Silas. Al terminar el trabajo que me mandó el señor Mirchi, sentí una fuerte punzada en mi corazón y el olor de mi luna muy, pero muy cerca de mí. Supe que corría un grave peligro, porque ese hilo que unía nuestros corazones, empezó a quebrarse dentro de mi pecho. «Ayuda, por favor» escuché su voz en mi cabeza. Me quité los guantes y los tiré a la basura. Le avisé al señor Mirchi por mensaje de texto que me iría por un asunto urgente. Cumplí mi parte, matar al objetivo, que él se encargue de limpiar. —Maldición… —dije. Subí a mi auto, me guié por el olor dulce que desprendía Naomi. Si no había ido a visitarla, era por mi trabajo. Estuve tan ocupado, que ni siquiera encontré un hueco en mi agenda para verla. Ya sabía que estaba embarazada, porque su olor se mezclaba con otro… Me estacioné en la calle, vi un suéter tirado en la acera y lo llevé a mi nariz. Inhalé hondo, abriendo mis fosas nasales. Cerré mis ojos para concentrarme. Ella corrió, corrió hasta adentrarse en el espe
Naomi. Pasamos por mi casa y me llevé lo más que pude, tal vez me tocaría venderla si no iba a regresar. Guardé las fotos de mi madre y varias velas para hacerle un mini altar en casa de Silas. Ella me salvó, estaba segura de que lo mandó a él… Sonreí porque después de todo, no me dejó sola. Desde el cielo me cuidaba, ¿no? Tomé un baño rápido y le presté ropa a Silas. —¿Cómo me veo? —Dio una vuelta, simulando ser una mujer. Me reí. Mi camisa le quedaba tan ajustada, que parte de su abdomen era visible. Le tuve que prestar una falda enorme, porque sus anchas caderas no entraban en mis pantalones. —Te ves patético. —Eres muy sincera, ¿ya te lo han dicho? Aunque sé que eso no es lo que piensas realmente —Puso ambas manos sobre sus caderas. —¿Qué pienso según tú? —Mmh, sé que te encanto —Ladeó la sonrisa. Engreído. —Supongo que tienes el poder de leer mentes. —No, pero sí puedo saber qué es lo que sientes —comentó, pícaro—. Ahora mismo, tu corazón está confundido y feliz a l
Naomi. —¿Quieres decir que estamos conectados? —pregunté, incrédula—. ¿Literalmente? Me mordí una uña. Era difícil comprender, porque hasta hace poco, yo vivía en un mundo normal, sin saber de la existencia de ciertas criaturas. ¿Estaba soñando? —Sé muy sincera conmigo. ¿No sientes una especie de conexión cada vez que me ves o estoy cerca? —indagó, apoyando los codos sobre sus piernas—. Por favor, no te juzgaré. Es importante que me digas la verdad sin tener vergüenza. —¿Q-quieres que me confiese? —Tragué saliva. Estaba aturdida. Era demasiada información que procesar en tan poco tiempo. —No de esa forma. Es normal que sientas que tu corazón me pertenece, y que causo en ti lo que los humanos llaman “enamoramiento” —comentó, con serenidad. Se veía bastante calmado pese al tema serio que estábamos tratando. Si mi madre estuviera junto a mí, ¿qué pensaría sobre Silas? Bueno, en vida, no dejaba de emparejarme con él. Su deseo se volvió realidad. —Está bien —solté, derrotada—. Es
Silas. Unos días después, Naomi evitaba salir de su habitación y por fin tuve la oportunidad de hablar con mi hermana. —¿Ahora eres la señorita “muy ocupada”? —Me crucé de brazos, pegado a la pared de la sala. —Qué gracioso, Silas. Estoy evitando tener que ver a tu supuesta luna, ¿no es obvio? —Rodó los ojos, cambiando de canal en la televisión. —Créeme, si yo pudiera, le enseñaría por mi cuenta —bufé—. Lamentablemente, papá no aceptará ninguna orden mía hasta que nazca mi hijo. —¿Y si resulta ser niña? —Será una loba muy fuerte, entonces, superándote incluso a ti, hermanita —bromeé. Ella tensó la mandíbula y dejó de verme para concentrarse en la televisión. Movía el pie repetidas veces, estresada. —Sólo quería dejarte en claro que no molestes a Naomi. Ella es buena chica, date el tiempo de conocerla —expresé, soltando un suspiro al final. Se mofó. —No creo que pueda llevarme bien con una humana, pero si te hace sentir mejor, lo intentaré. No quiero que papá me vea como una
