídalo un rato —Tomó una galleta para meterla a su boca. Después de masticar, añadió—: Voy a tener un hijo, Delia. ¡Seré mamá!
La sirvienta ahogó un suspiro lleno de sorpresa y no dudó en levantarse para felicitar a su amiga con un gran abrazo que demostró su lealtad.
—¡Mi señora! ¡Eso es una gran noticia! —exclamó, sonriente.
Sabía todo lo que Mónica había esperado ese embarazo, y con más razón necesitaba abrirle los ojos para que dejara de una vez por todas al imbécil de su esposo.
Delia había visto a la misma mujer joven y pelirroja entrar al despacho de su señor, bien agarrados de manos como si fueran pareja.
—Estoy tan emocionada por contarle la noticia a David.
—¿Por qué no va ahorita mismo?
—¡No! En unos días vendrán sus padres a cenar. Aprovecharé el momento —alegó, sin dejar de sonreír.
—¿Vienen a felicitarlo por sus triunfos o por sus deudas? —resopló la mayor, acomodando un florero—. Le recuerdo que el señor David le debe mucho dinero a Rafael Rowling. Todos en esta mansión lo saben.
Mónica sabía ese detalle. Rafael se había vuelto el principal enemigo de David con el pasar de los años, era un hombre al que su esposo le temía. Aun así, se hacía el tonto para no pagarle.
—No menciones a ese hombre por aquí —Hizo una seña de silencio—. Si David nos escucha, nos puede ir mal.
—Señora… —Delia tomó sus manos, preocupada y decidió cambiar a un tema más importante—. Por favor, tiene que averiguar quién es esa mujer que trae su esposo a la casa. Sé que está aquí hoy.
—Delia, estás más preocupada que yo —rio.
—¡Ah! ¡David! —Un chillido más parecido a un gemido alertó a Mónica.
Delia se la quedó viendo con las cejas hundidas. Ella ya había entendido todo. El despacho quedaba en la planta baja, no muy lejos del comedor, por eso las sirvientas siempre estaban al pendiente de las personas que acompañaban a David.
—¡Ahí no, David! —Se escuchó otra vez.
¿La peor pesadilla de Mónica se haría realidad?
El corazón de Mónica se apretujó dentro de su pecho. Ella sabía que ese tipo de sonidos no eran normales. ¿Estaban teniendo sexo? —Yo la acompaño... —Se ofreció Delia—. No vaya a colapsar, por favor. Piense en el bebé. La castaña asintió, más calmada. Sabía que si se dejaba llevar por sus emociones, podía perder a su bebé, y tanto que le costó conseguirlo. Ella no iba a permitir que David arruinara su felicidad. Se levantó de la silla para caminar a pasos lentos por la sala de la mansión. Los gemidos se escuchaban cada vez más cerca, a medida que se acercaba al despacho. Delia no le soltó la mano en ningún momento como símbolo de apoyo. —Estaré bien... —Se dijo a sí misma—. Todo es parte de mi imaginación. El ceño de Delia se frunció porque le dolía ver a su amiga así. Quedaría destrozada, muy destrozada. —No deje de pensar en el bebé, ¿de acuerdo? Póngalo por encima de todo lo malo —Le aconsejó. La puerta del despacho estaba abierta, con un pequeño espacio disponible para ver
Había pasado un día después de haberlo visto revolcándose con otra mujer, y ella estaba decidida en hablar con él respecto a eso. No planeaba mencionar lo del embarazo todavía. Estaba guardando esa carta para la reunión con sus suegros. Buscó a David y lo encontró en su despacho. Él solía trabajar desde allí y pocas veces tenía que ir a la empresa. No estaba solo. Se quedó detrás de la puerta para escuchar la conversación. —R-Rafael… Esta vez prometo pagarte, solo necesito un tiempo más —titubeó—. Ten, esto puede apaciguar las cosas. Mónica no podía ver, ya que la puerta estaba cerrada, pero David le había entregado una pequeña cantidad de dinero en efectivo a su enemigo. Rafael tenía un semblante serio y despreocupado. Agarró los billetes de mala gana. —No me agrada esto de estar recibiendo tu pago en pequeñas cantidades, Lambert —resopló—. Si sigues así, pronto tendré que cobrarme con otras cosas… Tu dedo, por ejemplo. El rubio se horrorizó ante tal amenaza, sabía que Rafae
Se vio una última vez en el gran espejo de su habitación. Mónica estaba radiante, se arregló mejor que nunca con la ayuda de Delia. Llevaba puesto un vestido rojo intenso que combinaba con su labial. La pedrería fina en la parte del torso la hacía ver jovial. Dio una media vuelta, su cuerpo cobró firmeza. —Se ve preciosa —soltó la sirvienta, dando los últimos retoques—. Está lista para sorprender a todos. Usted no se deje humillar por nadie. —Quedarán con la boca abierta al saber que estoy embarazada. Guardó la ecografía en su cartera. Delia le dio un leve empujón para que se fuera, ya que había sido avisada de la llegada de la familia Lambert. —Que Dios la acompañe. Mónica sonrió. Salió llena de valor de su habitación y caminó por los pasillos hasta bajar las amplias escaleras. Escuchó los murmullos en el comedor, las voces de sus suegros. Atravesó el umbral de la puerta, sintiéndose radiante por haberse arreglado para callarle la boca a David. Cuando Rowena y Damián la viero
