Naomi Adler trabaja incansablemente para pagar el tratamiento de su madre. Su vida se ha convertido en una rutina agotadora y monótona. Sin embargo, una noche, su mejor amiga la convence de tomarse un descanso y salir a una discoteca para despejar su mente. Allí, Naomi se topa con Silas Marston. Un enigmático y misterioso mafioso con un oscuro secreto sobre su verdadera naturaleza. Sin saber lo peligroso que es, ella se deja llevar por el momento y termina pasando la noche con él. A pesar de que Silas es conocido por su frialdad con los demás, hay algo en Naomi que lo atrae profundamente, y no puede dejar de pensar en ella. Naomi retoma su vida cotidiana sin saber que su encuentro con Silas cambiará su vida para siempre, descubriendo un mundo en donde lo sobrenatural y lo real se entrelazan, y muchos secretos que saldrán a la luz, a la vez que trata de proteger a la pequeña vida que lleva en su vientre.
Ler maisSilas. —¿Cómo te fue? —Iba con Silvana en el auto a casa del señor Mirchi. —N-no quiero hablar de eso… —Se encogió en el asiento de copiloto. —Nunca nos hemos llevado bien, hermanita… pero ahora solo nos tenemos a nosotros dos, como familia, digo —aseveré. Papá no estaba, y mamá ni se diga. Por mucho que haya peleado con Silvana en el pasado, ella comprendió que el poder no lo era todo. —Él es un caballero. Ni siquiera quiso dormir en la misma habitación que yo, ¿crees que no le atraigo lo suficiente? —Se cruzó de brazos. Me eché a reír hasta que la carcajada resonó por todo mi cuerpo. No podía creer que mi hermana malhumorada se estuviera comportando como una niña enamorada. —Por la diosa, Silvana. Eso se llama respeto, tampoco es que duerman juntos la primera noche si recién se conocieron —comenté, con la vista al frente. —¡Tú hiciste eso con Naomi! ¿Te recuerdo que se acostaron la primera noche? —Es diferente. Lo mejor es que se conozcan un poco… —murmuré, estacionando el
Naomi. —Axel es un amor, de verdad —expresó Malena, estábamos caminando alrededor del jardín de rosas. Yo me agaché con cuidado, mi panza estaba demasiado grande y me costaba. Tomé una flor con mi mano y la olí. Era reconfortante, porque el olor de mi madre se desprendía de cada una. No sabía si era una especie de magia o ella diciéndome que estaba conmigo, pero amaba ese espacio que Silas creó para mí. —N-no es para tanto, gatita —Axel se rascó la nuca. Él iba con nosotras. Nunca se despegaba de Malena, a menos que tuviera que trabajar. Ella tenía una habitación al lado de la suya. —¿Gatita? —Arrugué mi nariz. —Ay, Silas te dice a ti lobita —Malena enfatizó la última palabra—. ¿Qué tiene de malo? Me reí. Retomé mi postura para levantarme y poder verlos a ambos. Ella se aferró al brazo de su chico, se notaba la diferencia de altura. Malena le llegaba por los hombros. —Simplemente es raro escuchar los apodos románticos de los demás. —Bueno, le he puesto muchos —confesó Axel
Silas. Naomi bajó y sacó mi miembro con su mano, fue una sensación exquisita, me picó cada parte de la piel cuando su mano frotó mi zona más sensible. Esa mirada que me lanzó, solo hizo que me prendiera más de lo que estaba. El calor en mis mejillas era infernal, y mi pene erecto ansiaba entrar en su boca. —N-Naomi, N-no hace… Ni siquiera pude formular bien una oración. Los nervios los tenía a flor de piel porque sería la primera vez que ella me haría un oral. ¿Cómo no iba a estar nervioso al tratarse del amor de mi vida? Jadeé cuando me calló con un: shh. Alzó una ceja, viéndose juguetona, y lamió la punta de mi miembro con suma delicadeza. —Quiero que tú también disfrutes de lo que te hago… —susurró, su aliento chocó con mi tronco. Apreté la mandíbula con fuerza, el hormigueo en mi cuerpo no cesaba y cuando Naomi introdujo gran parte de mi miembro en su boca, creí que iba a explotar. Agarré su cabeza por mi cuenta y la ayudé a moverse, quería que me comiera todo, ni siquier
Naomi. ***¿Estaba soñando? Pensé que no regresaría a esa habitación blanca sin salida. Busqué a mi madre por todos lados con la mirada, sin tener éxito. Escuché un sonido en mi espalda y al voltearme, estaba ella… Preciosa como siempre. Tenía una amplia sonrisa y los brazos abiertos. Corrí para darle un fuerte abrazo que me aguó los ojos. —Mamá… —Mi niña hermosa, ese bebé está creciendo sano y fuerte —susurró, con una voz cariñosa.—¿Por qué tardaste tanto? —Alcé el mentón para verla a los ojos. —Te expliqué que yo no puedo visitarte por mi cuenta. Estoy atada a la diosa, y si ella necesita decirte algo, vendré en su lugar —sonrió, acariciando mi cabeza con ternura—. Veo que has aceptado a Silas. Enhorabuena. El calor subió a mis mejillas. Las sensaciones en el sueño eran tan reales, que hasta sentí mariposas en el estómago por la vergüenza. —Ay, mamá. Han pasado muchas otras cosas —Bajé la cabeza al recordar la muerte del señor Marston y la de papá. —Lo sé, mi amor. Recue
