Apenas la puerta se cerró, April se quedó inmóvil, con la espalda rígida y la respiración contenida. Apoyó la frente contra la madera, como si esa barrera fuera lo único que aún la sostenía en pie. Los latidos le golpeaban el pecho, las sienes, cada rincón del cuerpo que hasta segundos antes había sido pura furia. Ahora solo quedaba el temblor. La desolación.Sus piernas flaquearon. Se dejó caer lentamente hasta el suelo, sin preocuparse por el frío, por la dignidad o por las lágrimas que le ardían al salir. Se abrazó las rodillas, apretó los ojos y se cubrió la boca para no gritar. Pero el llanto era más fuerte. Le rompía los pulmones por dentro. Le arrastraba la culpa, el amor, la rabia, el miedo, todo junto, sin tregua.—Maldit0 seas… —susurró apenas, con la voz destrozada—. Maldit0 seas por hacerme amarte y odiarte tanto…La garganta le ardía. El corazón le dolía. Se sintió débil, vacía, traicionada por sus propios recuerdos. ¿Por qué le dolía tanto verlo? ¿Por qué la parte más r
Nathan respiró hondo antes de tocar el timbre. Sostenía un ramo de flores envuelto en papel kraft, sencillo, elegante, pero lleno de significado. Quería disculparse. Por la discusión. Por haberse dejado llevar por los celos. Por no haber respetado sus tiempos. Había entendido que April necesitaba espacio… y él estaba dispuesto a esperarla. Pero aun así, quería que supiera que estaba ahí.Maddy fue quien abrió. Lo miró con una mezcla de sorpresa y tensión.—La señora April, está en la habitación con los niños, pero… no sé si quiere ver a alguien.—Solo quiero dejarle esto —dijo Nathan, mostrando el ramo.En ese momento, April salió del pasillo. Su rostro estaba pálido, los ojos hinchados, la boca ligeramente temblorosa. Tenía el cabello recogido de forma descuidada y el alma en los ojos. Al verlo, se quedó quieta por un instante. Luego caminó hacia él en silencio. Nathan le tendió las flores. Ella las tomó con una mano… y con la otra, lo atrajo hacia sí.Lo besó.Sin pensarlo, sin anun
Marie dudó un segundo. Pero la verdad, cuando viene cruda, no necesita adornos.—Sí.Nathan cerró los ojos por un instante. Luego se volvió hacia ella.—Y también sé que ustedes se van a casar —agregó Marie con voz suave—. Pero eso no garantiza nada. Los matrimonios sin amor… son una trampa. Yo lo vi. Mis padres se casaron por obligación. Mi madre quedó embarazada, y mi padre hizo lo correcto. O eso creía. Nunca fueron felices. Nunca hubo cariño real. Solo reclamos. Silencios largos en la cena. Frustraciones. Gritos escondidos tras puertas cerradas.Bajó la mirada, tragando saliva.—Y los hijos… aprendemos a no confiar en el amor. A no esperarlo.Nathan la escuchó sin interrumpir. Caminó hacia ella. Lento. Decidido.—Pues tengo dos meses para conquistarla.Marie alzó la cabeza, sorprendida.—¿Está seguro?Nathan se detuvo justo frente a ella. El aire cambió. La temperatura subió. Sus ojos oscuros la recorrieron con descaro, con deseo explícito. Ladeó una sonrisa apenas.—¿Crees que un
April miraba por la ventana, cada vez más tensa a medida que el paisaje se volvía demasiado familiar. El giro entre los árboles, el sonido del viento filtrándose entre las ramas, el sendero de piedra que cruzaron tantas veces sin testigos, con el corazón desbordado de silencios compartidos. La brisa le trajo un perfume conocido. A madera, a lavanda, a todo lo que creyó haber enterrado.—Detén el auto. Basta, Logan. ¿Qué estás haciendo?—Tranquila —murmuró él, sin desviar la vista del camino—. Solo quiero hablar.Ella no insistió. Se limitó a girar el rostro hacia la ventana otra vez. Cuando el auto se detuvo, el cuerpo se le quedó inmóvil.Las cortinas blancas seguían ondeando en las ventanas. Las macetas con flores en la entrada, el porche de madera donde una vez se acurrucaron entre mantas, las copas vacías olvidadas al amanecer… todo parecía detenido en el tiempo. Como si aquel rincón entre árboles hubiera estado esperando su regreso. Como si los recuerdos no se hubieran atrevido a
