Naomi. —¿Por qué el embarazo va demasiado rápido? —Me aterró ver mi panza en el espejo de la oficina de Silvana. La acaricié, estaba igual de grande como si tuviera cinco meses. Tragué saliva, Silas también me advirtió que sería un parto normal, porque el cachorro ya sabía cómo nacer por su cuenta y sin necesidad de cesáreas. —¿Te sorprende? —se mofó—. Oye, ayúdame con esto. La miré. Ella estaba tratando de abrir la ventana, se había quedado atorada y el aire acondicionado no funcionaba, estaban esperando que un técnico lo arreglara. El calor de verano era insoportable. Me puse a su lado y juntas agarramos la parte baja de la ventana para subirla, para mi sorpresa, una fuerza que desconocía brotó de mi interior y pudimos alzarla. La sensación fue picante, cosquillosa. Llevé una mano a mi pecho por el shock del momento. —¿Qué fue eso? —indagué, asustada. —No creas que tienes poderes —bromeó—. Lo más probable es que sea tu hijo queriendo ayudarte. Puedo sentir su poder… es de
Naomi. ***¿Estaba soñando? Pensé que no regresaría a esa habitación blanca sin salida. Busqué a mi madre por todos lados con la mirada, sin tener éxito. Escuché un sonido en mi espalda y al voltearme, estaba ella… Preciosa como siempre. Tenía una amplia sonrisa y los brazos abiertos. Corrí para darle un fuerte abrazo que me aguó los ojos. —Mamá… —Mi niña hermosa, ese bebé está creciendo sano y fuerte —susurró, con una voz cariñosa.—¿Por qué tardaste tanto? —Alcé el mentón para verla a los ojos. —Te expliqué que yo no puedo visitarte por mi cuenta. Estoy atada a la diosa, y si ella necesita decirte algo, vendré en su lugar —sonrió, acariciando mi cabeza con ternura—. Veo que has aceptado a Silas. Enhorabuena. El calor subió a mis mejillas. Las sensaciones en el sueño eran tan reales, que hasta sentí mariposas en el estómago por la vergüenza. —Ay, mamá. Han pasado muchas otras cosas —Bajé la cabeza al recordar la muerte del señor Marston y la de papá. —Lo sé, mi amor. Recue
Silas. Naomi bajó y sacó mi miembro con su mano, fue una sensación exquisita, me picó cada parte de la piel cuando su mano frotó mi zona más sensible. Esa mirada que me lanzó, solo hizo que me prendiera más de lo que estaba. El calor en mis mejillas era infernal, y mi pene erecto ansiaba entrar en su boca. —N-Naomi, N-no hace… Ni siquiera pude formular bien una oración. Los nervios los tenía a flor de piel porque sería la primera vez que ella me haría un oral. ¿Cómo no iba a estar nervioso al tratarse del amor de mi vida? Jadeé cuando me calló con un: shh. Alzó una ceja, viéndose juguetona, y lamió la punta de mi miembro con suma delicadeza. —Quiero que tú también disfrutes de lo que te hago… —susurró, su aliento chocó con mi tronco. Apreté la mandíbula con fuerza, el hormigueo en mi cuerpo no cesaba y cuando Naomi introdujo gran parte de mi miembro en su boca, creí que iba a explotar. Agarré su cabeza por mi cuenta y la ayudé a moverse, quería que me comiera todo, ni siquier
Naomi. —Axel es un amor, de verdad —expresó Malena, estábamos caminando alrededor del jardín de rosas. Yo me agaché con cuidado, mi panza estaba demasiado grande y me costaba. Tomé una flor con mi mano y la olí. Era reconfortante, porque el olor de mi madre se desprendía de cada una. No sabía si era una especie de magia o ella diciéndome que estaba conmigo, pero amaba ese espacio que Silas creó para mí. —N-no es para tanto, gatita —Axel se rascó la nuca. Él iba con nosotras. Nunca se despegaba de Malena, a menos que tuviera que trabajar. Ella tenía una habitación al lado de la suya. —¿Gatita? —Arrugué mi nariz. —Ay, Silas te dice a ti lobita —Malena enfatizó la última palabra—. ¿Qué tiene de malo? Me reí. Retomé mi postura para levantarme y poder verlos a ambos. Ella se aferró al brazo de su chico, se notaba la diferencia de altura. Malena le llegaba por los hombros. —Simplemente es raro escuchar los apodos románticos de los demás. —Bueno, le he puesto muchos —confesó Axel
