April Collins lo amó con todo su corazón. Logan Montgomery la traicionó de la peor manera. Obligada a vivir en las sombras, fue su esposa secreta… hasta que él la desechó como si nunca hubiera significado nada. Firmó el divorcio sin decirle que estaba embarazada. Cinco años después, ya no es la mujer vulnerable que él dejó atrás. Ahora es la ejecutiva más poderosa de Callahan Corporation, la empresa que ha puesto en jaque el imperio Montgomery. Cuando Logan la ve de nuevo, lo primero que siente es furia. Cuando descubre que nunca lo dejó de amar, lo que siente es desesperación. Pero cuando se entera de la verdad… su mundo se desmorona. April tiene tres hijos. Sus hijos. Tres pequeños que crecieron sin él. Tres razones por las que April no piensa dejar que vuelva a entrar en su vida. Pero Logan nunca dejó de amarla. No fue su decisión perderla… Y ahora que la ha encontrado, no la dejará ir otra vez. Un romance lleno de secretos, traición y segundas oportunidades. Porque algunas verdades nunca deberían ocultarse… y algunos amores jamás mueren. Registrada el 10/03/2025 Bajo el código: 25031XXXXX832 Esta es una obra de ficción. Los personajes, eventos y situaciones descritos son producto de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o fallecidas, o con hechos reales, es pura coincidencia. Todos los derechos están reservados. Esta historia no puede ser copiada, distribuida, adaptada ni publicada total o parcialmente sin el consentimiento expreso del autor. Gracias por respetar el trabajo y esfuerzo detrás de esta historia.
Leer másLa noche había caído como un telón de sombra sobre la ciudad. En el piso alto del edificio donde vivía Axel, las luces de los departamentos eran pocas. Discretas. Silenciosas.Logan tocó la puerta con dos golpes secos.Axel abrió al instante. No preguntó. No sonrió. Solo se hizo a un lado para dejarlo pasar.—¿Enfrentaste a la bruja? —preguntó, cerrando tras él.Logan asintió. Se quitó el abrigo con movimientos lentos, como si cada prenda pesara más que la anterior.—Margaret… —murmuró, sin terminar la frase—. La escuché mentir. Con esa calma suya. Como si todavía creyera que tenía razón.Axel no se movió. Solo lo observaba.—¿Y?—Le mostré las grabaciones. La de Megan. La del médico.—¿Y qué hizo?Logan rio. Una risa seca. Cínica.—Negó. Después justificó. Dijo que fue por mi bien. Por proteger el apellido. Por mantener las apariencias.—La de siempre —sentenció Axel, caminando hasta el minibar—. ¿Whisky?Logan asintió.Axel sirvió dos vasos. Le extendió uno.—¿Y ahora? —preguntó.Lo
April llegó a casa más tarde de lo habitual.El ascensor subió lento. El día había sido largo, pero la cabeza no le dolía por las reuniones… sino por todo lo que no podía dejar de pensar.Cuando abrió la puerta, el aroma a galletas le dio la bienvenida.—¡Mami! —gritó Sienna, corriendo desde el sofá—. ¡Mami, mami!—Hola, mi amor —dijo April, agachándose para abrazarla.Ethan apareció detrás, con las manos en los bolsillos del pantalón y esa sonrisa de “yo no hice nada”… que siempre significaba lo contrario.Dylan la observaba desde la mesa, con una hoja doblada en las manos.Algo… no estaba del todo bien.—¿Qué pasó? —preguntó April, mirando al trío—. ¿Se portaron bien?—Súper bien —dijo Sienna, demasiado rápido.—No hicimos nada malo —agregó Dylan, como si eso resolviera la sospecha.April arqueó una ceja.Ethan se acercó. Se subió a uno de los cojines del sofá y, con la naturalidad de un niño que todavía no sabe guardar secretos, preguntó:—Mami… ¿por qué tienes una foto con el seño
