Este Ramsés es un ogro y Gala aun enferma es un alma dulce y buena. Gracias por leer y lamento no haber actualizado ayer. La vida y sus imprevistos jiji, pero aquí seguimos. Recuerden comentar, reseñar y dar like.
— Siéntate — ordenó el brasileño a su joven esposa y entró al cuarto de baño solo para salir un par de segundos después.Gala obedeció cabizbaja, pero fue más por el leve mareo que le causó ver la sangre en sus heridas que por cualquier otra cosa.Al darse cuenta de la palidez y de que estaba a punto de perder el conocimiento, Ramsés se acercó rápidamente y la tomó casi en el aire.— ¡Gala! — exclamó su nombre con posesión, llevándola a la cama. La recostó sobre las almohadas y abrió enseguida el botiquín de primeros auxilios y empapó un apósito con alcohol antes de llevarlo a su nariz.La jovencita tardó en reaccionar, pero lo hizo.En cuanto la vio despierta, Ramsés respiró de alivio y se incorporó, colocando los brazos en jarra.— ¿Por qué diablos te interpusiste? — exigió saber, sin mirarla.Gala pasó un trago, intimidada por la tenacidad de su voz, y se pegó contra el respaldo de la cama.— No está bien lo que haces. ¿Por qué te desquitas con él?Ramsés negó y sonrió con ironía.—
— Mi niña, ¿estás segura de que quieres hacer esto? — preguntó Adelina a su dulce e inocente muchacha —. Ese hombre…— Ese hombre es mi esposo. Ese hombre fue el que eligieron mis padres para mi futuro. Quiero intentarlo, nana. Quiero hacer que mi matrimonio funcione.— No quiero que salgas lastimada.— Eso no pasará, confía en mí, por favor — rogó con esperanza e ilusión, y a Adelina no le quedó más remedio que acompañarla en sus decisiones.En ese momento, María llamó a la puerta.— ¿Estás lista?Gala asintió con entusiasmo y se despidió de su nana con un beso en la mejilla antes de seguir a María a la cocina, dejando a Adelina con esa sensación en su pecho.Mientras tanto, la mujer que había visto crecer al dueño de aquellas tierras y su joven esposa, se ensimismaban por largas en su objetivo.Entraba la madrugada de aquel día, cuando Ramsés llegó a la casa grande, sacudiendo el polvo de sus botas. Había llegado tarde con toda intención, y es que mientras más tiempo pasara lejos de
Al separarse, ninguno de los dos dijo una sola palabra. Gala todavía asimilaba lo que acababa de suceder mientras la mente de Ramsés trabajaba a mil por hora. Algo despertó en él. Algo muy fuerte e inevitable. ¡Irrepetible! Algo de lo que estaba seguro no sentiría dos veces en esa y todas sus vidas.Sus ojos brillaron. Echaron chispas. Y sus manos hormigueando como nunca antes, se posaron sin pensarlo sobre la cintura de su joven esposa, y la pegó a él con más fuerza de la necesaria, entonces, un ser primitivo y superior a él tomó el control de sus decisiones, y le devolvió el beso con energía e intensidad, rozando sus dientes con los suyos, saboreando su lengua y su sabor.Gala ahogó un jadeo y abrió los ojos, pero no hizo absolutamente para separarse, al contrario, se hizo del cuello de su camisa y se sumergió en la necesidad de ser de pronto devorada por él.En ese momento, los dos no pensaban en nada, salvo en el momento que estaban viviendo.Con posesión, Ramsés arrastró una mano
Al separarse ligeramente de ese pequeño ser que llevaba una luz natural consigo, Ramsés pasó un trago. Para ese momento sus ojos guardaban cientos de emociones. Emociones jamás experimentadas. Inconexas. Vibrantes. Era demasiado para procesar. Tanto que tuvo que dar un paso hacia atrás, pensando seriamente sobre lo que estaba ocurriendo, sobre lo que… iba a pasar entre ellos. Jamás fue su plan. Jamás su idea fue llevarla a la cama, al contrario, la quería a su lado como una esposa virgen, y después de asegurarse de que hubiera derramado hasta la última de sus lágrimas, dejarla. Dejarla cómo lo hizo Giulia consigo. Esa era su venganza. Lamentaba no poder llevarla a cabo… lamentaba que su deseo por esa muñequita de cristal fuese más grande.Despacio, sin apartar sus ojos de los suyos, se inclinó sobre su cuerpo. Gala contuvo el aliento en todo momento. No dejaba de observar su rostro, cada pliegue y curvatura. Su expresión llena de vulnerabilidad y bienvenida, atormentándolo, seduciéndol
