La palabra Positivo brilló con intensidad en la pequeña pantalla del test de embarazo, iluminando el rostro de April con una emoción indescriptible. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía que su mundo entero cambiaría en un instante. Estaba embarazada.
Las lágrimas brotaron en sus ojos, pero no de tristeza, sino de una felicidad absoluta. No podría haber mejor regalo para Logan que esa noticia. En apenas una semana celebrarían su primer aniversario de casados, y finalmente podría darle algo que ni siquiera él esperaba: sería padre.
Se miró en el espejo del baño, acariciando su vientre aún plano. Su largo cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel clara tenía un rubor especial por la emoción del momento. Sus ojos, de un verde brillante y expresivo, reflejaban el amor inmenso que sentía por su esposo.
—Vamos a ser una familia de verdad —susurró, dejando escapar una sonrisa ilusionada.
A pesar de que su matrimonio se mantenía en secreto, a pesar de que vivía prácticamente sola en ese apartamento porque Logan no siempre podía quedarse por las noches, ella había esperado pacientemente el día en que todo cambiara. Sabía que la familia Montgomery jamás la aceptaría como la esposa del futuro CEO, pero eso no importaba. Logan la amaba.
Y ahora que un bebé venía en camino, todo sería diferente.
Esa noche, April no esperaba verlo. Logan estaba de viaje. Pensaba prepararle una sorpresa especial, quizá una cena romántica, envolver el test de embarazo en una cajita elegante y entregárselo junto a una carta.
Pero el sonido de la puerta abriéndose la tomó desprevenida.
Se giró y lo vio de pie en la entrada del apartamento, con su imponente presencia llenando el espacio.
Logan Montgomery siempre había sido un hombre que desbordaba poder y elegancia. Su estatura alta y su porte recto lo hacían ver inalcanzable. Cabello oscuro, perfectamente peinado hacia atrás, con mechones rebeldes que enmarcaban su frente. Su piel, de un tono bronceado, contrastaba con la camisa blanca impecable que llevaba bajo su abrigo de diseñador.
Pero lo que más la impactaba siempre eran sus ojos azul acero, profundos y enigmáticos. Ojos que, en ese momento, la miraban sin emoción.
El corazón de April dio un vuelco.
—¡Logan!
Sin pensarlo, corrió hacia él, se lanzó a sus brazos y lo envolvió en un abrazo apretado, besándolo con amor.
Pero algo estaba mal.
Él no la abrazó de vuelta. No la besó. No hubo emoción en su mirada.
El frío que emanaba de su cuerpo era gélido, cortante, brutal.
April retrocedió levemente, con el ceño fruncido, tratando de entender qué sucedía. Logan metió la mano en el interior de su abrigo y sacó unos documentos. Sin mirarla a los ojos, se los extendió.
—Lee esto.
La alegría en el rostro de April se congeló. Sus manos temblaron al tomar los papeles, sintiendo que algo dentro de ella se desgarraba antes incluso de leer el contenido. Su vista se nubló y un nudo se formó en su garganta cuando distinguió el título en la primera página.
Divorcio.
El aire se le escapó de los pulmones.
—¿D-Divorcio? —su voz fue apenas un susurro. Su pecho se oprimió con una angustia sofocante. Sus ojos subieron hasta encontrarse con los de Logan, ojos que tantas veces la miraron con amor, pero que ahora eran dos abismos vacíos, crueles e indiferentes.
—¿Por qué? —logró preguntar con un hilo de voz—. ¿Ya no me amas? ¿Qué pasa, Logan? ¡Habla!
Él no vaciló. No mostró remordimiento. Su voz fue fría como el hielo cuando dijo:
—Ya me aburrí de ser tu esposo.
April sintió como si la hubieran golpeado en el estómago.
—¿Qué...?
—De jugar a las escondidas, de esta farsa absurda. ¿No lo entiendes, April? Voy a ser el nuevo CEO de Empresas Montgomery. Necesito una mujer de mi misma clase, no a mi asistente convertida en esposa secreta.
El golpe fue devastador. Su corazón se rompió en mil pedazos.
—Pero… y todo lo que sentimos, lo que hemos vivido este año —susurró, negando con la cabeza, sin poder creer lo que escuchaba—. Me dijiste que me amabas. Que estaríamos juntos sin importar nada.
Logan soltó una carcajada cruel, una que jamás había escuchado de él.
—¿Y tú me creíste? —murmuró con burla—. Pobrecita.
El alma de April se desmoronó. Las promesas, los momentos juntos, todo se convirtió en una mentira en cuestión de segundos.
—Entonces… ¿por qué te casaste conmigo? —preguntó con la voz rota, con los ojos llenos de desesperación—. ¿Por qué hiciste que creyera en ti?
Él la miró, y la siguiente frase salió de sus labios con la misma frialdad con la que uno aplasta a un insecto.
—Porque fue divertido mientras duró.
April dejó de respirar.
Un vacío inmenso la consumió por dentro. Sus piernas temblaron. Sus manos apretaron los papeles del divorcio con tal fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.