El auto avanzaba por una ruta discreta, lejos del centro. Megan, recostada en el asiento del copiloto, sonreía con los labios pintados de rojo suave. Logan conducía en silencio, con una mano en el volante y la mirada fija al frente.—Tengo un último detalle —dijo, sin mirarla.—¿Ah, sí? —preguntó ella, divertida.Él metió la mano en la guantera y sacó un pañuelo. —Quiero que te pongas esto.Megan parpadeó.—¿Qué estás planeando, Logan Montgomery?—Una sorpresa —respondió él, con voz baja—. Te va a encantar.Ella río.—Vaya... no sabía que ahora eras un romántico misterioso.—Solo confía en mí.Megan tomó la venda entre los dedos, aun riendo, y la deslizó sobre sus ojos sin hacer más preguntas. Se acomodó en el asiento como una reina que está por recibir su corona.—Listo —dijo—. Ciega, indefensa… y completamente tuya.Logan no respondió.Solo apretó un poco más el volante, mientras la carretera continuaba estirándose frente a ellos. Y en su mente, no había ni una gota de romanticism
Logan se giró, salió del consultorio y de la clínica sin detenerse. Subió al auto, encendió el motor con violencia y puso rumbo al norte de la ciudad.A la casa de George Crawford.No tocó el timbre. No pidió permiso. Empujó la puerta con la misma rabia que traía en el pecho.George estaba en el salón, leyendo el periódico, como si el mundo fuera un lugar ordenado y predecible.—George Crawford —dijo Logan, alzando la voz mientras se acercaba—. Voy a divorciarme de tu hija.El hombre bajó el diario, confundido.—¿Qué estás diciendo?—Y si tú o ella intentan detenerme —continuó Logan—, te juro que los voy a demandar. A los dos.George se puso de pie. Su voz subió de tono de inmediato.—No sabes con quién estás hablando. Tengo el poder para destruirte.—¿Ah, sí? —Logan sacó el móvil del bolsillo y pulsó el botón de reproducción—. Escucha esto.La voz del doctor Palencia llenó la sala. Clara. Innegable.“Hace años llegaron a mi consultorio la señora Margaret Montgomery y Megan Crawford.
—¿Está seguro?—Completamente —respondió el laboratorista, sin dudar—. Si quiere el informe técnico completo, puedo imprimirlo. Logan se quedó inmóvil. Sintió cómo le bajaba la sangre del rostro. Como si una puerta se hubiera abierto… o como si acabara de caer por un precipicio.No dijo nada. Solo tomó el informe con cuidado. Lo guardó en el bolsillo de su saco, se giró y salió del laboratorio con paso firme.Ya en el auto, marcó el número de Axel.—¿Sí?—Ya tengo los resultados —dijo, sin rodeos—. Megan no está enferma. Las pastillas son vitaminas.Del otro lado hubo un breve silencio.—¿Estás seguro?—Tengo el informe en mis manos. Axel, necesito que hagas algo.—Dime.—Quiero que consigas una cita con el cardiólogo de Megan. El que la ha atendido todos estos años. Se llama Doctor Luis Palencia. Que sea hoy. Que te reciba como sea. Y cuando estés dentro, quédate ahí. No salgas. No hables. No digas nada. Yo voy para allá.—¿Pero qué vas a hacer?—No preguntes. Solo quédate en esa cl
