Naomi. —¿Quieres decir que estamos conectados? —pregunté, incrédula—. ¿Literalmente? Me mordí una uña. Era difícil comprender, porque hasta hace poco, yo vivía en un mundo normal, sin saber de la existencia de ciertas criaturas. ¿Estaba soñando? —Sé muy sincera conmigo. ¿No sientes una especie de conexión cada vez que me ves o estoy cerca? —indagó, apoyando los codos sobre sus piernas—. Por favor, no te juzgaré. Es importante que me digas la verdad sin tener vergüenza. —¿Q-quieres que me confiese? —Tragué saliva. Estaba aturdida. Era demasiada información que procesar en tan poco tiempo. —No de esa forma. Es normal que sientas que tu corazón me pertenece, y que causo en ti lo que los humanos llaman “enamoramiento” —comentó, con serenidad. Se veía bastante calmado pese al tema serio que estábamos tratando. Si mi madre estuviera junto a mí, ¿qué pensaría sobre Silas? Bueno, en vida, no dejaba de emparejarme con él. Su deseo se volvió realidad. —Está bien —solté, derrotada—. Es
Silas. Unos días después, Naomi evitaba salir de su habitación y por fin tuve la oportunidad de hablar con mi hermana. —¿Ahora eres la señorita “muy ocupada”? —Me crucé de brazos, pegado a la pared de la sala. —Qué gracioso, Silas. Estoy evitando tener que ver a tu supuesta luna, ¿no es obvio? —Rodó los ojos, cambiando de canal en la televisión. —Créeme, si yo pudiera, le enseñaría por mi cuenta —bufé—. Lamentablemente, papá no aceptará ninguna orden mía hasta que nazca mi hijo. —¿Y si resulta ser niña? —Será una loba muy fuerte, entonces, superándote incluso a ti, hermanita —bromeé. Ella tensó la mandíbula y dejó de verme para concentrarse en la televisión. Movía el pie repetidas veces, estresada. —Sólo quería dejarte en claro que no molestes a Naomi. Ella es buena chica, date el tiempo de conocerla —expresé, soltando un suspiro al final. Se mofó. —No creo que pueda llevarme bien con una humana, pero si te hace sentir mejor, lo intentaré. No quiero que papá me vea como una
Naomi. Después de que Silas se fuera, me puse frente a la mesita con el altar de mi madre. Le encendí una vela y miré su foto, esa sonrisa todavía me transmitía la misma paz como cuando estaba viva. Abrieron la puerta de golpe, causándome un susto estremecedor. Me giré y vi a esa rubia de brazos cruzados y cara de culo. —Ven conmigo —ordenó. Le hice caso, lo menos que deseaba era tener problemas con ella. Apreté los labios, siguiéndola fuera de la habitación. Me guió por un largo pasillo desconocido, lleno de cuadros con fotos de la familia. Al final, abrió otra puerta de madera y resultó ser una simple oficina donde los colores rojo y negro se mezclaban.—Bonito lugar —dije, explorando con mis ojos. —No intentes caerme bien —bufó. —No te pareces mucho a Silas. Ella se detuvo, alzó una ceja con ofensa y colocó una mano en su cintura. Sus tacones sonaban hasta que llegó justo frente a mí. Sonrió de lado, de forma maliciosa. —La idea de trabajar contigo no me agrada, pero tamp
Naomi. Aprendí rápido a usar un arma, o bueno, a disparar… todavía fallaba las balas, porque mis manos solían temblar y mi visión se nublaba al ver a un simple muñeco de cartón. En vez de darle en la cabeza, le daba en sus extremidades. Llevaba una semana en eso, y para mi sorpresa, Silvana no era tan mala como pensé al inicio. Sí me hablaba mal y todo, pero se centraba en enseñarme. Llegué al comedor al lado de Silas, rara vez comíamos todos juntos, el ambiente se tornaba incómodo. —Vayan al grano —pidió Silas. Sacó una de las sillas para mí, actuó como un caballero y yo sonreí para mis adentros. Él iba todas las mañanas y noches a mi habitación para asegurarse de que estuviera cómoda. ¿Qué más podía pedir? Era atento incluso al no ser nada, porque yo todavía estaba pensando en aceptarlo. Nuestra conexión me obligaba a decir que sí. —Surgió un imprevisto un tanto… —Su padre se calló, pensativo—. Inusual. Juntó ambas manos sobre la mesa, dejó los cubiertos de lado. La única