—Mónica, no te queda de otra más que aceptar el divorcio —resopló Damián, él sí tenía esperanzas en ella—. Lo siento. Los labios de Mónica se apretaron, buscando ahogar el llanto que la consumía. Llevó una mano a su vientre, diciéndole mentalmente al bebé que todo estaría bien. —Uff, no soporto ni verle la cara —masculló Catherine. Los verdosos ojos de la pelirroja se clavaron en Mónica, quién se volvió pequeñita para calmar su respiración. Necesitaba mantenerse estable o perdería al bebé. —Hay otra noticia importante —intervino David—. No me estoy divorciando de Mónica solo porque ya no la amo. ¿Otra noticia? ¿Qué más faltaba para romperla por completo? —D-David… —Ella lo miró con agonía, deseaba que se arrepintiera de esa decisión. El hombre caminó a pasos lentos hasta el puesto de su esposa, mirándola con recelo y la mandíbula tensa. Ya no iba a soportarla más. Todo se acabaría. Tomó el mentón de Mónica con su dedo. —Desde que me enteré de tu problema, supe que lo nuestro
—¡¿Catherine?! —David se exaltó. Corrió hacia su amante, de la que se había enamorado perdidamente. La mujer estaba tendida en el suelo, con las manos temblorosas sobre su vientre. —¡Me duele mucho! —se quejó. Mónica abrió los ojos, sabía que no había hecho nada. La misma Catherine se fue de lado con más fuerza, provocando el accidente. Quedó pasmada. Un chorro de sangre empezó a salir por debajo de la falda de Catherine, preocupando a todos en el comedor. ¿Tan fuerte había sido el golpe? Pero… Ella misma lo provocó. ¿Qué tan cínica podía ser? Mónica se sentó en el suelo, devastada y sin poder decir una palabra al ver la escena. —¡Está sangrando! —exclamó Rowena, acercándose—. ¡Llama a una ambulancia ya, David! La sangre era mucho más abundante que la propia menstruación. David estaba aterrado, porque no quería perder a su pequeño heredero. Sacó su celular, llamando a emergencias. —Mi bebé… —titubeó Catherine, estaba débil. Sentía que iba a desmayarse, y le dolía, aunque er
Un día después, Mónica se despertó sobresaltada al escuchar que tiraron la puerta, como si le hubieran dado una fuerte patada para abrirla. Su corazón estaba loco. Vio a su marido entrar hecho una furia, su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados. Veía a Mónica con el odio que fue acumulando durante años. —¡¿D-David?! —Se cubrió con la sábana, asustada. —Eres una maldita asesina, Mónica —masculló—. ¿Cómo pudiste llegar a ese extremo? Hiciste que Catherine perdiera al bebé. ¿Estás feliz? ¡Porque ni sueñes que voy a regresar contigo! David golpeó la mesita con los cosméticos de su esposa, tirando todo lo que había encima. Los productos frágiles de vidrio se rompieron al chocar contra la dura cerámica. Los ojos de Mónica se cerraron por el estruendo y el miedo la consumió. Creía que su esposo trataría de hacerle daño, o matarla en el peor de los casos. La señaló con el dedo. —Escúchame bien. Vas a firmar el maldito papel de divorcio en estos días, tal vez tarde unos meses en
—Oh, Delia… ¿Estarás bien después de ayudarme con esta locura? —Mónica tomó sus manos. Ambas estaban en la sala. David no le permitía salir de la mansión y era constantemente vigilada por los demás sirvientes. —Shh —Le susurró la mayor, viendo en todas direcciones—. Usted sabe que hay oídos por todos lados. Hable más bajo. No eran las únicas en la sala, otras sirvientas de David hacían la limpieza diaria en todo el salón, dejándolo impecable y escuchando la conversación que tenían las dos amigas. —No es posible que solo podamos tener privacidad en la habitación… —Es lo que hay, mi señora. No vaya a preocuparse por mí, ¿de acuerdo? —Comprimió una sonrisa—. Estaré bien. La firma del divorcio se llevó a cabo después de unas semanas del accidente, en dónde a Mónica la tenían secuestrada, prácticamente. Ya no podía ni ir al doctor, por eso, ese día estaba planeando robar el dinero de David con ayuda de su amiga. —Solo espere a que estas chismosas terminen su trabajo aquí —murmuró De
El ambiente se tornó tenso para ella, pero para Rafael, era extraordinario ver cómo la esposa de su deudor le robaba. Consideró a Mónica una mujer valiente e intrigante. Aunque, él sentía que la conocía de antes. Ese rostro que parecía tener una expresión preocupada todo el tiempo por su ceño fruncido, sin dudas, ya lo había visto, y no precisamente como la pareja de David. Rafael caminó a pasos lentos, obligando a Mónica a levantarse y alejarse hasta chocar con una pared cercana. —Eso también te pregunto yo a ti —habló, en un tono seductor que le erizó los vellos—. ¿Qué hace la ex esposa de David robándole? Sonrió de lado. Mónica estuvo a punto de jugar con sus dedos, pero se contuvo y decidió decir la verdad, tal vez ese hombre podía cubrirla. —Por favor… No se lo vaya a decir —suplicó, juntando ambas manos—. E-estoy embarazada, no puedo simplemente terminar en las calles y morirme de hambre junto a mi bebé. —Mmh —murmuró, le interesó la excusa de Mónica—. ¿Sabías que todos e