—¡No podemos, Víctor! —exclamó Catherine. Ambos se habían besado, fue un impulso extraño y una conexión que hizo sentir fatal a Catherine. El arrepentimiento estaba presente, ella amaba a David y no podía arriesgarse a romper lo que había construido. El pelinegro la miró con tristeza, la cabeza agachada. —Cath. Sabes que lo de nosotros va más allá que una simple amistad —expresó, con las cejas inclinadas—. Tal vez trates de engañar a tu propio corazón, pero yo… Sé que lo que siento es genuino. No he podido olvidar aquella noche. A pesar de que estaban en la cafetería dónde siempre se reunían, Catherine le propinó una estruendosa cachetada que llamó la atención del resto de clientes, no tardaron en regresar a lo suyo. Víctor se sobó la mejilla, sabía que estaba haciendo mal porque Catherine era una mujer casada. Él se iba a volver loco… —A mí no me digas qué es lo que siento —Se frustró, habló entre dientes y con molestia—. Mi esposo es David. Tú y yo jamás podremos tener algo se
—Usted no se preocupe, yo adoro cuidar de Victoria —comentó Elsa, animada. Ella estaba despidiendo a Mónica en la entrada de su departamento, porque iba a tener una cita con su jefe, Rafael Rowling. Al final tuvo que aceptar por tanta insistencia. —Recuerda que debe tomar su medicina a las ocho, queremos que se le quite esa gripe lo antes posible —indicó, sacando la llave. —Por cierto, te queda muy bien la ropa que te escogí —La halagó su niñera, detallando cada parte. Mónica llevaba puesto unos jeans ajustados que resaltaban sus caderas y piernas gruesas. La blusa manga corta tenía un pliegue floreado por la parte del pecho, se veía elegante, y más con el maquillaje. —Y te lo agradezco mucho, Elsa. —¿No consideras sospechoso que tu jefe te pida una cita? —cuestionó, intrigada—. Seguro quiere algo de ti. —Lo mismo que quiero yo de él —rio—. Ya te he dicho que ambos hundiremos a David… Tarde o temprano. —Oh, sí. Pero, ¿y si el amor se interpone en sus caminos? —Alzó una ceja, d
Una melodía sutil acompañaba el pacífico ambiente del restaurante. Mónica estaba nerviosa porque cada vez que veía a Rafael, notaba que él tenía sus ojos clavados en ella. Carraspeó. —Y bien. ¿Cuál es el plan? —preguntó. Él movió el tenedor sobre la poca pasta que le quedaba. El queso derretido le daba ese toque especial. —Verás, David y yo éramos muy buenos amigos —empezó. —¿Amigos? —Frunció el ceño. Mónica recordaba que David siempre hablaba mal de Rafael, precisamente porque se llevaban mal. Aunque nunca le preguntó la razón. —Cuando sus padres le heredaron la empresa, él necesitaba ayuda —comentó, en un tono suave—. El compromiso contigo sirvió para impulsar su carrera, pero no fue suficiente. Ahí es dónde entro yo. —¿Qué quieres decir? —inquirió, aturdida por no entender. —Yo le di un empujón, por así decirlo. Al principio, lo hice con mis propios fondos y la deuda de David era muy pequeña —Hizo un ejemplo con sus dos dedos—. Pero, yo le conté a él sobre la mujer que me
Mónica estaba sola en la oficina de la empresa porque Rafael tenía una reunión de negocios con un socio importante. Haberse enterado de que ella era la mujer de la que él se enamoró hace años, la tenía al borde de la locura. No podía concentrarse en el informe que estaba escribiendo. Abrieron la puerta, y Cintya entró como solían hacerlo las de limpieza, junto a un carrito con sus productos. Se había tomado la semana libre como se lo pidió su jefe, y eso la renovó. —Buenos días, señorita Mónica —Forzó una sonrisa. —Oh, buen día… —murmuró, extrañada por el alegre comportamiento de la mujer. Pero Cintya no iba con buenas intenciones hacia ella. Después de tantos días de pensar demasiado, llegó a la conclusión de que Mónica era la prometida de Rafael. Y para averiguarlo, decidió fingir que se había enterado por alguien más. —Escuché que estás comprometida con el jefe. Y pensar que no quisiste decirme —masculló, apretando el palo del trapeador—. Sabes, no creo que puedas hacerlo fe
