—Eso fue… —Exagerado. Ella siempre ha sido exagerada a la hora de compartir lo que piensa —proclamó Rafael, volviendo a lo suyo—. No te preocupes. Cintya no será ningún problema en nuestra relación. —¡¿R-relación?! —Seremos marido y mujer, ¿lo olvidas? —P-pero será de mentira… No tienes que tomártelo en serio —expresó, nerviosa y con la garganta seca—. Puedes estar con quién gustes. —Si voy a prometerte fidelidad en el altar, lo haré aunque nuestro matrimonio sea falso —dictaminó, decidido. El corazón de Mónica se estremeció ante su confesión. Le preocupaba un poco las reacciones que tenía Cintya, lo menos que quería era ganarse a una enemiga en la empresa.—Vale… (...) Después de varios días, Mónica había salido en compañía de su niñera y la bebé. Quería aprovechar su día libre para ir a comprar ropa nueva, sobre todo para Victoria ya que la que tenía empezaba a quedarle apretada. —Victoria se verá muy linda con un vestido, ¿no ha pensado en comprárselo? —preguntó Elsa, emoc
—¿Qué haces aquí? —Sacó a Victoria del coche para cargarla en sus brazos, le preocupaba. La bebé seguía dormida, tenía el sueño profundo. David se quedó viendo a la niña. Supo de inmediato que sí era su hija, porque los rasgos faciales y el color de cabello eran idénticos a los suyos. Todo ese tiempo creyó que Mónica mentía. Eso significaba que tenía dos hijos… —¿Por qué no me buscaste? —preguntó él, sentándose frente a ella. Mónica se puso a la defensiva, inclinó ambas cejas. David solo le hacía hervir la sangre, ¿cómo podía ser tan cínico para preguntar esa estupidez? —¡¿Por qué debería buscarte?! —masculló—. Después de lo que me hiciste. —Admito que cometí un error al ponerte una denuncia —confesó, en un suspiro—. Estaba muy dolido, Mónica. Había perdido a mi bebé, y mi cabeza se volvió un culo. —Ja —bramó—. Ahora es que te arrepientes. —Lo digo porque en todo este tiempo, no me buscaste para exigirme los derechos que como padre tengo que darle a mi hija —comentó el hombre
Mónica quiso contarle a Rafael sobre el encuentro que tuvo con David, pero otro tema se metió en el medio. —¿E-estás seguro? ¿No es mucho tiempo? —titubeó Mónica. —Nuestros planes se llevan con calma, tenemos que asegurarnos de que David sepa el secreto de Catherine —respondió Rafael, orgulloso porque tenía todo calculado. —Si la sesión de fotos la harás dentro de cinco meses, ¿cuándo nos casaremos? —Veo que estás mucho más ansiosa que yo por casarte, Mónica —Alzó una ceja, pícaro. Sus mejillas tomaron un color rojo por la insinuación. Ese hombre no tenía pelos en la lengua a la hora de decir lo que pensaba. Tragó saliva, nerviosa. —No es lo que parece… —¿Te gustaría tener una cita conmigo? —¡¿Q-qué?! ¿A qué viene eso de repente? —exclamó, aturdida. —Si vamos a casarnos, lo ideal sería conocernos un poco más —resopló, echándose hacia atrás en la silla. Casi culminaban su jornada laboral, y Rafael siempre llevaba a Mónica al departamento cuando terminaban. —Hemos pasado bast
—¡No podemos, Víctor! —exclamó Catherine. Ambos se habían besado, fue un impulso extraño y una conexión que hizo sentir fatal a Catherine. El arrepentimiento estaba presente, ella amaba a David y no podía arriesgarse a romper lo que había construido. El pelinegro la miró con tristeza, la cabeza agachada. —Cath. Sabes que lo de nosotros va más allá que una simple amistad —expresó, con las cejas inclinadas—. Tal vez trates de engañar a tu propio corazón, pero yo… Sé que lo que siento es genuino. No he podido olvidar aquella noche. A pesar de que estaban en la cafetería dónde siempre se reunían, Catherine le propinó una estruendosa cachetada que llamó la atención del resto de clientes, no tardaron en regresar a lo suyo. Víctor se sobó la mejilla, sabía que estaba haciendo mal porque Catherine era una mujer casada. Él se iba a volver loco… —A mí no me digas qué es lo que siento —Se frustró, habló entre dientes y con molestia—. Mi esposo es David. Tú y yo jamás podremos tener algo se