— La señora no quiso bajar a comer — respondió María después de que Ramsés hubiera preguntado por su esposa, y se lo quedó mirando como esperando a que este dijera algo.— ¿Qué? ¿Por qué me miras así?— ¿No piensas hacer nada?— ¿Hacer nada de qué? ¿De qué hablas?María exhaló y colocó cuidadosamente una mano sobre la mesa del desayunador.— Sé que ordenaste bien temprano que recogieran los alimentos de la noche anterior. No solo no cenaste con ella, la dejaste plantada. Esa pobre muchacha debe sentirte tan abochornada.— Si crees que por eso ha decidido no bajar a desayunar, te equivocas.— Entonces sabes lo que le pasa.— María… — advirtió Ramsés con voz cansada.— María nada. He visto la forma en como la tratas y te lo repito, ella no es culpable de nada. Es inocente. Ella no tiene que pagar por lo que esa mujer…— Buenos días — de repente la voz de Gala llenó el desayunar.Ramsés alzó la vista y se le cortó el aliento en cuanto la vio bajo el umbral de la puerta. Su joven esposa es
— Señora, esto ha llegado hoy para usted — le avisó una sirvienta de la casa a Gala, que se encontraba en la habitación de su nana, siendo consolada por esta.Gala alzó el rostro con ojos apagados, y frunció el ceño.— ¿Para… mí? — preguntó, contrariada, tomando un pequeño sobre sellado que no llevaba más que blanco en su exterior.— Sí, señora, lo ha traído uno de los jornaleros. Con permiso.Gala tomó el papel y lo examinó confundida. No comprendía de qué podría tratarse. Pero tampoco dudó en abrirlo y averiguarlo.“Encuéntrate conmigo esta noche en los establos”, Simón.El corazón de Gala se saltó un latido y sus ojos se abrieron. Miró a Adelina con horror.— ¿Qué pasa, mi niña? ¿Quién te ha enviado eso?— Nana, es… Simón. ¿Cómo me encontró? ¿Cómo sabía que yo…? Dios, no. ¿Por qué? ¿Qué quiere? — comenzó a negar de un lado a otro y a negar con la cabeza.— Quizás quiere arreglar el pasado.Pero Gala continuó negando.— No, no tiene derecho. No después de lo que… me hizo — recordó aq
— Basta, Simón, tienes que irte. Si Ramsés te descubre aquí…— ¿Qué? ¿Qué me hará? No le tengo miedo — enfrentó con valentía, y tomó las manos de Gala entre las suyas. Ella intentó oponerse, pero él fue más insistente —. Por favor, Gala, vámonos de aquí. No eres feliz. No amas a ese hombre.— ¡Tú qué sabes! ¡Yo…! — parpadeó. Tenía sentimientos encontrados. Sentimientos que, después de la noche en la que consumió su matrimonio, no podía sacar de su cabeza, ni de su corazón.— ¡Lo ves! — sonrió Simón, orgulloso, y tomó el rostro de Gala entre sus frías manos —. Todavía me amas, todavía… me amas como yo a ti. Vámonos Gala. Lo tengo listo para sacarte de aquí. El helicóptero, el dinero, todo. Vine por ti. Vine por nosotros, mi amor — y sin más, pegó sus labios contra los suyos de forma enérgica, robándole un beso.Gala abrió los ojos y se tensó, rechazando inmediatamente el contacto de Simón sobre sus labios. No lo deseaba. No del modo en el que… deseaba que fuesen los labios de su marido
María subió a la habitación después de que el doctor les hubiese informado que el peligro ya había sacado, que por suerte la bala que perforó a Ramsés había salido y no había comprometido ningún órgano importante. Necesitaría absoluto reposo durante las semanas siguientes, y de no cumplirlo estrictamente, podría complicar su situación y dar al hospital, cosa que todos en la hacienda sabían Ramsés evitaba desde el incendio.Una vez, bajo una noche de tormenta en la hacienda, lo picó un alacrán venenoso. El doctor no iba a poder llegar y casi lo perdían por negarse a que los peones lo llevaran al pueblo por tierra.María agradecía que Ramsés fuese un hombre de roble.Llamó a la puerta y entró con cuidado. La imagen frente a sí la dejó sin aliento. Era increíble. Parecía un cuadro dibujado.El débil y pequeño cuerpo de Gala reposaba sobre a la orilla de la cama, aferrada a la mano de Ramsés con una protección y adoración que asombraba. La cabeza de él descansaba sobre el hombro de la much