Silas. Estaba en mi oficina debatiendo con mi mente en las posibilidades de encontrar la ubicación exacta de Gauss y su manada. Fui interrumpido por mi madre, entró casi tumbando la puerta. Desde que murió papá, ella cambió por completo. Ya no sonreía y me echaba la culpa de todo por haber traído a Naomi. Las ojeras se le marcaban, y me miró con una expresión aterradora. —¿Qué pasa? —pregunté, dejando el lápiz de lado. Ella se sentó frente a mí, con una postura firme. Tardó en responder, lo que hacía era explorar con la mirada el lugar como si nunca hubiera estado allí. —¿Cuándo nacerá mi nieto? Mmh. ¿Qué estaba tramando? —En dos meses aproximadamente —respondí, intrigado por su interés—. No pensé que estuvieras tan interesada en mi cachorro. —Haré lo que tu padre debió de haber hecho al principio. —¿De qué hablas? Fruncí el ceño. Mi madre estaba actuando extraño, últimamente no salía de su habitación y se la pasaba llorando día y noche. —Ya sabes de qué hablo, Silas… —
Naomi. Al día siguiente, me encontraba con Malena en el patio. El discurso de Silas había dado frutos, porque varios de la manada se acercaban a mí para pedirme más información con esa chispa de curiosidad en sus ojos. —Ahora somos famosas por aquí —rio ella. —Bueno, si el padre de Silas todavía estuviera, ese no sería el caso… —murmuré, negando con la cabeza. —No lo conocí, pero por lo que me dicen, era un tipo aterrador. —No sabes cuánto. La primera vez que lo vi, pensé que me iba a matar con la mirada —Me abracé a mí misma. Era agradable tener a Malena cerca, ella era parte de mi familia, y me sentía más a gusto porque también era humana. —Sabes, Axel incluso siendo un débil omega, gana el triple de lo que yo ganaba en mi trabajo —expresó, en tono chismoso—. ¿Puedes creerlo? —Hasta yo que soy una simple ayudante —bromeé—. ¿Cómo crees que me compré estas prendas? Presumí una camisa de marca, como si fuera una modelo, aunque estábamos sentadas.—¿Te han dejado salir? —Oh,
Naomi. —¿Por qué el embarazo va demasiado rápido? —Me aterró ver mi panza en el espejo de la oficina de Silvana. La acaricié, estaba igual de grande como si tuviera cinco meses. Tragué saliva, Silas también me advirtió que sería un parto normal, porque el cachorro ya sabía cómo nacer por su cuenta y sin necesidad de cesáreas. —¿Te sorprende? —se mofó—. Oye, ayúdame con esto. La miré. Ella estaba tratando de abrir la ventana, se había quedado atorada y el aire acondicionado no funcionaba, estaban esperando que un técnico lo arreglara. El calor de verano era insoportable. Me puse a su lado y juntas agarramos la parte baja de la ventana para subirla, para mi sorpresa, una fuerza que desconocía brotó de mi interior y pudimos alzarla. La sensación fue picante, cosquillosa. Llevé una mano a mi pecho por el shock del momento. —¿Qué fue eso? —indagué, asustada. —No creas que tienes poderes —bromeó—. Lo más probable es que sea tu hijo queriendo ayudarte. Puedo sentir su poder… es de
Naomi. ***¿Estaba soñando? Pensé que no regresaría a esa habitación blanca sin salida. Busqué a mi madre por todos lados con la mirada, sin tener éxito. Escuché un sonido en mi espalda y al voltearme, estaba ella… Preciosa como siempre. Tenía una amplia sonrisa y los brazos abiertos. Corrí para darle un fuerte abrazo que me aguó los ojos. —Mamá… —Mi niña hermosa, ese bebé está creciendo sano y fuerte —susurró, con una voz cariñosa.—¿Por qué tardaste tanto? —Alcé el mentón para verla a los ojos. —Te expliqué que yo no puedo visitarte por mi cuenta. Estoy atada a la diosa, y si ella necesita decirte algo, vendré en su lugar —sonrió, acariciando mi cabeza con ternura—. Veo que has aceptado a Silas. Enhorabuena. El calor subió a mis mejillas. Las sensaciones en el sueño eran tan reales, que hasta sentí mariposas en el estómago por la vergüenza. —Ay, mamá. Han pasado muchas otras cosas —Bajé la cabeza al recordar la muerte del señor Marston y la de papá. —Lo sé, mi amor. Recue