Naomi. Después de que Silas se fuera, me puse frente a la mesita con el altar de mi madre. Le encendí una vela y miré su foto, esa sonrisa todavía me transmitía la misma paz como cuando estaba viva. Abrieron la puerta de golpe, causándome un susto estremecedor. Me giré y vi a esa rubia de brazos cruzados y cara de culo. —Ven conmigo —ordenó. Le hice caso, lo menos que deseaba era tener problemas con ella. Apreté los labios, siguiéndola fuera de la habitación. Me guió por un largo pasillo desconocido, lleno de cuadros con fotos de la familia. Al final, abrió otra puerta de madera y resultó ser una simple oficina donde los colores rojo y negro se mezclaban.—Bonito lugar —dije, explorando con mis ojos. —No intentes caerme bien —bufó. —No te pareces mucho a Silas. Ella se detuvo, alzó una ceja con ofensa y colocó una mano en su cintura. Sus tacones sonaban hasta que llegó justo frente a mí. Sonrió de lado, de forma maliciosa. —La idea de trabajar contigo no me agrada, pero tamp
Naomi. Aprendí rápido a usar un arma, o bueno, a disparar… todavía fallaba las balas, porque mis manos solían temblar y mi visión se nublaba al ver a un simple muñeco de cartón. En vez de darle en la cabeza, le daba en sus extremidades. Llevaba una semana en eso, y para mi sorpresa, Silvana no era tan mala como pensé al inicio. Sí me hablaba mal y todo, pero se centraba en enseñarme. Llegué al comedor al lado de Silas, rara vez comíamos todos juntos, el ambiente se tornaba incómodo. —Vayan al grano —pidió Silas. Sacó una de las sillas para mí, actuó como un caballero y yo sonreí para mis adentros. Él iba todas las mañanas y noches a mi habitación para asegurarse de que estuviera cómoda. ¿Qué más podía pedir? Era atento incluso al no ser nada, porque yo todavía estaba pensando en aceptarlo. Nuestra conexión me obligaba a decir que sí. —Surgió un imprevisto un tanto… —Su padre se calló, pensativo—. Inusual. Juntó ambas manos sobre la mesa, dejó los cubiertos de lado. La única
Silas. Tenía que hablar con mi padre antes de irme con Naomi para saber qué carajos sucedía. Ella se quedó esperando en la sala, y yo fui a la oficina de mi viejo. Entré sin tocar la puerta, de mala gana. —¿Y los modales? —No hay tiempo. ¿Me puedes explicar por qué el beta enemigo conoce a Naomi? —cuestioné, arrugando las cejas.Él guardó varias hojas en una carpeta, su calma solo me ponía más impaciente de lo que estaba. Se levantó, caminando a pasos lentos por la oficina. —Te dije que no podíamos confiar en ella —murmuró—. Debes rechazarla si quieres evitar la aniquilación de esta familia. —Naomi no es el enemigo, papá —mascullé, apretando los puños con fuerza—. Y si tendré que llevarte la contraria, entonces lo haré. Se mofó. —Es la primera vez que me respondes de esa forma, sin una pizca de respeto —aseveró, metiendo ambas manos en sus bolsillos. Se detuvo frente a mí—. ¿Esa humana te puso en nuestra contra? ¿Te lavó el cerebro? —Ya me cansé de ser un simple peón tuyo, pa
Naomi. Una vez en el patio, nos sentamos en unas bancas de piedra y yo no dejaba de ver al hombre que decía ser mi padre. Se parecía tontamente a mí. Cabello negro como el carbón y brillante gracias a la iluminación del sol, y sus ojos… Tensé la mandíbula. Él nos abandonó cuando se enteró de mi existencia. —¿Qué es lo que buscas? —pregunté, directo al grano. Silas se sorprendió ante mi frialdad. No planeaba perdonarlo y llevarme bien con él.—Nuestras manadas son enemigas, y tan pronto como te olí aquí… quise avisar del peligro que corres, Naomi —informó, trató de buscar mi mano sobre la mesa de cemento, yo lo esquivé—. Puedo explicar el porqué las dejé. Tu madre me entendió… —¿Mi madre? —Arrugué la nariz, ofendida—. Mi madre siempre se quejaba de ti porque fuiste un imbécil que no quiso hacerse cargo de su calentura. Y sí, mamá solía hablarme de papá muy pocas veces, preferí no saber nada de él y lo único que me decía era lo cobarde que fue al dejarnos a las dos. —¿Ahora quie