Capítulo 8: Flor marchita

Un día después, Mónica se despertó sobresaltada al escuchar que tiraron la puerta, como si le hubieran dado una fuerte patada para abrirla.

Su corazón estaba loco. Vio a su marido entrar hecho una furia, su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados. Veía a Mónica con el odio que fue acumulando durante años.

—¡¿D-David?! —Se cubrió con la sábana, asustada.

—Eres una maldita asesina, Mónica —masculló—. ¿Cómo pudiste llegar a ese extremo? Hiciste que Catherine perdiera al bebé. ¿Estás feliz? ¡Porque ni sueñes que voy a regresar contigo!

David golpeó la mesita con los cosméticos de su esposa, tirando todo lo que había encima. Los productos frágiles de vidrio se rompieron al chocar contra la dura cerámica.

Los ojos de Mónica se cerraron por el estruendo y el miedo la consumió. Creía que su esposo trataría de hacerle daño, o matarla en el peor de los casos.

La señaló con el dedo.

—Escúchame bien. Vas a firmar el maldito papel de divorcio en estos días, tal vez tarde unos meses en
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