Silas. Naomi bajó y sacó mi miembro con su mano, fue una sensación exquisita, me picó cada parte de la piel cuando su mano frotó mi zona más sensible. Esa mirada que me lanzó, solo hizo que me prendiera más de lo que estaba. El calor en mis mejillas era infernal, y mi pene erecto ansiaba entrar en su boca. —N-Naomi, N-no hace… Ni siquiera pude formular bien una oración. Los nervios los tenía a flor de piel porque sería la primera vez que ella me haría un oral. ¿Cómo no iba a estar nervioso al tratarse del amor de mi vida? Jadeé cuando me calló con un: shh. Alzó una ceja, viéndose juguetona, y lamió la punta de mi miembro con suma delicadeza. —Quiero que tú también disfrutes de lo que te hago… —susurró, su aliento chocó con mi tronco. Apreté la mandíbula con fuerza, el hormigueo en mi cuerpo no cesaba y cuando Naomi introdujo gran parte de mi miembro en su boca, creí que iba a explotar. Agarré su cabeza por mi cuenta y la ayudé a moverse, quería que me comiera todo, ni siquier
Naomi. —Axel es un amor, de verdad —expresó Malena, estábamos caminando alrededor del jardín de rosas. Yo me agaché con cuidado, mi panza estaba demasiado grande y me costaba. Tomé una flor con mi mano y la olí. Era reconfortante, porque el olor de mi madre se desprendía de cada una. No sabía si era una especie de magia o ella diciéndome que estaba conmigo, pero amaba ese espacio que Silas creó para mí. —N-no es para tanto, gatita —Axel se rascó la nuca. Él iba con nosotras. Nunca se despegaba de Malena, a menos que tuviera que trabajar. Ella tenía una habitación al lado de la suya. —¿Gatita? —Arrugué mi nariz. —Ay, Silas te dice a ti lobita —Malena enfatizó la última palabra—. ¿Qué tiene de malo? Me reí. Retomé mi postura para levantarme y poder verlos a ambos. Ella se aferró al brazo de su chico, se notaba la diferencia de altura. Malena le llegaba por los hombros. —Simplemente es raro escuchar los apodos románticos de los demás. —Bueno, le he puesto muchos —confesó Axel
Silas. —¿Cómo te fue? —Iba con Silvana en el auto a casa del señor Mirchi. —N-no quiero hablar de eso… —Se encogió en el asiento de copiloto. —Nunca nos hemos llevado bien, hermanita… pero ahora solo nos tenemos a nosotros dos, como familia, digo —aseveré. Papá no estaba, y mamá ni se diga. Por mucho que haya peleado con Silvana en el pasado, ella comprendió que el poder no lo era todo. —Él es un caballero. Ni siquiera quiso dormir en la misma habitación que yo, ¿crees que no le atraigo lo suficiente? —Se cruzó de brazos. Me eché a reír hasta que la carcajada resonó por todo mi cuerpo. No podía creer que mi hermana malhumorada se estuviera comportando como una niña enamorada. —Por la diosa, Silvana. Eso se llama respeto, tampoco es que duerman juntos la primera noche si recién se conocieron —comenté, con la vista al frente. —¡Tú hiciste eso con Naomi! ¿Te recuerdo que se acostaron la primera noche? —Es diferente. Lo mejor es que se conozcan un poco… —murmuré, estacionando el
Naomi. Un dolor punzante me invadió todo el cuerpo, sobre todo la parte del estómago. Me sostuve de la pared, iba caminando sola por el pasillo… —Agh.Un escalofrío me recorrió la nuca e inesperadamente empecé a sudar. Mi respiración se aceleró, podía sentir mi pecho subir y bajar con adrenalina. —¿Bebé? —indagué para mí misma. Las contracciones empezaron, fueron miles de pinchazos en mi vientre que me obligaron a gritar. Quedé en reunirme con Silas en el comedor, pero por lo visto, no iba a llegar.—¡Ayuda! —grité cuando un chorro de agua salió de mi entrepierna. Llevaba puesta una falda larga. Mis rodillas golpearon el suelo a la vez que traté de sostenerme de la pared. El mundo me daba vueltas, y vi una imagen familiar acercarse. Era él. —¡Naomi! —exclamó, agachándose para ayudarme—. Tenemos que llevarte con el doctor. —¿Q-qué me pasa? —Mi mente estaba en blanco y la voz de Silas se escuchaba lejos. Miré a mi alrededor, no podía centrar la vista en un punto específico. Gr