Ese abrazo repentino dejó a Mónica en el limbo, pero al oler el perfume varonil que desprendía el cuello de Rafael, cerró sus ojos e inhaló ese suave aroma. La calidez de sus cuerpos estremeció sus corazones, estando tan cerca el uno del otro, no pudieron controlar sus respiraciones. Mónica no quería volver a enamorarse, pero su jefe tampoco ayudaba. Además, se dio cuenta de que él nunca dejó de amarla, por algo le contó aquello en la cita que tuvieron. —No dejaré que te hagan daño, Mónica —susurró, acariciando su mejilla y mirándola a los ojos con ternura—. Discúlpame. Tuve que haberla despedido desde antes. —R-Rafael… ¿puedo hacerte una pregunta? —titubeó, con los labios temblorosos. —Lo que sea. —¿Qué es lo que sientes por mí? —soltó, sintiéndose acorralado. Quería huir por tantos sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo, deseaba escuchar una confesión de su boca. Rafael suspiró. —Te conté que odio a David porque te arrebató de mis manos. No me dio ni la oportunidad
Los Bustamante estaban siendo presas de un poderoso líder de la mafia, uno que descubrió que ellos le habían arrebatado a su más grande amor… Marta iba de copiloto, su esposo manejaba. Se habían olvidado de su hija, la tachaban de malagradecida después de todo lo que les hizo pasar. —¿Por qué no vendemos la mansión? Con eso podremos invertir y mantenernos mejor —sugirió la mujer, con la expresión amarga. —Cariño, sabes que no podemos. Vender la mansión ya nos dejaría en la ruina —Su esposo la contradijo—. Es peligroso. —¡¿Qué más peligroso puede ser?! —Chasqueó sus dientes, frustrada. Le tenía un odio inmenso a su hija. Sabía que no debieron de habersela llevado de aquel hospital hace veintinueve años. La realidad, era que Esteban era estéril y nunca pudo darle un hijo. —Marta, cálmate. Para eso vamos a hablar con el abogado… Lo último que podrán quitarnos será la casa —resopló, con los ojos fijos en la carretera. Se detuvo frente a un semáforo en rojo. —¡Todo esto es por culp
A la mañana siguiente, Mónica se estaba preparando para irse al trabajo cuando le hicieron una llamada del hospital central. —¿Hola? ¿Quién habla? —¿Es usted Mónica Bustamante? —preguntó una secretaria, habían tardado mucho en encontrar su número. Por suerte, descubrieron que Mónica había dado a luz a su hija justo en ese hospital, por lo que tuvieron que revisar los registros para encontrar su información en los documentos. —Sí, soy yo. —Un placer. Soy Clara Thing, y me comunico para informarle que sus padres tuvieron un trágico accidente el día de ayer por la tarde —informó, sin pelos en la lengua—. Esteban y Marta Bustamante. ¿Crees que puedas venir al hospital central? El señor Esteban solicita hablar contigo urgentemente. El pecho de Mónica se oprimió. Su boca estaba entre abierta porque no le cabía en la cabeza. ¿Sus padres habían tenido un accidente? ¿Cuál era la gravedad? Lo que la tenía confundida era el hecho de que querían verla. ¿Iban a morirse? Por mucho que ya no
El funeral de los padres de Mónica se llevó a cabo con normalidad, no mucha gente asistió y ya se encontraban en el cementerio. Sus padres habían sido enterrados, y ella tenía una mirada vacía. —Mónica —Rafael la llamó, él ayudó con los gastos—. Tus padres te han dejado la mansión, ¿planeas mudarte? —No. Me queda bastante lejos del trabajo y no tendré para pagarle a los sirvientes —dijo, seria—. La venderé. —¿Cómo te encuentras? —Posó una mano en su hombro—. Dijiste que necesitabas hablar conmigo sobre un tema delicado. —Mi padre, antes de morir, me hizo una confesión y no dejo de pensar en eso —resopló.—Sabes que puedes contarme —Comprimió una sonrisa. Un hombre que no esperaban, apareció en el cementerio. Él se había enterado mediante las noticias en dónde se llevaría a cabo el entierro, y sabía que Mónica estaría ahí sí o sí. David vio que su ex esposa estaba charlando tranquilamente con Rafael Rowling, se quedó extrañado ante tal escena. ¿Desde cuándo se conocían ellos dos