Naomi. Una vez en el patio, nos sentamos en unas bancas de piedra y yo no dejaba de ver al hombre que decía ser mi padre. Se parecía tontamente a mí. Cabello negro como el carbón y brillante gracias a la iluminación del sol, y sus ojos… Tensé la mandíbula. Él nos abandonó cuando se enteró de mi existencia. —¿Qué es lo que buscas? —pregunté, directo al grano. Silas se sorprendió ante mi frialdad. No planeaba perdonarlo y llevarme bien con él.—Nuestras manadas son enemigas, y tan pronto como te olí aquí… quise avisar del peligro que corres, Naomi —informó, trató de buscar mi mano sobre la mesa de cemento, yo lo esquivé—. Puedo explicar el porqué las dejé. Tu madre me entendió… —¿Mi madre? —Arrugué la nariz, ofendida—. Mi madre siempre se quejaba de ti porque fuiste un imbécil que no quiso hacerse cargo de su calentura. Y sí, mamá solía hablarme de papá muy pocas veces, preferí no saber nada de él y lo único que me decía era lo cobarde que fue al dejarnos a las dos. —¿Ahora quie
Naomi. ***¿Estaba soñando? Me encontraba en una habitación blanca, no había puerta ni ningún tipo de salida. Caminé, las cuatro paredes no dejaban que avanzara. Pronto, una cama apareció frente a mí, y para mi sorpresa, una figura familiar estaba sentada en la orilla. Me miró con una amplia sonrisa que me estrujó el corazón. Corrí hacia ella y me arrodillé para colocar mi cabeza sobre su regazo, empecé a llorar sin parar. —¡Mamá! ¡Mamá! Te extraño tanto. No puedo creer que por fin vuelvo a verte —sollocé, emocionada. Tal vez no tenía mucho tiempo, no me importaba si no hablaba o era un simple recuerdo borroso. Disfrutaba poder verla otra vez. Ella… tenía ese hermoso cabello negro largo que tuvo que raparse por la enfermedad. Se veía un poco más joven. Acarició mi cabeza. Alcé el mentón para verla a los ojos y me dio tanta paz que podría quedarme así para siempre. . —Hay muchas cosas que no te dije, Naomi —habló, dejándome en shock—. Quise protegerte de todo lo malo, pero la
Naomi. Estábamos en el comedor solo nosotros dos. Sus padres siempre desayunaban más temprano para no tener que vernos las caras, y Silvana solía hacerlo en la cocina o en su oficina. Le había contado todo mi sueño a Silas con lujo de detalles. —¿Dices que fui el único que decidió defender a su humana? —inquirió, un poco confundido por su expresión arrugada. Tenía ambas manos entrelazadas sobre la mesa. Yo asentí. —¿Me defiendes por encima de tus padres solo por nuestro vínculo? —cuestioné, decaída al imaginarlo. Yo también sentía esa conexión con él, pero me quería dar el tiempo para conocerlo a fondo y decir: sí, me encanta por cómo es, no solo por la atracción entre nuestros cuerpos. —Admito que ese vínculo me hace buscarte y protegerte, sin embargo, la decisión de no rechazarte la tomé yo —defendió, más serio—. Cuando el otro día me dijiste que éramos de mundos diferentes, y de clases sociales diferentes, quise ayudarte. No por lástima, sino porque deseaba poder conocerte
Naomi. Quedé paralizada al ver cómo ese pelaje blanco pasó por mi lado en dirección a Axel. Él se estaba sobando el culo y la espalda, el golpe fue duro. —¡¿Q-qué demonios, jefe?! —exclamó, entre tartamudeos—. ¡No pretendía hacerle daño! ¡Ni siquiera sabía que era tu luna! Sacudió ambas manos, desesperado por calmar la situación. Silas no le hizo caso, soltó un gruñido brusco que provocó una expresión de miedo en el pelinegro. Se lanzó sobre él. Axel gritó como una niña, cagado y con lágrimas en los ojos. Gracias a eso, Silas se detuvo al ver que su rival no se defendía, y poco a poco volvió a su forma normal. Al estar de espalda, pude detallar la raya entre sus nalgas…Peluda, extremadamente peluda. Sacudí la cabeza. —¿Qué pretendes? —cuestionó, con una mano en la cintura—. Por lo menos defiéndete. —¡Ya le dije que no planeaba nada malo! —chilló, aún asustado y con la boca arrugada—. Creí que ella al ser una humana, estaría en peligro… Silas lo detalló de pies a cabeza. Tuv