Silas. Tenía que hablar con mi padre antes de irme con Naomi para saber qué carajos sucedía. Ella se quedó esperando en la sala, y yo fui a la oficina de mi viejo. Entré sin tocar la puerta, de mala gana. —¿Y los modales? —No hay tiempo. ¿Me puedes explicar por qué el beta enemigo conoce a Naomi? —cuestioné, arrugando las cejas.Él guardó varias hojas en una carpeta, su calma solo me ponía más impaciente de lo que estaba. Se levantó, caminando a pasos lentos por la oficina. —Te dije que no podíamos confiar en ella —murmuró—. Debes rechazarla si quieres evitar la aniquilación de esta familia. —Naomi no es el enemigo, papá —mascullé, apretando los puños con fuerza—. Y si tendré que llevarte la contraria, entonces lo haré. Se mofó. —Es la primera vez que me respondes de esa forma, sin una pizca de respeto —aseveró, metiendo ambas manos en sus bolsillos. Se detuvo frente a mí—. ¿Esa humana te puso en nuestra contra? ¿Te lavó el cerebro? —Ya me cansé de ser un simple peón tuyo, pa
Naomi. Una vez en el patio, nos sentamos en unas bancas de piedra y yo no dejaba de ver al hombre que decía ser mi padre. Se parecía tontamente a mí. Cabello negro como el carbón y brillante gracias a la iluminación del sol, y sus ojos… Tensé la mandíbula. Él nos abandonó cuando se enteró de mi existencia. —¿Qué es lo que buscas? —pregunté, directo al grano. Silas se sorprendió ante mi frialdad. No planeaba perdonarlo y llevarme bien con él.—Nuestras manadas son enemigas, y tan pronto como te olí aquí… quise avisar del peligro que corres, Naomi —informó, trató de buscar mi mano sobre la mesa de cemento, yo lo esquivé—. Puedo explicar el porqué las dejé. Tu madre me entendió… —¿Mi madre? —Arrugué la nariz, ofendida—. Mi madre siempre se quejaba de ti porque fuiste un imbécil que no quiso hacerse cargo de su calentura. Y sí, mamá solía hablarme de papá muy pocas veces, preferí no saber nada de él y lo único que me decía era lo cobarde que fue al dejarnos a las dos. —¿Ahora quie
Naomi. ***¿Estaba soñando? Me encontraba en una habitación blanca, no había puerta ni ningún tipo de salida. Caminé, las cuatro paredes no dejaban que avanzara. Pronto, una cama apareció frente a mí, y para mi sorpresa, una figura familiar estaba sentada en la orilla. Me miró con una amplia sonrisa que me estrujó el corazón. Corrí hacia ella y me arrodillé para colocar mi cabeza sobre su regazo, empecé a llorar sin parar. —¡Mamá! ¡Mamá! Te extraño tanto. No puedo creer que por fin vuelvo a verte —sollocé, emocionada. Tal vez no tenía mucho tiempo, no me importaba si no hablaba o era un simple recuerdo borroso. Disfrutaba poder verla otra vez. Ella… tenía ese hermoso cabello negro largo que tuvo que raparse por la enfermedad. Se veía un poco más joven. Acarició mi cabeza. Alcé el mentón para verla a los ojos y me dio tanta paz que podría quedarme así para siempre. . —Hay muchas cosas que no te dije, Naomi —habló, dejándome en shock—. Quise protegerte de todo lo malo, pero la
Naomi. Estábamos en el comedor solo nosotros dos. Sus padres siempre desayunaban más temprano para no tener que vernos las caras, y Silvana solía hacerlo en la cocina o en su oficina. Le había contado todo mi sueño a Silas con lujo de detalles. —¿Dices que fui el único que decidió defender a su humana? —inquirió, un poco confundido por su expresión arrugada. Tenía ambas manos entrelazadas sobre la mesa. Yo asentí. —¿Me defiendes por encima de tus padres solo por nuestro vínculo? —cuestioné, decaída al imaginarlo. Yo también sentía esa conexión con él, pero me quería dar el tiempo para conocerlo a fondo y decir: sí, me encanta por cómo es, no solo por la atracción entre nuestros cuerpos. —Admito que ese vínculo me hace buscarte y protegerte, sin embargo, la decisión de no rechazarte la tomé yo —defendió, más serio—. Cuando el otro día me dijiste que éramos de mundos diferentes, y de clases sociales diferentes, quise ayudarte. No por lástima, sino porque deseaba poder conocerte