Naomi. —¿Por qué el embarazo va demasiado rápido? —Me aterró ver mi panza en el espejo de la oficina de Silvana. La acaricié, estaba igual de grande como si tuviera cinco meses. Tragué saliva, Silas también me advirtió que sería un parto normal, porque el cachorro ya sabía cómo nacer por su cuenta y sin necesidad de cesáreas. —¿Te sorprende? —se mofó—. Oye, ayúdame con esto. La miré. Ella estaba tratando de abrir la ventana, se había quedado atorada y el aire acondicionado no funcionaba, estaban esperando que un técnico lo arreglara. El calor de verano era insoportable. Me puse a su lado y juntas agarramos la parte baja de la ventana para subirla, para mi sorpresa, una fuerza que desconocía brotó de mi interior y pudimos alzarla. La sensación fue picante, cosquillosa. Llevé una mano a mi pecho por el shock del momento. —¿Qué fue eso? —indagué, asustada. —No creas que tienes poderes —bromeó—. Lo más probable es que sea tu hijo queriendo ayudarte. Puedo sentir su poder… es de
Naomi. Al día siguiente, me encontraba con Malena en el patio. El discurso de Silas había dado frutos, porque varios de la manada se acercaban a mí para pedirme más información con esa chispa de curiosidad en sus ojos. —Ahora somos famosas por aquí —rio ella. —Bueno, si el padre de Silas todavía estuviera, ese no sería el caso… —murmuré, negando con la cabeza. —No lo conocí, pero por lo que me dicen, era un tipo aterrador. —No sabes cuánto. La primera vez que lo vi, pensé que me iba a matar con la mirada —Me abracé a mí misma. Era agradable tener a Malena cerca, ella era parte de mi familia, y me sentía más a gusto porque también era humana. —Sabes, Axel incluso siendo un débil omega, gana el triple de lo que yo ganaba en mi trabajo —expresó, en tono chismoso—. ¿Puedes creerlo? —Hasta yo que soy una simple ayudante —bromeé—. ¿Cómo crees que me compré estas prendas? Presumí una camisa de marca, como si fuera una modelo, aunque estábamos sentadas.—¿Te han dejado salir? —Oh,
Silas. Estaba en mi oficina debatiendo con mi mente en las posibilidades de encontrar la ubicación exacta de Gauss y su manada. Fui interrumpido por mi madre, entró casi tumbando la puerta. Desde que murió papá, ella cambió por completo. Ya no sonreía y me echaba la culpa de todo por haber traído a Naomi. Las ojeras se le marcaban, y me miró con una expresión aterradora. —¿Qué pasa? —pregunté, dejando el lápiz de lado. Ella se sentó frente a mí, con una postura firme. Tardó en responder, lo que hacía era explorar con la mirada el lugar como si nunca hubiera estado allí. —¿Cuándo nacerá mi nieto? Mmh. ¿Qué estaba tramando? —En dos meses aproximadamente —respondí, intrigado por su interés—. No pensé que estuvieras tan interesada en mi cachorro. —Haré lo que tu padre debió de haber hecho al principio. —¿De qué hablas? Fruncí el ceño. Mi madre estaba actuando extraño, últimamente no salía de su habitación y se la pasaba llorando día y noche. —Ya sabes de qué hablo, Silas… —
Naomi. Me desperté por la alarma, ya eran las ocho y revisé mi celular. Tenía un mensaje de Silas pidiéndome que viera por la ventana. —Loco —bufé. Aun así, le hice caso. Estiré mis extremidades porque mi cuerpo todavía seguía cansado y entumecido. Caminé a pasos lentos hasta que llegué a la ventana, aparté las cortinas. Parpadeé con sorpresa. El muy idiota estaba en el patio, justo en ese lugar al que siempre veía vacío y con falta de color. Me saludó con una sonrisa de dientes asomados, detrás de él había un hermoso jardín lleno de rosas blancas. Abrí la ventana, dejando que el viento golpeara mi rostro y pudiendo apreciar mejor la vista. —¡¿Estás loco?! —Le grité, sonriente. —¡¿Te gusta?! —Su voz se escuchaba lejos. Negué con la cabeza, divertida. Nunca imaginé que un hombre sería capaz de escuchar mis pequeñeces y hacerlas realidad. Ese jardín de rosas blancas me recordaba mucho a mi madre, por un segundo sentí que la tenía más cerca que antes. Mis ojos se llenaron de lá
Silas. Haber enterrado a mi padre fue tan doloroso, que no quería alejarme de la tumba. Silvana apoyó una mano en mi hombro, sus ojos hinchados demostraban lo mucho que lloró. —Felicidades, hermano, ahora nadie te dirá qué hacer… —¿Crees que yo quería esto? —Fruncí el ceño. Cualquier palabra me estresaba y la tomaba para mal. La única que lograba calmarme era Naomi, con su dulce aroma lleno de tranquilidad. Ella estaba con su mejor amiga, cerca de nosotros. —No te estoy echando la culpa —murmuró, con la voz apagada y las cejas hundidas. Apreté los labios. ¿Quién diría que terminaría siendo la máxima autoridad por la muerte de papá? Mi madre caminó a pasos lentos hasta llegar hacia nosotros, ella no me había dirigido la palabra desde lo que sucedió. Su herida pudo regenerarse con ayuda de un sanador, pero nadie le quitaba esa mirada asesina y llena de rencor hacia mí. Llevaba un abanico como toda una señora en velorio. —¿Puedo hablar contigo? —preguntó, entre dientes. Silvan