Un día después, Mónica se despertó sobresaltada al escuchar que tiraron la puerta, como si le hubieran dado una fuerte patada para abrirla. Su corazón estaba loco. Vio a su marido entrar hecho una furia, su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados. Veía a Mónica con el odio que fue acumulando durante años. —¡¿D-David?! —Se cubrió con la sábana, asustada. —Eres una maldita asesina, Mónica —masculló—. ¿Cómo pudiste llegar a ese extremo? Hiciste que Catherine perdiera al bebé. ¿Estás feliz? ¡Porque ni sueñes que voy a regresar contigo! David golpeó la mesita con los cosméticos de su esposa, tirando todo lo que había encima. Los productos frágiles de vidrio se rompieron al chocar contra la dura cerámica. Los ojos de Mónica se cerraron por el estruendo y el miedo la consumió. Creía que su esposo trataría de hacerle daño, o matarla en el peor de los casos. La señaló con el dedo. —Escúchame bien. Vas a firmar el maldito papel de divorcio en estos días, tal vez tarde unos meses en
—Oh, Delia… ¿Estarás bien después de ayudarme con esta locura? —Mónica tomó sus manos. Ambas estaban en la sala. David no le permitía salir de la mansión y era constantemente vigilada por los demás sirvientes. —Shh —Le susurró la mayor, viendo en todas direcciones—. Usted sabe que hay oídos por todos lados. Hable más bajo. No eran las únicas en la sala, otras sirvientas de David hacían la limpieza diaria en todo el salón, dejándolo impecable y escuchando la conversación que tenían las dos amigas. —No es posible que solo podamos tener privacidad en la habitación… —Es lo que hay, mi señora. No vaya a preocuparse por mí, ¿de acuerdo? —Comprimió una sonrisa—. Estaré bien. La firma del divorcio se llevó a cabo después de unas semanas del accidente, en dónde a Mónica la tenían secuestrada, prácticamente. Ya no podía ni ir al doctor, por eso, ese día estaba planeando robar el dinero de David con ayuda de su amiga. —Solo espere a que estas chismosas terminen su trabajo aquí —murmuró De
El ambiente se tornó tenso para ella, pero para Rafael, era extraordinario ver cómo la esposa de su deudor le robaba. Consideró a Mónica una mujer valiente e intrigante. Aunque, él sentía que la conocía de antes. Ese rostro que parecía tener una expresión preocupada todo el tiempo por su ceño fruncido, sin dudas, ya lo había visto, y no precisamente como la pareja de David. Rafael caminó a pasos lentos, obligando a Mónica a levantarse y alejarse hasta chocar con una pared cercana. —Eso también te pregunto yo a ti —habló, en un tono seductor que le erizó los vellos—. ¿Qué hace la ex esposa de David robándole? Sonrió de lado. Mónica estuvo a punto de jugar con sus dedos, pero se contuvo y decidió decir la verdad, tal vez ese hombre podía cubrirla. —Por favor… No se lo vaya a decir —suplicó, juntando ambas manos—. E-estoy embarazada, no puedo simplemente terminar en las calles y morirme de hambre junto a mi bebé. —Mmh —murmuró, le interesó la excusa de Mónica—. ¿Sabías que todos e
—¡Señora! ¿E-está bien? —titubeó Delia, al ver que Mónica corría con torpeza escaleras arriba. Se detuvo cuando notó que su amiga la estaba esperando al final de la escalera, contuvo las ganas de llorar después de haber pasado tremendo susto gracias a Rafael. No tenía ni idea de que David lo dejaba entrar a la mansión cuando quisiera, ¿así era el poder que tenía sobre él? —D-Delia, rápido —Agarró su brazo y la arrastró de camino a su habitación. Ambas caminaban a pasos rápidos, Mónica ya tenía todo el dinero guardado en su bolsito y estaba dispuesta a escapar ese mismo día. Entraron al cuarto y cerró la puerta con seguro. Tomó las manos de Delia, la miró con agonía porque le dolería dejarla atrás y tener que despedirse. —Sus cosas están listas… Le empaqué lo necesario, incluyendo el almuerzo —Acomodó un mechón de cabello desordenado en Mónica—. Puede irse, mi señora. Yo siempre rezaré por usted y su pequeño. —¿Por qué no vienes conmigo? Hay dinero suficiente, Delia… La mujer n
