Mónica llegó a esa pequeña mansión en la que una vez vivió durante más de veinte años. No veía a sus padres desde que se casó con David, se preguntaba cómo iban a reaccionar. —Espérame aquí, por favor. No quiero que mis padres sospechen de que usted y yo tenemos algo —pidió Mónica—. Hay que sorprender al mundo entero, ¿entiendes? —Lo entiendo. Esperaré lo más cerca que pueda y estaré escondido —dijo Rafael—. Tampoco pienso dejar que ellos te traten mal. Ella sonrió. Caminó con su hija en brazos hasta el portón de la entrada donde un hombre con traje vigilaba. La detuvo al verla. —Identificación —exigió. —Mónica Bustamante. Él se sorprendió, y sacó su radio para avisarle al señor de la casa. Esteban Bustamante, aunque habló tan bajo que Mónica no logró escuchar. —Ya vienen. Esperó y esperó, después de unos cinco minutos, el portón se abrió y Mónica se quedó pasmada al ver a sus dos padres viniendo. Tenían un semblante serio. Esteban y Marta, la pareja que crío a Mónica sin un
Mónica estaba lista para su primer día como secretaria. No sabía qué carajos hacer, pero Rafael le dijo que la ayudaría en todo. Se subió al ascensor, había un gran espejo dentro y pudo verse cuerpo completo. No estaba tan mal como había dicho David… Sus pechos estaban un poco más grandes y firmes por amamantar, y no le quedó ninguna cicatriz en su vientre porque fue un parto natural. El dolor más horrible que experimentó en su vida, valió la pena luego de ver por primera vez a su niña. Llevaba puesta una falda de tubo que le llegaba por las rodillas, y una camisa manga larga de botones color blanco. Al bajarse, se topó con la antigua secretaria de Rafael. Cintya estaba limpiando la cerámica de esa zona. —D-disculpa —titubeó, Mónica—. Eres Cintya, ¿no? Justo quería encontrarme contigo cuando fuera posible. La mujer rubia la miró con desprecio y analizó cada detalle de su cuerpo. Le tenía rencor a Mónica por haberla alejado más de Rafael. —¿Qué es lo que quieres? —Quería pedirt
—Eso fue… —Exagerado. Ella siempre ha sido exagerada a la hora de compartir lo que piensa —proclamó Rafael, volviendo a lo suyo—. No te preocupes. Cintya no será ningún problema en nuestra relación. —¡¿R-relación?! —Seremos marido y mujer, ¿lo olvidas? —P-pero será de mentira… No tienes que tomártelo en serio —expresó, nerviosa y con la garganta seca—. Puedes estar con quién gustes. —Si voy a prometerte fidelidad en el altar, lo haré aunque nuestro matrimonio sea falso —dictaminó, decidido. El corazón de Mónica se estremeció ante su confesión. Le preocupaba un poco las reacciones que tenía Cintya, lo menos que quería era ganarse a una enemiga en la empresa.—Vale… (...) Después de varios días, Mónica había salido en compañía de su niñera y la bebé. Quería aprovechar su día libre para ir a comprar ropa nueva, sobre todo para Victoria ya que la que tenía empezaba a quedarle apretada. —Victoria se verá muy linda con un vestido, ¿no ha pensado en comprárselo? —preguntó Elsa, emoc
—¿Qué haces aquí? —Sacó a Victoria del coche para cargarla en sus brazos, le preocupaba. La bebé seguía dormida, tenía el sueño profundo. David se quedó viendo a la niña. Supo de inmediato que sí era su hija, porque los rasgos faciales y el color de cabello eran idénticos a los suyos. Todo ese tiempo creyó que Mónica mentía. Eso significaba que tenía dos hijos… —¿Por qué no me buscaste? —preguntó él, sentándose frente a ella. Mónica se puso a la defensiva, inclinó ambas cejas. David solo le hacía hervir la sangre, ¿cómo podía ser tan cínico para preguntar esa estupidez? —¡¿Por qué debería buscarte?! —masculló—. Después de lo que me hiciste. —Admito que cometí un error al ponerte una denuncia —confesó, en un suspiro—. Estaba muy dolido, Mónica. Había perdido a mi bebé, y mi cabeza se volvió un culo. —Ja —bramó—. Ahora es que te arrepientes. —Lo digo porque en todo este tiempo, no me buscaste para exigirme los derechos que como padre tengo que darle a mi hija —comentó el hombre