Silas. —¿Cómo te fue? —Iba con Silvana en el auto a casa del señor Mirchi. —N-no quiero hablar de eso… —Se encogió en el asiento de copiloto. —Nunca nos hemos llevado bien, hermanita… pero ahora solo nos tenemos a nosotros dos, como familia, digo —aseveré. Papá no estaba, y mamá ni se diga. Por mucho que haya peleado con Silvana en el pasado, ella comprendió que el poder no lo era todo. —Él es un caballero. Ni siquiera quiso dormir en la misma habitación que yo, ¿crees que no le atraigo lo suficiente? —Se cruzó de brazos. Me eché a reír hasta que la carcajada resonó por todo mi cuerpo. No podía creer que mi hermana malhumorada se estuviera comportando como una niña enamorada. —Por la diosa, Silvana. Eso se llama respeto, tampoco es que duerman juntos la primera noche si recién se conocieron —comenté, con la vista al frente. —¡Tú hiciste eso con Naomi! ¿Te recuerdo que se acostaron la primera noche? —Es diferente. Lo mejor es que se conozcan un poco… —murmuré, estacionando el
Naomi. Un dolor punzante me invadió todo el cuerpo, sobre todo la parte del estómago. Me sostuve de la pared, iba caminando sola por el pasillo… —Agh.Un escalofrío me recorrió la nuca e inesperadamente empecé a sudar. Mi respiración se aceleró, podía sentir mi pecho subir y bajar con adrenalina. —¿Bebé? —indagué para mí misma. Las contracciones empezaron, fueron miles de pinchazos en mi vientre que me obligaron a gritar. Quedé en reunirme con Silas en el comedor, pero por lo visto, no iba a llegar.—¡Ayuda! —grité cuando un chorro de agua salió de mi entrepierna. Llevaba puesta una falda larga. Mis rodillas golpearon el suelo a la vez que traté de sostenerme de la pared. El mundo me daba vueltas, y vi una imagen familiar acercarse. Era él. —¡Naomi! —exclamó, agachándose para ayudarme—. Tenemos que llevarte con el doctor. —¿Q-qué me pasa? —Mi mente estaba en blanco y la voz de Silas se escuchaba lejos. Miré a mi alrededor, no podía centrar la vista en un punto específico. Gr
Naomi. —¡Rowan! ¡Deja eso! —lo regañé. Lo estaba preparando para su fiesta de bienvenida, el niño ya se sentaba en la cama y empezaba a morder las sábanas como un salvaje, y solía transformarse de repente. —¡Bua! ¡Bua! —Agitó los brazos cuando me acerqué para ponerle la ropa. —No vayas a transformarte en lobo, eh —le advertí con el dedo—. Silas nos debe estar esperando. Lo cargué y el niño se quedó tranquilo, menos mal. Cuando salí de la habitación, Malena me esperaba afuera con una amplia sonrisa. —¡¿Cómo está mi bello sobrino?! —habló muy fuerte. Rowan alzó los brazos con emoción. —Crece demasiado rápido —me quejé. —Abajo la fiesta está encendida, Naomi. Por cierto, ¿no has visto a Silvana? Prometió prestarme uno de sus vestidos. —Tal vez esté con su hermano —resoplé—. Ya llevo al anfitrión para que todo el mundo lo vea. —Bien, yo seguiré buscando —Me Palmeó el hombro. Ella siguió con su camino y yo con el mío. Sonreí, me alegraba que Malena y Silvana empezaran a llevars
Silas. Los preparativos estaban listos y mi madre había sido enterrada de imprevisto. Le dejé varias flores amarillas en su tumba, eran de sus favoritas. No me afectó demasiado, porque a ella la perdí el día que murió mi padre… una parte de ella murió con él, esa parte que la mantenía cuerda. —¿Q-qué fue lo que pasó exactamente? —preguntó Silvana, venía con su pareja. —¿No me vas a presentar a tu noviecito? Y lleva días viviendo aquí —Me crucé de brazos, divertido. Ella me golpeó el brazo con frustración. —No es momento de hacer bromas, Silas. Mamá está muerta —masculló. —Trató de matar a Naomi —respondí, era la verdad—. Ella simplemente se defendió y las cosas resultaron así… Tenía que mentir por lo menos hasta saber qué clase de poder tenía mi propio hijo. Lo bueno era que crecía rápido, así aprendería a hablar en sus primeros tres meses. —¿Es en serio? —Frunció el ceño. —¿Tu madre odiaba a Naomi? —inquirió su acompañante, confundido. —Es una larga historia —le contestó e