April se mantenía de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados, como si solo esa postura pudiera evitar que algo dentro de ella se viniera abajo. Tenía el cuerpo rígido, la mirada fija en el fuego que empezaba a crepitar en la chimenea. Logan la observaba desde el otro lado de la sala, con los hombros levemente vencidos por un peso que ya no podía seguir cargando solo.—No tengo tiempo —dijo ella con frialdad—. Los niños me esperan. Dime lo que tengas que decir… y me voy.Logan tragó saliva. Dio un paso hacia ella, pero se detuvo a medio camino. No por miedo. Sino porque sabía que cualquier palabra mal dicha, ahora, podía herir más que sanar.—Necesito contarte algo —empezó—. Algo que debí decirte hace mucho.April no respondió. Solo lo miró. Pero sus ojos, por un instante, se abrieron apenas. Como si algo dentro de ella supiera que lo que venía… iba a doler.—Cuando me fui de viaje aquella vez… recibí una llamada de mi madre. Estaba llorando. Dijo que Megan estaba muriendo. Que
Marie llevaba más de una hora en la oficina. Pero aún no se atrevía a irse. El reloj marcaba las seis con veinte cuando cruzó el pasillo en dirección al despacho principal, sin dejar de mirar su celular.Nathan no respondía los mensajes. No respondía las llamadas. Y April… tampoco.Tragó saliva antes de golpear la puerta con los nudillos.—¿Señor Callahan?No obtuvo respuesta.Golpeó de nuevo, más fuerte.—Soy Marie… ¿está bien?Nada.Entonces, sin pensarlo mucho, giró la perilla y empujó suavemente. El interior de la oficina estaba en penumbra, iluminado solo por las luces de la ciudad a través de los ventanales. Enseguida ella encendió las luces. Nathan tenía la cabeza apoyada sobre el escritorio.Una botella vacía de whisky descansaba a un lado, como testigo de su derrumbe.—Dios… —murmuró Marie, entrando con cautela—. Señor, ha bebido demasiado.Se acercó despacio, con el corazón latiéndole a mil.—Señor Nathan…Él abrió los ojos, pesados, rojos, y durante un segundo la miró sin
La palabra Positivo brilló con intensidad en la pequeña pantalla del test de embarazo, iluminando el rostro de April con una emoción indescriptible. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía que su mundo entero cambiaría en un instante. Estaba embarazada.Las lágrimas brotaron en sus ojos, pero no de tristeza, sino de una felicidad absoluta. No podría haber mejor regalo para Logan que esa noticia. En apenas una semana celebrarían su primer aniversario de casados, y finalmente podría darle algo que ni siquiera él esperaba: sería padre.Se miró en el espejo del baño, acariciando su vientre aún plano. Su largo cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel clara tenía un rubor especial por la emoción del momento. Sus ojos, de un verde brillante y expresivo, reflejaban el amor inmenso que sentía por su esposo.—Vamos a ser una familia de verdad —susurró, dejando escapar una sonrisa ilusionada.A pesar de que su matrimonio se mantenía en secreto, a pesar de que vivía
April no quería presentarse en la empresa.Desde que firmó los papeles del divorcio, su cuerpo y su mente se negaban a regresar a ese lugar donde había construido tantas ilusiones. No quería verlo. No quería recordar.Pero ahora tenía una razón más grande que su orgullo.Su bebé.No podía permitirse perder esa indemnización. Necesitaba ese dinero para empezar de nuevo, para asegurarse de que su hijo tuviera todo lo que necesitara.Así que, tragándose el dolor y con la dignidad hecha pedazos, se levantó esa mañana y se dirigió a Montgomery Enterprises.Cuando llegó a la oficina, el ambiente era el mismo de siempre: trabajadores apurados, llamadas constantes, la elegancia de los pasillos perfectamente decorados. Pero para ella, todo era diferente.Ahora ese lugar solo representaba traición.Trató de pasar desapercibida, pero las miradas la seguían. Sus compañeros la observaban con curiosidad, algunos con lástima. Claro había sido despedida sin contemplaciones luego de ser la mano derec