Eloísa ha desafiado constantemente las estrictas reglas de sus padres, pero justo cuando decide encaminar su vida y culminar su último año escolar con éxito, aparece Harrison, el joven y enigmático profesor nuevo. Desde el primer momento, Harrison parece obsesionado con ella, complicándole la vida a cada paso. Sin embargo, él no es un maestro común: es un historiador encubierto, en una búsqueda implacable por un objeto perdido en la historia, dispuesto a derribar cualquier obstáculo para alcanzarlo. Por su parte, Eloísa, con su espíritu rebelde y valiente, desconoce que posee la clave para resolver el misterio que él persigue. Aunque el destino los ha unido, el amor entre ellos es un camino prohibido. Pero, ¿podrán resistir cuando la tentación los empuje al borde del abismo?
Leer másLa boca de Harrison seguía conectada a la de Eloísa devorándola, y únicamente cuando ella escuchó a un niño llorar a lo lejos recordó que estaban en un área pública y se alejó del hombre empujándolo por los hombros. Cuando levantó la mirada vio las mejillas enrojecidas de él y los ojos abiertos en busca de una explicación por el repentino corte.—Esto no está bien —le dijo ella y se abrazó a sí misma mirando alrededor, un par de personas los miraban con curiosidad.—Pues se siente muy bien para estar mal — le dijo él y trató de voltear el rostro de Eloísa con los dedos sobre el mentón, pero ella le apartó la mano con delicadeza.—Lo que sentimos el uno por el otro no es más que calentura —dijo ella —solo tenemos que guardar las distancias hasta que se nos pase y ya —Harrison se recostó pesadamente en el respaldo de la banca y dejó escapar aire.—Yo estaré poco como profesor —le dijo — ¿si este sentimiento que tenemos continúa después de que yo me vaya me darías la oportunidad? —Eloísa
Eloísa se levantó la mañana del viernes con más nervios de los que pensó tendría después de meditar toda la semana para tomar una decisión, la charla con Ezequiel le había servido bastante, él había pasado, como él mismo dijo, por en sima de sus propios valores y ahora estaba afrontando las consecuencias de la peor manera. Eloísa no conocía a profundidad la historia, pero estaba ya segura de la decisión que quería tomar, no se dejaría embaucar por el musculoso cuerpo de Harrison ni por su ávida y ligera lengua, ya tenía muchas presiones en su vida para comenzar a mantener una relación con su profesor de historia. Pero, aunque ya tuviera la decisión tomada, le resultaba angustiante tener que reunirse con él en esa especie de “cita” para aclararlo todo. Así que diez minutos antes de la clase de educación física Eloísa entró a la sala de profesores donde le habían dicho que Harrison calificaba las evaluaciones de filosofía. Eloísa se preguntó en qué momento al hombre el director le había
Por suerte para Eloísa, ese día no tenía ninguna clase con Harrison, eso le permitía tener la mente un poco más relajada mientras trataba de definir lo que estaba sintiendo, era claro y más que obvio que las cosas que comenzaba a sentir por el hombre era mera calentura, so lograba deshacerse de ella podría pensar las cosas con mayor claridad.Observó a su alrededor a la hora del descanso y su mirada se posó en Walter, el chico tenía el cabello atado en una cola y se había arremangado las mangas del uniforme dejando ver unos brazos definidos y atractivos. A Eloísa le parecía guapo, podría acostare con él si eso le ayudaría, pero mejor prefirió mirar para otra parte, el muchacho era de los pocos compañeros que tenía que le caía bien y no quiso arruinar la poca amistad que tenía con él. A lo lejos vio a Harrison, con su camisa de botones y el jean oscuro que le marcaba e respingado trasero, tomaba un yogurt que le dejó el labio superior manchado y Eloísa sí que se imaginó limpiándolo con
Cuando Ezequiel se levantó esa mañana tenía la tela de la almohada pegada a la mejilla, e hizo una nota mental para no seguir acostándose tan tarde viendo series, estaba claro que no necesitaba trabajar para mantenerse, su tres por ciento en la esmeraldera le daba para vivir toda la vida sentado si le daba la gana, pero no estaba acostumbrado a no hacer nada, necesitaba un empleo pronto o se moriría del aburrimiento.Tomó su celular y comprobó que apenas eran las cinco de la mañana.—No puede ser que vaya a hacer esto —se dijo así mismo con la cobija enredada en el torso, la noche antes, el profesor de Eloísa, el tal Harrison, lo había llamado para entrenar, Ezequiel intentó buscar una excusa para no ir, pero el hombre pareció bastante necesitado de la actividad física así que terminó aceptando. Si no hubiera sido por lo hetero que parecía el hombre, Ezequiel hubiera sospechado que estaba interesado en él, en realidad sí que lo estaba, pero no supo exactamente por qué, ya que cuando é
