Mónica estaba sola en la oficina de la empresa porque Rafael tenía una reunión de negocios con un socio importante. Haberse enterado de que ella era la mujer de la que él se enamoró hace años, la tenía al borde de la locura. No podía concentrarse en el informe que estaba escribiendo. Abrieron la puerta, y Cintya entró como solían hacerlo las de limpieza, junto a un carrito con sus productos. Se había tomado la semana libre como se lo pidió su jefe, y eso la renovó. —Buenos días, señorita Mónica —Forzó una sonrisa. —Oh, buen día… —murmuró, extrañada por el alegre comportamiento de la mujer. Pero Cintya no iba con buenas intenciones hacia ella. Después de tantos días de pensar demasiado, llegó a la conclusión de que Mónica era la prometida de Rafael. Y para averiguarlo, decidió fingir que se había enterado por alguien más. —Escuché que estás comprometida con el jefe. Y pensar que no quisiste decirme —masculló, apretando el palo del trapeador—. Sabes, no creo que puedas hacerlo fe
Ese abrazo repentino dejó a Mónica en el limbo, pero al oler el perfume varonil que desprendía el cuello de Rafael, cerró sus ojos e inhaló ese suave aroma. La calidez de sus cuerpos estremeció sus corazones, estando tan cerca el uno del otro, no pudieron controlar sus respiraciones. Mónica no quería volver a enamorarse, pero su jefe tampoco ayudaba. Además, se dio cuenta de que él nunca dejó de amarla, por algo le contó aquello en la cita que tuvieron. —No dejaré que te hagan daño, Mónica —susurró, acariciando su mejilla y mirándola a los ojos con ternura—. Discúlpame. Tuve que haberla despedido desde antes. —R-Rafael… ¿puedo hacerte una pregunta? —titubeó, con los labios temblorosos. —Lo que sea. —¿Qué es lo que sientes por mí? —soltó, sintiéndose acorralado. Quería huir por tantos sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo, deseaba escuchar una confesión de su boca. Rafael suspiró. —Te conté que odio a David porque te arrebató de mis manos. No me dio ni la oportunidad
Los Bustamante estaban siendo presas de un poderoso líder de la mafia, uno que descubrió que ellos le habían arrebatado a su más grande amor… Marta iba de copiloto, su esposo manejaba. Se habían olvidado de su hija, la tachaban de malagradecida después de todo lo que les hizo pasar. —¿Por qué no vendemos la mansión? Con eso podremos invertir y mantenernos mejor —sugirió la mujer, con la expresión amarga. —Cariño, sabes que no podemos. Vender la mansión ya nos dejaría en la ruina —Su esposo la contradijo—. Es peligroso. —¡¿Qué más peligroso puede ser?! —Chasqueó sus dientes, frustrada. Le tenía un odio inmenso a su hija. Sabía que no debieron de habersela llevado de aquel hospital hace veintinueve años. La realidad, era que Esteban era estéril y nunca pudo darle un hijo. —Marta, cálmate. Para eso vamos a hablar con el abogado… Lo último que podrán quitarnos será la casa —resopló, con los ojos fijos en la carretera. Se detuvo frente a un semáforo en rojo. —¡Todo esto es por culp
A la mañana siguiente, Mónica se estaba preparando para irse al trabajo cuando le hicieron una llamada del hospital central. —¿Hola? ¿Quién habla? —¿Es usted Mónica Bustamante? —preguntó una secretaria, habían tardado mucho en encontrar su número. Por suerte, descubrieron que Mónica había dado a luz a su hija justo en ese hospital, por lo que tuvieron que revisar los registros para encontrar su información en los documentos. —Sí, soy yo. —Un placer. Soy Clara Thing, y me comunico para informarle que sus padres tuvieron un trágico accidente el día de ayer por la tarde —informó, sin pelos en la lengua—. Esteban y Marta Bustamante. ¿Crees que puedas venir al hospital central? El señor Esteban solicita hablar contigo urgentemente. El pecho de Mónica se oprimió. Su boca estaba entre abierta porque no le cabía en la cabeza. ¿Sus padres habían tenido un accidente? ¿Cuál era la gravedad? Lo que la tenía confundida era el hecho de que querían verla. ¿Iban a morirse? Por mucho que ya no
