Capítulo 28: La verdad

Una melodía sutil acompañaba el pacífico ambiente del restaurante. Mónica estaba nerviosa porque cada vez que veía a Rafael, notaba que él tenía sus ojos clavados en ella.

Carraspeó.

—Y bien. ¿Cuál es el plan? —preguntó.

Él movió el tenedor sobre la poca pasta que le quedaba. El queso derretido le daba ese toque especial.

—Verás, David y yo éramos muy buenos amigos —empezó.

—¿Amigos? —Frunció el ceño.

Mónica recordaba que David siempre hablaba mal de Rafael, precisamente porque se llevaban mal. Aunque nunca le preguntó la razón.

—Cuando sus padres le heredaron la empresa, él necesitaba ayuda —comentó, en un tono suave—. El compromiso contigo sirvió para impulsar su carrera, pero no fue suficiente. Ahí es dónde entro yo.

—¿Qué quieres decir? —inquirió, aturdida por no entender.

—Yo le di un empujón, por así decirlo. Al principio, lo hice con mis propios fondos y la deuda de David era muy pequeña —Hizo un ejemplo con sus dos dedos—. Pero, yo le conté a él sobre la mujer que me
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