Logan la miró sin el más mínimo rastro de emoción. Sus ojos eran fríos, vacíos, indiferentes.
—Firma los papeles, April —ordenó, con una calma cruel—. No hagas esto más difícil de lo que debe ser.
Las manos de April temblaban. Su visión estaba borrosa por las lágrimas que luchaban por salir, pero no iba a darle la satisfacción de verla llorar. Tragó con dificultad y miró los documentos otra vez.
Cada palabra era una daga que le perforaba el alma.
Solicitud de divorcio por mutuo acuerdo.
Renuncia a cualquier derecho sobre los bienes de Logan Montgomery.
Quince días para abandonar su puesto en Empresas Montgomery.
Los recuerdos se agolparon en su mente con violencia. Las noches de pasión y risas. Las promesas susurradas al oído. Los “te amo” que pensó que eran reales.
Todo había sido una mentira.
Y ahora estaba sola.
Sola… y embarazada.
Sintió un nudo formarse en su estómago, no solo por la angustia, sino por la pequeña vida que crecía dentro de ella. El hijo de Logan Montgomery.
El dolor le revolvió el alma, pero alzó el rostro con una determinación forzada. No le daría el placer de verla rogar.
Tomó el bolígrafo con manos temblorosas y, sin leer más, deslizó la punta sobre el papel.
Firmó.
Cada trazo era como una sentencia de muerte para su corazón.
Cuando terminó, dejó el bolígrafo sobre la mesa y alzó la vista. Logan la observaba con la misma frialdad con la que uno miraría un trámite cualquiera.
—Bien —dijo, tomando los documentos sin siquiera mirarlos—. En quince días te quiero fuera de la empresa. Te daré una buena indemnización para que desaparezcas de mi vida para siempre.
Las palabras fueron un golpe directo a su pecho.
Logan Montgomery, el hombre al que había amado con todo su ser, le estaba dando un cheque para que se esfumara como si nunca hubiera existido.
April sintió que algo dentro de ella se rompía en mil pedazos.
Pero no le respondería. No le daría el gusto de ver cuánto la estaba destruyendo.
Apretó los labios y se quedó en silencio.
Logan ni siquiera esperó una reacción. Se giró sin mirar atrás y caminó hacia la salida.
El sonido de la puerta al cerrarse marcó el final de todo.
April sintió que su cuerpo se desplomaba en el suelo. Un sollozo desgarrador se le escapó de los labios, ahogándola.
Se llevó la mano al vientre, como si pudiera proteger lo único que le quedaba.
—No estás solo bebé —susurró con la voz quebrada—. Mamá está contigo.
Pero en ese momento, ella se sintió más sola que nunca.
April no quería presentarse en la empresa.Desde que firmó los papeles del divorcio, su cuerpo y su mente se negaban a regresar a ese lugar donde había construido tantas ilusiones. No quería verlo. No quería recordar.Pero ahora tenía una razón más grande que su orgullo.Su bebé.No podía permitirse perder esa indemnización. Necesitaba ese dinero para empezar de nuevo, para asegurarse de que su hijo tuviera todo lo que necesitara.Así que, tragándose el dolor y con la dignidad hecha pedazos, se levantó esa mañana y se dirigió a Montgomery Enterprises.Cuando llegó a la oficina, el ambiente era el mismo de siempre: trabajadores apurados, llamadas constantes, la elegancia de los pasillos perfectamente decorados. Pero para ella, todo era diferente.Ahora ese lugar solo representaba traición.Trató de pasar desapercibida, pero las miradas la seguían. Sus compañeros la observaban con curiosidad, algunos con lástima. Claro había sido despedida sin contemplaciones luego de ser la mano derec
April nunca había necesitado tanto el dinero como ahora.Había creído que al dejar Empresas Montgomery, cerraría para siempre ese capítulo de su vida, pero ahora todo había cambiado.Esperaba trillizos.El simple pensamiento la aterraba. No solo debía empezar de cero, sino que ahora tenía tres vidas por las que luchar.Y no tenía nada.Por eso, después de cumplir con el reposo recomendado por los médicos, se armó de valor y regresó a la empresa. Solo quería recibir su liquidación y desaparecer.Ya no era la esposa secreta del futuro CEO.Ahora solo era la mujer que había sido desechada.Se dirigió directamente al departamento de Recursos Humanos, pero el encargado la miró con incomodidad.—Señorita Collins… la señora Montgomery quiere hablar con usted antes de que reciba su liquidación.April parpadeó sorprendida.Nunca se había reunido con esa supuesta suegra, incluso sus llamadas telefónicas eran escasas y, para su sorpresa, el primer encuentro fue también el último.Así que, con el
