Capítulo 26: Fruta prohibida

—¡No podemos, Víctor! —exclamó Catherine.

Ambos se habían besado, fue un impulso extraño y una conexión que hizo sentir fatal a Catherine. El arrepentimiento estaba presente, ella amaba a David y no podía arriesgarse a romper lo que había construido.

El pelinegro la miró con tristeza, la cabeza agachada.

—Cath. Sabes que lo de nosotros va más allá que una simple amistad —expresó, con las cejas inclinadas—. Tal vez trates de engañar a tu propio corazón, pero yo… Sé que lo que siento es genuino. No he podido olvidar aquella noche.

A pesar de que estaban en la cafetería dónde siempre se reunían, Catherine le propinó una estruendosa cachetada que llamó la atención del resto de clientes, no tardaron en regresar a lo suyo.

Víctor se sobó la mejilla, sabía que estaba haciendo mal porque Catherine era una mujer casada. Él se iba a volver loco…

—A mí no me digas qué es lo que siento —Se frustró, habló entre dientes y con molestia—. Mi esposo es David. Tú y yo jamás podremos tener algo se
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