Naomi. Un par de días después, me levanté somnolienta al responder la llamada de Malena, no dejaba de vibrar mi celular. —¿Hola?—¡Naomi Adler! ¡Me importa una mierda que el padre de tu hijo te tenga encerrada en quién sabe dónde! ¡Te necesito ahora mismo! —gritó, me dolió el oído. Restregué mis párpados para ver mejor. Eran las ocho de la mañana, dormí mucho, pues el día anterior trabajé hasta tarde con Silvana y para mi sorpresa, estuvo de buen humor. —¿Qué sucede? Te noto muy exaltada. Vi que Silas no estaba en el mueble, solía ir cada mañana a leer mientras yo dormía. —¡¿Es que no me escuchas?! Tenemos que vernos con urgencia —Su voz salió atropellada—. N-Naomi… hay cosas de mi pasado que no te he dicho, y apareció alguien que revivió todos mis recuerdos. Sé que soy una perra, pero eres la única amiga que siempre estuvo para mí, no me dejes sola… Lo último me oprimió el corazón y un nudo se formó en mi estómago. El tono de Malena fue deprimente, como si algo grave de verda
Silas. No planeaba contarle todo a la amiga de Naomi, pero en vista de que ella lo hizo, no me quedó de otra. Después de haber hablado con ella, regresamos a casa ya que el shock no le permitía reaccionar, le costaba creerlo. Quiso unos días para pensarlo, le dimos nuestra dirección. Una semana después… Yo estaba buscando a Axel por toda la mansión, ¿dónde podría estar un omega sin mucho poder? —Silas —La voz de mi padre me detuvo. Metí ambas manos en mis bolsillos y me giré. Él estaba de pie en la entrada de su oficina, acompañado de mamá. Me veían con esa decepción característica, como si hubiera hecho algo malo. —¿Sí? —¿Ya has pensado en qué hacer con Naomi? —inquirió mi madre, arrugando la nariz. Mis puños se apretaron. —Ella se quedará. —No podemos permitirlo —sentenció mi viejo, no le agradó mi respuesta—. ¿De verdad piensas que nos hará bien? Tratamos de evitar en lo posible que la manada se entere de que tienes a una humana como luna. —¡¿Qué es lo que tiene de mal
Naomi. Estaba en la oficina de Silvana contando los paquetes de droga para guardarlos en unas cajas, ¿quién lo diría?—Nunca imaginé que haría cosas ilegales como esta —hablé, rompiendo el silencio. —¿Contar droga? —Se mofó—. Es lo más básico que puedes hacer. Su cabello rubio estaba atado en una coleta y mascaba un chicle. Inhalé hondo, no podía dejar de pensar en lo que pasó con Malena. Ella no se creyó lo que le dije.—Oye, Silvana… —recordé que ella escuchó mi conversación con Silas—. ¿Y si de verdad los humanos hacen que ustedes evolucionen? Alzó el mentón, mirándome con intriga. —Te creeré cuando mi querido sobrino o sobrina nazca. —Bue… —No terminé de hablar. Mi cuñada dejó lo que estaba haciendo para levantarse a una velocidad que me paralizó. Me obligó a ponerme de pie también, y se posicionó frente a mí, estirando sus brazos para cubrirme. —No te muevas —ordenó. ¿Por qué de repente se puso a la defensiva? —¿Qué sucede? —pregunté, lo único que recibí fue un rotundo
Silas. Haber enterrado a mi padre fue tan doloroso, que no quería alejarme de la tumba. Silvana apoyó una mano en mi hombro, sus ojos hinchados demostraban lo mucho que lloró. —Felicidades, hermano, ahora nadie te dirá qué hacer… —¿Crees que yo quería esto? —Fruncí el ceño. Cualquier palabra me estresaba y la tomaba para mal. La única que lograba calmarme era Naomi, con su dulce aroma lleno de tranquilidad. Ella estaba con su mejor amiga, cerca de nosotros. —No te estoy echando la culpa —murmuró, con la voz apagada y las cejas hundidas. Apreté los labios. ¿Quién diría que terminaría siendo la máxima autoridad por la muerte de papá? Mi madre caminó a pasos lentos hasta llegar hacia nosotros, ella no me había dirigido la palabra desde lo que sucedió. Su herida pudo regenerarse con ayuda de un sanador, pero nadie le quitaba esa mirada asesina y llena de rencor hacia mí. Llevaba un abanico como toda una señora en velorio. —¿Puedo hablar contigo? —preguntó, entre dientes. Silvan