Silas. —Oye, amigo —Axel me abrazó de lado como si fuéramos los mejores amigos—. Desde que conocí a Malena, mi poder ha aumentado. —¿Ajá? Iba hacia el comedor, solíamos comer todos juntos para estar al tanto de cada situación. Él me encontró en el camino. —¿No merezco un ascenso? —Me vio de reojo con picardía—. Puedo pelear en primera línea, estoy seguro. —Ni lo sueñes, es peligroso. Si te pasa algo, ¿cómo crees que quedará Malena? Y si Malena está mal, Naomi está mal —bufé, quitándomelo de encima. Pasaron varios días después de la confesión en vivo que tuvieron Silvana y Lucas. Mi hijo ya tartamudeaba varias palabras para tratar de comunicarse con los adultos. —¿Por qué no admites que de verdad te preocupas por mí? —Hizo ojitos de niño. —Ya quisieras, Axel. —Pronto seré papá, y debo admitir que las cosas pasaron muy, muy rápido… —murmuró—. Quedó embarazada después de la primera vez, me siento estúpido. Me compadecí de él. Era parecido a mí en ese aspecto, yo también dejé
Naomi. El tiempo pasaba volando, Rowan ya había aprendido a decir varias palabras y a caminar... ¿Por qué tuvo que ser un lobito con una velocidad de crecimiento triplicada? Su poder estaba controlado, a veces solía mover sus propios juguetes y me enseñaba. —Ven cariño, busquemos a tu padre —le dije. Él estaba concentrado con su figura de acción. Me lanzó una mirada tierna, rogándome que le diera un poco más de tiempo. —¿Un ratito? —pidió, haciéndome ojitos. Negué con la cabeza, divertida. —Rowan, pronto tu padre se irá por unos días y debemos aprovechar el tiempo que tenemos con él... —murmuré, cabizbaja. Silas decidió que lo mejor sería que yo me quedara con el niño en la mansión para no exponernos al peligro, ya que Gauss nos quería a los dos. —Bueno —Rodó los ojos, con fastidio. Se levantó y tomó mi mano. Ya me llegaba por las rodillas, por lo menos me entendía y no se negaba a mis peticiones. Caminamos escaleras abajo y cuando llegamos a la sala, no vi a Silas por nin
Naomi. Me encontraba con Malena en la habitación de mi hijo, ella no dejaba de llorar al saber que Axel tendría que pelear contra los malos. —¿Y-y si le pasa algo? ¿Qué haré sin él? —balbuceó, entre mis brazos. Estábamos sentadas en la orilla de la cama, y yo procuraba calmar su llanto. Rowan jugaba con sus juguetes en medio de la habitación, sentado en la alfombra y sin prestarnos atención. —Él volverá, Malena. ¿Crees que se iría al saber que tiene una hermosa novia? —La animé, con una sonrisa. —Tú siempre sabes qué decir para animarme, Naomi… —murmuró, apretó nuestro abrazo—. Sabes, a veces yo también quisiera saber qué es lo que tu madre piensa de mí ahora que he cambiado. Hundí las cejas. —No te lo he dicho, pero mamá fue la que le pidió a la diosa que te diera un vínculo para que estuvieras cerca de mí —confesé, ya era hora de que lo supiera. Malena abrió los ojos, y a pesar de que estaban llenos de lágrimas, se le amplió una sonrisa que mostró sus dientes. —¿Lo dices
Naomi. —¡Naomi! ¡Apúrate y limpia este desastre! La gerente estaba más enojada que de costumbre. Busqué el trapeador, un bebé había vomitado en una de las mesas para clientes. Muchos se estaban quejando del olor. Lo hice lo más rápido que pude, quería evitar sermones, y eso que yo era cajera y no de limpieza. Una vez que terminé, la mamá del niño me agradeció y se disculpó por el desastre.La cafetería Rosas de Cristal era mi lugar de trabajo principal. También tenía otro de medio tiempo para cubrir los gastos de la casa y de mi madre. —¡¿Será que puedes ser más rápida?! Hay demasiados clientes en la caja —me regañó, haciendo una mueca de fastidio. Paulina Pérez, una mujer casada a la que su marido probablemente no le dio huevo anoche, tal vez ni siquiera le atraía su propia esposa, con lo descuidada que estaba. Ese cabello negro enroscado, como si no se hubiera peinado en días, no sonreía, tenía arrugas, entre otras imperfecciones que notaba por lo mal que me trataba. ¿Quién e