Unos días después, Mónica estaba más tranquila en la comodidad de su nuevo hogar. Ya había llorado lo suficiente al ver su rostro en las noticias, la tacharon de criminal. A ella no le importó. Logró hacerse un cambio de look y pintó su cabello a un tono más amarillo, ya no era castaño, solo tenía que esperar a que las aguas se calmaran.Estaba haciendo las compras en el supermercado, cuando chocó su hombro con el de otra persona. Ella alzó el mentón, para darse cuenta de que era un hombre conocido. —Veo que has logrado tu objetivo. Me alegro —Rafael sonrió, con una mano en el bolsillo. ¿Qué hacía él en un supermercado? Si tenía el dinero suficiente para mandar a alguna sirvienta u otra persona. —¿M-me estás siguiendo? —Fue lo primero que pensó Mónica. —Te vi de casualidad entrando aquí —respondió, sin mucho interés—. Y al saber que eres la persona más buscada actualmente, quería proponerte algo. Ella tragó saliva. —¿No me veo diferente? —Si yo pude reconocerte, ¿crees que Dav
—Es aquí —indicó Mónica. El hombre estacionó el vehículo frente al edificio. Lo detalló a fondo, viendo que se trataba de un lugar bastante… Horrible. La pintura de las paredes casi se caía por completo, no era atractivo a simple vista. —¿Vives aquí? —Fue lo más económico que pude conseguir… y está lejos tanto de mi antiguo hogar, como de la empresa dónde trabaja David —resopló la mujer, bajándose—. Puedes dejarme aquí. Estaré bien al subir. Rafael no estaba de acuerdo en que Mónica viviera en ese departamento tan cutre. Quiso acompañarla hasta el final para comprobar cómo era la vivienda por dentro. —Supongo que el dueño no sabe administrar el dinero —confesó, al llegar al lado de Mónica. —Es un señor un tanto… Hostil.—¿Te ha tratado mal? —Frunció el ceño, dispuesto a ayudarla—. Porque puedo hablar con él. Se subió la manga, demostrando su valentía. Mónica negó con ambas manos al notar que Rafael iba en serio con darle un merecido al dueño del departamento. —N-no. Te equivoc
—¿Crees que aceptaré que me pagues el alquiler? —Los labios de Mónica temblaron, en una risa nerviosa—. E-estás exagerando. Por muy centrados que estemos en un mismo objetivo, eso no quiere... —Shh. Rafael posó la yema de su dedo sobre la boca de la mujer, dejándola en shock, más de lo que estaba. Le mostró una sonrisa pícara. —Por Dios, mujer. Déjate ayudar —se quejó—. Te estoy dando una oportunidad única, solo acéptame sin cuestionar. La suavidad de su dedo dejó a Mónica con una sensación cosquillosa, ya la había experimentado antes. Él alejó su dedo y le ofreció su mano para levantarla, ya que seguía en el suelo. Ella aceptó, el hormigueo aumentó cuando sus manos se tocaron. ¿Qué clase de chispa activaba ese hombre? —Está bien. Tú ganas —Se dejó llevar por él. —Perfecto, así me gusta. ¿Tienes teléfono? —¿Me estás ligando al pedirme el número? —Mónica rio con diversión y pena. —No era lo que planeaba, pero puedes tomarlo como quieras —Le guiñó el ojo—. Me comunicaré contig
Mónica estaba dudando en si llamar a Rafael o no… Había comprado un teléfono nuevo. Marcó su número, sin rodeos. —¿Hola? —respondió el hombre, con la voz gruesa. —Soy Mónica. —Estaba esperando tu llamada. Pensé que te habías arrepentido —comentó. —Eh, bueno. Estaba dándole prioridad a la cita que tenía con el ginecólogo —rio con nervios. El corazón de Mónica palpitaba con rapidez, la lengua se le enredaba y sabía que estaba mal sentirse así por una persona que acababa de conocer. Respiró hondo para calmarse. —¿Y cómo te fue? ¿Él bebé está bien? Le seguía sorprendiendo la preocupación de Rafael hacia ella. —Sí. Está todo en orden, gracias al cielo —sonrió, aunque no pudiera verlo. —Ya conseguí el departamento que te prometí. Quedarás encantada —informó, orgulloso—. ¿Puedo pasar ahora mismo por ti? Mónica se alarmó. Estaba en pijama y con el cabello enredado, no se había ni cepillado. ¿Cuánto tardaría Rafael en ir por ella? —¡D-dame media hora! —Llegaré en veinte minutos.