—Usted no se preocupe, yo adoro cuidar de Victoria —comentó Elsa, animada. Ella estaba despidiendo a Mónica en la entrada de su departamento, porque iba a tener una cita con su jefe, Rafael Rowling. Al final tuvo que aceptar por tanta insistencia. —Recuerda que debe tomar su medicina a las ocho, queremos que se le quite esa gripe lo antes posible —indicó, sacando la llave. —Por cierto, te queda muy bien la ropa que te escogí —La halagó su niñera, detallando cada parte. Mónica llevaba puesto unos jeans ajustados que resaltaban sus caderas y piernas gruesas. La blusa manga corta tenía un pliegue floreado por la parte del pecho, se veía elegante, y más con el maquillaje. —Y te lo agradezco mucho, Elsa. —¿No consideras sospechoso que tu jefe te pida una cita? —cuestionó, intrigada—. Seguro quiere algo de ti. —Lo mismo que quiero yo de él —rio—. Ya te he dicho que ambos hundiremos a David… Tarde o temprano. —Oh, sí. Pero, ¿y si el amor se interpone en sus caminos? —Alzó una ceja, d
Una melodía sutil acompañaba el pacífico ambiente del restaurante. Mónica estaba nerviosa porque cada vez que veía a Rafael, notaba que él tenía sus ojos clavados en ella. Carraspeó. —Y bien. ¿Cuál es el plan? —preguntó. Él movió el tenedor sobre la poca pasta que le quedaba. El queso derretido le daba ese toque especial. —Verás, David y yo éramos muy buenos amigos —empezó. —¿Amigos? —Frunció el ceño. Mónica recordaba que David siempre hablaba mal de Rafael, precisamente porque se llevaban mal. Aunque nunca le preguntó la razón. —Cuando sus padres le heredaron la empresa, él necesitaba ayuda —comentó, en un tono suave—. El compromiso contigo sirvió para impulsar su carrera, pero no fue suficiente. Ahí es dónde entro yo. —¿Qué quieres decir? —inquirió, aturdida por no entender. —Yo le di un empujón, por así decirlo. Al principio, lo hice con mis propios fondos y la deuda de David era muy pequeña —Hizo un ejemplo con sus dos dedos—. Pero, yo le conté a él sobre la mujer que me
Mónica estaba sola en la oficina de la empresa porque Rafael tenía una reunión de negocios con un socio importante. Haberse enterado de que ella era la mujer de la que él se enamoró hace años, la tenía al borde de la locura. No podía concentrarse en el informe que estaba escribiendo. Abrieron la puerta, y Cintya entró como solían hacerlo las de limpieza, junto a un carrito con sus productos. Se había tomado la semana libre como se lo pidió su jefe, y eso la renovó. —Buenos días, señorita Mónica —Forzó una sonrisa. —Oh, buen día… —murmuró, extrañada por el alegre comportamiento de la mujer. Pero Cintya no iba con buenas intenciones hacia ella. Después de tantos días de pensar demasiado, llegó a la conclusión de que Mónica era la prometida de Rafael. Y para averiguarlo, decidió fingir que se había enterado por alguien más. —Escuché que estás comprometida con el jefe. Y pensar que no quisiste decirme —masculló, apretando el palo del trapeador—. Sabes, no creo que puedas hacerlo fe
Ese abrazo repentino dejó a Mónica en el limbo, pero al oler el perfume varonil que desprendía el cuello de Rafael, cerró sus ojos e inhaló ese suave aroma. La calidez de sus cuerpos estremeció sus corazones, estando tan cerca el uno del otro, no pudieron controlar sus respiraciones. Mónica no quería volver a enamorarse, pero su jefe tampoco ayudaba. Además, se dio cuenta de que él nunca dejó de amarla, por algo le contó aquello en la cita que tuvieron. —No dejaré que te hagan daño, Mónica —susurró, acariciando su mejilla y mirándola a los ojos con ternura—. Discúlpame. Tuve que haberla despedido desde antes. —R-Rafael… ¿puedo hacerte una pregunta? —titubeó, con los labios temblorosos. —Lo que sea. —¿Qué es lo que sientes por mí? —soltó, sintiéndose acorralado. Quería huir por tantos sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo, deseaba escuchar una confesión de su boca. Rafael suspiró. —Te conté que odio a David porque te arrebató de mis manos. No me dio ni la oportunidad