Eloísa se quedó en el marco de la puerta esperando a que sus compañeros de clase salieran del aula, mientras tanto no quiso mirar a Harrison a la cara, esperó que todo terminara rápido y que lo tomaran de la manera más madura posible.Era imposible que el profesor le llamara la atención, sí, ella se le ofreció primero y comenzó a besarle el cuello, pero él ni corto ni perezosos le había quitado de un tirón la ropa interior. Cerró los ojos con fuerza alejando los pensamientos de la mente, lo último que le convenía en ese momento era pensar en lo sucedido.Una chiga muy gorda que estaba tardando demasiado en salir comenzó a impacientar a Eloísa, el malgenio con el que había amanecido comenzaba a cumularse en ese momento y casi que empujó a la muchacha fuera del aula.Cuando estaban solos Harrison se puso de pie y e recostó en el tablero.—Ven aquí, no quiero gritar hasta allá —Eloísa caminó hasta estar a un metro de él y no lo miró a la cara, se quedó concentrada en el pecho del hombre
Eloísa caminaba empujando su moto por la fría carretera vacía de la madrugada, Lucía empujaba desde atrás y ambas caminaban bajo el más pesado silencio, cada una en bajo sus propios pensamientos hasta que decidieron descansar en una esquina.El alcohol a Eloísa ya se le había bajado un poco de la cabeza, pero aún seguía un poco mareada y se creía in capaz de manejar.Cuando ambas salieron del baño Harrison había desaparecido, y su hermano les insistió en llevarlas a casa, pero Lucía se negó rotundamente y ambas terminaron arrastrando la moto mientras se les bajaba un poco la borrachera.—¿Qué pasó con Gabriel? —le preguntó Eloísa mientras estaban sentadas en la acera y Lucía ladeó la cabeza —te negaste a que nos acompañara de manera muy rotunda.—Es que nos besamos —le dijo y Eloísa la miró, si no fuera por que aun estaba conmocionada por lo que había pasado le hubiera dado un gran abrazo, pero al ver el rostro ausente de la muchacha borró la sonrisa —¿Tan mal fue? —ella negó.—Estuvo
Eloísa seguía petrificada en la mesa viendo como el profesor Harrison se acercaba, ¿cómo era posible que estuviera ahí? Miró a Lucía que se tomaba otra copa de ron, la muchacha ya comenzaba a verse un poco mareada al igual que Eloísa, así que no supo qué hacer ni qué decir mientras esperó a que el hombre llegara.—Miren nada mas —les dijo él en cuanto llegó a la mesa y Lucía dio un salto —dos estudiantes un lunes en la noche bebiendo —Eloísa se encogió de hombros.—Pues usted también trabaja mañana —él ladeó la cabeza.—La diferencia es que no estoy bebiendo —Eloísa tomó la botella de licor y le sirvió una copa llena que le ofreció al hombre que lo dudó por un momento, pero luego la recibió y la bebió de un trago sin hacer un mínimo gesto —hasta ahora.—¿Qué hace aquí profe? —le preguntó Lucía y él la señaló.—Harrison. Y vine porque mi hermano estaba recién llegado a la ciudad y quería divertirse un rato —señaló a alguien en la barra que venía con cuatro cervezas y Eloísa lo reconoci
El resto de la cena había resultado bastante interesante para Eloísa, entre ver la incomodidad de su padre y las miradas que se daban Ezequiel y Lucas, la hora y media que estuvo ahí se le pasó volando. Después de que terminó el postre se despidió con un:—Tengo que estudiar para un examen —y subió a su habitación con los tacones en la mano. Quiso ponerse a buscar la entrevista en la que su hermano había salido del closet, pero le dio flojera ponerse a leer, así que tomó su celular y llamó a Lucía.—¿Qué haces? —le preguntó a su amiga.—Veo campanita por tercera vez —Eloísa se puso de pie y abrió su armario.—¿Tu madre te dejaría ir a una discoteca conmigo esta noche? —le preguntó y la muchacha al otro lado asintió.—Mas que darme permiso, creo que me obligará a ir.—Pues perfecto, ¿quieres ir? —Lucía asintió al otro lado poco convencida —la pasaremos bien, pasó por ti en diez minutos.Sacó de su armario la ropa más descarada que tenía y que podía quedarle a Lucía y bajó por las enred
Cuando Eloísa llegó a casa esa tarde encontró una revolución absoluta, las empleadas del servicio corrían por toda la casa llevando ollas o decoraciones de flores, otras barrían y recogían cada mota de polvo de la impecable superficie del suelo. Cuando llegó a la cocina su madre gestionaba frente a la estufa algo de olor fuerte y le hizo picar a Eloísa la nariz.—Parece que recibiremos a la reina de Inglaterra —le dijo Eloísa y la mujer se volvió hacía ella, traía puesto un vestido que le llegaba a la mitad del muslo y unos tacones exageradamente altos.—Ya te dije que es un negocio importante —le dijo Felicia, el maquillaje ocultaba unas ojeras oscuras que Eloísa logró percibir — Será mucho dinero para la esmeraldera, y tú eres dueña de un tercio de ella, así que te conviene —Eloísa bufó.—¿Qué gano yo si papá no me deja disponer de mi dinero? —Felicia de cruzó de brazos.—Si no hubieras sido tan rebelde antes, grosera y prepotente repitiendo una y otra vez el último año depondrías d