El autobús avanzaba por la carretera mientras April observaba el paisaje por la ventana. Los árboles y colinas pasaban ante su vista, pero su mente estaba en otro lugar.Se iba. Huyendo.Había pasado demasiado tiempo en esa ciudad, demasiado tiempo esperando un amor que solo le dejó cicatrices.Cuando firmó los papeles del divorcio, creyó que ese sería el peor dolor que sentiría. Pero no. Nada se comparaba con la humillación de ver a Logan comprometiéndose con otra mujer.El hombre que había sido su todo, el hombre que le había prometido amarla, el mismo que ahora la había abandonado como si nunca hubiera significado nada.Pero April no estaba sola. Llevaba tres vidas creciendo dentro de ella.Tres corazones latiendo en su interior.Se llevó una mano al vientre con ternura, sintiendo la curvatura que comenzaba a notarse. No podía fallarles.Al principio pensó en refugiarse en la casa de su padre. Pero April sabía que no era un lugar seguro.Margaret Montgomery había sido clara. Si se
April parpadeó confundida.—¿Qué…?—Los bebés vienen demasiado pronto y uno de ellos está en una mala posición. Si no los sacamos ahora, corremos el riesgo de que sufran daño.Su respiración se agitó.—No… yo… —sollozó, sintiendo el terror trepar por su espalda—. Tengo miedo.La doctora la miró con compasión.—Entiendo que esto es difícil, pero sus hijos la necesitan fuerte.April cerró los ojos con fuerza, sintiendo que su mundo se desmoronaba.No podía fallarles.Ellos eran lo único que tenía.Apretó las sábanas de la camilla con desesperación.Y entonces, con un susurro tembloroso, dijo lo único que podía decir.—Háganlo… pero por favor, salven a mis bebés.El frío de la sala de operaciones la envolvió como una niebla helada.Las luces blancas le lastimaban los ojos. Su cuerpo temblaba de miedo.—Le pondremos anestesia raquídea. No se preocupe, no sentirá dolor.April apenas asintió, incapaz de hablar.Su respiración era irregular. El miedo la sofocaba.Pero tenía que ser fuerte. P
El sol de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas del pent-house donde vivían. La ciudad comenzaba a despertar, pero en el hogar de April Collins, el caos ya reinaba desde temprano.—¡No quiero usar zapatos hoy! —protestó Ethan, cruzándose de brazos mientras su madre intentaba ponerle los tenis.—No puedes ir descalzo a la escuela, cariño —respondió April con paciencia, sentada en el suelo mientras luchaba por calzar a su hijo rebelde—. ¿No quieres que tus amigos vean lo guapo que te ves con tus nuevos zapatos?—Mmm… —Ethan frunció el ceño, dudando—. Bueno, si me das panqueques con chocolate en el desayuno, tal vez me los ponga.April suspiró con una sonrisa de resignación. Su hijo siempre encontraba la manera de negociar, heredando un carisma natural que le recordaba a alguien…—¡Mamá, Dylan me quitó mi libro de cuentos! —Sienna entró en la habitación como una ráfaga, su larga cabellera castaña ondeando detrás de ella—. ¡Dile que me lo devuelva!April se masajeó las sienes,
El aroma a café recién hecho flotaba en el aire cuando Logan Montgomery entró en su oficina con pasos firmes y mirada impenetrable. Su presencia, como siempre, irradiaba autoridad y frialdad, esa que con los años había perfeccionado hasta convertirse en su mejor armadura.Apenas cruzó el umbral, su asistente personal, Mark, se acercó con una carpeta en la mano, su postura rígida delatando nerviosismo.—Señor Montgomery —dijo, con un leve carraspeo—. Hay un problema con el contrato de Emir Al-Fayed.Logan se detuvo a medio camino de su escritorio y frunció el ceño.—Habla —ordenó, su tono como siempre cortante como el filo de un cuchillo.Mark tragó saliva y se apresuró a abrir la carpeta.—Los rumores dicen que Al-Fayed ha estado considerando otra oferta.Logan apoyó ambas manos sobre el escritorio, inclinándose levemente hacia su asistente.—¿Qué oferta?Mark respiró hondo antes de responder.—Callahan Corporation.El ambiente en la oficina se volvió gélido en un instante.Logan perm
Logan Montgomery salió con su porte imponente, el traje impecablemente ajustado y la mirada de acero que solía doblegar a cualquiera. No tenía tiempo para distracciones. Había luchado por ese contrato durante dos años y no iba a permitir que nadie, mucho menos Callahan Corporation, se lo arrebatara.Sus pasos resonaban con firmeza sobre el mármol pulido. Su destino estaba claro.Pero entonces, el sonido del ascensor a su derecha lo detuvo en seco.El impacto fue inmediato.«April»El mundo pareció tambalearse. No era una ilusión. No era un recuerdo distorsionado por el tiempo. Era ella.Cinco años. Cinco malditos años, extrañándola, pensando todos los días en ella, atado de manos sin poder buscarla y saber qué había sido de su vida. Y sin embargo, ahí estaba, de pie frente a él.La sorpresa fue mutua. April también se quedó inmóvil. No respiró. No parpadeó. Como si su cuerpo intentara negar lo evidente.Logan estaba diferente. Más varonil. Más imponente. Su porte desprendía una autor