Silas. —¿Debo ir? —pregunté, con fastidio—. Es la discoteca más barata y cutre de la ciudad. Moví el hielo de mi bebida. Estaba tan tranquilo en el comedor de la mansión, hasta que vi a mi hermana entrando para recordarme mi trabajo. Ese cabello rubio era idéntico al de nuestros padres. Su mirada me penetró, se cruzó de brazos por mi pregunta. Soltó un suspiro exasperado, determinando su impaciencia conmigo. —¿Es necesario recordárselo al señor “yo puedo con todo” ? —se mofó, entornó los ojos, casi chasqueó los dientes—. Eres el líder, actúa como tal, eso es lo que papá espera de ti. Bueno, lo que toda la organización espera de ti. No la cagues. —Gracias, hermanita, a mí también me encanta que seas mi mano derecha. No sabes cuánto —sonreí de lado, con una punzada en mi sien—. Es que nos llevamos tan bien. —No iré contigo, para que sepas. Saldré con unos amigos —comentó, acercándose a la mesa para agarrar una manzana—. Espero que puedas con todo solo, querido jefe. —¿Ahora llam
Naomi. —¿Estás lista? —preguntó Malena, sonriente. Era de noche. —Diviértete, cariño —dijo mi madre, sentada en la mecedora. —No me agrada la idea de dejarte sola, ma…—La señora Karen está cada día mejor —Malena se puso detrás de mí y me hizo un corto masaje de hombros—. Relájate, necesitas conocer personas y encontrar el amor. —¿En una discoteca? —Alcé una ceja—. Lo que puedo encontrar es a un perro mujeriego que se acuesta con todas. —¡Naomi! —reprochó mamá. —Lo siento —me disculpé. Malena hundió ambas cejas. Sabía que estaba preocupada por mí, por mi futuro de soltera y adicta al trabajo. Me acostumbré, ¿qué más podía hacer? —No todos los que van a discotecas son así —bufó, retocando su maquillaje—. Ahora vamos, Karen dormirá tranquilamente sabiendo que te estás divirtiendo. Sus rulos me golpearon cuando pasó por mi lado para abrir la puerta principal. Tenía que esforzarme si quería pasarla bien esa noche. Resoplé. Llevarle la contraria no estaba en mis planes. —Si su
Naomi. Terminamos en una habitación de hotel, capaz Malena me estaba buscando preocupada y yo no le di importancia. ¿Me estaba besando con un apuesto desconocido? Sí, por supuesto. Él me cargó, mis piernas rodearon sus caderas y cuando menos me di cuenta, estábamos desnudos sobre la cama matrimonial. Giré mi rostro cuando el hombre empezó a besar mi cuello. Eran besos delicados, como si quisiera cuidarme… «Loca del demonio, él solo quiere cogerte» habló mi mente. Por la ventana, se asomaba una radiante luna llena. ¿Quién diría que me haría suya y tendría una agradable vista? —¿Estás segura de esto? —preguntó, dejándome anonadada. —¿Q-qué? —balbuceé, con torpeza. ¿Cómo iba a preguntar semejante estupidez cuando ya ambos estábamos desnudos y calientes? —Es que estás ebria, no quiero que luego te arrepientas… —murmuró. Sonreí de lado, divertida. —¿Crees que me emborraché con dos cervezas? —inquirí, arrugando la frente con ofensa. Claro que lo había hecho, pero no iba a admit
Silas. Llegué cinco minutos tarde al desayuno en familia. El comedor estaba en silencio, solo se escuchaba el sonido de los cubiertos cuando golpeaban los platos. —¿No piensas decir nada? —habló papá, viéndome con esos ojos juzgadores. ¿Qué iba a saber yo que aparecería mi mate segundos después de haber terminado la reunión? Lástima que en la mañana se fue sin despedirse… seguramente ella piensa que no nos volveremos a ver. —Lo tengo todo controlado. La reunión fue un éxito y completaré mi trabajo en dos semanas —informé, llevé un bocado a mi boca con tranquilidad. Silvana dejó el cubierto de lado, haciendo ruido. —Papi, ¿Silas no quedó en darte cada detalle anoche? Porque no respondió las llamadas que le hicimos —aseveró, molestándome con su cínica mirada. Rodé los ojos, fastidiado. —Silvana, tu hermano ya está mayorcito y sabe lo que hace —defendió mi madre. Por lo menos ella, por mucho que adoraba a mi hermana, también me solía defender de la mocosa esa. Una mujer de cas