Mónica quiso contarle a Rafael sobre el encuentro que tuvo con David, pero otro tema se metió en el medio. —¿E-estás seguro? ¿No es mucho tiempo? —titubeó Mónica. —Nuestros planes se llevan con calma, tenemos que asegurarnos de que David sepa el secreto de Catherine —respondió Rafael, orgulloso porque tenía todo calculado. —Si la sesión de fotos la harás dentro de cinco meses, ¿cuándo nos casaremos? —Veo que estás mucho más ansiosa que yo por casarte, Mónica —Alzó una ceja, pícaro. Sus mejillas tomaron un color rojo por la insinuación. Ese hombre no tenía pelos en la lengua a la hora de decir lo que pensaba. Tragó saliva, nerviosa. —No es lo que parece… —¿Te gustaría tener una cita conmigo? —¡¿Q-qué?! ¿A qué viene eso de repente? —exclamó, aturdida. —Si vamos a casarnos, lo ideal sería conocernos un poco más —resopló, echándose hacia atrás en la silla. Casi culminaban su jornada laboral, y Rafael siempre llevaba a Mónica al departamento cuando terminaban. —Hemos pasado bast
—¡No podemos, Víctor! —exclamó Catherine. Ambos se habían besado, fue un impulso extraño y una conexión que hizo sentir fatal a Catherine. El arrepentimiento estaba presente, ella amaba a David y no podía arriesgarse a romper lo que había construido. El pelinegro la miró con tristeza, la cabeza agachada. —Cath. Sabes que lo de nosotros va más allá que una simple amistad —expresó, con las cejas inclinadas—. Tal vez trates de engañar a tu propio corazón, pero yo… Sé que lo que siento es genuino. No he podido olvidar aquella noche. A pesar de que estaban en la cafetería dónde siempre se reunían, Catherine le propinó una estruendosa cachetada que llamó la atención del resto de clientes, no tardaron en regresar a lo suyo. Víctor se sobó la mejilla, sabía que estaba haciendo mal porque Catherine era una mujer casada. Él se iba a volver loco… —A mí no me digas qué es lo que siento —Se frustró, habló entre dientes y con molestia—. Mi esposo es David. Tú y yo jamás podremos tener algo se
—Usted no se preocupe, yo adoro cuidar de Victoria —comentó Elsa, animada. Ella estaba despidiendo a Mónica en la entrada de su departamento, porque iba a tener una cita con su jefe, Rafael Rowling. Al final tuvo que aceptar por tanta insistencia. —Recuerda que debe tomar su medicina a las ocho, queremos que se le quite esa gripe lo antes posible —indicó, sacando la llave. —Por cierto, te queda muy bien la ropa que te escogí —La halagó su niñera, detallando cada parte. Mónica llevaba puesto unos jeans ajustados que resaltaban sus caderas y piernas gruesas. La blusa manga corta tenía un pliegue floreado por la parte del pecho, se veía elegante, y más con el maquillaje. —Y te lo agradezco mucho, Elsa. —¿No consideras sospechoso que tu jefe te pida una cita? —cuestionó, intrigada—. Seguro quiere algo de ti. —Lo mismo que quiero yo de él —rio—. Ya te he dicho que ambos hundiremos a David… Tarde o temprano. —Oh, sí. Pero, ¿y si el amor se interpone en sus caminos? —Alzó una ceja, d
Una melodía sutil acompañaba el pacífico ambiente del restaurante. Mónica estaba nerviosa porque cada vez que veía a Rafael, notaba que él tenía sus ojos clavados en ella. Carraspeó. —Y bien. ¿Cuál es el plan? —preguntó. Él movió el tenedor sobre la poca pasta que le quedaba. El queso derretido le daba ese toque especial. —Verás, David y yo éramos muy buenos amigos —empezó. —¿Amigos? —Frunció el ceño. Mónica recordaba que David siempre hablaba mal de Rafael, precisamente porque se llevaban mal. Aunque nunca le preguntó la razón. —Cuando sus padres le heredaron la empresa, él necesitaba ayuda —comentó, en un tono suave—. El compromiso contigo sirvió para impulsar su carrera, pero no fue suficiente. Ahí es dónde entro yo. —¿Qué quieres decir? —inquirió, aturdida por no entender. —Yo le di un empujón, por así decirlo. Al principio, lo hice con mis propios fondos y la deuda de David era muy pequeña —Hizo un ejemplo con sus dos dedos—. Pero, yo le conté a él sobre la mujer que me