El funeral de los padres de Mónica se llevó a cabo con normalidad, no mucha gente asistió y ya se encontraban en el cementerio. Sus padres habían sido enterrados, y ella tenía una mirada vacía. —Mónica —Rafael la llamó, él ayudó con los gastos—. Tus padres te han dejado la mansión, ¿planeas mudarte? —No. Me queda bastante lejos del trabajo y no tendré para pagarle a los sirvientes —dijo, seria—. La venderé. —¿Cómo te encuentras? —Posó una mano en su hombro—. Dijiste que necesitabas hablar conmigo sobre un tema delicado. —Mi padre, antes de morir, me hizo una confesión y no dejo de pensar en eso —resopló.—Sabes que puedes contarme —Comprimió una sonrisa. Un hombre que no esperaban, apareció en el cementerio. Él se había enterado mediante las noticias en dónde se llevaría a cabo el entierro, y sabía que Mónica estaría ahí sí o sí. David vio que su ex esposa estaba charlando tranquilamente con Rafael Rowling, se quedó extrañado ante tal escena. ¿Desde cuándo se conocían ellos dos
Al día siguiente, Rafael hizo lo que prometió y acudió a la mansión de David, ya se sabía el interior de memoria de tanto que iba. Lo primero que vio al entrar fue a un pequeño niño jugando en una alfombra, siendo cuidado por una sirvienta mayor que él recordaba. Mónica le contó que ella la ayudó a escapar. —Señora Delia —La saludó. —¡Oh! —Se sobresaltó—. Bienvenido. Le sonrió. Ella estaba ocupada procurando que Mateo no se lastimara con el juguete de hierro que le compró su madre. Rafael caminó hacia el despacho de David, pero en el camino se topó con su mujer. Ella estaba con el ceño fruncido como era de costumbre, Catherine era una amargada desde su punto de vista. —¡¿Qué carajos haces aquí?! ¿No te cansas de venir a robar? —interrogó, con ambas manos en la cintura. Él rio. —Me temo que tu esposo me da permiso porque la deuda es gigante —se burló, detuvo el paso al ver que ella hizo lo mismo. —Ojalá te mueras, Rafael. Eres un hombre aborrecible porque sabes que David tie
Rafael Rowling había llegado a una mansión en particular, un hogar escondido del ojo público. Caminó a pasos lentos y con una mano en el bolsillo, le asintió con la cabeza a cada persona que se topaba, porque muchos lo conocían. Subió las escaleras, su objetivo era encontrarse con el jefe de ese lugar. El hombre más peligroso y buscado del país, Alejandro Bridget. Sabía que su asociado Rafael iría de visita, por lo que lo estaba esperando en su oficina. —Bienvenido, señor —Una mujer que cuidaba de la puerta, se inclinó al ver al castaño. —¿Se encuentra Alejandro? —Lo está esperando —Se hizo a un lado para dejarlo entrar. Abrió la puerta de madera y al entrar, una oficina mucho más moderna y pulcra que la suya, alumbró sus ojos. El mafioso estaba sentado, con ambos pies sobre la mesa y una sonrisa divertida. —Mi querido amigo Rafael —expresó—. ¿Qué te trae por acá? Hace mucho que no nos vemos. ¿Se trata de David? Rafael inhaló hondo, aunque trataba de ocultarlo, le tenía un poc
Los días pasaban y la familia Lambert se quebraba poco a poco. David no dejaba de discutir con su esposa debido a la hostilidad en ella. —Catherine, ya basta, por favor. —¡¿No me puedes comprar lo que te pido?! —exclamó, como una malcriada. David sobó su sien, no tenía idea de que su esposa se pondría tan histérica por haber rechazado comprarle un vestido de último modelo.—Si seguimos gastando en cosas innecesarias, mi deuda se incrementará —explicó. —Ay, por favor. Si Rafael te hubiera querido hundir, ya lo hubiera hecho, ¿no crees? ¿Para que esperar tanto? ¿Qué gana él con eso? —bufó la pelirroja, sentándose en el sofá de la sala. —Cariño, ¿podemos dejar de discutir? —Es que no los entiendo —Se cruzó de brazos. —Rafael no es ningún tonto. No debemos subestimarlo —resopló, buscando el vino en un estante—. ¿Se te olvidan las historias que cuentan sobre su último socio? —Sí, sí —Sacudió su mano, sin interés—. Que se suicidó por su culpa. Tú no caerías tan bajo para cometer esa