La asistente de Logan apenas logró levantarse de su asiento.—Señorita, disculpe, necesita anunciarse...—No —respondió April, sin detenerse.Sus pasos golpeaban el mármol con furia. Llevaba el celular en una mano, el rostro encendido y las lágrimas al borde del abismo. No tocó la puerta. No esperó permiso. Simplemente empujó.Logan estaba en su escritorio, revisando documentos, ajeno al huracán que se le venía encima.Levantó la mirada. Se congeló.—April...Ella no dijo nada. No lo dejó hablar. Cruzó la distancia en dos zancadas y le estampó una bofetada que resonó como un disparo en la habitación.Él se tambaleó un poco, más por sorpresa que por el golpe. La miró, confundido.—¿Qué demonios…?—¡¿Fuiste tú?! —gritó ella, con los ojos brillantes de rabia—. ¡¿Fuiste tú quién filtró esta foto?!Le lanzó el celular. Él lo atrapó a medias. Miró la pantalla. El beso. Ese beso.—¿Qué es esto?—¡No te hagas el inocente! ¡No te atrevas! ¡No soportas verme feliz, ¿cierto?! ¡No soportas que me
Al día siguiente, una noticia empezó a circular en redes. No llevaba firma, ni fuente, pero sí una imagen: El beso entre April y Logan. Y un texto que decía más de lo necesario.La vicepresidenta ejecutiva del Callahan Corp. comprometida con su jefe, vista semanas atrás besándose con el CEO de Montgomery Enterprises. Un hombre casado.Los portales no tardaron en levantarlo. Las redes ardieron. Los comentarios se multiplicaron como veneno.Ambiciosa. Seductora. Desvergonzada. Infiel. Peligrosa.Eso decían y April… Aún no lo sabía.****Marie entró en la oficina con la libreta en mano, lista para tomar nota de la agenda del día. Iba puntual. Vestía con discreción. Y aunque aún no se sentía del todo parte del lugar, estaba decidida a hacer lo mejor posible.Pero apenas cruzó la puerta, algo no encajaba.Nathan estaba de pie, frente a la ventana, con el celular en una mano y el ceño fruncido como si estuviera a punto de lanzar el aparato contra el vidrio.Marie se detuvo.Y entonces él
April lo fulminó con la mirada.—La prueba te dio tu respuesta. ¿O también vas a dudar del papel que tú mismo manipulaste?—Yo no manipulé nada.—No lo necesitaste. Ya venías con el juicio en la mano.Hubo un silencio breve. Y luego, una sonrisa irónica en los labios de April.—¿Sabes qué es lo que más duele? Que ni siquiera preguntaste. Que no miraste a esos niños y pensaste en lo que pasaron. En lo que pasé yo.—Yo también sufrí.—¿Ah, sí? ¿Antes o después de casarte con Megan?Esa vez, él no respondió. Y ella se fue. Sin mirarlo. Sin temblar. Sin una lágrima.Pero por dentro… el resentimiento seguía ardiendo.****En el recreo, Ethan, Sienna y Dylan estaban sentados bajo un árbol. El sol caía fuerte en el patio, pero ahí se sentía bien. Dylan dibujaba con un palito. Sienna miraba las hojas. Ethan tenía una piedrita en la mano, como si pensara mejor con algo entre los dedos.—Tenemos que averiguar cómo se llama —dijo Ethan.—¿Quién? —preguntó Dylan.—Nuestro papá.—Pero… ¿cómo?—No
Nathan dejó la taza en su plato. Se quedó en silencio, respirando agitado, como si lo que fuera a confesar lo tuviera atorado en la garganta. April no presionó, esperó hasta que él empezó a hablar.—Malena —dijo, apenas—. Mi hermana.April parpadeó.—Era mayor que yo. Mucho mayor. Mi madre murió cuando yo era pequeño… y Malena se convirtió en todo. Mi hermana. Mi amiga. Mi guía. Ella era… especial.Hizo una pausa. Respiró hondo.—Administraba uno de nuestros clubes de socios, cuando conoció a Ralph Montgomery.April se tensó.Nathan asintió.—Sí. El padre de Logan. La trataba con cortesía, con afecto, con esas atenciones que un hombre tiene con una mujer cuando le importa. Pero ella no se metió con él. Nunca lo hizo. Malena era íntegra. Leal. Noble. Ella se convirtió en su mejor amiga, su confidente, pero se enamoró de él…Cerró los ojos, como si doliera demasiado.—Pero Margaret no lo creyó así. Margaret… creyó que eran amantes. Que mi hermana era la otra. No preguntó. No dudó. Solo…